jueves, 29 de diciembre de 2016

¿DE MILAGRO?
     La supervivencia, ese concepto que nos habla de la vida más allá de las condiciones adversas o después de determinados acontecimientos relevantes; es normal que uno tienda a pensar que se trata de un término con macro-pretensiones, algo así como la supervivencia de la especie a pesar de algunos de sus más insignes especímenes, pero lo cierto es que la supervivencia individual, lo que vendría a ser una micro-supervivencia, tampoco debe ser desechada como objeto de estudio.
     Para mí resulta un completo misterio la increíble sostenibilidad que ha alcanzado nuestra sociedad a pesar de haber perdido por completo el sentido de supervivencia personal. Como es lógico, este tipo de planteamientos, estas cuestiones y su desarrollo, se ven más claramente cuando son ilustradas a través de ejemplos simples, reconocibles y que, por lo tanto, todos podemos identificar con la experiencia propia. Procederé pues.
     Yo tengo un par de vecinos: una señora mayor francamente desagradable, metomentodo, sabihonda y autoritaria, que está casada, Dios los cría..., con un abuelito sucio, quejica, borde y completo desconocedor del jabón. Tendrán unos setenta y pocos; a juzgar por sus andares pesados y sus movimientos desacompasados, ni sus caderas pueden dar mucho más de sí ya ni sus huesos en general están en su mejor momento. Vamos, que de precisar salir corriendo, o protegerse con sus propias manos valiéndose de sus escasas fuerzas, de un agresor furibundo, lo llevarían claro. Aún así la una ordena, avasalla y discute todo lo discutible -lo demás, también- con la premisa de llevar razón 'por ser vieja', y el otro bromea sin pudor ni respeto con cuestiones ajenas que debieran ser intocables. Tal actitud les pone, a mi entender, en lo que podría ser un punto de mira improvisado por cualquiera de sus vecinos; yo mismo, sin ir más lejos, en más de una ocasión he sentido el casi incontrolable arrebato homicida de lanzarme a por ellos con el puño bien cerrado y partirles la cara. Así, como suena.
     ¿Cuántos como ellos moran nuestras ciudades? Octogenarios impertinentes, minusválidos maleducados, discapacitados engreídos; simplemente siguen vivos por una sencilla cuestión que va más allá de la suerte que ahora mismo todos ustedes tienen en la punta de la lengua, y ésta es la corrección política. Ni uno sólo se quedaría intacto de no ser porque socialmente está mal visto abusar, especialmente de forma física, de todo aquel que nuestra sociedad presuponga en inferioridad de condiciones, lo que por otra parte no deja de poner en evidencia la hipocresía con que se defiende a cualquier supuesto inferior con independencia de que sus virtudes lo hagan merecedor de tal respeto.
     En definitiva, y resumiendo un poco, muchos de nosotros seguimos vivos a pesar de nuestro empeño en dejar de estarlo. Entenderán ustedes que ahora me despida abruptamente, sin preámbulos ni divagaciones de regalo, pues soy muy consciente que tras lo expuesto más de un lisiado con mal carácter querrá echarme el guante y un servidor, lo que se dice fornido o veloz, a qué engañarnos, no lo es y, cosa curiosa, sigo empeñado en resistir a pesar de mi incapacidad para cerrar la maldita bocaza.

sábado, 24 de diciembre de 2016

KEEP ON FIGHTING
No lo permitas,
el de-ve-nir... no te debe superar;
aunque la inevitable bruma
de la soledad,
la triste certeza
de la realidad
y el tedioso círculo
de la prudencia
-porque la prudencia, como el miedo,
mata el tiempo dando vueltas y
más vueltas
delante de tu puerta
cuando no sabe qué hacer-
pretendan asolar
el castillo que tanto te ha costado
edificar:
tu identidad, tu vida, tu razón;
no olvides que, después de todo,
tras el primer corte profundo
todos empezamos a sangrar.

miércoles, 21 de diciembre de 2016

HISTORIA DE UNA CARTA DE AMOR QUE NUCA SERÁ ENVIADA
     Todo comienza con nuestras miradas encontrándose, nuestros ojos retándose, las pupilas desafiantes; después viene el primer beso, ligero, sedoso, más hambriento que sediento.
     En mi imaginación hemos hecho el amor cientos de veces, tantas como días nos hemos visto desde aquel primer viernes hace ya veinte años; puede que incluso alguna más.
     Siempre es igual. Con la llegada del último día de la semana laboral tú apareces con tus cajas, tus albaranes y tus partes de entrega; yo siempre me siento con ganas de arreglarme con la mañana, 'hoy me encuentro un poco coqueta' me digo frente al espejo, justo antes de girarme y abrirte la puerta. Entonces te sonrío y tú, me respondes; yo me derrito. Durante unos diez, quince minutos, charlamos; son tantas las cosas en las que coincidimos, tantos nuestros encuentros, que parece imposible pensar que lo nuestro podría no funcionar. Claro, todo esto lo digo desde la distancia prudente, desde mi encantada estancia en el misterio.
     Cuando llega la hora de despedirnos... ahí es cuando, siempre, veo en tus ojos un desafío o una invitación, una suerte de cómplice sonrisa que me confiesa que tú también lo estás deseando, que anhelas el beso. Pero yo dudo, tú no te atreves; nos dejamos escapar. Otra semana más. Mes tras mes, los años sucediéndose.
     A veces me pregunto si algún día dejará de ser así, si conseguiremos dar el salto y cruzar nuestros límites; aunque sólo sea una vez, por un simple sentimiento deudor de nuestras íntimas necesidades. Expectativas; ¿será ya demasiado tarde? Inevitablemente hay días en que pienso que nuestras canas debieran liberarnos de una vez; otros creo que son ellas mismas, junto con nuestras más profundas arrugas, las que nos frenan y retienen a este lado de la barreta, tristemente asentados en la cómoda seguridad del deseo.
     Quizá algún día, quizá... tú y yo, nosotros dos a este lado de la realidad, fundiéndonos desnudos en el dulce abrazo de los sueños alcanzados.

