21 DE
DICIEMBRE DE 2012; MAÑANA SERÁ 22
Al principio fueron unos cuantos
ejecutivos hollywoodienses abriendo mercado para un par de superproducciones
multimillonarias y para alguna que otra serie inspirada en una pervertida
profecía maya. Hasta aquí, aunque no bien, nada de lo que extrañarse.
Pero claro, la adulteración de la
realidad es algo que uno espera, o puede esperar, de un puñado de tipos cuyo
medio de sustento consiste en hacer creíble cualquier ficción; en cambio, a un
periodista, lo mínimo que se le puede pedir es, ya no que sea veraz –algo
imposible en ciertas circunstancias, que no en ésta en concreto-, sino que
contraste un poquito su información, se documente e investigue algo antes de
lanzar al vuelo la penúltima patraña sensacionalista que se le pueda haber
ocurrido al editor de turno. De esta forma, quizá podríamos habernos ahorrado
leer durante los últimos días algunas estupideces acerca del ‘fin del mundo
pronosticado por los mayas’, y que se están publicando alegremente en la prensa
internacional.
El caso es que, a poco que uno
investigue por su cuenta se encontrará con que el calendario maya es un
calendario circular, esto es, que igual que nuestro calendario actual finaliza
cada año un 31 de diciembre y se reinicia indefectiblemente un 1 de enero, el
suyo seguía –o sigue- un proceso equivalente, por lo que el hecho de que éste
finalice un día que supone nuestro 21 de diciembre actual, sólo quiere decir
que al siguiente volverá a reiniciarse. Ni más ni menos; de hecho, los mayas no
vaticinaron ningún Apocalipsis. Al contrario, según ellos el Universo entero se
desarrolla a través de diferentes procesos circulares –al más puro estilo
aristotélico- que, en el caso concreto que nos ocupa, habrían de llevar a la
mayoría de la humanidad a revisar las bases sobre las que se ha venido
sustentando su sociedad durante las últimas décadas, lo que posiblemente
conllevaría un paulatino abandono de las viejas tendencias materialistas e
individualistas a favor de una serie de movimientos colectivos sociales de
marcado carácter solidario, humanitario, ético, fraterno y global; ¿a alguien
le suena esto?
Además, si uno sigue profundizando en el
tema, podrá ver que la cultura maya no fue la única que habló en estos términos
y con fechas, si no idénticas, sí muy próximas; ahí tenemos a sus vecinos, los
aztecas, a los hopi –que son, para entendernos, los antepasados de los actuales
navajos-, a los antiguos pobladores de la actual India –que, a la sazón,
resultan ser lo primeros en poseer literatura acerca de esta cuestión, en torno
al 1500 a.C.-,
e incluso los primeros cristianos, aquellos que ni siquiera ‘salen’ en el
Antiguo Testamento.
Resumiendo: el mundo no se acaba; a lo
sumo, y con un poco de suerte, puede que consigamos empezar a cambiarlo de una
puñetera vez. Eso sí, para ello, el primer paso será dejar atrás viejas malas
costumbres, como soltar al aire –y a la ligera- lo primero que se nos vine a la
cabeza, sin tener en cuenta la responsabilidad que tenemos aquellos que
decidimos plasmar nuestras ideas u opiniones, o peor aún, nuestra imaginación
fecunda y engañosa, en un medio accesible para una gran cantidad de personas,
entre las que podría encontrarse, Dios no lo quiera, un demente esperando
alguna ‘señal divina’ que le ordene salir de casa con un rifle en la mano y
encaminarse al colegio más cercano; “total, el viernes se acaba el mundo”.