jueves, 28 de junio de 2012


        Suerte que mañana Liz vendrá. Después de tanto tiempo, me pregunto qué cara tendrá; ¿finalmente las canas habrán coronado su incólume moño? Sólo espero que siga teniendo ese tacto tan suave en sus dedos, y que esté dispuesta a inspirarme un poco de paz, apenas unos minutos, unos segundos incluso, es todo lo que necesito; sus manos en mis cabellos, apartando de mi mente todos los malos augurios y las sombras funestas que últimamente me asedian.
        Con un poco de suerte, tal vez consiga hacerme recordar el remanso de paz que solía acompañarme siempre que me quedaba dormido entre sus maternales brazos. Quizá ella tampoco haya podido olvidarlo, es posible que no sólo yo siga necesitándola.

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