miércoles, 14 de diciembre de 2016

COSAS IMPORTANTES DE VERDAD
     Hay un tal Cristiano Ronaldo hablando, el semblante muy serio, en el aparato de televisión. El muchacho se sabe -no sólo se cree- tremendamente importante: tiene cuatro balones de oro -que, en caso de ser macizos, deben pesar una barbaridad-.
     Al parecer, en esto de las pelotas doradas, el tipo está empatado con un argentino chaparro y escurridizo que responde al nombre de Lionel Messi.
     Entre los dos suman, ni más ni menos, que ocho pegotazos áuricos. Esto, según deduzco de las primeras noticias de la mañana, es francamente importante; nada que ver con la ya cansina guerra en Siria, el rollazo del debate europeo acerca de los refugiados o la pesada 'operación kilo' recordándonos, otro año más, la obligación de segur siendo un país generoso y solidario.
     Vamos, que no pueden imaginarse cómo me alegro de tener la suerte de poder encender la radio y oír, cuando aún no han dado las siete de la mañana, que el tal Cristiano ha empatado en galones futboleros al tal Lionel. Una suerte vivir en un país como este, lleno de gladiadores, leones y demás fieras, bien cuidadas, bien alimentadas, para la sostenibilidad del tan virtuoso entretenimiento al que sin duda todos nosotros, ciudadanos de bien, tenemos derecho. Circo, toros, fútbol y curias políticas paseando de punta a punta de la nación; cosas importantes de verdad, y nada de estúpidas noticias de carácter humano con las que rellenar espacios de vital trascendencia y, de paso, mortificar y culpabilizar de su buena suerte, debida principalmente a su abnegado saber hacer, a las humildes y laboriosas gentes de éste, nuestro ejemplar y nada banal estado del bienestar.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

RELATIVO
     Qué diferente habría sido todo si yo..., si no fuese una mujer -piensa Elena-; si yo no tuviese esta pálida carita, estos ojos melosos y esta larga melena negra, nadie podría perdonarme. A nadie le importaría que Marta llevase años despreciándome en público, insultándome a diario, maltratándome en la cama; ni las quemaduras de los cigarrillos en los brazos, como castigo a mis osadías, justificarían mi arranque de furia asesina, mi venganza a cuchillo en un arrebato de locura, si yo me llamase, por ejemplo, Manolo. Entonces la prensa hablaría de violencia de género, y no de defensa personal; qué diferentes serían las declaraciones de los vecinos, nada de 'la verdad es que la otra la tenía amedrentada, vivía atemorizada' o 'aunque no deba decirlo, lo cierto es que la chiquilla no podía seguir viviendo así'. Si yo fuera Manolo, todo lo que saldría de las bocas de quienes nos conocían sería el trillado 'nadie lo hubiera dicho, parecían tan normales'. Mis hermanos no iniciarían una campaña en alguna plataforma de recogida de firmas pidiendo mi indulto, porque la verdadera maltratada en esta historia soy yo, sino que apartarían de un manotazo las cámaras negándose a realizar declaraciones al tiempo que se desmarcarían de cualquier vínculo conmigo. Yo no sería una heroína luchadora y liberada; sería un monstruo más, el enésimo en una lista interminable de crueles avasalladores. No faltaría algún amigo, en las noticias de la noche, haciendo muchos aspavientos y gestos con las manos mientras trataba de explicar a los telespectadores lo cruel que resultaba mi agresividad pasiva en cada encuentro que con él habíamos mantenido en los últimos años. Sin duda yo sería, sencillamente, el cabrón del Manolo, otro malnacido más, un asesino sin excusa, una vergüenza y un completo desgraciado.

viernes, 2 de diciembre de 2016

     Total, que le pido un beso; le digo "un beso", y ella me mira sorprendida y yo voy y, por si acaso no me ha oído bien , le repito: "un beso". Entonces ella hace un gesto muy desagradable con sus carnosos labios marrones y sus grandes ojos oscuros y yo, que no tengo nada claro si es que le doy asco o que es lesbiana o monja o vete tú a saber qué coño le pasa, le digo "venga nena, sólo un beso; para empezar la mañana con buena suerte". Y la tía va y me espeta un "desgraciado" de lo más sonoro e hiriente, y yo, con las manos abiertas y los brazos estirados hacia arriba, pego un salto hacia ella, "hop", y ella grita histérica. Entonces yo la sujeto con mis manos y le digo "Tranquila, si yo sólo quiero un beso, nada más; es que hace mucho frío y llevo tres días sin poder dormir porque estoy algo nervioso con todo esto de Fidel Castro, Donald Trump y toda esa panda de hijos de puta y, cuando he visto ese par de labios tuyos tan oscuros, tan rudos, he pensado que besarlos debe ser como besar la muerte y quizá, si me dieras un beso, sólo uno, conseguiría dejar de pensar en el puñetero fin de la Humanidad durante unas pocas horas, al menos". Total, que ella se relaja y, después de llamarme "cabrón de mierda", se me acerca un poco y me planta un beso en los labios que casi me quita la vida: lengua arriba, lengua abajo, izquierda y derecha... lengua por todas partes y labios opresores y saliva, mucha saliva caliente escapándose por las comisuras y yo, enganchado a esa máquina insaciable, me lamento por mi insistencia y maldigo el momento en que le he pedido un beso a la tiparraca esta, la mismísima muerte hecha mujer.

