lunes, 25 de marzo de 2013


VIAJE EN TREN (PARTE 2)
     Gente comiendo mecánicamente, engullendo bocadillos de jamón y queso, sándwiches mixtos, patatas fritas, frutos secos y chocolatinas, clavándose una cerveza enlatada en dos largos tragos.
     Treinta y seis asientos por vagón, olor a chorizo rancio y a calcetín sudado; alguien se ha descalzado. Diez novelas de misterio, una biografía de un periodista fracasado y un par de libros de texto de dos aspirantes a psiquiatra. Periódicos, veinte; El País, El Mundo, un ABC, el MArca y La RAzón. Teléfonos móviles consumiendo su batería en juegos 'on line', dos ordenadores portátiles; uno reproduciendo una película de Will Smith, el otro cerrando la contabilidad trimestral de un pequeño empresario.
     Una pareja dormida, cabeza contar cabeza o cabeza junto a cabeza, dedos entrelazados. Un anciano silbando justo detrás de un par de amantes que se besan con pasión; una muchacha llorando emocionada mientras lee algo que algún pasajero anterior ha escrito en el respaldo del asiento de delante de ella.
     Había un anuncio..., yo era pequeño, decía: "Renfe, tu tren de vida".

"La contundencia no entiende de extensión".
Israel Lozano Ortega

miércoles, 20 de marzo de 2013


HOMENAJE A DAVID LYNCH
     El hombre ¿nace o, entre todos, lo hacen? Un asesino, por ejemplo, hay quien dice que es víctima de su entorno y otros, en cambio, dirán que algo fallaba en su cerebro, o que era un cerdo sin escrúpulos desde el mismo día en que nació.
     Un escritor, ¿nace con su don o lo persigue infatigablemente durante toda su vida? Es cierto, de todo habrá. Pero, ¿qué tiene más valor, un tipo que explota sus habilidades al máximo, o aquel que exprime sus posibilidades hasta reventar? ¿Es más reprobable el tirano genético, o el otrora bienhechor reconvertido en poderoso déspota?
     ¿Quienes son más culpables, los que la cagaron o los que no tiramos de la cadena?

lunes, 18 de marzo de 2013


Un hombre, hay quien dice,
es sólo eso, un hombre, y razón
no le faltará, en parte;
un hombre, claro está, es un 'hombre'
pero no 'sólo'.

Pongámosme a mí por ejemplo;
ahora mismo podría estar a punto
de redactar una declaración de principios,
o de, sencillamente, presentarme ante usted
para comenzar a despotricar acerca
de cualquier tontería que hace unas horas
haya puesto a bullir mi masa encefálica.

(Así soy yo, un hombre indignado
  y no un hombre sin más).

Podría, en este preciso instante,
encontrarme urdiendo algún magistral plan
con el que derrocar un gobierno,
hacer saltar por los aires
la sede del Banco Central Europeo
un domingo cualquiera, o simplemente
levantar a un pueblo entero
en invencible son de paz.

Un hombre puede ser eso,
y no sólo un hombre y hada más;
escultor de palabras que atraigan ideas,
jardinero de colores que dibujen sonrisas,
arquitecto de caricias y movimientos,
poeta de contagiosas miradas emocionadas,
pintor de realidades diferentes, quizá más bellas.
Un hombre, también puede ser
tirano, cobarde, traidor, mentiroso y mezquino,
incitador de odios y gestor del miedo.

Un hombre puede ser aquello que él quiera,
blanco o negro, todo o nada,
uno o todos ¡lo que prefiráis! pero,
no me digáis que un hombre es sólo eso,
un hombre, y que no hay más.

domingo, 17 de marzo de 2013


BIENVENIDOS A LA HALOPECIA
     Hacerse viejo no consiste en quedarse calvo poco a poco -tampoco de golpe, por supuesto-, ni en que el resto del mundo perciba que tu carácter se va agriando o que cada vez te cueste más acabar un partidillo de fútbol con tus amiguetes sin tener ganas de vomitar hasta la primera papilla; no, hacerse viejo quiere decir que, al fin, empieza a importante exactamente una mierda la opinión, el clásico 'qué dirán', de toda esa panda de idiotas que de vez en cuando hacen acto de presencia en tu vida para amargártela poniendo a prueba tu paciencia.
     Por ejemplo, el otro día una señora de unos cuarenta años me envía su currículum para solicitar un puesto de trabajo en mi pequeña empresa. Entre otras muchas aptitudes, la mujer en cuestión, reseña su, y cito textualmente, "experiencia en la elaboración de pinchos y desayunos". Y claro, yo, que empiezo a ser un viejo con mala leche -la misma que siempre he tenido-, me pregunto qué querrá decirme con semejante declaración; ¿acaso trabaja la porcelana hasta crear una taza en la que servir café, o más bien se refiere a que viaja hasta Colombia una vez al mes para recolectar el grano con el que más tarde preparar, ya en España, un delicioso 'expreso'? De hecho, y teniendo en cuenta todos los datos que me proporciona, bien podría pensar que se trata de ambos casos, ¿no?

