miércoles, 24 de septiembre de 2014

     En total, me sobraron tres palabras; en serio, no sabía qué hacer con ellas, tan ligeras, tan poco definidas, tan estúpidas e innecesarias. Pensé en conjugarlas, encadenarlas a través de sus... nueve o diez millones de posibles combinaciones; semejante trabajo me tomó días, meses de arduos esfuerzos no remunerados e improductivos. Nada. Así que, al final, me decidí a desterrarlas, sin compasión ni réplicas posibles ni recursos judiciales ni lágrimas ni espectáculos televisivos ni vuelta de hoja ni remordimientos. Simplemente 'adiós'; mientras, ella se asomaba a la ventana y aprendía a llorar.

domingo, 21 de septiembre de 2014

DEMASIADAS PÁGINAS EN BLANCO
     Yo soy un tipo blanco, de metro setenta, ojos pardos, complexión atlética, más bien fibroso y... cojones oscuros como los de un negro zumbón; pelotas de negro, que no son negras sino moradas, como si toda la sangre que uno lleva dentro hubiese pasado tanto tiempo concentrada ahí, en la entrepierna, que ha terminado por dejar a la vista las consecuencias de un trombo eréctil jamás padecido.
     A mí me gusta beber cerveza; la relación más larga que he mantenido hasta la fecha es la que tengo con el delicioso zumo de cebada fermentado. Van casi veinte años y esto no tiene pinta de acercarse a su fin. Me pregunto, ¿será ésta una de esas relaciones 'hasta que la muerte nos separe'?
     Demasiadas páginas en blanco y, aún así, demasiadas cosas que decir, pugnando por ser las primeras en la lista de ideas pendientes a punto de tomar forma. Demasiadas páginas en blanco, demasiados bolígrafos de tinta líquida negra como las pantallas apagadas de los televisores LCD modernos, demasiadas latas de cerveza abiertas antes de alanzar la temperatura adecuada y abandonadas antes de verse vacías, demasiados teléfonos móviles y ordenadores portátiles y tabletas digitales -no de chocolate- dando por el culo con esos ruiditos suyos que te avisan de que alguien quiere saber de ti y alguien quiere contarte alguna estupidez que te importa una mierda y alguien quiere tocarte los cojones morados de negro zumbón.
     Sí señora, en el colmado también tenemos pilas; nosotros éramos 'los chinos' de mediados del siglo XX. Tómese otro refresco de naranja sentada en esta cómoda silla de mimbre mientras le preparo la cuenta.
     Yo, soy un hombre irascible, agrio, egoísta, intransigente, déspota, moreno y con tendencias suicidas. Si me encuentra por la calle, un domingo por la noche, camino del colmado, corra por su vida.
     Demasiado tiempo libre ocupado en estúpidos ejercicios innecesarios, irrelevantes, incapaces de aportar nada bueno, aptos sólo para mentes corruptas, degeneradas, próximas a la putrefacción moral. Demasiadas jornadas laborales desperdiciadas por culpa de un dolor de cabeza recurrente e imaginario, falso, que acaba por despertar un terrible dolor de cabeza real. Demasiadas tardes terminando borracho perdido en la trastienda del colmado, acariciándote las pelotas moradas de negro zumbón con la mano izquierda mientras, con la derecha llena de callos, te masturbas con la violenta imperiosidad con que lo haría un mono titi al que un veterinario cualquiera acabase de diagnosticar un cáncer terminal.
     Y usted, padrecito, ¿en qué piensa cuando se toca?
     Yo soy un hombre con una idea asentada, establecida, en lo más profundo de la cabeza: ni tú eras tan joven, ni yo soy tan viejo.

