miércoles, 29 de octubre de 2014

LO QUE YO NO ENTIENDO
     Yo soy un hombre vulgar, apenas sé leer y escribir, sumar, restar y hacer algunos otros cálculos más bien simples; soy lo que suele decirse 'limitadillo'. Qué le vamos a hacer; aún así alcanzo a llevar las cuentas de mi pequeño negocio de venta y reparación de maquinaria agrícola con bastante éxito; Hacienda está contenta conmigo, el banco donde tengo contratada mi hipoteca también lo está y yo como a diario, y hasta me tomo alguna cerveza de vez en cuando fuera de casa.
     Aún así, y pese a mis limitaciones, siempre he intentado tener una mente abierta y mostrar una voluntad de lo más... comprensiva. Ahora bien, no entiendo -ni ganas tengo, la verdad- que un ayuntamiento contrate a la señora conocida como 'La Pantoja' para dar un concierto y pagarle una suma de dinero -me da igual cuál- después de haber sido declarada culpable, por un tribunal estatal, de blanqueo de capitales.

domingo, 26 de octubre de 2014

CRUELDAD MATEMÁTICA
Nosotros, que no ellos,
los otros;
nosotros somos,
nosotros sabemos,
nosotros hacemos.
Dentro de nosotros, tú...
y yo, que somos
otros nosotros,
y también ellos, otros
ellos, otros 'otros';
como una broma macabra
condenada
a repetirse eternamente.

sábado, 25 de octubre de 2014

CATARSIS
(preludio)
     Catarsis puede ser, sencillamente -y mucho más allá de las extensas definiciones que los diccionarios reglados nos regalan-, afeitarse las patillas por primera vez en veinte años.

(explosión)
     Tenía que hacer algo. Es cierto que él fue quien apretó el gatillo, como también lo es que nadie puso en sus manos aquel arma que había conseguido por sus propios medios en un almacén abandonado de la periferia reconvertido, desde hacia varios meses, en supermercado de lo clandestino. Es verdad, nadie le empujó para que entrase en aquella oficina medio enloquecido, vociferando ofensas y verdades atropellándose entre sí. Pero estaba claro que tenía que hacer algo; por su esposa enferma y sus dos hijos, por él mismo, ...por su familia.

(sentencia)
     Por definición, debe ser puntual, fenoménica; aunque pueda ser prevista en su gestación, una auténtica catarsis acontece en un punto horizontal y se expande en una línea vertical. Toda buena explosión controlada -en tierra- se desmanda en los cielos.

(conciencia)
     Y a pesar de todo aquel ruido y dolor que no le daba tregua desde hacía tres meses, seguía sintiéndose único culpable; incapaz de hallar solución, atascado en un bache que sólo él no había visto en el camino, convencido de merecer cualquier castigo.

(07:00 a.m.)
     Antes o después -pensó a gritos-, antes o después..., y tomó una cuchilla en su temblorosa mano derecha.
"Estudiad las inclinaciones íntimas de los hombres, y veréis cómo algunos parecen haber nacido demasiado tarde: pertenecen a otro siglo".
Denis Diderot de su obra 'JACQUES EL FATALISTA' (1796)

miércoles, 22 de octubre de 2014

Y EL FINAL LLEGÓ
     Olfateaban con cuidado el aire pesado y oscuro de la última de las noches en paz; un aroma sangriento y rancio adquiriendo lentamente un protagonismo que no tardaría en salirle demasiado caro a los sabuesos de la memoria.
     Ya no quedan hombres de verdad. Lo he oído tantas veces que empiezo a creérmelo; está claro, yo no puedo ser real, tampoco soy un hombre de verdad, sino el fantasma de un niño destetado demasiado tarde y desterrado desde la cuna, puede que incluso antes de ocuparla. Pero eso, yo y mi historia personal, en el fondo da igual..., lo que importa es que, a pesar de que finalmente todos fueron capaces de percibir el hedor que vaticinaba el inevitable desenlace de este intento fallido de Humanidad, nadie pareció inmutarse; ninguna mirada dubitativa o humedecida, ninguna mano temblorosa, ningún alma oprimida, ningún corazón desbocado..., sólo siete mil millones de narices alzadas buscando la confirmación de lo que llevaba siglos escrito en el Gran Cilindro de Jacques: mis queridos hijos, mis amadas hijas, esto se acabó, os toca pagar la cuenta -incluso a ti, Leonard, ninguna de tus canciones ha conseguido salvarlos... salvaros-; ya os lo había dicho hace mucho tiempo, no siempre iba a mirar hacia otro lado, qué esperabais, no os sonriáis, no penséis que voy de farol, de hoy... de hoy, no va a pasar.