jueves, 14 de marzo de 2013


     Llevaba toda la mañana pensando en salir a correr; fuera llovía copiosamente, a ratos incluso nevaba, pero eso me daba igual. Necesitaba salir a correr; así que me enfundé mi par de viejas zapatillas y eché a trotar entre gélidos charcos y un tumulto de paraguas 'asesinos'.
     Cuando corro, todas mis emociones se disparan; rezo en voz alta, grito que 'soy libre' al tiempo que extiendo mis brazos e intento despegar los pies del suelo y salir volando, río, lloro. En esta ocasión no ha sido distinto; así que, imagino que pensarían los testigos de mi carrera, ahí va otro loco corriendo bajo una lluvia que se confunde con su propio sudor. Y para colmo me da por ir sonriendo...
     Lo sé, lo sé; nunca he sido un tipo muy normal, pero ¿quién quiere serlo? Además, soy Lozano, y así se hacen las cosas en mi familia.

domingo, 10 de marzo de 2013


RECORDANDO A FRANCISCO ORTEGA RODRÍGUEZ
     Entonces le pedí que me sorprendiese con algún ácido comentario, con una frase genial que le ayudase a vislumbrar un nuevo camino o, qué curioso, con un estúpido chiste más que trillado.
     -Este vino que me has regalado -me dijo- no está nada mal, pero, sinceramente, tiene algo de 'gusto'.
     -¿Gusto? -le pregunté sin tener ni idea de a qué se refería-.
     -Sí, gusto; este vino tiene gusto a... poco.

sábado, 9 de marzo de 2013


ACERCA DE LOS ACTOS DE FE
     Cada día, un hombre medio realiza en torno a quince o veinte actos de fe. Lo hace desde el mismísimo momento en que se levanta.
     Acepta que el certificado de autenticidad de las bayas de Goji que come, realmente garantiza que proceden del Tíbet, confía en que su café, tal y como reza en la etiqueta, proviene de Colombia y ni se le pasa por la cabeza dudar que el gel con el que se duchan él y toda su familia a diario, es apto para todo tipo de pieles y no ha sido testado en animales. Consume vino de Rioja con denominación de origen controlada por un consejo regulador y disfruta de un entrecot de deliciosa ternera asturiana -también con sello de autenticidad-.
     Lee periódicos en los que escriben periodistas que aseguran la veracidad de sus artículos, los mismos que aparecen en los noticiarios televisivos que ve y en los radiofónicos que oye.
     Ya en la distancia corta, confía en sus amigos que dicen estimarle y le juran que jamás harían nada que le perjudicase -incluso cuando esto conlleve un mal para ellos mismos-; acostumbra a creer a su pareja cuando le asegura que es la persona más importante del mundo para ella y nunca cuestiona la sinceridad desinteresada de los abrazos de sus hijos.
     Ese mismo hombre, que confía en corporaciones, empresas certificadoras y controladores de empresas certificadoras, mecanismos privados y personas individuales -y por lo tanto, también movidos por intereses privados, los suyos-, se planta frente a la iglesia de su barrio y se dice a sí mismo: "no sé; la verdad es que jamás he visto nada que me pueda demostrar empíricamente la existencia de Dios, y eso de hacer, como dice el cura, un acto de fe... Me parece que voy a decidir no creer".

viernes, 8 de marzo de 2013


     Qué guapos sois todos; con vuestros teléfonos móviles de ultimísima generación, con vuestros peinados vintage y vuestras gafas de sol de temporada, con vuestros todoterrenos de lujo, con vuestros vestidos de fiesta 'made in Vietnam' y vuestras zapatillas de atletismo especialmente diseñadas para ir a la compra, al Carrefour.
     Hay que ver qué guapos sois. Al final, va a resultar que mi amigo Chema tiene razón; os parecéis tanto a los Eloi de Wells... ¡Pero qué guapos sois, joder!

