DIARIO
DE UN LIMPIADOR PROFESIONAL:
ACERCA
DEL LÓGICO DEVENIR DE LA ASUNCIÓN DE UN ROL
Después de algo más de diez años
dedicándome a limpiar la porquería de los demás, a recoger y gestionar sus
desperdicios, algunos de mis clientes han terminado por verme como a una suerte
de cubo de basura andante; me gritan, engañan, desprecian y menosprecian,
dejando patente la opinión que mi 'sucia' actividad les merece. Da lo mismo que
gracias a mi ellos queden libres de tener que vérselas con su propia mierda,
para ellos yo no soy otra cosa que un gran contenedor de residuos, execrable y
maloliente, un buen destino para cualquier flema expulsada a gran velocidad. De
no ser también necesario, imagino que más de uno disfrutaría golpeándome hasta
verme caer al suelo para después patearme hasta la muerte.
Me pregunto dónde está mi espíritu
combativo, dónde diablos se han quedado mis ganas de plantar cara frente a lo
irracional y reescribir los malos guiones que jamás debieron ser dados de paso.
Cualquiera diría que me he convertido en uno de esos patéticos personajes de
las novelas de Toole o Bukowski, carentes de personalidad o afecto hacia sí
mismos; Salavin a punto de partir. Antes yo no solía ser tan sumiso, tan
apaático como si por mis venas no corriese sangre caliente y gitana, ...no; no
permitía que nada me tumbase, que nadie me pisase -ni tan siquiera que lo
intentase- y hoy, en cambio... aquí me tenéis, en el suelo y sonriendo, sin
reaccionar ante la hipocresía y el despotismo, dejándome llevar por esta cruel
marea.
Hace años, recuerdo, heredé un viejo
ejemplar de 'Juan Salvador Gaviota' en el que un buen día mi padre, pervirtiendo
las honorables palabras de Richard Bach, plasmó sus impresiones acerca del
vacío y la soledad que experimentan aquellos que, erigidos en pioneros
exploradores, en él se adentran. Sentimiento de identidad; acuden a mi cabeza
cuestiones eternas, ¿la historia se repite? ¿Estamos condenados a ello?
Quizá se trate de eso; siempre habrá
clientela para las prostitutas del capitalismo, la mayoría misóginos, rizando
el rizo. Y, al fin y al cabo, eso es lo que soy hoy, un alma vendida al enemigo
por un puñado de sucios billetes con los que poder seguir girando en esta
maldita rueda en que el 'hombre' ha conseguido convertir a la sociedad de
nuestro tiempo.
Por el momento, se despide éste, otrora
luchador y transgresor hombre, hoy simple deshecho humano, un despojo capaz
-supongo- de cualquier aberración imaginable por unos céntimos más, la
vergüenza máxima para aquel que fui. Con la vaga esperanza de, al menos,
resultar de alguna utilidad para los que vengan detrás; sírvales de ejemplo y
advertencia: como de la vida, de este juego uno sólo sale cuando ha tocado el
suelo.