sábado, 18 de octubre de 2014

DE CONSEJOS Y DECISIONES DESACONSEJABLES
     El mejor consejo posible..., me preguntó cuál era mi opinión, un consejo -daba igual si bueno o malo- me pidió.
     Mientras yo buscaba en mi cabeza, en la televisión de algún bar de carretera daban la noticia: Bélgica concede la eutanasia a un preso que afirma sentirse incapaz de reinsertarse. Recuerdo que lo primero que pensé al oírlo fue: "vaya, un buen tipo sin duda", nada de "hay que joderse con el cabrón de... ¿asesino, ladrón, estafador, violador, traficante?". Soy incapaz de ser mejor persona, lo único que puedo hacer por la sociedad es desaparecer; puf, y desaparecer sin hacer demasiado ruido. Buenas noches y hasta mañana. ¿Hasta mañana?, no, adiós. Y ya está, un último acto de humanidad y caridad condenado por la dictadura de la moral; a Dios, dicen, no le gusta nada tu idea. ¿Estáis seguros? Por si acaso mejor me callo, para siempre, a poder ser.
     Yo seguía pensando y buscando y estrujándome los sesos para responder algo adecuado a sus expectativas. En algún lugar del mundo, mientras tanto, alguien debía estar arreglándose el bigote, alguien estaría meando o incluso cagando, alguien reiría y alguien lloraría, alguien bebería café y otro alguien se clavaría en dos tragos una copa de whiskey 'on the rocks'. El mundo es así; gira y gira sin pararse a ver cómo se contonea el último cometa en atravesar la galaxia, jamás esperará a que te decidas, así que hazlo o no, pero ya.
     El mejor consejo... No leas a Diderot, aunque sólo se trate de una de sus graciosas novelas y no de un ensayo -ligero por otra parte-, podrías ser acusado de pretencioso filósofo en ciernes. Tampoco está bien visto pasearse por la calle con ejemplares de Unamuno, Dostoyevski o Palacio Valdés, no hablemos de Thoreau o Rousseau. En cambio no está tan mal considerado que te vean coqueteando con Hemingway -palabra clave 'tan'- a pesar de que el bonachón amigo americano no parase de flirtear con la muerte hasta que, el que la sigue la consigue, dio en la diana.
     Después de tres o cuatro horas, o quince o veinte días, o varios meses, años quizá -ya había perdido el control sobre los conceptos espaciotemporales básicos con tanto devaneo mental-, caí en la cuenta de que apenas recordaba qué me había llevado a tal punto. Pensé en cáncanas negras y regordetas danzando alrededor de paellas descomunales y botellas de vino, recordé una docena de conversaciones al borde de una piscina en la única sierra a la que, en mi opinión, le viene bien tal nombre. Pero nada, porque... un momento, un momento; sí, ya estaba. Yo tenía un periódico underground -algo muy parecido a lo que ahora llaman blog, pero de papel-, el problema -y digo 'el' porque sólo había uno, pero tan grande que tiraba por tierra las numerosísimas cosas buenas que me aportaba-, el problema era que yo disfrutaba una barbaridad escribiendo los bocetos que más tarde conformarían los artículos que en él -el periódico underground- aparecerían, cosa que hacía en cuadernos de cartoné e imitaciones de moleskine, pero me resultaba un auténtico y soberano coñazo transcribir todo aquello para hacerlo público. Así que después de tres intentos de suicidio frustrados antes aún de terminar de ser planeados, y tras beberme en una noche dos botellas y media de un rioja de lo más sencillito, terminé por prenderle fuego a todo -papel, cuadernos, bolígrafos, máquinas de escribir, impresoras, fotocopiadoras, teclados monitores y torres de ordenador en general- y me olvidé, de una vez por todas, de volver a escribir -hecho que, por otra parte, no pocos recibieron con júbilo y gratitud-.
     Después pasaron los años y, un buen día, alguien me preguntó. El mejor consejo que puedo dar es que nunca, bajo ningún concepto, des un solo consejo a nadie, por mucho que te imploren por él -da igual, por supuesto, lo acuciante que pueda ser recibirlo-, jamás. De lo contrario, amigo mío, te auguro rencores y odios perennes y falsamente intermitentes.

jueves, 16 de octubre de 2014

INMÓVIL
     Las oxidadas campanadas del viejo carillón anuncian que es medianoche, aunque aquí, en medio del tiempo ausente o detenido -o simplemente carente de sentido-, poco importa si son las doce o las tres o las cinco, de la mañana o de la tarde.
     Bertrand continúa tocando el piano; sonríe abstraído, permanece desde hace días así, a caballo entre este pequeño salón, sus eternos moradores ebrios, y aquello que aguarda al otro lado del puente, ese eco mudo tan característico del tiempo inmóvil.
     Mientras, fuera, avanza..., antes o después la niebla nos cubrirá con su húmeda caricia.
     A través de sus inquietos dedos, diferentes ritmos de blues y jazz, de música de cámara austriaca y pequeñas piezas de Satie, se alternan con graciosa velocidad; sus manos no saben quedarse quietas, y sólo dejan de acariciar las teclas, de cuando en cuando, para bailar hasta una copa de vino que jamás parece quedarse vacía.
     La noche prosigue sin que dé muchas muestras de pretender terminar. Qué escribes, pregunta Jorge -Jorge tiene siempre la necesidad de averiguar cosas, de descubrir secretos, de investigar algo nuevo-; un poema, responde Rosita -empeñada en sólo ver belleza allí donde mira-. Palabras pretendiendo convertirse en algo hermoso..., pudiera ser. A esto es a lo que me dedico, pienso yo, a observar y tomar nota.

