martes, 31 de julio de 2012


Vivimos en un mundo que le da excesiva importancia al continente frente al contenido. Esto es así, se puede apreciar al contratar un seguro para una vivienda; por defecto, tan solo el ‘continente’ es asegurado. El mobiliario, las prendas de vestir, los libros y los discos…, cualquier objeto que haya dentro, debe ser asegurado como un complemento, un añadido, que también lo es en el precio de dicho seguro.
En nuestro día a día, en nuestras relaciones interpersonales, nos movemos exactamente de la misma forma, centrándonos únicamente en el continente. Ansiamos una imagen envidiable y apenas fingimos querer trato con quien no la posea. Nos importan muy poco nuestros enseres interiores; nuestra capacidad de amar, nuestra oratoria, nuestra ética, nuestra empatía, nuestra cultura, nuestro saber estar, apenas parecen preocuparnos. Nos relacionamos con aquellos que, por simple juicio visual, consideramos ‘iguales’ o, en ejercicio de máxima magnanimidad, ‘equivalentes’, ‘aproximados’. Los ‘dieces’ con los ‘dieces’; los ‘sietes’ con los sietes’ o, en todo caso, con los ‘seíses’. Tal parece que somos números, nada más. ¿Debería, por lo tanto, sorprendernos el trato que de gobiernos, entidades bancarias, asociaciones empresariales y proveedores de telefonía móvil e internet, recibimos?

lunes, 30 de julio de 2012


“Aquellas personas que tienen una pasión que seguir y jamás se rinden en su persecución, son, indudablemente, las más auténticas y felices”.
Hugh Laurie

jueves, 26 de julio de 2012


“Dejemos que todo se derrumbe y, luego, veamos qué queda. Tal vez ésta sea la cuestión más interesante de todas: saber qué ocurriría si no quedará nada y si, aún así, sobreviviríamos”.
Paul Auster de su novela ‘EL PAÍS DE LAS ÚLTIMAS COSAS’

sábado, 21 de julio de 2012


SIGUE DURMIENDO (NO LEVANTES TU VOZ)
-homenaje a Neil Young-
Cientos de miles de cuerpos ausentes
paseando por calles ardientes,
ignorando la verdad que les acecha
-todas esas imágenes sucediéndose en mi cabeza
cuando empiezo a oír ruido
a volúmenes estratosféricos- y quiero gritar;
“no permitáis que os silencien,
no dejéis de cantar y
cantad vuestra propia canción cada noche”.
“El signo de los tiempos que corren”,
vocifera algún imbécil desdentado.
Yo le miro y le perdono;
“no eres más que otro subproducto,
no dejes de tener ganas de pensar”.
Más tarde evoco su recuerdo;
el suyo, el tuyo, …el mío.
Pienso en la sangre de los pueblos,
pienso en la última opción digna
-así me gusta conducir;
con un bolígrafo en la mano y
un cuaderno en el asiento de al lado-,
pienso en toda la Creación,
imagino un gran ‘Arca de Noé’
lleno de arañas y víboras –y nada más-.
Después oigo una triste y solitaria guitarra
acercándose en el anochecer de la humanidad.

viernes, 20 de julio de 2012


A LO MEJOR
        A veces pienso que a la gente le gusta reírse abiertamente de ti a la cara; tratarte como a un cretino por simple diversión. ¿Qué mierda de respuesta es ‘a lo mejor’?
    Tú preguntas, casi siempre esperanzado, ilusionado, …cuando menos expectativo y, pasivamente, te responden “a lo mejor”. ¡Como si esa fuera una respuesta concreta!
        A lo mejor me gustaría comprarme esa preciosa guitarra negra que he visto en un escaparate, y ponerme a tocar ‘Bleeding me’, de Metallica, una y otra vez llevando las gafas de sol puestas mientras llueve. O a lo mejor me da por comprarme una escopeta, o un fusil de asalto –mejor-, y liarme a tiros con media humanidad.
        A lo mejor, a lo mejor…