sábado, 20 de septiembre de 2014

CASTA INVENCIBLE
     Sus modales dejaban ver que, en el fondo, no era más que otro bruto salido del campo, leído y puede que hasta relativamente instruido, pero zafio y vulgar al final.
     Eso sí, no estaba nada claro si disfrutaba más de aquella lectura que nada tenía que ver con él, o del plato de huevos con jamón y patatas sobre el que arremetía con feroz devoción.
"Simplemente no lo sé. Lo único que sé es que creí relajarme un poco con él, luego lo embrollé todo, lo mismo que lo embrollé todo la noche anterior tratando de conversar con Viv, para contarle nuestro acuerdo con la Wakonda Pacific. Lo mismo que lo enredo con todos, excepto con Joe Ben; él y yo realmente no tenemos que hablar demasiado...".
Ken Kesey de su novela 'CASTA INVENCIBLE' (1963)

jueves, 18 de septiembre de 2014

SIETE MINUTOS
     A las ocho y cuarenta de la mañana se paró en un bar de carretera, pidió un café solo que se ventiló de un trago, sacó una foto de su hija de la cartera y la miró un rato; después la fotografía volvió a la cartera y él al coche, eran las ocho y cuarenta y siete.

lunes, 15 de septiembre de 2014

     Y, de repente, mientras estaba sentado en casa, oyendo a los Stones, tomé conciencia: yo también soy papá; de hecho, para mi hija, que es la única hija que me importa de verdad, yo soy 'Papá'.

domingo, 14 de septiembre de 2014

"Tierra quemada, cielo quemado, luna negra quemada... ciudades quemadas, viento que dispersa calientes memorándums, nadie que los lea".
Ken Kesey de su novela 'CASTA INVENCIBLE' (1963)
INSTRUCCIONES DE USO:
PONER UN DISCO DE MILES DAVIS
 Y, PASADOS DOS O TRES MINUTOS, EMPEZAR A LEER
     Sucedió hace mucho tiempo; al menos lo parece. Tú -ella- estabas lejos siempre; aquel día, aquella noche, no. Yo, en cambio, por primera vez en mucho tiempo, aunque como de costumbre mucho antes, no andaba cerca.
     Tú me llamaste, yo estaba con ella, que no era otra que tú misma -tú, la que fuiste cuando yo fui; los de mucho tiempo atrás-; te observaba, aspiraba tu aroma, bebía de tus labios, me detenía un rato para volver a bañarme en tus ojos y, de nuevo, otra vez a empezar. Tu cuerpo volvía a presentarse desnudo ante mí, como aquella primera noche; yo te besaba, te tocaba y te besaba de nuevo. Te estremecías, entre mis brazos, perdida entre mis labios y mis dedos, te estremecías. Yo te besaba.
     Comenzó a amanecer. Tú dormías sobre mi lecho, entre mis sábanas impregnadas de nuestro mutuo sudor. Yo te miraba. Me di cuenta de que tu cara no se difuminaba, como suele suceder con eso que llamamos 'recuerdo'; entonces supe que eras real.

