jueves, 31 de diciembre de 2015
Muertos; todos: vosotros, nosotros, yo.
Aquellos muchachos de la novela de Amis. Los chicos de las noticias acerca de
la guerra en el Congo. Las niñas sonrientes de las afueras de la gran ciudad.
Hay quien piensa en... la delicadeza de las
maneras sutiles, o en soberanas estupideces superfluas por el estilo; los
muertos, muertos son, o están o deberían de permanecer así, muertos, aunque
sólo sea por un poco de ética profesional.
Lloren ustedes, si así lo desean; lloren y
súmense a las filas de los impertérritos seres solidarios con memoria 'cortoplacista'
mientras empuñan el mando a distancia de su televisor de ochenta y siete mil
pulgadas, y se disponen a cambiar de canal.
lunes, 28 de diciembre de 2015
EL
SABER OCUPA LUGAR
"El
cerebro ocupa lugar. Tanto lugar, que aprender y memorizar es cambiar
físicamente el cerebro. No se puede aprender y no se puede memorizar lo
aprendido a menos que cambiemos el cableado físico y químico del cerebro. Un
ejemplo: el hipocampo de los conductores de taxis de Londres, el de aquellos
conductores que se saben todas las callejuelas de los miles de kilómetros de la
ciudad, es mucho mayor que el nuestro. En definitiva, haciéndolo simple: el
saber sí ocupa espacio y lugar."
Francisco Mora, doctor en Neurociencias por la
Universidad de Oxford, catedrático de Fisiología Humana en la Universidad
Complutense de Madrid y catedrático adscrito de Fisiología y Biofísica de la
Universidad de Iowa, en una entrevista en 2015.
viernes, 25 de diciembre de 2015
COSAS QUE PERDIMOS EN EL FUEGO
Había escrito unos cuatrocientos poemas;
tenía trece años cuando derramé sangre negra sobre el papel por vez primera,
diez más cuando redacté el último de ellos. Y después, unos pocos meses; dos, tres...
quizá.
Han pasado más de diez años de todo esto.
Algunas tardes de domingo, cuando las circunstancias incontrolables aunque
cuestionables de la vida, me obligan a estar solo, me da por ver películas
malas de los años noventa, beber cerveza de forma desesperada y rebuscar entre
todos mis papeles, una vez más; por si hay suerte, pudiera ser que algo se
salvase. Quién sabe. Lo hago como ritual que merece ser perpetuado en el
tiempo, incluso más allá del día en que las causas de su origen sean olvidadas.
Lo hago también, para combatir la soledad y la nostalgia del final del fin de semana
-otro ciclo abrasado-; y por supuesto, lo hago para mantener viva la llama de
la locura que aquel fuego, hace ya tanto tiempo, encendió en mi interior.
miércoles, 23 de diciembre de 2015
DE PERFIL
Tienes que añadirle una foto a tu perfil,
me dijo; de 'Whatsapp', añadió al intuir que yo no tenía ni idea de a qué se
refería. Tengo, qué te parece; podría haberme recomendado: deberías añadir una
foto. Pero no, no debo, tengo que hacerlo.
Y cambiar el estado, tu estado, siguió
informándome; estás "disponible" por defecto -algo de lo que me
alegro, francamente, prefiero ser un tipo receptivo por defecto a ser un borde
intratable-. Y qué puedo hacer, me pregunté primero, qué debo hacer, le
pregunté después. Échale un vistazo a los perfiles de tus contactos, me dijo
mientras me quitaba de las manos el teléfono para trastear con él un rato y
devolvérmelo tras unos pocos segundos; seguro que de ahí sacas alguna idea.
Un mundo de posibilidades y secretos hasta
entonces ignorados, se abrió ante mí. Resulta curioso lo que uno puede decir
sin querer. Con el fin de facilitar la comunicación, los creadores-gestores de
esa famosa aplicación para teléfonos móviles, 'Guasap', 'Whatsapp', 'Guasas' o
como se escriba, completan un 'perfil' personal añadiéndole a tu nombre y
número de teléfono, una fotografía que tú les facilitas y un 'estado' que la
mayoría de la gente modifica a modo de 'lema'. Así, de los
"disponible", "en el cine", "ocupado",
"batería baja", "estoy durmiendo", "en una
reunión" y demás fórmulas predeterminadas ofrecidas por la propia
aplicación, la mayoría de la gente se desplaza -no tengo claro si a izquierda o
derecha- hacia una paralela que no siempre lo es del todo. Después de un rato
ojeando, me encontré con algunos 'estados' realmente memorables.
Hay quien se limita a poner caras
sonrientes, dejando patente que es una persona feliz, optimista, positiva;
algún despistado añade dibujos de copas de vermú o jarras de cerveza,
aclarándole a todo el mundo, jefes y compañeros de trabajo incluidos, por dónde
discurren sus inclinaciones lúdicas. Esto no es nada; un muchacho afirma que
"quisiera ser feliz siempre", es decir, rara vez lo es. Otro utiliza
una fecha para dejar claro que aquel día era especial; tanto que, quién sabe,
quizá, también sea su contraseña estándar para su correo electrónico o sus
tarjetas de crédito. "Al fin encontré un pez en el mar" me llamó casi
tanto la atención como "con dos
ovarios, so mamón"; tan desesperada la primera como cargada de
resentimiento la segunda. Finalmente me encontré con uno que, dado lo que ya
llevaba leído, no me sorprendió a pesar de lo ingenioso: "líquido tirando
a gaseoso"; toda una declaración de intenciones que, no sólo deja claro
que ha terminado por diluirse, sino que, además, ha comenzado, al menos eso
intuye el tipo, a volatilizarse.
sábado, 19 de diciembre de 2015
domingo, 13 de diciembre de 2015
ALGO PARA IR TIRANDO MIENTRAS LLEGA EL
FRÍO
Todo el mundo quiere algo: misiones,
objetos, pasiones.