domingo, 27 de noviembre de 2016

DE LA BUENA EDUCACIÓN
     Nadie contesta al teléfono después de las doce; territorio vedado, lo llaman. Me dicen que tengo que ser comprensivo, que mi lógica es incomprensible y a esas horas sólo los borrachos y los degenerados se acuerdan de sus asuntos pendientes. Yo les pregunto si acaso al resto de la gente le falla la memoria después de cenar, mientras ven películas malas en sus aparatos de televisión, o cuando pelean con el insomnio atrapados en sus edredones nórdicos. Casi nadie se molesta en responderme, me toman por un caso perdido; quien aún muestra algo de paciencia conmigo me explica que, con el cambio de fecha en el calendario, la gente de bien suele hacer borrón y cuenta nueva: las personas normales saben aparcar esas cosas. Descubro así que yo no soy normal, ni gente de bien. Agradezco los servicios prestados, el descubrimiento, y cuelgo. A los pocos minutos vuelvo a echarle mano al aparato y marco de nuevo; qué diablos puedes querer ahora,  me preguntan. Yo, muy circunspecto, respondo: tan solo llamaba porque había olvidado pedir perdón.

jueves, 24 de noviembre de 2016

¿QUIÉN ES QUIÉN?
-Y tú, exactamente, quién eres aquí -le preguntó aquel tipo de aspecto burlón y sonrisa sardónica-.
-¿Cómo que quién soy? -preguntó, inocente como siempre, el bueno de Augustus-.
-Sí hombre -río el otro-; todos somos alguien aquí -e hizo un gesto girando su índice hacia el suelo, como si rodease un diminuto poblado imaginario-.
-¿Alguien?
-Por supuesto, muchacho: 'alguien' -le increpó-. Yo, por ejemplo, soy el tipo que bebe cerveza a todas horas. Eso -añadió visiblemente satisfecho de su don- es lo mío.
-En fin -comenzó Augustus tras unos segundos de vacilación-, en tal caso, supongo que yo soy el tipo que lee y escribe, el deportista empedernido...
-Vaya con el polifacético -intervino el socarrón interlocutor de nuestro amigo-.
-...el amante de la música -siguió él sin percatarse de la interrupción-, el paseante que termina las jornadas delante de una taza de té bien calentito mientras charla con cualquiera que quiera hablar con él...
-¿En serio? -saltó nuevamente el forofo de la cerveza-.
-Claro -respondió, esta vez con aplomo y convicción, Augustus-; soy el tipo empeñado en no parar de vivir mientras viva.

domingo, 20 de noviembre de 2016

EL NARRADOR (UN NUEVO COMIENZO)
     Buscaba respuestas; eso es lo que solía hacer, ser un buscador de respuestas. Con el tiempo las respuestas se parecen, cada vez más a nuevas preguntas, ligeramente familiares, como un recuerdo del pasado que aparece en la mente bajo un foco de color: azul, rojo, verde. Inevitablemente terminé sintiéndome como un periodista de investigación debe sentirse; me convertí en un buscador de preguntas: cuál es el motivo principal, cual la razón última, por qué, a causa de qué, para qué, para qué... y, por supuesto, el por qué escondido detrás de los porqué.
     Obsesión. no puedo referirme a esa nueva faceta de mi personalidad de otra forma. Me convertí en un hombre obsesionado con la verdad detrás de la verdad que va más allá de la realidad; esto es, devine en un loco completamente perdido, desorientado; un cajón de sastre lleno de demasiadas cosas que nada tenían que ver entre sí, empeñado en tejer entre todas ellas una red magistral de conexiones divinas y maquiavélicas.
     La demencia puede tener muchas, muchísimas caras; la extrema racionalidad es sólo una de ellas. La tapadera perfecta; convertido en inquisidor, quién iba a pedirme cuentas.
     Conseguí vivir así un par de años. Cada día algo más próximo a un esquizofrénico que a un genio, cada día más asustado, más cauto, con una coraza más gruesa. Hasta terminar aterrado, encerrado en mí mismo, como un animal sentenciado a muerte que termina construyéndose todo un universo particular en lo más oscuro de su madriguera: todo lo necesario para aguantar hasta el fin está aquí.
     Entonces llegó un día..., el místico punto de inflexión de todo relato, en el que algo me hizo asomar el hocico al exterior. La luz, esa luz tan intensa, tan pura, me deslumbró. Jamás hubiera pensado que una luz tan bella pudiera existir de no haberla visto aquel día, de no haber sido testigo de su esplendor, de toda la dulzura y calor que podía regalarme, de la paz que era capaz de traerme. Tomé el bolígrafo y comencé a escribir. Conforme las líneas avanzaban y las palabras se sucedían, recuerdo, pensé 'al final, siempre que escribo gracias a ti, lo hago con optimismo y confianza en el porvenir', Futuro, implacable, hermoso.
     La luz, esa luz absoluta, consiguió penetrar en mi corazón e infundirme su poder creador. Ya no había preguntas, vanas, estúpidas, ni respuestas, completamente innecesarias; sólo existía el relato, la narración perfecta. Recuerdo con precisión qué palabras utilicé para comenzar aquellas líneas que cambiaron mi vida: buscaba respuestas.
          Seamos sinceros; realmente qué pasaría -algo demasiado grave acaso- si decido que todo se ha acabado.

