sábado, 29 de noviembre de 2014

SUEÑOS
Pobres gentes dormidas
soñando que ocupan camas ajenas,
tocándose incluso
de cuando en cuando
con el pulso tembloroso
del primer beso robado;
cuerpos que abrazan otros cuerpos
rompiendo el vacío absoluto,
la eterna distancia
de la nocturna soledad.
     Escribía reseñas de estúpidas novelas predestinadas a convertirse en super-ventas, que nunca llegaba a leer del todo, para ganarse la vida. No era un gran trabajo, le obligaba a invertir demasiado tiempo en ojear un montón de atroces obras que terminaban levantándole dolor de cabeza, desde luego no era uno de los más populares en presentaciones y demás encuentros literarios, se creaba enemistades perpetuas a costa de su sinceridad. Tampoco estaba generosamente remunerado, aunque al menos ganaba lo suficiente para sostener su austero modo de vida y, de cuando en cuando, tenía la suerte de encontrarse con alguna grata sorpresa editorial; precisamente eso fue lo que pensó -vaya fortuna la mía, al fin algo realmente bueno- cuando cayó en sus manos aquella novelucha mal maquetada, que recordaba a aquellos nostálgicos libritos destartalados de tarde de domingo lluvioso que aún pueden encontrarse en cualquier mercadillo o librería de viejo. Después de dudar durante un rato, terminó dándole una oportunidad -aunque sólo sea porque me recuerda aquellas historias policiacas que leía mi abuela-, algo que, al cabo de cuatro horas de lectura apasionada y feroz como no lo había sido ninguna otra en años, celebró.
     Redactó una gran crítica, nada le había impresionado tanto desde 'Lo peor de todo', de Ray Loriga; ensalzó el estilo ágil y tremendamente visual, el vocabulario selecto e inconformista, el ritmo veloz y el sano humor ácido. Aún así, cuando puso el punto final a su escrito, no puedo evitar sentir una ligera tristeza: este libro, pensó, este genial libro no alcanzará el Olimpo; su tiempo pasó hace uno... o dos... siglos.

martes, 25 de noviembre de 2014

ESTAS MANOS
Éstas, son las manos
de un hombre que ha reído
y está llorando.
Con estas manos
he tocado,
he acariciado,
he manoseado,
he excitado,
he provocado,
he señalado,
he incitado,
he insultado,
he perdonado,
he implorado,
he distraído,
he jugado,
he buscado y hasta
he encontrado.
Estas torpes manos cansadas,
hábiles sólo de cuando en cuando,
no son ni mejores ni peores
que cualquier otro par de
manos grandes,
manos pequeñas,
manos suaves,
manos ásperas,
manos ligeras,
manos lentas o
manos inquietas, y
sin embargo,
no puedo evitar pensarlo:
prefiero estas manos;
para mí
sí son las mejores.
Estas manos capaces
de poesía y teatro,
de beso y tortazo,
de dulce y salado,
de destello y ocaso;
estas viejas manos gastadas,
capaces de hacer reír,
empeñadas en llorar.

domingo, 23 de noviembre de 2014

"Por un instante una frase intentó adquirir forma; mis labios se entreabrieron esforzándose como los de un mudo, como si en ellos hubiera más violencia que la de una ráfaga huracanada. Pero no exhalaron el menor sonido y lo que estuve a punto de decir se perdió para siempre".
F. Scott Fitzgerald de su novela 'EL GRAN GATSBY'(1925)

viernes, 21 de noviembre de 2014

"Ninguna cabra estará a salvo de un asalto criminal (ni siquiera en Sábado) cuando haya un cabrón merodeando a cuatro metros a sotavento de ella y lo único que les separe sea una valla de cinco metros".
Mark Twain de su obra 'CARTAS DESDE LA TIERRA' (1909)

jueves, 20 de noviembre de 2014

"Una novela no es una confesión del autor, sino una investigación sobre lo que es la vida humana dentro de la trampa en que se ha convertido el mundo".
Milan Kundera de su obra 'LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER' (1984)