viernes, 12 de septiembre de 2014

TO BE
     Rara vez es uno consciente del momento exacto en que surge una idea, del origen preciso de una reflexión llamada al crecimiento, del punto de inflexión al que después habrá de volverse; en este caso, en cambio, tengo clarísimo cual fue 'el momento'.
     "Estoy pobre", dijo el tío A, "estoy pobre y no puedo comprártelo, no tengo dinero (aquí o ahora)".
     El tío A, al igual que todos sus hermanos, primos, hijos y amigos, pertenece a una burguesía bastante acomodada; no miente cuando dice que 'está pobre', pues conoce la eventualidad de tal hecho: hoy -o puede que durante cierta temporada más o menos prolongada- no dispone de medios económicos abundantes a su alcance. Está, efectivamente, pobre.
     A diferencia de lo que sucede con el inglés, donde el verbo 'to be' se utiliza indistintamente para englobar nuestros castizos 'ser' y 'estar', aquí no tenemos un único verbo capaz de expresar sin distinción el estado -temporal- y el hecho -indefinido, permanente, perdurable, duradero, eterno-.
     Joaquín, en cambio, 'es pobre'; lo tiene claro: "jamás he podido permitirme un buen par de zapatos con los que resguardar mis pies del frío y la humedad invernales, soy pobre". Por supuesto, Joaquín podría comprar un décimo de lotería agraciado con varios millones, y es más que probable que algún día encuentre un trabajo bien remunerado y su situación económica cambie radicalmente de signo; pero Joaquín seguirá siendo -o al menos sintiéndose- pobre hasta el día de su muerte.
     Resulta curiosa la fuerza de ciertas palabras, de determinadas expresiones o estructuras gramaticales, la forma en que su uso prolongado modela ideas en nuestros cerebros hasta arraigarlas de forma incontestable; la magia de la dialéctica.
     Después de crecer oyendo que 'eran pobres' -sus padres, sus hermanos, él mismo... su familia entera-, Joaquín tiene claro que es pobre; lo es, no lo está, y siempre lo será. Con esta certeza Joaquín asume, amén de su inferioridad de medios económicos disponibles frente a algunos de sus coetáneos, una serie de roles y limitaciones propias de los individuos de su clase. Joaquín es pobre y, por lo tanto, ciertos lugares y privilegios le están vetados de por vida; Joaquín no espera alojarse jamás en un hotel de lujo, ni realizar un viaje en primera, ni ir a cenar a un restaurante con seis meses de lista de espera, Joaquín no pedirá nunca un préstamo excesivamente elevado para comprar una casa en la costa mediterránea con unas condiciones increíblemente benévolas. Joaquín, incluso, terminará por asumir que no se merece el sueldo que tendrá ni el trabajo que se lo proporcionará; Joaquín llegará a ser neurocirujano -uno de los mejores de todo el mundo-, además de conservar su puesto como miembro vitalicio del club de los pobres de facto, 'aunque últimamente lleve una buena racha', por supuesto, de prestado.

martes, 9 de septiembre de 2014

"En las montañas, más arriba de South Fork, el viejo borrachín cortador de tablas camina hasta el borde del acantilado y grita, simplemente para escuchar el eco del sonido de una voz humana".
Ken Kesey de su novela 'CASTA INVENCIBLE' (1963)
NADA ESPECIAL

domingo, 7 de septiembre de 2014

     Ahora estoy... sentado, aquí, delante del papel..., armado con un extraño bolígrafo..., sintiéndome tentado a escribir cosas que no quiero decir, o a dejar de escribir... quizá definitivamente, o hasta que cambie de opinión, hasta el próximo trago.