domingo, 13 de noviembre de 2016

     Todos buscando la forma de sobrevivir; desesperadamente, todos, absolutamente todos. Ciertas palabras me obsesionan de una forma compulsiva: absolutamente, absolutamente, absolutamente. Todos, sin descanso, sin respiro; todos buscando la forma de sobrevivir, de resistir, de continuar, de seguir adelante a pesar de todo, a pesar de ellos mismos.

viernes, 11 de noviembre de 2016

(ADIÓS LEONARD)
      Yo quería escribirle algo al viejo León hoy; unas líneas acerca de lo que supuso para mí la primera vez que le oí hablar de su famoso impermeable azul, o qué sentí cuando vi girar su primer largo al son de su añorada Suzanne; quizá unas palabras para agradecerle el gesto de ese pajarillo agarrado al alambre del que a muchos de mi generación nos habló. Yo quería darle, sencillamente, las gracias.
     Pero... ni tiempo ni paz, la cotidianidad ha hecho imposible evitar que el día se me agote sin guardar ni un miserable ápice de fortaleza para sentarme frente al teclado y aporrearlo como se merece.
     En fin, Leo, ya que no he podido darte las gracias, por tus versos, tus acordes, aquel concierto en 2010, al menos, permíteme que te pida perdón; por todo lo que hubiese querido y querré haber sido y queriendo no habré de conseguir, básicamente, porque yo nunca he estado ni estaré tan cerca de Dios como lo has estado, incluso antes de hoy, tú.

martes, 1 de noviembre de 2016

POR SI ACASO TODO VUELVE A EMPEZAR
     Y ahora me entra prisa por volver a escribir... Serán las viejas canciones, que se acerca el final de mi odiado exilio y empiezo a sentir nostalgia de la soledad, quizá que me he acostumbrado a terminar cada ciclo guardando con escrupuloso celo un breve resumen de lo acaecido. Tal vez todo se resuma a que me he vuelto gilipollas, y un tanto incoherente y me ha dado por decir 'digo' donde dije... Tampoco creo que sea para tanto, la verdad; después de todo escribo esto sesenta horas y diez minutos después de decir 'adiós', aunque no te permita leerlo hasta dentro de tres meses, quince años, o cuatrocientas vidas. Al fin y al cabo, ¿qué es un final si no el comienzo de una nueva oportunidad?

miércoles, 24 de agosto de 2016

Y PUNTO (FIN -DE LA SEGUNDA PARTE-)
     Soledad es que no le importe nada de lo que digas a quien te pueda entender y que no te entienda en absoluto ninguna de las personas a las que les importas.

martes, 23 de agosto de 2016

     El jamón de york tiene pelusa; una suerte de finísima manta blanca y azul acaricia mis dedos  mientras despego lonchas antes de tirarlas a la basura. En la televisión Cristina F. comienza su descenso en picado hacia algún lugar próximo al infierno. Rajoy se 'raja' en el último momento y Albert y Pedro..., bueno, cada cual a lo suyo. Todos seguimos en nuestros trece. Yo escribo estas líneas con el único propósito de despedirme con algo de dignidad del respetable, quizá incluso con algo de... ¿interés, emoción? Apenas han pasado unos pocos días desde que tomé la decisión de dar carpetazo a este capítulo de mi vida y, sin darme cuenta, ya hemos llegado a la meta. En la radio David, otra vez; a mí no me importa que su muerte haya vuelto a ponerle de moda, tanto mejor. Aún no consigo acostumbrarme a un mundo sin él, obligarme a la certeza de que ya nunca podré verle en directo; en cierto sentido siento que digo adiós porque él se ha ido. El día que yo nací, hace hoy veintidieciséis años, él era el número uno en las listas de éxitos del Reino Unido; eso marca. El estruendo de una estantería cargada de libros que se abalanzan sobre el suelo al ceder ésta por el excesivo peso de la cultura, me saca de este último ensimismamiento: va siendo hora de decir adiós. Mañana... el proceso seguirá: caminaré por las viejas calles conocidas, correré cuesta arriba, transitaré la oscuridad en silencio y rigurosa soledad; haré lo mío, que es lo que me gusta, para lo que he nacido. La última tecla se resiste, ¿por qué? Cuestión de supervivencia. Tómense, si así lo desean, un último trago a mi salud -hoy invito yo-; beban y rían mientras puedan: esta noche el mundo sale a la venta y tarde o temprano alguien se lo llevará de calle, como si de una prostituta drogada se tratase, a precio de saldo. Esto, no obstante, no es un epitafio; ante todo, no es un epitafio. Por mucho que a los Hitler y Stalin de este tiempo, los Putin y los Trump, les pueda incordiar, este no es el final de nada. Sencillamente se trata de una despedida más: adiós.

domingo, 21 de agosto de 2016

     Me ha costado tanto expulsar esta última lágrima que... mucho me temo que al fin hemos llegado al hueso.
     Amenazas veladas. Declaraciones de guerra en toda regla, con publicidad en los medios incluida. Tu vida se va a acabar; y yo soy la única persona que sabe cuándo será el instante final, el suspiro definitivo. Puedes ir preparando tu casa para el velatorio. Nadie hará la ola por este muerto, eso está claro; a pesar de todas las páginas escritas, no lo has conseguido, cariño.
     Un ensayo disfrazado de novela, un entremés nada ligero y un experimento capaz de acabar con toda la Humanidad. Suenan campanas en el horizonte próximo, el final ya está aquí. Cierren sus cuadernos, libros al suelo, comienza el examen.