Pasos de Semana Santa desafiando los
límites del incrédulo, un bolígrafo negro luchando por terminar de
escribir su propio testamento al tiempo que constata que no le queda ni una
gota de tinta dentro.
Si yo fuera poeta... Los hombres grises son
tristes, aunque no tanto como los azules; los hombres negros son sucios, pero
al menos siempre van de frente. Los hombres blancos esconden algo. Si yo fuera
o fuese poeta, esto sería un poema y nadie dudaría de su contundencia; si yo
tuviera un premio al poeta del años, un montón de universitarias con vaqueros
ajustados y blusas blancas, azules y amarillas bailarían al son de mis ausentes
rimas.
Todo el mundo quiere algo: algo de ti, algo
de mí.
La coherencia, al parecer, no es algo que
se pueda exigir. Televisión, demasiados canales, política-basura no corrupta,
periódicos, política corrompida, zapatos baratos, zapatillas caras, política
apolínea, un sueño del pasado, un recuerdo de un futuro prometido que no
llegará.
De mí quieren todo, lo quieren todo; de mí
que no tengo y sólo quiero un poco de paz.
Pastillas envasadas al vacío en 'blisters'
de veinticuatro unidades que, según prescripción facultativa, usted debiera
tomarse a razón de una al día. Y uno piensa en lo ilógico de envasar
veinticuatro si has de consumir una diaria; mejor hubiera sido empaquetarlas de
treinta en treinta y una, o en cómodos envases semanales de siete, catorce,
veintiuna o veintiocho. Pero no, te dan veinticuatro y la orden de echarte a la
boca una sola al día durante un par de meses. Veinticuatro, meditas,
veinticuatro, te repites, veinticuatro... Y tomas una decisión: veinticuatro,
una cada hora.
Todo el mundo quiere algo: ver amanecer,
ver anochecer, dejar de ver.
Romper las relaciones con todos tus amigos;
ellos no te comprenden, no te quieren comprender, están más interesados en
decir que te comprenden que en hacerlo realmente. Mejor te buscas un buen
psiquiatra, él no te mentirá, no te engañará ni se engañará; tiene claro lo que
le interesa: que sigas yendo a verle periódicamente durante el resto de tu
vida. Jamás te dirá que está muy ocupado, que tiene que posponer vuestra cita,
que tiene que trabajar; tú eres su trabajo. Él sí sabrá qué hacer cuando te
creas un poeta de verdad, uno maldito, y te zampes veinticuatro relajantes
musculares de caballo.
Todo el mundo quiere algo, aunque no
siempre tenga claro qué.
EL ETERNO YONQUI
Cuando yo amo, amo con locura y frenesí;
como un yonki que persigue su dosis de felicidad, busco el objeto de la mía y a
él -o ella- me entrego con devoción absoluta. Esto es algo que me dijo, hace ya
eones, un listillo que intentaba levantarme a un guitarrista para formar con él
un grupo de rock. Lo cierto es que dio en el clavo, me dejó turulato durante el
tiempo suficiente para salirse con la suya, y yo empecé a ser más indulgente
conmigo mismo.
Hoy, por ejemplo, un buen y viejo amigo me
ha recordado el día en que nos conocimos; al parecer ese día -noche en verdad-
yo estaba dando una charla acerca de la influencia de la música tradicional
negra -la de los esclavos algodoneros- en todo lo que vino después de 1952.
Según mi amigo la pasión fluía por mis poros en competencia directa con mi
erudición acerca del tema en cuestión. Soy un hombre informado, qué le vamos a
hacer; hay a quien le encanta el sonido de su propia voz. A mí lo que de verdad
me entusiasma es tener respuesta para todo, lo que me lleva a buscar siempre un
poquito más que al resto y obtener así un privilegio documental casi insuperable
-porque estas cosas, como cualquier otra, siempre son 'casi'-.
Sean sinceros, señores importantes de la
palabra y la letra y el fonema y la metodología correcta para una gramática
acertada: en el fondo a todos ustedes les importamos una mierda el resto de los
mortales; al menos hasta que consigamos entrar en su selecto club privado.
Primero el reconocimiento, después... ¿la
felicidad? Tal vez; lo que sí que será seguro es el tiempo, el tiempo que
regala o compra o genera el maldito dinero. Ahí fuera hay un montón de gente
excepcional -aunque el término 'montón' les suene tan vulgar, tan plebeyo, tan
simple y mundano-; hagan la prueba: cierren sus cuadernos de diseño y salgan a
hablar con personas reales y auténticas -que no por ser sinónimos siempre lo
son exactos-, olviden por un par de horas sus personajes diseñados por y para
algún fin maestro. Dejen que la realidad les sorprenda.
El mundo está lleno de ansiosos bebedores
de cerveza, de melómanos empedernidos, de maniáticos de la limpieza y
autodidactas insufribles, de incorregibles conquistadores y lectores devotos.
No hay nada especial en mi; tan sólo soy un yonqui más, empeñado en escribir
más páginas que el más prolífico de los escritores, beber más tragos que John
Bonham el día de su muerte, dar más besos que el mejor de los amantes. Yo soy,
sencillamente, y al igual que mis congéneres, uno más, otro más..., el eterno
yonqui.
miércoles, 9 de diciembre de 2015
Había enviado algunos de sus mejores
escritos cuando, ante las repetidas negativas por parte de editoriales de todo
el país, se decidió a hacer un radical último intento.
'Su obra es extremadamente literaria, de
una calidad tal que no encontraría un nutrido público capaz en nuestros días',
así rezaba la última de las notas de rechazo; ¿quieren mediocridad? -pensó-,
pues vaya si la tendrán.