martes, 18 de noviembre de 2014

LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER
     Para empezar, abrir el cuaderno -eso aún sé cómo hacerlo-, tomar un bolígrafo entre pulgar e índice -también- apoyándolo en el corazón -¿dedo?, sí- y comenzar, sin más, a verter todo el contenido acumulado -esto ya... no sé-. Hay fases, etapas que todo escritor atraviesa, dicen todos los escritores cuando no saben qué hacer pero sí cómo; a veces toca cruzar el desierto. Correcto, pero qué pasa cuando uno no sabe ni qué ni cómo, cuando uno no tiene ni idea de por dónde debería comenzar.
     El mundo está lleno de buenos tipos rezando por atreverse a hacer algo, al menos, una vez en la vida; por desgracia también hay unos cuantos hijos de puta que nunca dudan a la hora de poner en práctica toda su maldad. Ese es el problema: un hombre bueno callado no sirve para nada, es sólo parte de la decoración; es más, un hombre quieto, sistemáticamente inmóvil ante la injusticia, la maldad, cualquier agravio o la sinrazón, no puede ser un hombre bueno.
     ¿De qué me sirven todas estas ideas pululando por mi cabeza, incapaces de encontrar la puerta de salida al mundo exterior?
     Ayer un tipo de mi edad se suicidó al caer la noche; al parecer se sentó delante de un giradiscos en el que había puesto un single de 'The man who sold the world', de David Bowie, con una botella de Jack Daniel's y tres docenas de barbitúricos. Nadie sabía que tuviera problemas; ni su novia, con la que vivía, ni sus padres ni su hermano, al  que supuestamente estaba muy unido. Nadie, aunque todo hace pensar que habría sido aconsejable escarbar un poco más. El muchacho, sencillamente no pudo más -con lo que fuese- y decidió poner punto y final -de vez en cuando todos necesitamos poner fin a algo, desde una novela hasta la propia vida-, había tenido suficiente.
     Y yo... cómo gestionar todas estas cosas que tengo por dentro, qué hacer con mis propias posibilidades. Kundera me diría que si sigo en este plan, contemplando todas las opciones, me voy a poner insoportable. Ahora mismo todo lo que me apetece es abrir otra botella de vino y abrazarme a ella; cómo suena esto visto desde fuera. Opciones...

viernes, 14 de noviembre de 2014

     José su nombre; nacido cuarenta y nueve años atrás, en un pueblecito orensano próximo a la frontera con Portugal -esto fue por sí mismo una desventaja, pues nunca habló castellano o portugués, ni si quiera una suerte de gallego de interior, sino un dialecto libre nacido del encuentro de las tres lenguas que, por desgracia, nadie fuera de aquel lugar terminaba de entender del todo-.
     Pronto empezó a demostrar gran destreza con el manejo de gubia, segueta y garlopa, revelándose como un artesano de la madera, un ebanista meticuloso, detallista y delicado. Comenzaron a llegarle encargos y, con veinte recién cumplidos, partió a Santander; allí un gran taller de carpintería le dio trabajo durante un cuarto de siglo, hasta que la debacle económica general, la mala gestión de los herederos del negocio, los muchos clientes desaparecidos y transmutados en morosos escurridizos..., cualquiera de las miles de razones posibles, hicieron que el taller quebrase.
     José se vio en la calle con casi cuarenta y seis años, después de una vida dedicada a la ebanistería a cambio de un sueldo digno pero insuficiente como generador de ahorros, lejos de su añorado pueblecito gallego y solo -ni mujer ni hijos ni novia ni amigos reales porque "el gallego habla raro, no hay quien le entienda"-. Un par de meses después de verse en el paro sufrió un 'leve' infarto cerebral que paralizó su labio inferior; a su peculiar acento y original vocabulario, se unía ahora la dificultad para vocalizar correctamente; el vacío a su alrededor se abría paso. Al cabo de un año José se hizo a la idea de que con aquella incapacidad para hacerse entender, no volvería a encontrar trabajo; comenzó a tallar pequeñas piezas, cajitas decorativas, figuras y marcos de foto que vendía en la calle. Su taller, su tienda, su hogar.
     Siempre que me lo encontraba le ofrecía algo de trabajo, más una ayuda que una tarea concreta, él aceptaba siempre sonriendo a cambio de un café caliente o unas piezas de fruta; después seguí con su labor. Recuerdo que en cierta ocasión me dijo: "de alguna forma tengo que pagar el alquiler y la calefacción".
     El invierno es duro, todo aquel que haya pasado una temporada en la calle lo sabe, muy duro. Hacía dos o tres semanas que no le veía por ninguna de sus esquinas habituales, el mismo tiempo que un gélido frente invernal llevaba instalado en nuestra ciudad. A veces las frases hechas suenan francamente mal. La noticia me cayó como un jarro de agua helada -no por ser algo predecible se hace uno mejor a la idea antes de la constatación del hecho consumado-; a José se le acabó el dinero, de tener un techo y cuatro paredes delimitando un cuartucho abuhardillado frío, pasó a verse en medio de la calle con una tormenta de nieve amenazando en la oscura distancia nocturna. Encontraron su cuerpo inerte dos barrenderos municipales un martes de madrugada -el trabajo sucio siempre es para los mismo y siempre antes de que salga el sol-, apretujado entre unas mantas desgastadas y medio rotas, en un céntrico portal. El Ayuntamiento se hizo cargo de su 'funeral', nadie acudió, a excepción del funcionario encargado de recoger sus cenizas y sellar el parte de defunción. Intenté en vano localizarle -al funcionario- y hacerme con sus volátiles restos; llevarlos a Orense y esparcirlos al viento, qué menos podía hacer por él, ahora que... ahora que ya nada tenía remedio.