viernes, 19 de agosto de 2016

LA LIBERTAD
     Hacía tiempo que no escribía nada que mereciese la pena; de hecho, tenía la sensación de que realmente a aquella extraña operación de pensado, repensado, recortado y maniatado de ideas, que solía llevar a cabo últimamente, podía llamarla de cualquier forma, excepto escribir.
     Este descontento, malestar o desacuerdo con la propia obra, se debía principalmente al abusivo uso que, en los últimos tiempos, había hecho de la autocensura y algo que podríamos catalogar de 'porsiacasismo'. El miedo, atroz, a que algún pariente o conocido pudiese descubrir alguno de sus más recientes y oscuros secretos, le obligaban a tirar de historias trilladas, tópicos simplistas y frases hechas en cantidades ilógicas; ya no tenían lugar la sinceridad, el lenguaje directo, la acidez o mordacidad que le habían hecho merecedor de un nombre propio en el mundo de las letras.
     Nadie. Nada. Así se sentía: un contenedor vacío de nada bueno y lleno de desperdicios con los que poco, o nada, se puede hacer. Y, ¿de qué, para qué -se preguntaba constantemente- puede servir toda esta miseria lírica? Ten bien articulada, tan dulcemente servida y tan falsa, venenosa, innecesaria. Rompería todas y cada una de las páginas estúpida y torpemente manchadas, invertidas en hablar mucho para no decir nada: la espuma de los día cubriendo la realidad de mi vida, ocultando todo lo que realmente es, lo que merece la pena.
     Así las cosas, una inusualmente fresca tarde de verano, de esas de calles desiertas y ventanas cerradas, salió a pasear. Murmurando para sí, el ceño fruncido, maldiciones y juramentos, se fue alejando de las calles conocidas, de su zona de confort y los dominios cotidianos para terminar adentrándose en un barrio periférico de su ciudad del que apenas habría oído hablar un par de veces en toda su vida. Al principio la novedad no le impresionó: caminó durante algo más de una hora sin prestar atención al nuevo entorno hasta que, bocinazo por todo lo alto, un atropello frustrado lo sacó de su ensimismamiento. Al susto inicial siguió un rápido salto hacia atrás, un brusco movimiento que terminó con sus nalgas golpeando violentamente el suelo; la caída, a pesar de aparatosa y ridícula, resultó ser providencial: ante él, la clásica fachada cubierta de ladrillos rojos y ventanales escondidos tras enrejados barrotes negros de una librería de anticuario; uno de esos maravillosos lugares que, aún en los días más oscuros, conseguían levantarle el ánimo. Entró.
     El Universo resumido en varias montañas de papel ajado y amarillento. Maravillas de la mente nacidas de la simple observación de las maravillas de Dios.
     Después de un buen rato rebuscando entre mastodónticos volúmenes de más de doscientos años, cuadernos de cartoné llenos de fórmulas incomprensibles y ligeras novelas venidas de ultramar en tiempos de posguerra, encontró, medio escondida detrás de un rascacielos enciclopédico, una estantería llena de cuadernos, bolígrafos, plumas, pergaminos y demás material de escritura; de recreación, que hubiese dicho él, de ser el mismo que un día consiguió dejar boquiabiertos a los poco más de trescientos asistentes a la presentación de su primera novela, con sus comentarios humildes y grandilocuentes.
     No dudó: tan pronto como sus ojos se encontraron con aquella pequeña libreta de tapas nacaradas, algo arañadas, y goma negra, supo que había encontrado una nueva perfecta compañera. Aquí... aquí -pensó- podré volver a escribir, seré sincero; será como volver a empezar: otro cuaderno, otro nombre, otra vida. Nadie sabrá de ti, mi fiel amigo, y así, fingiendo no ser yo, podré volver a ser. Escribiré a oscuras, en la calle, antes de regresar a casa y a los otros cuadernos en los que pretendo ser escritor pese a que no escribo nada. Regresaré a ti cada jornada, un poquito antes de que el resto del mundo despierte y me engulla con sus demandas y veloces pretensiones. Seremos tú y yo: útil e intención; no habrá nadie, nada más. La más absoluta honestidad, la realidad más limpia; al fin, la libertad.

domingo, 14 de agosto de 2016

"Hubo un tiempo en que los hombres cantaban a coro alrededor de una mesa; hoy un hombre canta solo por la absurda razón de que sabe cantar mejor. Si la sociedad continúa por el mismo camino, sólo un hombre reirá porque sabrá reír mejor".
Gillert Keith Chesterton 