Jacob, una vez más y como siempre, tomó un
bolígrafo de tinta negra en su mano derecha y apuñaló el papel; pero esta vez
lo hizo con suavidad, sin haberse ventilado botella y media de vino antes de
comenzar con su crimen. El resultado fue una insulsa novela melodramática
acerca de un niño tullido y su relación con su perro hasta que, después de la
muerte de éste atropellado, el perro por supuesto, el muchacho es desvirgado
por una preciosa chica tres años mayor que él a la que nadie se atreve a
invitar al baile de su graduación por ser extremadamente alta. Incomible, mal
escrita, falta de refinamiento y con un lenguaje rayando lo chabacano, 'El
último día de su vida' fue un éxito de crítica y público. No le quedó más
remedio: el mismo día que un enviado de la editorial recorría las calles de la
ciudad en motocicleta para llevarle un suculento cheque por sus ventas, Jacob
tomó la firme decisión de acabar con su vida; se pegó un tiro en la sien. Por
desgracia erró; ahora escribe secuelas de 'El último día de su vida' sentado en
una silla de ruedas mientras un hilillo perpetuo de tibia saliva se le escurre
entre los labios. En su cabeza resuena, día tras día, una jocosa voz que repite
con sorna: "Enhorabuena Jacob; lo has conseguido".
miércoles, 2 de diciembre de 2015
INTERLUDIO CEREBRAL PARA UN HOMBRE
CANSADO
Algunos interludios resultan insoportables,
extenuantes e innecesarios los mires por donde los mires. Otros, en cambio, se
agradecen. Con la boca pequeña, sin tomar notas al margen ni avisar a la prensa
para que no olviden hacer una reseña; pero se agradecen.
En caso de impacto masivo de meteoritos
gigantescos contra toda la superficie del planeta, existe una posible salvación
eventual para aquellos que se refugien bajo tierra; en... estaciones de metro,
por ejemplo. Los residentes del entorno rural están jodidos; por mucho mayor
que sea su esperanza de vida en base a la calidad de su alimentación, no hay
bocas de metro ni ferrocarriles soterrados en medio de la vega granadina. Reflexiones
así me quitan, más a menudo de lo que quisiera, el sueño.
A veces no hay palabras suficientes en
todas las lenguas de la Tierra para expresar una simple idea. Pero de vez en
cuando... a algún artesano le da por dar forma a una bombilla con la capacidad
suficiente para albergar toda la luz de la que el más genial de los hombres es
capaz. O lo que viene a ser lo mismo: mucho mayor que tú y yo juntos en el
mejor de nuestros días.
Algunas personas no tienen solución. Tres
segundos es tiempo más que suficiente para quemar cualquier esperanza. El
problema de las soluciones es que no existe cura para ninguna maldita solución.
Después de la Creación viene -lógica
aplastante- la recreación. Violencia en estado puro; demasiada información, más
palabras de las necesarias, muchas noches y teclados ciegos para aprender
mecanografía. No estamos solos, ojalá lo estuviésemos. Paradoja o dualidad de
lo más básico y simple. Quién sabe. Tres, tres, tres... botellas de vino
vacías; ¿quién se las ha bebido? No, eso no es lo importante; resulta trivial
saber quién se ha clavado algo más de dos litros de tinto caldo riojano, lo
verdaderamente importante es conocer los motivos, la razón: ¿por qué coño a
usted le ha apetecido tomarse tal cantidad de vino, caballero?
¿Te duelen las manos? Pero sigues empuñando
el bolígrafo. ¿Se retuercen tus muñecas con espasmos de dolor? Pero vuelves a
aporrear el teclado. ¿Tiemblan tus dedos al intentar pasar una nueva hoja en
blanco con delicadeza? Bienvenido a tu pasión; nadie dijo que esto fuera a ser
fácil, bonito o emotivo: convertirte en el tipo que hace que todo el mundo se
olvide del nombre de Ernest Hemingway no puede ser indoloro. A sudar sangre
toca.
Interludio de verano en una noche de ópera;
pasen, damas y caballeros, disfrutarán de un pase privado en una sesión muy
especial. Tal vez resulte deleznable presenciar a qué llega a rebajarse el ser
humano en condiciones no muy extremas, pero... esto es lo que hay.
Y yo viendo cómo todo esto toma forma a
través de la comodidad de mis tres metros y ciento dieciocho mundos de
distancia bidimensional. ¿Te haces una idea de lo que significa para mí tener
estas viejas manos llenas de callos y pelos enquistados?
sábado, 28 de noviembre de 2015
EL CUADERNO
A veces uno necesita volver al cuaderno, a
la palabra escrita a media luz, al hogar. Todas las líneas, todos los párrafos,
toda la tinta derramada sobre el papel parece, siempre, necesaria y vital; tal
vez lo sea, siempre, pero... al final uno termina por olvidar el ochenta y pico
por ciento de las cosas que ha escrito, como olvida el noventa y tantos por
ciento de aquello que ha pensado. Sólo quedan, de cuando en cuando, sensaciones
que reflejan lo que un día fue sentimiento: disfruté tanto con este poema, me
gustó escribir tal o cual relato, me siento tan unido al protagonista de esta
novela, he llorado repasando estas notas... y así.
El cuaderno se queda ahí, en un estante,
guardando todo eso dentro de él, de una forma tan convencional y humana como la
vida misma; algún día morirá. El cuaderno no se archiva en una base de datos en
el espacio virtual ni en el Pentágono; el cuaderno perecerá víctima de un fuego
fortuito, una inundación doméstica o el simple paso del tiempo que terminará
devolviéndole blancura a sus hojas. Quizá sirva de entretenimiento a uno de mis
nietos mientras juega con lápices de colores. Y yo qué sé.