jueves, 19 de julio de 2012


LECCIONES ACERCA DE LA SOBERANÍA POPULAR II
¿En qué consiste exactamente un contrato verbal? Veamos. Un contrato, sea escrito o verbal, es un acuerdo de voluntades entre dos o más partes que se obligan mutuamente, en caso de un contrato bilateral, a cumplir lo previamente pactado en el mismo contrato. Queda claro, por lo tanto, que no hay diferencia entre un contrato verbal y uno escrito, más allá de la existencia o no de un papel, un simple papel.
Hay quien podría opinar que un proceso electoral, preludiado por una campaña política en la que se realizan una serie de promesas que, tal y como el aspirante a la elección a que se refieren manifiesta, serán satisfechas a cambio del voto mayoritario del colectivo de la ciudadanía –en el caso de unas elecciones estatales, por ejemplo-, establece lo que podríamos considerar un contrato verbal entre un político y el conjunto de la ciudadanía. Algo así como ‘si me votáis la mayor parte de vosotros, yo prometo solemnemente…’. Es más; al existir un programa electoral escrito –palabra clave-, el contrato adquiere una nueva dimensión; no sólo es verbal, aquí también comprende su dimensión más formal en los tiempos actuales –firma a parte-. Una y otra cualidades, lo convierten en una especie de ‘contrato consensual’ que, a través del depósito del voto individual en la urna y del recuento del total de los mismos, se convierte en lo que en derecho recibe el nombre de ‘contrato real’.
Y ¿qué pasa cuando un gobernante incumple dicho contrato, es decir, cuando contraviene sistemáticamente todas y cada una de las promesas –o lo que es lo mismo, cláusulas- que le valieron en su momento la elección popular –esto es, la firma del contrato? ¿Qué deberíamos haber hecho con José Luis Rodríguez Zapatero, qué podríamos hacer con Mariano Rajoy Brey?
Podríamos comenzar por denunciarles por incumplimiento contractual y, en base al mismo, despojarles de cualquier privilegio adquirido y acumulado, despedir a uno y reclamar al otro –por no haber sido cesado a tiempo- ‘daños y perjuicios’. En fin, ejercer esa supuesta ‘soberanía popular’ que, de vez en cuando, creemos poseer. Eso sí, para ello hacen falta dos cosas; un pueblo con ganas de ser soberano y un abogado con un par de… narices.

miércoles, 18 de julio de 2012


LECCIONES ACERCA DE LA SOBERANÍA POPULAR I
¡Aleluya hermanos! Estamos salvados. Y es que vivimos tiempos excepcionales no sólo por lo terminal de los mismos, sino también por la gran oportunidad que ante nosotros se presenta verbigracia precisamente, de la misma crudeza del momento.
Pero cada cosa a su tiempo, sigamos un cierto orden. Comencemos pues por presentar a éste que ahora les reclama una cierta atención, unos minutos de reflexión conjunta, a fin de que puedan hacerse una cierta idea de que tipo de persona se dirige a ustedes en este preciso instante. Treintañero, independizado, hipotecado, trabajador autónomo del sector servicios desde hace nueve años tras probar suerte en sectores tan dispares como la docencia, la hostelería o el mundo del marketing. Sin estudios certificados -esto es, sin diploma acreditativo de haber adquirido conocimiento alguno; lo que no quiere decir que no tenga la menor idea de lo que hablo, de la misma forma que no existe título que pueda asegurar fehacientemente que la sabiduría acompañe a su portador- pero aficionado a la observación e interpretación del mundo que nos rodea.
Dicho todo esto, y disculpándome por mi tendencia a la innecesaria divagación, permítanme hacerles participes de la siguiente…, llamémosla revelación, o descubrimiento si lo prefieren -quizá menos pretencioso- que recientemente he, precisamente, descubierto.
Estamos ante la mayor posibilidad de Soberanía Popular de toda la historia de la humanidad. Así, tal cual suena. Dicho de otra forma, estamos a un simple abrir de ojos de tener el poder absoluto sobre nuestros destinos, en lugar de seguir esperando sentados a ver qué les apetece hacer con nuestras vidas a gobiernos corruptos, entidades financieras deshumanizadas, multinacionales pseudo-anónimas  y demás corporaciones y grupos de presión y coacción.
Y cómo es esto, se preguntaran. Después de meditar calmadamente cual sería la forma más adecuada de exponer mis reflexiones, he llegado a la conclusión de que lo más coherente sería hacerlo a través de un ejemplo gráfico y personal. Así pues, supongamos que, como trabajador autónomo que soy, requiero renovar parte de mi material de trabajo cada cierto tiempo; mi furgoneta, por ejemplo. Supongamos que voy a la oficina de la entidad bancaria en la que tengo dos cuentas -una personal y otra para llevar al día todas mis cuentas con el fisco y las administraciones-, así como una hipoteca a cuarenta años por ciento treinta mil euros por la que actualmente pago unos quinientos y pico euros al mes, de los cuales amortizo en torno a ochenta y nueve euros en cada mensualidad. Una vez en la oficina me dirijo al director de la sucursal, le comento mi necesidad de cambiar el vehículo que utilizo para trabajar pues el que actualmente poseo comienza a tener unos gastos de mantenimiento elevados y da excesivos problemas. Le digo que necesitaría, a fin de adquirir una nueva furgoneta, unos doce mil euros. El director me contesta que, dada la actual situación económica vivida a nivel mundial, el banco no se encuentra en disposición de darme tal préstamo, pues no tiene seguridad alguna de que lo vaya a recuperar. Ante esto yo le digo lo siguiente: verá usted, la furgoneta la necesito para trabajar, ganar dinero, y seguir pagando algo más de quinientos euros al mes durante cuarenta años por una hipoteca de ciento treinta mil euros por la que terminaré pagando al banco en torno a doscientos mil euros. Si usted, o su banco, que para mí son lo mismo en estos momentos, no me dejan doce mil euros para comprar dicha furgoneta y así seguir ganando dinero que darle a su banco, que por cierto tampoco puede ofrecerme a mí ninguna seguridad de que no vaya a declararse en quiebra y dejarme en la estacada sin piso ni devolución de lo invertido, y no puedo ganar el dinero que necesito para hacer frente a los más de quinientos euros mensuales, de los cuales amortizo menos de noventa, que me cuesta su préstamo hipotecario, en unos meses serán ustedes quienes se comerán mi piso, y cuando se lo intenten vender a alguien no encontrarán comprador, pues la situación económica actual a nivel mundial no les permite arriesgarse a dejar dinero a nadie. En todo caso podrán dar con alguien que disponga del efectivo suficiente, pero claro, el piso ya no valdrá ciento treinta mil euros, ni mucho menos los doscientos mil que en un principio pretendían conseguir gracias a mí. Así que, volviendo al principio, ¿está usted seguro de que al banco no le interesa dejarme los doce mil euros que necesito para comprarme una furgoneta, trabajar como un idiota y seguir pagando?
Desde luego, el director de la sucursal bancaria de este supuesto, se echaría a reír; “mientras sólo tú te hayas dado cuenta de eso …”.
En fin, ¿qué pasaría si mañana un millón de personas nos diésemos cuenta de eso? Aleluya hermanos, ¡estamos salvados!

