sábado, 28 de febrero de 2015
viernes, 27 de febrero de 2015
lunes, 23 de febrero de 2015
EL CORREDOR
Aún no ha amanecido y el corredor ya está
de vuelta. Se ha levantado muy temprano, antes incluso de que muchos jóvenes
infinitamente más fuertes que él iniciasen el camino de regreso a sus hogares
después de otra noche de viernes, se ha calzado su par de zapatillas niponas y
se ha lanzado a la carretera.
No ha tardado mucho en cruzar los límites
de la ciudad y adentrarse en sinuosos y oscuros caminos de montaña, iluminado
sólo por alguna estrella que ha conseguido abrirse paso entre las nubes y por
las viejas farolas que aún conservan en sus entradas las pocas casas de monte aún
habitadas. El corredor es así, confía siempre en su instinto, en su memoria, en
tener a Dios de su lado, nunca duda, jamás permite que su pulso tiemble porque
no acepta la posibilidad de que algo salga mal.
Ha disfrutado de su carrera bajo la lluvia;
el corredor es así, siempre corriendo, siempre pensando carreras o correrías o
correteos. En realidad ha sido así toda su vida, todo un corredor, aunque él no
lo sepa o lo niegue porque empezó a correr a los veinticinco, cuando el cuerpo
de un hombre ha alcanzado su máximo potencial y se ve avocado a iniciar un
camino de descenso tortuoso y progresivo hacia la decrepitud. El corredor está
convencido de que ahí, el primer día que se puso un par de zapatillas horteras
y llamativas, fue cuando comenzó a ser un corredor; pero se equivoca, corría
dentro de la virilidad de su padre, y más tarde en la maternidad potencial de
su madre, corría cuando buscaba respuesta a preguntas que incomodaban a sus
abuelos y padres primero, a sus maestros más tarde y a sus superiores después.
El corredor lleva toda su vida corriendo; lo ha hecho dentro de su cuerpo,
encerrado en las sólidas paredes que delimitan su figura; aún hoy, cuando sus
piernas se mueven a gran velocidad durante horas, a través de kilómetros de
sudor y sonrisas, aún hoy su mente sigue llevándole la delantera a su
voluntarioso y aún así rezagado cuerpo.
El corredor ha nacido para correr, él lo
sabe, y seguirá corriendo hasta que la última neurona que en su interior quede
en pie decida rendirse y claudicar. El corredor no sabe hacer otra cosa, correr
es su religión, su filosofía, y correrá hacia el ocaso de su vida, hacia el fin
de los días, siempre buscando la forma de alcanzar un par de metros más.
domingo, 22 de febrero de 2015
GATTACA
Anton no podía entenderlo -"cómo lo
consigues, cómo"-; él era más fuerte que su hermano, más joven, y estaba
más sano -ningún problema crónico, nada como la cardiopatía severa de su
hermano Vincent-. A pesar de todo le había ganado, una y otra vez; siempre
conseguía llegar más lejos cuando jugaban a adentrarse en el mar, antes de
decidirse a dar la vuelta al borde de la extenuación.
-Cómo lo consigues, Vincent; ¿cómo has
podido conseguirlo? -le preguntó por fin, después de años de rencor y odio
fundamentados en la incredulidad-.
-¿Quieres saber cómo lo conseguí? -dijo
Vincent al fin-; así es como lo conseguí: jamás me reservé nada para la vuelta.
viernes, 20 de febrero de 2015
martes, 17 de febrero de 2015
MUNDIAL 82
Un alto en el camino. Refugio de otro
tiempo, reflejo de un pasado eterno, detenido hace más de treinta años;
entonces yo era un crío acumulando malos recuerdos. No creo que fuera culpable,
supongo que no lo merecía -quiero pensar que es así, que ningún crío puede ser
culpable a esa edad-, pero alguna vez he dudado: ¿se puede ser inocente y aún
así cumplir cruel condena?
Hacía mucho tiempo, más de diez años, que
no viajaba tan atrás; ahora soy un hombre, soy padre, y no puedo evitar
sentirme responsable de la sonrisa de mi hija. Soy yo quien tiene una
obligación perpetua con ella, soy yo quien ha contraído una deuda con ella. Yo
te pedí que vinieses, yo supliqué por ti; y tú viniste, gracias. Gracias por
traerme tu sonrisa, tu mirada..., gracias por dibujar en mi rostro un nuevo
mapa para hallar la felicidad.