Por eso el cuaderno es necesario; porque,
como yo mismo, es inmediato y efímero, un precioso espejo al que asomarse una y
otra vez.
jueves, 26 de noviembre de 2015
VARIACIONES
Soy siete veces más fuerte que tú, muy veloz,
y siempre estoy de buen humor; no es lo mismo que: soy siete veces más fuerte
que tú, muy veloz, y NO siempre estoy de buen humor; que tampoco es lo mismo
que: soy siete veces más fuerte que tú, muy veloz, y NUNCA estoy de buen humor;
que tampoco es, exactamente: soy siete veces más fuerte que tú, muy veloz, y jamás,
ni de coña, estoy de buen humor, imbécil.
lunes, 23 de noviembre de 2015
sábado, 21 de noviembre de 2015
MARTE, UNA FÁBULA (O UNA CRÓNICA)
Marte. Hace cuatro mil millones de años;
por aquel entonces no era un árido desierto rojo. Numah observa el cielo: el
sol en todo lo alto; así ha sido, ininterrumpidamente, durante los últimos dos
años. Poco a poco el núcleo comenzó a enfriarse y así, terminó por perder su
magnetismo, la rotación se detuvo y...
Numah piensa en Chant, su primo pequeño;
allá, al otro lado del planeta, donde siempre es de noche, quizá él esté
sentado en su ventana mirando hacia el cielo y pensando en ella. Aunque con
tanto frío parece poco probable. Da igual, desde que todas las comunicaciones
cayeron, no hay forma de saber qué ocurre en cualquier lugar que esté a más de
doscientos kilómetros y, en cualquier caso, Numah no cree que a los habitantes
de fuera de la ciudad les hiciese gracia descubrir que unos cuantos de ésta,
entre ellos su propio padre, estén construyendo una aeronave con la que planean
abandonar su mundo e instalarse en el planeta vecino con la esperanza de que no
haya vida inteligente, puedan colonizarlo y prosperar en él.
Tierra, así planean llamarlo. Quién sabe
qué aventuras les aguardan en aquel lugar, cuál será el destino de todos los
amigos y hermanos que tengan que esperar a que los colonos estén en condiciones
de organizar un éxodo masivo para todo el planeta; qué milagros obrará el paso
del tiempo en una tierra tan parecida a la marciana y, a la vez, tan distinta.
Qué aspecto tendrá nuestro rostro dentro de mil millones de años, después de
haber sobrevivido al fin de nuestra civilización, cuando ya no quede rastro de
nosotros en la que ha sido nuestra casa. Cómo serán nuestras caras, nuestras
manos, estas piernas fuertes con las que ahora, nos disponemos a saltar.
viernes, 20 de noviembre de 2015
MAÑANA
Mañana no será otro día. A pesar de que
unos seis billones y pico de personas en todo el mundo se empeñen en el
autoengaño, mañana no será otro día, lleno de promesas nuevas y posibles por
cumplir; mañana no verá la luz una colección de oportunidades recién horneadas
cuya materialización esté prácticamente garantizada. No.
Mañana el despertador volverá a sonar, el
agua caliente volverá a acabarse, volverás a desayunar a toda prisa, llegarás
tarde una vez más, volverás a discutir con algún imbécil y tendrás que morderte
la lengua, otra vez, con otro par de idiotas. Comerás, beberás, reirás por
chistes sin gracia y tendrás ganas de... llorar o matar o matarte; todo como
hoy, todo como ayer.
El tiempo condenado a la repetición hasta
que explotes, hasta que revientes y, extenuado, alces la vista hacia algún
semejante tan cansado como tú, e implores piedad: sé humano, acaba conmigo por
Dios.
* *
*
Mañana no será otro día; mañana será el mismo
día que ha sido, es y será desde el comienzo de la sociedad moderna y hasta el
fin de la misma. No pretendo redactar un manifiesto sindical, proletario o
socialista; al diablo los líderes sindicales, al diablo los comunistas, los
socialistas, los fachas, los progres, los represores y los demócratas. Al
diablo todo aquel que necesite escudarse en unas siglas o protegerse tras un
logo para sentirse realizado como miembro de un rebaño que cumple a la
perfección con el papel que se le ha asignado. Lo que yo quiero es el despertar
del hombre como individuo. Esto no quiere decir que proponga el individualismo
como camino a seguir sin desvíos de ningún tipo; lo que quiero cuando hablo del
individuo despierto es llamar la atención individual sobre los intereses de la
sociedad a la que pertenece dicho individuo. Todos y cada uno de ellos, de
nosotros. Sólo desde el individuo consciente podemos llegar a la sociedad
solidaria, luchadora, justa, equilibrada, equitativa, plena.
Basta con que un eslabón se quiebre para
romper la más férrea de las cadenas. Así sucede también con la repetición de
los ciclos, con los patrones asimilados e interiorizados; basta con que un hombre
rompa, con decisión, su rutina para que la rueda deje de girar y la sociedad
entera sienta un pequeño sobresalto que, quién sabe, tal vez pueda tener
consecuencias de magnitudes titánicas.
* *
*
Soy siete veces más fuerte que tú, muy veloz, y NO siempre estoy de buen humor.
domingo, 15 de noviembre de 2015
Ahí vienen las viejas canciones, encerradas
en discos añejos; ahí vienen los recuerdos.
De vez en cuando, al llegar la noche del
viernes, decido encerrarme en mi casa, desconectar el teléfono, aislarme del
mundo y de casi toda humanidad conocida, ignoro el televisor y la comodidad del
sofá. Me siento en una silla de oficina, frente a una estantería en que se
amontonan tantos discos como sueños, y espero a que uno de ellos me llame.
Primera nota y primer acorde de la primera
canción del primer disco de esta primera noche de todas las que me puedan
quedar... Mi corazón toma el control absoluto sobre los archivos históricos
personales de esa gran biblioteca que es mi memoria.
Las imágenes se suceden; algunas como
inmóviles instantáneas, otras como añejas películas en blanco y negro, y otras
pocas como hologramas llenos de color y calor, ruidos y silencios.
Entonces un segundo disco me grita desde la
estantería del recuerdo. Tengo más confianza con algunas de mis canciones que
con mi propia madre.
Y pienso, una vez más, pienso... Pienso en
ti, en mí, en toda la gente que pasó por aquí y en todos los que aún me visitan
de vez en cuando. Y sonrío; hoy sonrío, sobre todo, porque ayer soñaba con sonreír.