miércoles, 11 de julio de 2012


REVISIÓN AL ALZA DE LA ECONOMÍA NACIONAL
        Termino de hacer unos números en el cuaderno que siempre llevo conmigo a cualquier obra y me dirijo a la encargada del establecimiento cuyo presupuesto de mantenimiento me han solicitado. Le doy un precio.
-Serían X euros al mes –le digo- por la limpieza quincenal de las cristaleras, el aspirado semanal y el barrido y fregado diario.
Sus ojos se abren como platos.
-¿X euros? Un poco caro, ¿no? ¡Ah, claro! –sonríe con una mezcla de desprecio e ironía, como si acabase de descubrir que intento ‘timarla’ en secreto-, querrás cobrar el IVA.
Atónito. No consigo articular palabra. De haberlo hecho…; “pues la verdad, señora, es que yo no tengo el menor interés en cobrarle el IVA. Verá, es que no me queda otra; ¿acaso cree que me hace la menor gracia cobrar una cantidad de dinero que no me pertenece y custodiarla durante tres meses para, después de hacer unos cálculos, remitírsela a su legítimo dueño, el Gobierno del Estado Español, arriesgándome a haberme equivocado en alguna operación matemática y buscarme así un serio problema con ‘el Fisco’?”.
-Encima, ahora van y suben el IVA al 21 por ciento –ella sigue a lo suyo-.
La verdad –me digo a mi mismo- resulta curioso que el mismo ministro, el señor Montoro, que hace unos días defendía una ley de amnistía fiscal para quienes deseasen ‘blanquear’ los frutos de una economía sumergida durante años, a cambio de pagar sólo un 10 por ciento de ese ‘dinero negro’, suba ahora en tres puntos el Impuesto sobre el Valor Añadido porque “aquellos que deberían pagar más, no pagan”, en clara referencia a los usuarios del tan clásico y castizo ‘mejor sin factura’.

lunes, 9 de julio de 2012


“Nos alimentamos mal, vivimos vulgarmente y somos analfabetos; al respecto, confieso que no hago una gran distinción entre el analfabetismo de mis conciudadanos que no saben leer y el analfabetismo del que ha aprendido a leer sólo lo que resulta apropiado para niños e inteligencias débiles”.
Henry David Thoreau

martes, 3 de julio de 2012


La máquina comienza a trabajar,
escupes palabras;
dos, diez, …varios cientos de miles
de estúpidas palabras innecesarias.
‘Hay que escribir,
no te pueden olvidar’,
ya sabes; ¿qué harían sin ti?
Los días pasan, te dejas llevar;
‘hace dos noches conocí a alguien,
me hizo reír.
Después acabé sólo en casa,
llorando y escribiendo poemas;
poemas tristes, poemas rotos.
Poemas llenos de ruido;
la obligada consecuencia
del hecho de sentir y pensar’.

lunes, 2 de julio de 2012


¿EN QUÉ PIENSA UN QUINCEAÑERO QUE SE TOMA UN CAFÉ A SOLAS?
La máquina de café está caliente; después de quince minutos, está caliente. Acaba de calentarse, o de entrar en calor -según se prefiera confesar-, y ya es la chica más solicitada del bar de carretera.
Solo, doble con leche, cortadito…; veintitrés hombres se declaran y la solicitan a la vez.
El resto el día transcurre de una forma similar; silbemos y pidámosle lo que queramos. La máquina de café solo conoce un camino que empieza a hacer cada día a las 7 de la mañana religiosamente, aquel que está al frente. Cada vez más caliente.
. . .
Son las once de la noche; la mano del fiel esposo, el camarero, pulsa un botón, alguien ha cortado en seco la progresión.
La máquina de café duerme, descansa, se congela en medio de la soledad de la oscura noche.