martes, 11 de noviembre de 2014

     Fue tan fácil como acercarse a la ventana, subirse al viejo taburete que llevaba toda la vida allí, detrás del sofá, y saltar a la calle cerrando los ojos, mientras pensaba "tres, dos, uno... no me voy a enterar... tres, dos, uno... no me voy a enterar". Cuando al fin volvió a abrir los ojos, pudo ver su cuerpo tendido en medio de la carretera, un charco de sangre y varias personas a su alrededor; llevaba más de media hora muerto, no se había enterado de nada.

sábado, 8 de noviembre de 2014

     ¿Escribir por escribir? No, no es eso..., se trata más bien de la necesidad; hace años que es así, una simple cuestión de registro y archivo, necesario, sí, pero también maniático, compulsivo, metódico, frío.
     También había algo de eso al principio, pero con mucho más corazón; mis necesidades surgían más de mis pasiones que de mi cabeza, la tinta me brotaba entonces de las venas y no era una simple manifestación de alguna afección subcutánea mal curada.
     ¿Y hoy? Sencillamente soy un enfermo, un adicto incapaz de vivir sin un bolígrafo en la mano -o, en su defecto, a mano-, necesito... escribir a diario a fin de mantener un equilibrio mental que haga posible la convivencia a mi lado; derramar palabras sobre el papel se asemeja bastante, para mí, al simple acto de respirar: imposible vivir sin practicarlo a menudo. Al final resulta que ya ni pienso, sólo escribo.
     Y aún así, muchas -demasiadas- veces... le sacas punta al bolígrafo porque sí, esperando conseguir algún que otro logro; aunque sea uno de esos que no te llevan a ninguna parte pero te hacen sonreír, y, después de... tres horas a punto para nada, caes en la cuenta de que todo lo que tienes es una triste sensación vacía apoderándose de ti. Aún así, continúas respirando.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

