¿DE MILAGRO?
La supervivencia, ese concepto que nos
habla de la vida más allá de las condiciones adversas o después de determinados
acontecimientos relevantes; es normal que uno tienda a pensar que se trata de
un término con macro-pretensiones, algo así como la supervivencia de la especie
a pesar de algunos de sus más insignes especímenes, pero lo cierto es que la
supervivencia individual, lo que vendría a ser una micro-supervivencia, tampoco
debe ser desechada como objeto de estudio.
Para mí resulta un completo misterio la
increíble sostenibilidad que ha alcanzado nuestra sociedad a pesar de haber
perdido por completo el sentido de supervivencia personal. Como es lógico, este
tipo de planteamientos, estas cuestiones y su desarrollo, se ven más claramente
cuando son ilustradas a través de ejemplos simples, reconocibles y que, por lo
tanto, todos podemos identificar con la experiencia propia. Procederé pues.
Yo tengo un par de vecinos: una señora mayor
francamente desagradable, metomentodo, sabihonda y autoritaria, que está
casada, Dios los cría..., con un abuelito sucio, quejica, borde y completo
desconocedor del jabón. Tendrán unos setenta y pocos; a juzgar por sus andares
pesados y sus movimientos desacompasados, ni sus caderas pueden dar mucho más
de sí ya ni sus huesos en general están en su mejor momento. Vamos, que de
precisar salir corriendo, o protegerse con sus propias manos valiéndose de sus
escasas fuerzas, de un agresor furibundo, lo llevarían claro. Aún así la una
ordena, avasalla y discute todo lo discutible -lo demás, también- con la
premisa de llevar razón 'por ser vieja', y el otro bromea sin pudor ni respeto
con cuestiones ajenas que debieran ser intocables. Tal actitud les pone, a mi
entender, en lo que podría ser un punto de mira improvisado por cualquiera de
sus vecinos; yo mismo, sin ir más lejos, en más de una ocasión he sentido el
casi incontrolable arrebato homicida de lanzarme a por ellos con el puño bien
cerrado y partirles la cara. Así, como suena.
¿Cuántos como ellos moran nuestras
ciudades? Octogenarios impertinentes, minusválidos maleducados, discapacitados
engreídos; simplemente siguen vivos por una sencilla cuestión que va más allá
de la suerte que ahora mismo todos ustedes tienen en la punta de la lengua, y ésta
es la corrección política. Ni uno sólo se quedaría intacto de no ser porque
socialmente está mal visto abusar, especialmente de forma física, de todo aquel
que nuestra sociedad presuponga en inferioridad de condiciones, lo que por otra
parte no deja de poner en evidencia la hipocresía con que se defiende a
cualquier supuesto inferior con independencia de que sus virtudes lo hagan
merecedor de tal respeto.
En definitiva, y resumiendo un poco, muchos
de nosotros seguimos vivos a pesar de nuestro empeño en dejar de estarlo.
Entenderán ustedes que ahora me despida abruptamente, sin preámbulos ni
divagaciones de regalo, pues soy muy consciente que tras lo expuesto más de un
lisiado con mal carácter querrá echarme el guante y un servidor, lo que se dice
fornido o veloz, a qué engañarnos, no lo es y, cosa curiosa, sigo empeñado en
resistir a pesar de mi incapacidad para cerrar la maldita bocaza.