LECCIONES
ACERCA DE LA SOBERANÍA POPULAR I
¡Aleluya hermanos! Estamos salvados. Y es que vivimos tiempos
excepcionales no sólo por lo terminal de los mismos, sino también por la gran
oportunidad que ante nosotros se presenta verbigracia precisamente, de la misma
crudeza del momento.
Pero cada cosa a su tiempo, sigamos un cierto orden. Comencemos pues
por presentar a éste que ahora les reclama una cierta atención, unos minutos de
reflexión conjunta, a fin de que puedan hacerse una cierta idea de que tipo de
persona se dirige a ustedes en este preciso instante. Treintañero, independizado, hipotecado, trabajador autónomo del sector servicios
desde hace nueve años tras probar suerte en sectores tan dispares como la
docencia, la hostelería o el mundo del marketing. Sin estudios certificados -esto es, sin diploma acreditativo de haber adquirido conocimiento alguno; lo
que no quiere decir que no tenga la menor idea de lo que hablo, de la misma
forma que no existe título que pueda asegurar fehacientemente que la sabiduría
acompañe a su portador- pero aficionado a la observación e interpretación del
mundo que nos rodea.
Dicho todo esto, y disculpándome por mi tendencia a la innecesaria
divagación, permítanme hacerles participes de la siguiente…, llamémosla
revelación, o descubrimiento si lo prefieren -quizá menos pretencioso- que
recientemente he, precisamente, descubierto.
Estamos ante la mayor posibilidad de Soberanía Popular de toda la
historia de la humanidad. Así, tal cual suena. Dicho de otra forma, estamos a
un simple abrir de ojos de tener el poder absoluto sobre nuestros destinos, en
lugar de seguir esperando sentados a ver qué les apetece hacer con nuestras
vidas a gobiernos corruptos, entidades financieras deshumanizadas,
multinacionales pseudo-anónimas y demás
corporaciones y grupos de presión y coacción.
Y cómo es esto, se preguntaran. Después de meditar calmadamente cual
sería la forma más adecuada de exponer mis reflexiones, he llegado a la
conclusión de que lo más coherente sería hacerlo a través de un ejemplo gráfico
y personal. Así pues, supongamos que, como trabajador autónomo que soy,
requiero renovar parte de mi material de trabajo cada cierto tiempo; mi furgoneta,
por ejemplo. Supongamos que voy a la oficina de la entidad bancaria en la que
tengo dos cuentas -una personal y otra para llevar al día todas mis cuentas con
el fisco y las administraciones-, así como una hipoteca a cuarenta años por
ciento treinta mil euros por la que actualmente pago unos quinientos y pico
euros al mes, de los cuales amortizo en torno a ochenta y nueve euros en cada
mensualidad. Una vez en la oficina me dirijo al director de la sucursal, le
comento mi necesidad de cambiar el vehículo que utilizo para trabajar pues el
que actualmente poseo comienza a tener unos gastos de mantenimiento elevados y
da excesivos problemas. Le digo que necesitaría, a fin de adquirir una nueva
furgoneta, unos doce mil euros. El director me contesta que, dada la actual
situación económica vivida a nivel mundial, el banco no se encuentra en
disposición de darme tal préstamo, pues no tiene seguridad alguna de que lo
vaya a recuperar. Ante esto yo le digo lo siguiente: verá usted, la furgoneta
la necesito para trabajar, ganar dinero, y seguir pagando algo más de quinientos euros al
mes durante cuarenta años por una hipoteca de ciento treinta mil euros por la
que terminaré pagando al banco en torno a doscientos mil euros. Si usted, o su
banco, que para mí son lo mismo en estos momentos, no me dejan doce mil euros
para comprar dicha furgoneta y así seguir ganando dinero que darle a su banco,
que por cierto tampoco puede ofrecerme a mí ninguna seguridad de que no vaya a
declararse en quiebra y dejarme en la estacada sin piso ni devolución de lo
invertido, y no puedo ganar el dinero que necesito para hacer frente a los más de quinientos euros mensuales, de los cuales amortizo menos de noventa,
que me cuesta su préstamo hipotecario, en unos meses serán ustedes quienes se
comerán mi piso, y cuando se lo intenten vender a alguien no encontrarán
comprador, pues la situación económica actual a nivel mundial no les permite
arriesgarse a dejar dinero a nadie. En todo caso podrán dar con alguien que
disponga del efectivo suficiente, pero claro, el piso ya no valdrá ciento
treinta mil euros, ni mucho menos los doscientos mil que en un principio
pretendían conseguir gracias a mí. Así que, volviendo al principio, ¿está usted
seguro de que al banco no le interesa dejarme los doce mil euros que necesito
para comprarme una furgoneta, trabajar como un idiota y seguir pagando?
Desde luego, el director de la sucursal bancaria de este supuesto, se
echaría a reír; “mientras sólo tú te hayas dado cuenta de eso …”.
En fin, ¿qué pasaría si mañana un millón de personas nos diésemos
cuenta de eso? Aleluya hermanos, ¡estamos salvados!