Ayer, sólo soñaba con sonreír.
sábado, 14 de noviembre de 2015
A TRAVÉS DE MIS OJOS
Lo
que ves en mis ojos
es
ira y es pena;
en
mis ojos se reflejan
las
mentiras recibidas,
también
las pronunciadas,
las
promesas olvidadas,
las
caricias no dadas,
los
sueños truncados
y
aquellos otros
que
después decepcionaron.
La
locura de un hombre
cansado,
gastado, hastiado,
se
esconde en el fondo
de
mis ojos defraudados.
No
me preguntes la razón
de
que empuñe el bolígrafo
con
la violencia del demente;
no
hay secretos aquí,
a
través de mis ojos verás
la
oscura serenidad
de
un hombre completamente roto.
jueves, 12 de noviembre de 2015
SÁBADO, POR LA MAÑANA, BIEN TEMPRANO
Resulta agradable salir a pasear y sentir el fresco mañanero de los últimos días de la primavera, cuando el calor que vendrá después aún está por llegar. Y qué decir de salir a correr antes de que el sol lo ilumine todo, hasta el último rincón de las grises calles, y la primera gota de sudor hace acto de presencia. Se trata de un sudor refrescante y cálido -sí, a la vez- que te ayuda a reconciliarte con el género humano, con Dios y sus ángeles, con la Creación en su conjunto. Después vendrán el café y el cuaderno de notas, el ruido de la mañana avanzada, la primera caña del día, un trocito de pan con aceite y sal, las sillas incómodas y las carreras de motos. Pero eso será más tarde, cuando el resto del mundo despierte y se decida a unirse en esta cruzada sin nada heroico que ofrecerle a la vida; sólo un poco de silencio y una sonrisa.
domingo, 8 de noviembre de 2015
EL ESCRITOR DE ÉXITOS
Anotaciones para una novela, apuntes para
no olvidar escribir tal o cual artículo, esbozos de lo que podría llegar a ser
un poema, un par de palabras clave en un trozo de papel con el que uno se pasea
durante todo el día intentando no olvidar qué quieren decir. Será que estoy
enfermo.
Cuente usted bien sus monedas antes de
pedir otro café; no querríamos tener que sufrir otro episodio de mendicidad
improvisada dentro de nuestro lujoso túnel del tiempo. Pero esto uno sólo lo
piensa; porque un buen camarero nunca juzga, se limita a atender y sonreír.
La verdad es que sí que me siento un tanto
enfermo. Te escupen y sonríes, de la misma forma que lo harías si simplemente
te pidiesen, muy educadamente, que tirases una caña con poca espuma, o igual
que si quien te escupe fuese tu camello y acabase de invitarte a un ácido tan
genial que, en lugar de recibir su saliva propulsada hacia tu cara, pensases
que lo que sientes en el rostro son gotitas de agua marina salpicándote justo
al comienzo del primer baño del verano.
Me duelen las ideas. Todas ellas chocando
dentro de mi cabeza, luchando por llegar las primeras al túnel de vestuarios,
multiplicándose por momentos, creciendo, proliferando, ocupando cada vez más
espacio. Las hay de todo tipo: tristes, bucólicas, alocadas, nauseabundas,
sensuales, excitantes, terroríficas, alegres, dudosas, melancólicas,
esperanzadas, suicidas, sádicas, violentas, vitales, estúpidas, pretenciosas,
intelectuales, filosóficas... Y todas empeñadas en prevalecer sobre el resto,
en conseguir antes que las demás llegarme a la punta del bolígrafo en el
momento adecuado, en el instante preciso: este.
El dolor se vuelve acumulativo; la suma de
quiebros y escondites adquiere masa, dimensiones físicas, y todo lo que surge
en el reino de las ideas comienza a saltar con vehemencia, intentando y de vez
en cuando logrando pasar a las tres dimensiones. Es entonces cuando más
insoportable se vuelve el pesar; porque por primera vez en la historia
personal, realmente pesa. Como un saco de cemento, como una lápida de mármol,
como diez millones de libros vendidos en todo el mundo y traducidos a quince
idiomas; pesa. Aún así uno no puede olvidarse de sonreír porque, como un buen
camarero, debes despachar otro ejemplar dedicado a una tal Susana, o a un tal
Pepe o Juan o Luis o quienquiera que sea. No puedes, no debes olvidar que esto
ya no es simplemente tu pasión, sino tu modo de vida, tu vida misma, toda ella.
Y tu sonrisa de hoy serán mañana tus hojas en blanco y tus ríos de tinta
dispuesta a lo que sea; tu nueva promesa de hacer girar la rueda en el sentido
contrario por una vez en tu vida y así volver a rozar lo que un día no fuiste
capaz de apreciar: tu libertad.
domingo, 1 de noviembre de 2015
jueves, 29 de octubre de 2015
LAS CONSECUENCIAS #77
(o CALIBRAR ANTES DE HABLAR)
-Usted dispone de mucho tiempo libre -me
dijo Nicola sin alterar su serio semblante de estatua griega-; demasiado en mi
opinión, tanto que ha terminado por llegar a este grado de locura tan próximo al
punto sin retorno definitivo: el suicidio.
-¿Suicidio? -exclamé sorprendido-. La
verdad es que no había pensado en ello hasta este preciso instante pero -los ojos
de Nicola, como platos, a punto de salir propulsados de sus cuencas-, ahora que
lo dice... -y sonreí-.
domingo, 25 de octubre de 2015
MIÉRCOLES (O JUEVES, VIERNES... POCO
IMPORTA)
Piernas cansadas, gastadas; siento una
legión de hormigas metafísicas que corretea de arriba a abajo, paseando
incesantemente, de mis muslos a los dedos de mis pies, devorándome poco a poco
hasta la última célula epitelial que queda al descubierto en este ir y venir
frenético que sólo sirve para ratificar que, efectivamente, estoy muerto.
jueves, 22 de octubre de 2015
DE LA VANIDAD ILUSTRADA Y ALGO DE SINCERIDAD
Escribir es un ejercicio de repetición; hay
que practicar a menudo: madrugar, ponerse ropa cómoda, realizar unos sencillos
estiramientos y... ¡a sudar!
