Es bueno ser rey,
aunque sólo sea por
un día;
sentirse el amo del
mundo,
tener licencia para
hablar y
hacer callar a la
nación entera
obligándole a
prestarte atención,
conjugar cualquier
forma verbal
sin tener que pedir
perdón,
ser el elegido
entre millones de
hombres
que podrían merecerlo
más que tú.
Que se lo digan a
Elvis
después de echarle el
guante,
sin compasión alguna,
a un par de canciones
ajenas y,
con su media sonrisa
reluciente,
convertirlas en himnos
imperecederos.
Sí, es bueno ser rey;
saber que no hay tumba
tan profunda
como para enterrar definitivamente
el eco de tu voz,
conocer los secretos
ocultos
con los que otros ni
se atreven a soñar,
tener el mundo entero
en tus manos,
…poder contemplarlo y
sonreír.
¡Pero qué bueno es
ser rey!