miércoles, 10 de agosto de 2016

CUALQUIER DÍA
     "Cualquier día lo mando todo a la mierda y me largo"; un sueño, una promesa incumplida sistemáticamente, una declaración de intenciones que nace mutilada.
     Lo tenía claro, y aún así no podía evitarlo: Jacobus Stolz estaba harto de su insignificante y veloz vida. Poseía una fructífera y estúpida empresa con varias decenas de trabajadores que ocupaban sus jornadas apretando tuercas de máquinas cuya utilidad era un completo misterio. Cada día, desde bien temprano, Stolz se dedicaba a revisar todas y cada una de esas tuercas, minuciosamente, más como un maniaco que como un gerente cualquiera; así, día tras día, durante quince años. Hastiado, Jacobus fantaseaba -y a menudo amenazaba- con levantarse una mañana y desaparecer con unos cuantos miles de euros ahorrados y una maleta con algo de ropa para sus dos hijos, su mujer y él mismo. Los secuestraría, pensaba, y les regalaría la libertad, una oportunidad en otro lugar, con otro nombre; una nueva vida. Sin cartas de despedida. Hay que aclarar que el pobre Stolz sabía que, de llevar a cabo su huída, tendría que 'secuestrar' obligatoriamente a su esposa, ocultándole en todo momento sus verdaderos planes. Bien sabía él que también ella, secretamente, soñaba con escapar de aquella trampa maldita en la que, casi sin darse cuenta, llevaba metida diez años; no era fácil ser la compañera de un escritor frustrado, triste y gris, que regresaba cada jornada a sus brazos con la cabeza gacha, perdido en lamentos y maldiciones por saberse, cada día, un poquito más lejos de sus expectativas. Por desgracia, y a pesar de todo, ella aún no había tocado fondo; era mucho más fuerte que él, y esa fuerza, precisamente, la mantenía atada a todos los convencionalismos que tan desgraciada le hacían sentir: familia, trabajo, posición... el mundo.
     Así que Jacobus Stolz, que se dedicaba a mentirse y trampearse a si mismo jornada sí, jornada también, comenzaba todas las semanas cumpliendo con un ritual que sólo para él tenía algún sentido. Cada lunes, a las siete en punto de la mañana, cruzaba el umbral de la Cafetería Gredos, lugar en el que había ambientado los primeros pasajes de su única novela publicada -doce años atrás-, pedía un café solo y tomaba asiento en la mesa más alejada del ruido del televisor que se empeñaba en escupir noticias que nada le importaban; allí abría un viejo cuaderno que le había regalado hacía mucho tiempo su padre, el único que alguna vez había creído en sus posibilidades como escritor, pensaba él, y vertía algo de tinta sobre una de sus páginas. Después de media hora levantaba la vista, los ojos rojos, llenos de lágrimas, pagaba y se encaminaba a su oficina. Comenzaba una nueva semana. A cada paso canturreaba, silbaba una vieja melodía de Tchaikovsky; cualquier día, susurraba, cualquier día.



jueves, 4 de agosto de 2016

ESPERANZA
     Publirreportajes televisivos. Pretemporada y ronda de contactos. Eventos, inauguraciones, encuentros, citas. Prensa rosa, revistas deportivas y cómics porno-erótico-festivos. Préstamos inmediatos, hipotecas.
     La verdad es que yo me alegro; el nivel de estupidez está a punto de ser absoluto, lo que nos llevará, en breve, a reaccionar; aunque sólo sea por una simple cuestión de supervivencia. Son los puntos sin retorno aquellos que con mayor fuerza nos pueden propulsar al cambio.

martes, 2 de agosto de 2016

RECUERDOS DE SAN PETESBURGO
     Y la vida de Raskolnikov pasó: volvió de Siberia y cantó, bebió, amó, como nunca antes lo había hecho, exactamente igual que siempre.

miércoles, 27 de julio de 2016

BE CAREFUL
     Familias felices; al menos lo parecen, todas ellas: los hombres vestidos con trajes de colores llamativos, estrambóticos zapatos y corbatas imposibles; ellas con mucho, muchísimo maquillaje, arreglos aquí y allá, "hoy he sido la primera en la pelu", tocados ilógicos y tacones por los que cualquier fisioterapeuta mínimamente cualificado perdería la cabeza. ¿Qué decir de los niños? Más caramelo en las manos que en la boca, barro bajo las uñas rotas, el pelo alborotado en un último remanso de libertad real, los pantalones perfectamente planchados.
     Lo intenté por tercera vez. No fue la definitiva; aunque eso ya lo tenía claro mucho antes de empezar. Las gafas de sol perfectamente desalineadas con mi rostro me protegen de las múltiples posibilidades de mí mismo. Apenas pienso, o al menos intento pensar exclusivamente en no-pensar, y a pesar de ello, existo y resisto; pido otra cerveza y admito o asumo que esto no va a ir a mejor.
     Por supuesto, después de esta tercera hubo una cuarta, una quinta y muchas más, intentonas todas ellas infructuosas, todas igual: tropezón y a rodar; a veces cuesta abajo, otras, sorprendentemente y contra todo pronóstico, hacia arriba. El hombre medio suele necesitar un par de horas para poder entrar en materia con alguna posibilidad de éxito; yo he conseguido alcanzar la activación inmediata a base de escasez total de tiempo y necesidad extrema de profundidad real. Podría, por ejemplo, estar escribiendo estas líneas mientras las familias felices me rodean, con sus alegrías absolutas y sus problemas sin remordimiento; podría escupir estas palabras al tiempo que uno de ellos, cualquiera, me cuenta sus planes para hacerse con el control total del gobierno después de lanzarle una OPA hostil a una mega-macro-corporación, no sin antes conseguir enchufar a uno de sus hijos en la guardería más elitista del barrio. Yo mientras tanto, claro está, sonreiría y asentiría; no fuera a ser que alguien descubriese que no me siento parte de este feliz mundo plástico ideal.

lunes, 25 de julio de 2016

  



  Cuando ataco, como cualquier animal doméstico que ha olvidado su pasado en libertad, lo hago asustado. En ocasiones la altura de los propios procedimientos y la profundidad de sus expectativas, resulta ser demasiado para uno mismo.

