miércoles, 30 de septiembre de 2015

     -Escribes -me dijo con serenidad y, doce segundos más tarde, añadió-; ¿por qué?

Besos perdidos,
balazos de sangre;
vienen y van, a veces
se dejan tocar.
Piensas que podrías
retenerlos, robarlos...
pero libres son,
no tuvieron comienzo y
no temen su fin;
vagarán por siempre
entre manos nerviosas
regalando de cuando en cuando
algo de fe
con la que seguir caminando.

     -Escribo -respondí finalmente- porque no soportaría dejar escapar ni una sola idea sin intentar alcanzar, con ella, la inmortalidad.

martes, 22 de septiembre de 2015

LOS PROPIOS DIOSES
     Permítanme que les induzca a la reflexión. La percepción que tienen de mí, aquello que opinan sobre toda mi vida, viene dado por aquello que deducen de unos pocos detalles; muy pocos de hecho, podríamos decir que todo lo que piensan de mí, se debe a cuatro detalles.
Yo soy escritor. Decir esto es lo mismo que decir que soy el señor Lozano: cierto pero impreciso; puede que, incluso, innecesario e irrelevante. Soy escritor, sí, pero no es de eso de lo que vivo. No, lo que lleva comida a mi mesa y pone un techo sobre mi cabeza no es escribir, sino limpiar cristales. Dicho esto, éste podría ser el más revelador escrito que van a leer en toda su vida (he aquí el primer 'detalle' que van a utilizar para definirme como engreído, aún cuando puede que terminen dándome la razón).
     Continuemos. Yo podría decirles ahora mismo, que acabo de cruzarme con un hombre oriental trajeado mientras yo cargaba un cubo lleno de agua y útiles de limpieza y una pesada escalera articulada, que estoy hasta los cojones de ver chinos empresarios  exentos de impuestos pasearse por mi ciudad luciendo sus trajes baratos y sus cigarrillos americanos. Entonces ustedes me tomarían por racista, dando por sentado que esto mismo lo pienso a menudo y no sólo hoy, que estoy cansado y enfadado por culpa del mismo cansancio. Si además dijese que cualquier día la emprendo a puñetazos con cualquiera de esos maniquís, ustedes no pensarán que temo sucumbir algún día a mi estrés, sino que soy un tipo violento que lleva a cabo diariamente un arduo ejercicio de auto-control para reprimir sus sanguinarios instintos.
     Así somos, los hombres. Así son ustedes; no se engañen, así son todos ustedes: resumimos meses de investigaciones sumariales en una opinión nacida de la lectura de un par de periódicos, entronamos y pisoteamos a figuras del cine o el deporte por una sonrisa o un mal gesto, condenamos y perdonamos la vida por una simple palabra. Una simple palabra. Nuestra visceralidad ocasional -y claramente irrealizable- convertida en prueba culpable ante el jurado popular. Veredicto unánime sin atención a los atenuantes o al interlineado. El hombre del siglo veintiuno es así, conoce las intenciones del prójimo mejor que las propias, distingue el bien del mal sin posibilidad de duda, ve mucho más allá de tus intenciones futuras, trabaja con variables imposibles; termina por convertirse en su propio dios, capaz de juzgar a cualquiera que, hace tan sólo dos minutos, se atreviera a llamarse "su igual".

viernes, 18 de septiembre de 2015

LA IMPRESORA NO FUNCIONA
     Apagar. Encender. Repetir la operación. Dos, tres veces. Apagar. Encender. Veinte veces más. En ocasiones la tinta se queda seca dentro de los cartuchos. Tinta estéril, improductiva, yerma, inútil. Apagar. Encender. Repetir la operación. Doscientas veces. Si todo falla, llamar al técnico. Si el técnico falla, a la mierda, y compras una nueva.
     Hay que darle vida a la maquinaria, ya se sabe: apagar, encender, repetir la operación. Tres veces por semana no siempre es mejor que dos, pero sí que es más.

domingo, 13 de septiembre de 2015

"El escritor no termina nunca su libro".
Francisco Umbral de su obra 'MORTAL Y ROSA' (1975)

lunes, 7 de septiembre de 2015

LO QUE YO SIENTO POR TI
Lo que yo siento por ti
no cabe en este papel,
no puede ser escrito ni descrito
-no hay palabras en el diccionario-,
no es cuestión de inventos del hombre.
Lo que yo siento por ti
trae luz a mi despertar,
calor a mi invierno perpetuo,
descanso a mi dolorida cabeza,
paz a mis manos inquietas.
Lo que yo siento por ti
es agua, a veces fuego,
es caricia y es beso;
lo que yo siento por ti
es todo lo que quiero.

viernes, 4 de septiembre de 2015

     Jacob sentado, más bien desplomado, frente a una montaña de escritos magistrales firmados por un tal Israel Lozano, su nombre en otro tiempo, mucho antes de que el personaje se revelase mucho más fuerte y capaz que la persona.
     Así empieza el final, así acaban todas las embarcaciones flotadas antes de su bautismo.
     Por aquel entonces nadie le consideraba un escritor de verdad, ni tan siquiera él mismo. Escupía palabras por necesidad, eso era todo; palabras que articulaban novelas, poemas, ensayos y cuentos. En cierta ocasión llegó a promulgar una nueva Constitución para el estado independiente de Ilustria.
     Supongo que terminaré muriéndome sin tener claro si he conseguido ser escritor. Pero ese no es el momento actual, el presente seleccionado para la ocasión.
     Jacob escoge una hoja del montón, un breve relato titulado 'La vida secreta de Jacobus Stolz'; intenta recordar, nada. Lee con atención, se maravilla, se emociona, siente que una lágrima se asoma a su ojo derecho. Toma otro papel, un poema; lee, sonríe. Uno más, esta vez es parte de lo que debe de ser una novela, la página ciento quince, lee: "después de todo, aquella colección de hermosas palabras que tantas caricias le habían regalado, terminó por marcharse, dejándole sólo con un recuerdo maldito condenado a repetirse de las más diversas formas, eternamente". Un escalofrío recorre su espalda, suelta el folio.
     Tres minutos, o puede que diez horas, no está claro. Jacob llora, por más que lo intente no consigue reconocerse como autor de todas esas palabras, como creador de tan distintos universos. Duda de sí mismo, de su memoria, del rostro que cree recordar llevar puesto desde esta mañana, del nombre con que se ha despertado, de la capacidad de estas manos que ahora escupen estos trazos de tinta llamados a ser, quizá, algo.