A mi alrededor el eterno pasado sigue su
lento y engañoso movimiento; sin duda para unos cuantos ésta es la mejor de las
posibilidades. No para mí; con cierto esfuerzo me pongo de pie y me encamino
hacia la puerta, me despido con un susurro, "adiós...", vuelvo a
casa, vuelvo a ti.
domingo, 15 de febrero de 2015
sábado, 14 de febrero de 2015
jueves, 12 de febrero de 2015
domingo, 8 de febrero de 2015
viernes, 6 de febrero de 2015
HOPE (o EL PODER DEL ESCRITOR)
Creció dando tumbos, cada vez más lejos del
lugar en el que había nacido, gracias al trabajo de su padre como analista de
sistemas para el ejército; estaba acostumbrada al movimiento, así que, cuando
cumplió los dieciocho, miró al viejo mapamundi que colgaba en la pared del
despacho de su padre, de todos los despachos que su padre había tenido, y
eligió uno de los pocos países que no había visitado aún.
Conoció a Ewan en una granja de Nueva
Zelanda en la que ella ayudaba con las tareas domésticas y él domaba caballos;
pronto surgió el amor. Ella era feliz, él era él, y no hace falta decir más. La
noche en que iba a decirle que estaba en cinta, una fuerte tormenta se desató
obligó a Ewan a salir a apaciguar a unos nerviosos caballos salvajes. Nadie
podría haberse figurado que después de tantos años, un caballo asustado fuese
el causante de su trágico final.
Después de todo un año de felicidad, Laura
volvía a estar sola, a sentirse sola, a saberse sola, igual que toda su vida
antes de él. Durante los siguientes meses Laura sólo hablaba con su bebé aún no
nato; decidió que sería niña, y la llamó Hope, 'esperanza' en inglés.
Serás alta como tu padre, y rubia como él,
con su cabello ensortijado y sus gruesos labios -le decía dirigiéndose a su
creciente barriga-, y sobre todo, igual que él, harás sonreír a todo aquel que
tenga la suerte de conocerte.
*
* *
Aquí es donde el escritor decide: dejar que
Hope nazca y crezca para terminar huyendo a los dieciocho -igual que su madre-,
harta del gigantesco peso que Laura ha cargado sobre su espalda desde mucho
antes incluso de llegar al mundo, o acabar con su vida en el vientre, antes del
alumbramiento, y llevar así a Laura a la más absoluta de las locuras, dejarla
con la única opción del suicidio. Tal es el poder del escritor; ¿qué hacer con
él?
jueves, 5 de febrero de 2015
ÁNGEL STANICH
"Último aviso para los pasajeros con
destino a la Meca Ambulante..."; despliega tus historias de frontera de
barrio recogiéndote en ti mismo, como si fueses un armadillo asustado que
ignora lo fuerte que puede llegar a ser.
Es bueno encontrarse con tipos así de vez
en cuando; hombres dispuestos a cualquier cosa, capaces de recordarte que no
eres parte del mobiliario: "ya estoy cansado de hablar, creo que voy a
disparar". Muévete.
No es el pelo descuidado, ni la hirsuta barba
o las gafas oscuras, no son las zapatillas gastadas ni las botas rancheras, no
se trata de lo rápido que puedas rascar las cuerdas de tu guitarra, tampoco es
cuestión de escupir más palabras; la única clave a tener en cuenta es el
misterio. "Estuve en el cruce, estuve con él; su traje de luces, su negro
corcel".
domingo, 1 de febrero de 2015
TAMBIÉN LOS HÉROES TERMINAN CLAUDICANDO
Agotamiento es sólo una palabra, un
concepto, una idea incapaz de nada; tres jornadas laborales consecutivas de más
de doce horas ininterrumpidas, un estado, algo transitorio, frugal aunque
doloroso, una estupidez que antes o después cesará. Adiós a las armas, adiós al
amor... ¡tiempo muerto!, por favor, tiempo muerto o rendición incondicional,
por el amor de Dios.
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