sábado, 23 de julio de 2016

A PESAR DE LA DEMOCRACIA
     ¿Quién tiene ganas de pensar hoy, ahora? Vayan terminando, es tarde; haga usted el favor de callarse, policía, desalojen la sala.
     Vienen: buenos días, ¿aquí? ¿Será? Piensas un rato, le echas un vistazo a la papeleta, a la tarjeta censal, al DNI; terminas concluyendo que sí, aquí es, o no, mire, es ahí al fondo, en la mesa de la derecha, no, esa no, la otra. En la mesa de la izquierda tres cuarentones saltan en sus sillas y rugen con voces socarronas; al parecer se acerca otra joven con cintura de abeja y larga melena ondeante. Hay momentos en los que uno piensa que serían capaces de atacarla ahí mismo, en medio de la sala, bajo la atenta mirada de interventores y electores, como genuinos depredadores dando cuenta de su trofeo.
     De vez en cuando se deja caer por aquí uno de los pululantes: seres danzarines, aburridos, que, acreditación en mano, se empeñan en dirigir el tráfico, en organizar el trabajo del voluntario impuesto. Aparecen por la izquierda, toquetean todo lo que pueden por detrás y después, mutis por el foro a la derecha. Un tipo desequilibrado, alguien real y profundamente perturbado, todo un loco, no dudaría en cargar contra todos ellos y liquidarlos. Imagino que nadie se lo reprocharía hoy; no aquí.
     Votantes indecisos lanzando monedas al aire; recuerdo haber oído en mi tierna infancia como una señorona justificaba su voto, su democrática decisión, con el corte de pelo de cierto líder político y lo bien que le quedaba el flequillo. Soñadores, cosa lógica a los veinte, una envidia a los setenta; tarambanas a los treinta, cuarenta, cincuenta... Todos los votos valen lo mismo, esa es la premisa; igual, que diría mi hija de dos años. Aunque lo cierto es que todo terminará dependiendo de en qué ciudad esté uno empadronado.
     Al final llegan las carreras, los números, las cuentas. Ábaco y calculadora. A mí me viene a la cabeza un cliente que lleva tres meses sin fondos en la cuenta en que tiene domiciliados los pagos de mis servicios. Tal vez no tenga nada qué ver con todo esto del proceso electoral, pero es lo que hay: de momento mi cabeza, y en especial sus mecanismos y resortes automáticos, todo ello sigue siendo autónomo. No ocurre lo mismo con los vocales nerviosos; los interventores pasivos hasta hace media hora se tornan sutiles prestidigitadores; los policías, aliados con los empleados de correos, quieren irse a casa ya. Yo también, coño, y suelto el taco bien alto; que todo el mundo me oiga, que yo también puedo ser 'tycpical spanish'. Así que venga, decidamos; contamos por cuarta vez o apuntamos un par de votos nulos más.
     Quien esté libre de pecado... y a mí me entran ganas de ponerme en pie, robarle una porra a un agente del orden y, cual ángel vengador, liberar a todos mis congéneres de esta tortura, poner fin a esta aberración que pretendemos justificar ahora, dieciséis horas más tarde de haber comenzado, a cualquier precio, cueste lo que cueste, a pesar de la Democracia.

lunes, 18 de julio de 2016

Tres pasos dieron, solo tres:
uno a la derecha,
otro a la izquierda y
un último movimiento,
rápido como el salto de un enfermo,
hacia el vacío absoluto.
Después
noche, frío, soledad;
una masa roja y húmeda
preparándolo todo para el resbalón final,
como si todos los corazones,
de los niños, de los ancianos,
estuvieran ahora bien sujetos,
encerrados,
en unas manos que solo saben apretar.

viernes, 15 de julio de 2016

ELLA Y ÉL
     (Ella) Sonríe; me ha visto mirándole y ha sonreído. En sus manos una copia del 'Libro de Rachel', la misma edición que el mío, exactamente igual al ejemplar que tengo aquí, al lado de mi taza de café. No sé si se habrá percatado de ello; seguro que sí, me ha sonreído. Aunque no sé... ¡sonríe otra vez!
     (Él) Su cuello..., tan largo, tan blanco; un fuerte deseo crece en mi interior. De cuando en cuando levanto la vista de mi lectura y ahí está ella, clavándome la mirada, penetrándome. Parece increíble que aquí, en una oscura cafetería, a estas horas de la tarde, el destino me haya sentado frente a este ser tan excepcional y que, además, algo la haya llevado a fijarse en mí. ¿Sería, tal vez, una locura...?
     (Ella) Vuelve a mirarme, diría incluso que me desnuda con la mirada; o tal vez... me esté haciendo una propuesta. Una invitación. Quiere que le siga, que me levante de mi silla y me acerque a su mesa. ¿Qué pasaría si así lo hiciese?
     (Él) Primero, me acercaría a ella, con paso firme, sin apartar los ojos de los suyos. Me sentaría a su lado, sin decir palabra tomaría entre mis manos su copia del 'Libro de Rachel', la misma edición que la mía; su mirada descendería, su pelo caería tapándole la cara; entonces, con mucha delicadeza, se lo apartaría lentamente con mi mano derecha al tiempo que con la izquierda buscaría su cintura.
     (Ella) Sus ojos y mis ojos: el encuentro. Y después, un eterno primer beso. Su lengua dentro de mi boca, como un explorador intrépido cumpliendo con su misión de reconocimiento; sus manos, mis manos, nuestros labios sedientos; los ojos entreabiertos, tomando nota, creando recuerdos.
     (Él) Pediríamos la cuenta y nos iríamos a toda prisa. Quizá ella viva cerca, más que yo. Su cama.
     (Ella) Sus sábanas, blancas, perfumadas.
     (Él) Sus manos inquietas buscando mi torso.
     (Ella) Y una vez más su boca; y mientras, sus laboriosos dedos desnudándome, tomándome.
     (Él) Se tendería en la cama, completamente desnuda, toda mí: sus firmes pechos blancos, sus largas piernas, su cuello, sus bocas sagradas.
     (Ella) Y me haría suya.
     (Él) Completamente entregados.
     (Ella) Y él sería... mío.
     (Él) La noche más larga.
     (Ella) La eternidad en una cama.
     (Él) El comienzo, la creación... Big Bang.
     (Ella) La eternidad al fin.