"Antes de diagnosticarte a ti mismo depresión o baja autoestima, asegúrate de no estar, de hecho, simplemente rodeado de imbéciles".
Sigmund Freud

jueves, 7 de marzo de 2013


     Mis necesidades de inmortalidad me exceden, superan mis posibilidades -e incluso mis deseos-; aún no he conseguido acostumbrarme del todo a las maneras de ese pequeño genio que albergo en lo más profundo de mi ser. De hecho, creo que jamás llegaré a aceptarle del todo.
     Tan solo espero ser capaz de seguir su estela sin quedarme demasiado rezagado y obligarle así, a detenerse y esperar por mí.

martes, 5 de marzo de 2013


DIARIO DE UN ALCOHÓLICO
        Acepté aquel trabajo sin pensármelo. Tenía que madrugar bastante, pero, por otra parte, eso me permitía ser todo lo chapucero que me viniese en gana; al fin y al cabo, jamás pasaba nadie tan pronto por aquel portal como para darse cuenta de que en realidad no hacía más que tocarme las narices, leer el periódico y echarle la culpa de la suciedad, siempre, al ‘pedazo de cabrito’ del reparto y las sucísimas ruedas de goma, en proceso de desintegración, de su carrito.
        A las doce del mediodía estaba fuera. Nada más salir del portal, a dos metros, había una cafetería de lo más ‘chic’ en la que servían un rioja bien bueno por sólo un euro; solía tomarme tres antes de que diese la una de la tarde. Entonces me dirigía a casa; por el camino paraba a tomarme unas cuantas copas más de vino, a veces incluso un par de botellas enteras. Para cuando llegaba el alcohol ya había comenzado a hacer su trabajo y no tenía mucha hambre, así que me preparaba algo –generalmente un sándwich o una ensalada-, me sentaba en mi sillón y me ponía a leer. Me pasaba así la tarde entera, leyendo y bebiendo; Dostoyevski con cerveza, Hemingway con vino tinto, blanco de Rueda para Flaubert y Vian, escocés con Bukowski, Dos Passos y licor café. A eso de las doce de la noche solía despertarme, recogía todo el estropicio y me dejaba caer encima del colchón –rara vez debí de meterme bajo las sábanas-, dormía durante las tres o cuatro horas siguientes, hasta que sonaba el despertador y todo volvía a empezar.
        Vaya, cómo me gustaba aquel trabajo…

“Nos creábamos necesidades inútiles y ficticias de las que nos costaba prescindir. Había que reaccionar antes de caer en la trampa”.
Jean-Michel Guenassia de su novela ‘EL CLUB DE LOS OPTIMISTAS INCORREGIBLES’ (2009)

viernes, 1 de marzo de 2013


        Yo debo de ser lo que comúnmente se conoce como ‘cortito’. Lo digo porque no termino de entender ciertas cosas que despiertan en mi interior determinados sentimientos –de mal leche, principalmente-, algo que, a juzgar por la ausencia de las habituales reacciones lógicas aparejadas a éstos, en la mayoría de mis conciudadanos, sólo me sucede a mí. Imagino que la tranquilidad de mis vecinos se debe a que ellos entienden aquello que yo soy incapaz de comprender.
        Por ejemplo, el Excelentísimo Ayuntamiento de Oviedo, que lleva varios años incrementando la cantidad de su saldo anotado en la columna de ‘debe’ frente a la de ‘haber’, acostumbra a sustituir con frecuencia las papeleras que decoran sus calles –digo ‘decoran’ porque no hay muchos ciudadanos que hagan uso de ellas, pero esa es otra historia-. El cambio se realiza periódicamente, cada x años, obedeciendo a una simple renovación estética, imagino; lo cierto es que en toda mi vida no he llegado a ver ni una sola tan deteriorada como para precisar ser sustituida. También imagino –he de hacerlo, pues soy idiota y no puedo asegurar nada- que el coste de cambiar un buen número de papeleras en una ciudad que dispone de una cada quince o veinte metros, representa una nada desdeñable cuantía.
        A mi me resulta curioso ver cada día a decenas de personas hurgando en esas mismas papeleras, buscando algún resto orgánico que llevarse a la boca; tampoco me acostumbro a ver a varios indigentes de cuño reciente, despertando al alba en portales céntricos que tienen instaladas a pocos metros un par de estas majestuosas papeleras.


        Como soy imbécil no alcanzo a comprender cómo un ayuntamiento que cierra un par de albergues y retira fondos y subvenciones a comedores sociales y organizaciones benéficas, dispone de medios económicos suficientes para renovar su imagen en los tiempos que corren; pero claro, como ya he dicho, yo soy idiota y no uno de los ilustrados vecinos de la ‘Vetusta’ de Clarín que, sonriendo, tiran colillas al suelo y se enorgullecen de las hermosísimas papeleras de su ciudad. Quizá, un día de estos, algún caritativo intelectual quiera explicármelo y sacarme de la oscuridad de mi ignorancia. Le estaría tan agradecido…