EL NARRADOR (UN NUEVO COMIENZO)
Buscaba respuestas; eso es lo que solía
hacer, ser un buscador de respuestas. Con el tiempo las respuestas se parecen,
cada vez más a nuevas preguntas, ligeramente familiares, como un recuerdo del
pasado que aparece en la mente bajo un foco de color: azul, rojo, verde.
Inevitablemente terminé sintiéndome como un periodista de investigación debe
sentirse; me convertí en un buscador de preguntas: cuál es el motivo principal,
cual la razón última, por qué, a causa de qué, para qué, para qué... y, por
supuesto, el por qué escondido detrás de los porqué.
Obsesión. no puedo referirme a esa nueva
faceta de mi personalidad de otra forma. Me convertí en un hombre obsesionado
con la verdad detrás de la verdad que va más allá de la realidad; esto es, devine
en un loco completamente perdido, desorientado; un cajón de sastre lleno de
demasiadas cosas que nada tenían que ver entre sí, empeñado en tejer entre
todas ellas una red magistral de conexiones divinas y maquiavélicas.
La demencia puede tener muchas, muchísimas
caras; la extrema racionalidad es sólo una de ellas. La tapadera perfecta;
convertido en inquisidor, quién iba a pedirme cuentas.
Conseguí vivir así un par de años. Cada día
algo más próximo a un esquizofrénico que a un genio, cada día más asustado, más
cauto, con una coraza más gruesa. Hasta terminar aterrado, encerrado en mí
mismo, como un animal sentenciado a muerte que termina construyéndose todo un
universo particular en lo más oscuro de su madriguera: todo lo necesario para
aguantar hasta el fin está aquí.
Entonces llegó un día..., el místico punto
de inflexión de todo relato, en el que algo me hizo asomar el hocico al exterior.
La luz, esa luz tan intensa, tan pura, me deslumbró. Jamás hubiera pensado que
una luz tan bella pudiera existir de no haberla visto aquel día, de no haber
sido testigo de su esplendor, de toda la dulzura y calor que podía regalarme,
de la paz que era capaz de traerme. Tomé el bolígrafo y comencé a escribir.
Conforme las líneas avanzaban y las palabras se sucedían, recuerdo, pensé 'al
final, siempre que escribo gracias a ti, lo hago con optimismo y confianza en
el porvenir', Futuro, implacable, hermoso.
La luz, esa luz absoluta, consiguió
penetrar en mi corazón e infundirme su poder creador. Ya no había preguntas,
vanas, estúpidas, ni respuestas, completamente innecesarias; sólo existía el
relato, la narración perfecta. Recuerdo con precisión qué palabras utilicé para
comenzar aquellas líneas que cambiaron mi vida: buscaba respuestas.