martes, 12 de julio de 2016

Tejo con cuidado
los hilos que mañana
cubrirán tus ideas
protegiéndote
del frío,
del vacío,
del olvido.

domingo, 10 de julio de 2016

"A veces el silencio resulta tan elocuente...; la respuesta más contundente a la estúpida velocidad de nuestras vidas. El último reducto de la cordura".
Jacobus Stolz

domingo, 3 de julio de 2016

ESCRITOS DE UN VIEJO PREMATURO
(capítulo 27: PTERODÁCTILO AL FINAL)
-Pero, eso que me dices es...
     Su voz se quedó suspendida, flotando el eco de sus palabras incompletas en el aire de una tarde de verano cualquiera, abriéndose paso entre la densidad del ambiente. Por aquel entonces yo dormía en un motel, al lado de una de las carreteras más transitadas de la región; cuando años más tarde me trasladé a la montaña, me resultó harto complicado acostumbrarme a la ausencia de aquel rugido constante del tráfico bamboleante.
-Me cuesta creerlo, pero claro -volvieron sus palabras, sacándome del trance en el que su silencio me había sumido-, claro... resulta tan...
-Contundente -atajé-; pesado y definitivo, difícil de digerir e irreprochable, inaplazable. Contundente como una mierda de pterodáctilo: imposible de evitar, incontestable.
     Dedujo, imagino, de mis palabras, que ya no había ni habría vuelta de hoja: Las últimas páginas del cuaderno de mi vida se estaban escribiendo en esos momentos; ya poco, o nada, había que hacer. En pocos días el cáncer habría hecho (habrá hecho) su trabajo, y este viejo pterodáctilo habrá expulsado, al final su última e inapelable gran cagada de despedida. Adiós.

jueves, 30 de junio de 2016



     Yo no soy Federico García Lorca; tampoco soy Charles Bukovsky, Chuck Palahniuk, Fedor Dostoyevski o Martin Amis. No soy el producto de las múltiples reacciones a que te predispone un nombre. No, no soy ninguno de esos nombres que tantas veces he utilizado, ninguno; y aún así, soy todos, todos ellos a la vez. Yo soy escritor, lo que me convierte en padre, madre e hijo: todo el mundo y nadie en concreto, un universo de posibilidades y ni una sola llevada a término. Yo soy, al fin, el motor perpetuo de mi propia eternidad.

lunes, 27 de junio de 2016

     Está sentado delante de la farmacia; el último hombre del planeta, con su guitarra cargada y a punto de cometer un crimen final con el que despedirse por todo lo alto de su afición heredada, está preparado para la acción: si tú quieres yo salto -grita-, si me lo ordenas me desmayo -susurra-, si lo pides así te mato -sentencia-.
     El siglo XXI está, estaba ya antes de comenzar, saturado, cargado de héroes sin villano; antes o después todos los buenos, cargados de balas y adrenalina, terminarían por parecer malos. Todo es cuestión del punto de vista; tan sencillo, tan breve. Como dar de comer a un pez en un acuario desierto: mientras lo hagas vivirá, si lo abandonas está sentenciado.
     Yo no soy el único dueño de mi destino. Demos gracias por ello.

domingo, 19 de junio de 2016

EFÍMERO
     Aproximadamente sólo dos minutos de vida y ya me siento cansado. Hay tanto pasado prestado en esta memoria... Pienso, casi sin pretenderlo, en todas las formas posibles de presente, ayer futuro, que nunca llegué realmente a vislumbrar del todo, pues no era yo el que soy, como no será éste mañana quien hoy escribe estas líneas.
     Soñé una vez con una vida, que no era la mía, no me pertenecía y jamás conquistaría; esa vida es el día a día de este que soy, lo que quiere decir que dejé , en algún punto del camino, de ser aquel que soñaba para hacerme con aquello que anhelaba. Hoy sí poseo, y sé que me pertenece, todo lo que aquel otro yo soñaba alcanzar.
     No soy yo; no me malinterpreten: no pretendo escurrir el bulto de mis pasos en falso, pero no quiero palmaditas en la espalda ni aplausos que no me corresponden; el tiempo del luchador, del gladiador, ya pasó, y ahora sólo queda la cómoda rutina del conquistador satisfecho. Denle las gracias, como hago yo, a aquel, y pídanle explicaciones, reclámenle cuentas, si es lo que necesitan, a éste. Pero dense prisa, no lo olviden: el tiempo corre, y mañana ya no estaré.

viernes, 17 de junio de 2016

A LA MANERA DE RYAN
(ADAM'S WAY)
This is where the spring ends
in a flash of pure creation,
here no one can stand;
shut up, go to dream:
the corn, the beach, the romance
and all those potions
that make you feel the best.
Go nuclear, go ahead,
and remember...
don't give the answer to me.