viernes, 5 de septiembre de 2014

IRREMEDIABLE
     Para empezar, imagino, lo más correcto sería organizarme; mis ideas, mis vivencias, quiero decir... lo que hasta el momento he visto en este lugar tan... curioso -qué benévolo por mi parte, y a la vez tan aséptico, que me da asco verme a frente a un espejo y pensar en que ya sólo me suena de algo esa cara de pánfilo idiotizado y engreído que me observa sin mucho interés, con desdén y chulería, creyéndose infinitamente mejor que yo-.
     La primera vez que estuve aquí terminé borracho, besándome con cuatro, no, cinco mujeres, el novio de una de ellas y uno de mis amigos. No negaré que la experiencia resultó tan divertida como suena, con todos esos labios y esas lenguas danzando sin parar en un espacio realmente reducido; pero el caso es que aquel tipo que reía mientras lamía cocaína del pecho de una joven universitaria a la que acababa de conocer, no era yo. Mi cara, mis manos, mi polla erecta y húmeda, mis nalgas apretadas, mi lengua insaciable, efectivamente, pero no era yo.
     Recuerdo otra visita en que me lie un porro en medio de una discoteca llena de gente al tiempo que permitía que una completa desconocida me hurgase en la bragueta; después de correrme en su mano, me introdujo en uno de los bolsillos de mi americana un trocito de papel con su número de teléfono. Lo tiré sin apenas echarle un vistazo.
     En otra ocasión me follé a una de esas rubias con mirada aborrecible y gesto de absoluto desprecio, sobre una mesa de billar, ante la atenta mirada de diez o doce personas, camareros aparte. Cuando terminé, pedí una pinta de cerveza que me bebí de un trago para acto seguido, a voces, preguntar quién quería ser la siguiente; para sorpresa de algunos, una morena de cabello ensortijado y nariz egipcia me tomó de la mano y me llevó al cuarto de baño mientras me susurraba al oído "yo soy un poco tímida".
     Indefectiblemente, siempre que partía, a la mañana siguiente, al volante, rumbo al hogar, me sentía un ser despreciable, un absoluto desconocido por el que todo lo que podía hacerse era llorar. Así terminaba, antes o después, viéndome obligado a tomar la primera salida que viese en la autopista, acuciado por la 'crecida' experimentada en las cuencas de mis ojos; un viaje que normalmente llevaría hora y media, se convertía de esta forma en una odisea moral, ética y sentimental de cuatro, cinco horas en las que me veía forzado a detener mi marcha cada pocos kilómetros.
     Al llegar a casa me prometía que aquella había sido la última vez que me dejaba caer por allí, que nunca volvería a pasearme por aquellas oscuras avenidas, ni visitaría sus lóbregos bares, no hablaría jamás con otro camello ni haría tratos con otra desconocida vestida de cuero negro ni entablaría conversaciones con personajes imaginarios salidos de una novela de Bukovsky. No pensaba, jamás, caer de nuevo en la tentación de enamorarme de un pensamiento o comenzar una relación con una idea.
     Por desgracia, nunca conseguía mantenerme en mis trece de no mantenerme en mis otras trece y, una noche más, arrancaba el motor de mi coche y, rugiendo como un monstruo prehistórico, me abalanzaba sobre la carretera hacia mi propio final, en busca de la más absoluta de las decadencias, aquella sobre la que muchos hablan y muchos, muchísimos más, callan forzados por el trágico -y habitual- desenlace de su obsesión.
     Yo tuve suerte; en algún momento, a lo largo de una noche especialmente cruel, un ángel recién caído del cielo -y por ello, aún incorrupto- me encontró, se apiadó de mí tras observarme un rato, y me rescató de mi mismo con un beso de esperanza y paz. Durante algún tiempo fuimos felices...
     Felices juntos, durante un tiempo, hasta que una noche, cegado por la febril locura del abstemio, me propuse volver a aquel lugar; nadie se interpondría en mi camino. Así que cogí las llaves, las introduje en el contacto y pisé a fondo el acelerador.
     Cuando regresé, dos días más tarde, me encontré con la casa vacía; el ángel se había ido y, en su lugar, me había dejado dibujado sobre el suelo del garaje, la silueta de dos alas rotas.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

DESPUÉS DEL BOLÍGRAFO RETRÁCTIL DE TINTA LÍQUIDA
Tenemos...
revistas deportivas, revistas
pornográficas, financieras,
políticas y de ganchillo,
coleccionables troquelados,
fascículos dominicales,
libros del verano,
libros del momento,
libros del mes, del año,
de la década prodigiosa y
bandas sonoras originales,
platos desconchados de porcelana
finísima 'made in China',
trescientos mil millones de blogs y
aproximadamente dos o tres
opiniones originales
que realmente no lo son.
Nos han regalado
una escalera de seguridad,
un hospital de cristal,
autopistas que se elevan
muy cerca del cielo
para llevarnos debajo
del mismísimo suelo;
tenemos aparatos voladores,
aparatos nadadores,
aparatos terrestres y
aparatos teletransportadores
llenos de botones y colores,
un par de pistolas
mal engrasadas y una factura
por un total de siete billones
de almas condenadas
a cambio del don
de la futura modernidad.
Pero a pesar de todo ello,
aún tenemos que sacar
al bueno de Chuchi, "arf, arf",
a la vuelta de la esquina, a cagar.


martes, 2 de septiembre de 2014



     "A la de tres, salten todos", dijo el gran gurú occidental. A la de dos saltó algún gilipollas impaciente y, finalmente a la de tres, el mundo no se movió.