     Jueves..., ayer fue martes, mañana será jueves, así que hoy... pero no, no es el tiempo lo que importa, ni el lugar; tampoco importan mucho ninguna de las coordenadas con las que los hombres solemos trabajar: por aquel entonces yo aún estaba vivo, los continentes eran uno y todos los mares y océanos lo rodeaban constantemente, como una legión extranjera asediando el castillo propio. Por aquel entonces... pero no, tampoco fue en aquellos días de luz infinita cuando comenzó esta... llamémosla maldición o, si así lo preferís, bendición; lo mismo da tomar una moneda por su cara o por su cruz, su valor sigue siendo el mismo: cero absoluto.
     En aquellos días o noches, oscuros, o puede que simplemente con los ojos cerrados, el sudor estaba siempre presente, mezclándose en bocas ajenas con salivas rancias, recorriendo torsos desnudos de cuerpos extraños, confundiéndose con lágrimas gélidas en último pase antes del comienzo de la sesión dominical. Había un lugar... pero ya he dicho que no era una cuestión de emplazamiento, ni de fecha o situación. No; lo importante, lo verdadera y exclusivamente importante, es que era real, y no un sueño dipsomaniaco, febril y traicionero. Aquel reducto de la consciencia -o de la inconsciencia misma, demente y sutil- lo era todo para aquellos chicos, cansados hasta el hastío del vano transcurrir de los días ordinarios.

lunes, 3 de noviembre de 2014

MALENA Y JUAN -Y LUIS-
     Follaban en El Corte Inglés. No en medio de cualquier pasillo, ni en los cambiadores de la sección de moda femenina o en los aseos de la planta joven; no, lo hacían en una zona apartada del almacén, llena de cajas, cerca de los estantes donde se apilaban las últimas novedades del inagotable genio literario. En rigor, aquello no era El Corte Inglés, sino un simple almacén; pero al Corte Inglés pertenecía, así que, repito, follaban en El Corte Inglés.
     He de aclarar que lo que Malena -ese era su nombre, creo recordar- y Juan hacían era follar, y no hacer el amor; el amor lo hacían, Malena con Luis, su marido, y Juan con cualquiera de las muchas 'amigas' solteras que siempre tenía. Entre ellos no había amor, pasión sí, e incluso algo de... atracción, pero, decididamente, amor no; de hecho, parte de esa atracción radicaba en cierta clase de odio o repugnancia mutua que ambos se profesaban. Lo suyo era sucio, grotesco, animal y decadente sexo; nada de amor.
     Malena y Juan llevaban exactamente cuatro años follando en EL Corte Inglés, dos veces por semana, los martes y los viernes, cuando un supervisor les cazó por casualidad y los despidió; "la crisis, ya sabes -dijo Malena a su esposo, Luis-, reducción de plantilla", y Luis maldijo al Corte Inglés.
     Antes de un mes, la fuerza de la costumbre obligó a Malena y Juan a retomar los viejos hábitos no olvidados ni superados; cada viernes, al principio, a diario poco después, se encontraban en casa de ella para follar como bestias durante hora y media. Ya no había almacén, sino cama matrimonial y baño compartido, un reloj en la mesilla de noche y un horario al que ceñirse.
     Y pasó lo que suele suceder en estos casos; al cabo de varios meses Luis tuvo un mal día en el trabajo y decidió salir antes para correr al cálido refugio del hogar; el mismo día Malena y Juan tuvieron un calentón ligeramente mayor de lo habitual y su hora y media se acercó a las dos horas. El resto es pura lógica: Luis grita, Malena grita, Juan salta, después grita, Luis amenaza, Malena llora, implora, Juan vuelve a saltar, Luis alza un puño, Juan se arrodilla, Malena se arrastra hacia el baño, Luis grita, Juan solloza, Luis agarra un jarrón de encima del tocador, Juan implora, Luis descarga el jarrón con todas sus fuerzas, Juan se desploma con la cabeza ensangrentada, una alfombra blanca queda manchada para siempre, Malena reaparece con unas tijeras en la mano, Luis se gira, Malena ataca, Luis se desploma con unas tijeras clavadas en su ojo derecho, la alfombra aún más manchada, Malena cae de rodillas y llora desconsolada, amarga e histéricamente.

domingo, 2 de noviembre de 2014

"¿De eso se trata, entonces?, ¿de soportar lo que no puedes soportar?, ¿de aprender la lección del melodrama y poner la retórica de la pasión en el lugar que le corresponde? Yo diría que la palabra 'insoportable' es por definición una falacia. A menos que uno se pegue un tiro inmediatamente después de emplearla".
Glen Duncan de su novela 'EL ÚLTIMO HOMBRE LOBO' (2012)