La historia no necesariamente ha de ser
coherente; no tiene ni que ser una historia, de hecho; también resulta válido
escoger un bolígrafo cualquiera y comenzar a divagar acerca de... el mismo acto
de escribir, por ejemplo.
Supongo que hay tantos motivos para
escribir como escribientes pululan por el mundo. En mi caso, lo hago por
vanidad. Escribo porque necesito tomar nota de todo, porque adoro
'literaturizar' cada experiencia y eso, convertirlo todo en relato o artículo o
poema o novela, lo hago creyendo que no se me da mal y que todo lo que digo,
además, es importantísimo y no debería perderse en el vacío de las ideas
calladas. Vanidad pues. El hecho de no haber alcanzado fama o reconocimiento a
gran escala resulta secundario, lo importante es lo que yo pienso de mí y de mi
obra. Un escritor es, a grandes rasgos y además de engreído o vanidoso,
individualista, egoísta y sabihondo.
A un escritor de verdad le cuesta ser
sincero, tan sincero como para reconocerlo, pero lo cierto es que, de todos los
creadores que andan por ahí sueltos, los escritores somos los más engreídos y
enamorados de nosotros mismos.
Escribamos pues, y regodeémonos en nuestro
onanismo de papeles salpicados con corridas de tinta y abandonados en las más
altas estanterías de nuestras bibliotecas particulares. Todo bien distribuido
para regocijo secreto de nuestra vanidad ilustrada.
lunes, 19 de octubre de 2015
EL HACEDOR DE PÁGINAS
Aporreaba las teclas de su máquina de
escribir, como un consumado pianista debe de presionar con decisión y destreza
el marfil de un Bosendorfer de hace más de medio siglo, o uno de los primeros
Steinway estadounidenses.
Por aquel entonces escribir era todo un
arte, no un simple negocio con el único objetivo de hacer caja a costa de un
puñado de idiotas con pretensiones intelectuales; qué fácil resulta aparentar
genio cuando uno se pasea con un montón de páginas impresas bajo el brazo,
encuadernadas con una foto retocada de su cara a todo color: así todo sabe
mejor. Pero ese no era su caso, aún no era el tiempo de los 'realities', ni del
papel cuché de la prensa rosa; los días de tertulianos sin formación ni
inquietud alguna estaban a la vuelta de la esquina, pero todavía parecían tan
lejanos que uno podía sentirse a salvo. Jacobus escribía por necesidad, por
amor, con decisión; cada palabra era una sutil caricia lanzada a un destino muy
concreto, cada coma, cada punto, un mensaje en una botella llena de alguna
clase de dulce licor. Por encima de todo, Jacobus creía en el poder de perfecta
sucesión de términos, vocablos, locuciones, voces y verbos; podías contar con
la victoria en cualquier guerra si sabías conjugarlos de la forma adecuada. Así
que Jacobus escribía incesantemente, con el mimo y el detalle que sólo un
artesano sabe poner a su trabajo, elevándolo a la categoría de arte. Cada frase,
una magna obra que se justificaba a sí misma; cada página, un museo dedicado al
mayor invento del hombre social: el lenguaje.
Aporreaba las teclas de su máquina de
escribir mientras, a su alrededor, un millar de aprendices de dios y varios
profetas tomaban minuciosa nota de todo lo que sus resecos ojos veían. No había
tiempo para perder ni una sola palabra; la Historia contaba con ellos.
miércoles, 14 de octubre de 2015
FUEGOS FATUOS
(O LO QUE QUEDA AL FINAL DE LOS DÍAS DORADOS)
Bailaban desnudas, permitiendo que los
rayos del sol del primer verano acariciase sus aún blancas pieles. Se
contoneaban y saltaban, tersos sus glúteos, duros los pechos. Enfrente un par
de muchachos las observaban, la una morena, la otra rubia, boquiabiertos ellos
mientras las dos se acariciaban sus pubis y se pellizcaban los pezones
sonrosados. De cuando en cuando las olas del mar se atrevían a tocar sus pies
haciendo parecer, a los ojos de los chicos, que levitaban sobre las aguas.
En la distancia, mientras tanto, desde un
banco del paseo que rodea la playa, yo les miraba, a los cuatro, desde mis dos
mil millones de años, con desprecio y odio. Desprecio por su juventud y su
inconsciencia, odio dirigido directamente hacia los últimos representantes de
mis recuerdos no olvidados, hacia la última prueba de que la misma mentira que
un día me engañó, volverá a hacerlo una y otra vez, día tras día, durante el
resto de la eternidad.
sábado, 10 de octubre de 2015
domingo, 4 de octubre de 2015
viernes, 2 de octubre de 2015
miércoles, 30 de septiembre de 2015
-Escribes -me dijo con serenidad y, doce
segundos más tarde, añadió-; ¿por qué?
Besos
perdidos,
balazos
de sangre;
vienen
y van, a veces
se
dejan tocar.
Piensas
que podrías
retenerlos,
robarlos...
pero
libres son,
no
tuvieron comienzo y
no
temen su fin;
vagarán
por siempre
entre
manos nerviosas
regalando
de cuando en cuando
algo de fe
con
la que seguir caminando.
-Escribo -respondí finalmente- porque no
soportaría dejar escapar ni una sola idea sin intentar alcanzar, con ella, la
inmortalidad.
martes, 22 de septiembre de 2015
LOS PROPIOS DIOSES
Permítanme que les induzca a la reflexión.
La percepción que tienen de mí, aquello que opinan sobre toda mi vida, viene dado
por aquello que deducen de unos pocos detalles; muy pocos de hecho, podríamos
decir que todo lo que piensan de mí, se debe a cuatro detalles.
Yo
soy escritor. Decir esto es lo mismo que decir que soy el señor Lozano: cierto
pero impreciso; puede que, incluso, innecesario e irrelevante. Soy escritor,
sí, pero no es de eso de lo que vivo. No, lo que lleva comida a mi mesa y pone
un techo sobre mi cabeza no es escribir, sino limpiar cristales. Dicho esto,
éste podría ser el más revelador escrito que van a leer en toda su vida (he
aquí el primer 'detalle' que van a utilizar para definirme como engreído, aún
cuando puede que terminen dándome la razón).
Continuemos. Yo podría decirles ahora
mismo, que acabo de cruzarme con un hombre oriental trajeado mientras yo
cargaba un cubo lleno de agua y útiles de limpieza y una pesada escalera
articulada, que estoy hasta los cojones de ver chinos empresarios exentos de impuestos pasearse por mi ciudad
luciendo sus trajes baratos y sus cigarrillos americanos. Entonces ustedes me
tomarían por racista, dando por sentado que esto mismo lo pienso a menudo y no
sólo hoy, que estoy cansado y enfadado por culpa del mismo cansancio. Si además
dijese que cualquier día la emprendo a puñetazos con cualquiera de esos maniquís,
ustedes no pensarán que temo sucumbir algún día a mi estrés, sino que soy un
tipo violento que lleva a cabo diariamente un arduo ejercicio de auto-control
para reprimir sus sanguinarios instintos.
Así somos, los hombres. Así son ustedes; no
se engañen, así son todos ustedes: resumimos meses de investigaciones
sumariales en una opinión nacida de la lectura de un par de periódicos,
entronamos y pisoteamos a figuras del cine o el deporte por una sonrisa o un
mal gesto, condenamos y perdonamos la vida por una simple palabra. Una simple
palabra. Nuestra visceralidad ocasional -y claramente irrealizable- convertida
en prueba culpable ante el jurado popular. Veredicto unánime sin atención a los
atenuantes o al interlineado. El hombre del siglo veintiuno es así, conoce las
intenciones del prójimo mejor que las propias, distingue el bien del mal sin
posibilidad de duda, ve mucho más allá de tus intenciones futuras, trabaja con
variables imposibles; termina por convertirse en su propio dios, capaz de
juzgar a cualquiera que, hace tan sólo dos minutos, se atreviera a llamarse
"su igual".
viernes, 18 de septiembre de 2015
LA IMPRESORA NO FUNCIONA
Apagar. Encender. Repetir la operación. Dos,
tres veces. Apagar. Encender. Veinte veces más. En ocasiones la tinta se queda
seca dentro de los cartuchos. Tinta estéril, improductiva, yerma, inútil.
Apagar. Encender. Repetir la operación. Doscientas veces. Si todo falla, llamar
al técnico. Si el técnico falla, a la mierda, y compras una nueva.
domingo, 13 de septiembre de 2015
lunes, 7 de septiembre de 2015
LO QUE YO SIENTO POR TI
Lo
que yo siento por ti
no
cabe en este papel,
no
puede ser escrito ni descrito
-no
hay palabras en el diccionario-,
no
es cuestión de inventos del hombre.
Lo
que yo siento por ti
trae
luz a mi despertar,
calor
a mi invierno perpetuo,
descanso
a mi dolorida cabeza,
paz
a mis manos inquietas.
Lo
que yo siento por ti
es
agua, a veces fuego,
es
caricia y es beso;
lo
que yo siento por ti
es
todo lo que quiero.
viernes, 4 de septiembre de 2015
Jacob sentado, más bien desplomado, frente
a una montaña de escritos magistrales firmados por un tal Israel Lozano, su
nombre en otro tiempo, mucho antes de que el personaje se revelase mucho más
fuerte y capaz que la persona.
Así empieza el final, así acaban todas las
embarcaciones flotadas antes de su bautismo.
Por aquel entonces nadie le consideraba un
escritor de verdad, ni tan siquiera él mismo. Escupía palabras por necesidad,
eso era todo; palabras que articulaban novelas, poemas, ensayos y cuentos. En
cierta ocasión llegó a promulgar una nueva Constitución para el estado
independiente de Ilustria.
Supongo que terminaré muriéndome sin tener
claro si he conseguido ser escritor. Pero ese no es el momento actual, el
presente seleccionado para la ocasión.
Jacob escoge una hoja del montón, un breve
relato titulado 'La vida secreta de Jacobus Stolz'; intenta recordar, nada. Lee
con atención, se maravilla, se emociona, siente que una lágrima se asoma a su
ojo derecho. Toma otro papel, un poema; lee, sonríe. Uno más, esta vez es parte
de lo que debe de ser una novela, la página ciento quince, lee: "después
de todo, aquella colección de hermosas palabras que tantas caricias le habían
regalado, terminó por marcharse, dejándole sólo con un recuerdo maldito
condenado a repetirse de las más diversas formas, eternamente". Un
escalofrío recorre su espalda, suelta el folio.
Tres minutos, o puede que diez horas, no
está claro. Jacob llora, por más que lo intente no consigue reconocerse como
autor de todas esas palabras, como creador de tan distintos universos. Duda de
sí mismo, de su memoria, del rostro que cree recordar llevar puesto desde esta
mañana, del nombre con que se ha despertado, de la capacidad de estas manos que
ahora escupen estos trazos de tinta llamados a ser, quizá, algo.
domingo, 30 de agosto de 2015
jueves, 27 de agosto de 2015
jueves, 20 de agosto de 2015
AHORA QUE NO ESTOY (pt.17/18)
Ayer volvió a pasarme; últimamente parece
que todo el mundo tiene más confianza en mí que yo mismo. Oigo frases como
“este chaval va a llegar lejos” o “si los que mandan pensasen como tú...”, y me
pregunto por qué no mando yo. ¿Hace falta realmente ser uno de los que manda
para hacer algo?
Hay que cambiar el mundo. Cambiar... El
cambio y la presencia perpetua, la perduración en el tiempo de un algo, el que
sea ¡da lo mismo!, que ate por siempre un nombre a una imagen. El recuerdo, la
memoria, la imaginación..., la memoria imaginada -que no es lo mismo que
inventada- y ¿el recuerdo soñado?
Mi padre y su legado oculto en mis venas;
simple sangre.
Cuando era un crío no conseguía entender
qué satisfacción, qué bien supremo y superior podía encontrar mi padre en el
acto de salir a correr. Correr...; ¿qué podía -y puede- darle el correr a mi
padre, que compensase los tobillos doloridos, los ocasionales mareos y nauseas,
vómitos y los más que habituales retorcijones de estómago?
***
Me dijeron que el mundo no podía ser
cambiado y entonces supe cual era mi destino. Oí que no había nada que fuese
para siempre y conocí mi camino.
***
Hace setenta y cuatro días que empecé a
correr. Aún no sé muy bien cómo explicar porqué empecé a hacerlo, pero sí sé
que llevaba mucho tiempo intentando ignorar cierta necesidad de hacerlo. Me
siento libre.
Intento imaginar lo que supone para un
quinceañero de los últimos años sesenta esa sensación, libertad...; “nadie
puede arrebatarme este momento, y jamás podrá hacerlo”. Comienzo a entender a
mi padre.
Mi padre creció en una España en la que los
jóvenes sabían que existían libros que no les estaba permitido leer, discos que
no podían escuchar y películas recortadas y prohibidas para todas las miradas.
Por otra parte, el deseo, la necesidad. Y en medio de todo esto, las gotas de
sudor resbalando por la frente, recordándole a uno que está vivo, que ese
corazón que ahora galopa apropiándose del ritmo de cualquier pensamiento, es el
suyo, que estas piernas temblorosas, aún pueden recorrer un kilómetro más, que
no hay más límite ni barrera que los de mi propia voluntad.
Han pasado veintiocho años desde mi primera
mirada y creo (intuyo que además es cierto) que por segunda vez en mi vida
empiezo a comprender. Dicen que el vino mejora con el tiempo. Vino tinto, tinta
roja; mi sangre otra vez. Y en ella, el reflejo de mi pasado, el recuerdo de un
nombre: Lozano.
Todos y uno, como los mosqueteros. Entiendo
mi propia deuda histórica.
***
Hoy he salido por primera vez a la
carretera. Me siento como si todo volviese a empezar otra vez. Una nueva
oportunidad, para mí y para todo el peso de mi espalda. Está bien, esto está
bien.
A veces, mientras corro, sin ningún motivo,
me entran ganas de llorar. En cambio, otras me apetece -y no puedo evitarlo-
reír y levantar los brazos en señal de victoria e intentar volar.
***
Creo que
hoy, por fin, he comenzado a conseguirlo. Y ahora, nada me va a parar.
jueves, 13 de agosto de 2015
AHORA QUE NO ESTOY (pt.16/18)
Estaba abrillantando el portal de una de
las comunidades que han tenido a bien contratar mis servicios para el
mantenimiento de las mismas -vamos, que soy 'el de la limpieza'-, cuando oí a
mi espalda un leve crujido de zapatos que hizo que me girase.
-Hola
-Hola; no te preocupes, puedes pisar.
El muchacho, un veinteañero con síndrome de
down -no he dicho que lo sufra ni que lo padezca, ojo, simplemente con síndrome
de down- se ha percatado de que intento no pisar la zona donde estoy aplicando
una mano de cera y, supongo, no está seguro de poder pisar el lugar en que
ahora están sus zapatos negros de cordones, sin molestar o interferir en mi
trabajo.
-No te preocupes hombre... -insisto-,
puedes pisar.
-Gracias. ¡Hasta luego!
-Hasta ahora.
Apenas un minuto más tarde, el ascensor en que
el muchacho acaba de subir hasta su planta, en compañía de una caja de cartón
en la que guardo un par de botes de cera, está de nuevo en el portal. El chico,
lo ha enviado de vuelta.
Y ya no
hay más que decir.
jueves, 6 de agosto de 2015
AHORA QUE NO ESTOY (pt.15/18)
He aquí una última revelación, una última
reflexión cazada al vuelo y devuelta al aire en pleno proceso de expulsión, de
autodefinición. Que cada cual la llame como prefiera; el caso, un último apunte
acerca de la división del género humano para su catalogación.
Me gustaría saber cómo enunciar esta idea
con un tono lo suficiente solemne, como para dotarla de cierto tinte académico
-un verdadero hándicap personal del que pocas veces consigo distanciarme-, pero
en ocasiones, no hay mayor autoridad que la simplicidad, y ésta es una de esas.
Como buen estudiante -que lo fui- de
matemáticas, sigamos un modelo inductivo y comencemos por un claro ejemplo
antes de llegar al enunciado de mis conclusiones.
***
Segunda mitad del siglo XVIII; el austriaco
Wolfgang Amadeus Mozart es considerado un auténtico genio -algo indiscutible
hoy en día-. Mientras, su 'rival' el italiano Antonio Salieri, apenas es
catalogado como grande.
Por otra parte, nadie se atreve en nuestros
días a afirmar que Beethoven fuese un genio aún mayor que Mozart, incluso a
pesar del mérito añadido de sus logros siendo sordo. A su lado nunca hubo
ningún Salieri, ningún grande con el que rivalizar. Y qué decir de la
culminación de la música clásica de manos de Johann Sebastian Bach.
Sin embargo nadie como Mozart. Y, ¿por qué?
Sólo cuando un grande se encuentra rodeado de otros grandes, y consiga alzarse
por encima de ellos -aunque a penas lo haga ligeramente-, alcanzará el
reconocimiento general y el estatus de genio.
Mozart le debe mucho más de lo que quisiera
al señor Antonio Salieri.
¿Lógica? En ningún momento he pretendido
que lo fuese -ni tan siquiera que así lo pareciese-.
***
En cuanto
a mí... Simplemente decir que soy parte de la última generación realmente
creativa de este país.
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