lunes, 13 de octubre de 2014

CADA MAÑANA, DESPUÉS DE OTRA NOCHE
IGUAL A LAS DEMÁS
     Te roban la ilusión, poco a poco consiguen dejarte vacío; llega un momento en que lo único que puedes hacer cada mañana, mientras desayunas sobre la encimera de la cocina con un montón de cuchillos de todo tipo adheridos a un imán frente a ti, es preguntarte con cuál de ellos te segarías más rápido el cuello.

domingo, 12 de octubre de 2014

"O lo que leí era muy malo, o el whisky tergiversaba las cosas, pues no hallé el menor sentido en toda mi lectura".
F. Scott Fitzgerald de su novela 'EL GRAN GATSBY' (1925)

viernes, 10 de octubre de 2014

LA EDUCACIÓN
-Veamos..., a ver si soy capaz, yo creo que sí, de hacerme entender,
-Ardo en deseos -me suelta sin borrar esas estúpida sonrisa prepotente de su arrugada cara-.
-He sido padre hace unos meses...
-Ajá, sí -me interrumpe-.
-...mi hija ha empezado a gatear -continúo sin prestar atención a sus gestos de superioridad prepotente-.
-Claro, claro.
     Silencio. Espero. Parece que no necesita acotar nada más.
-¿Ves este suelo lleno de orines de perro y vomitonas de adolescentes ebrios?
-Sí... -duda-, aunque...
-Bueno -esta vez soy yo quien no le permite continuar-, pues en un rato los dos llegaremos a mi casa, donde mi hija se pasa el día entero arrastrándose textualmente por todo el suelo; su boca, su cara, su lengua, rebozadas por alfombras y parquet que en media hora tus sucias zapatillas habrán impregnado de toda una colección de gérmenes.
     Silencio, ahora es él quien parece esperar.
-Intuyo que has adivinado hacia donde me dirijo -permanece callado, así que prosigo-; la educación, la estúpida y falsa, engañosa educación tan socorrida y a la que tanto nos gusta clamar, me impide, tan pronto como lleguemos a mi casa, pedirte amablemente que te descalces, como yo lo haré, y dejes tus zapatillas en lugar seguro y, de paso, a los gérmenes que con ellas viajan en dique seco, lejos de la suave y delicada piel de mi hija.
     Sonrío, él permanece en silencio, los ojos abiertos, muy abiertos y mirando a un punto indeterminado de un plano inmenso que se extiende tras de mí. Le hago un gesto, nos vamos a casa, camino a su lado, en silencio, llegamos y...

miércoles, 8 de octubre de 2014

EURODIPUTADO
-Y tú, dónde dices que trabajas.
-En la Eurocámara; soy eurodiputado -sonrisa-.
     (Sí, lo sé, esto parece el comienzo de un chiste, pero se trata de una conversación real. Prometido)
-Pues tal y como lo veo yo, en la Eurocámara hay toda clase de fauna: estafadores, mentirosos, timadores, proxenetas, chulos, matones, ladrones, putañeros, traficantes, defraudadores y vividores de toda clase; y, teniendo en cuenta que tienes cara de pluriempleado, o eres un pelín más específico o ni puta idea de en qué saco meterte -ahora sonrío yo, aunque con algo más de... ironía-.

domingo, 5 de octubre de 2014

PARTE DE LA HISTORIA
     Yo soy... soy melómano y... bibliófilo -amén de otras muchas aberraciones que no vienen al caso-. Hechas las presentaciones, he de decir que he visto muchos, muchísimos discos grandiosos olvidados por culpa de un 'inadecuado' tipo de letra en el lomo de una edición original en vinilo y demasiados libros... 'vírgenes' a causa de una tapa blanda mal coloreada.
     No pienso sucumbir al mercantilismo de este tiempo; pero tampoco voy a dejar el futuro de mi legado a la caprichosa e imprecisa voluntad de la casualidad, soy totalmente consciente del sentido de cada paso que doy. Hoy soy el Señor Lozano, sencillamente; mañana seré... parte de la historia.
INESCRUTABLE
     Los primeros rayos de luz comenzaron a filtrarse a través de las deterioradas y sucias láminas de la persiana mal cerrada del dormitorio, impactando directamente sobre su rostro, obligándole a abrir los ojos y despertar. Rápidamente pasó revista a los seiscientos treinta y nueve músculos de su cuerpo maltratado; a pesar de todo el alcohol y los cigarrillos de la noche anterior, no parecía encontrarse tan mal como cabía esperar. Pedro se puso en pie y se encaminó al cuarto de baño donde, frente al espejo y a pesar de su mal aspecto, constató que, efectivamente, seguía vivo. En algún punto, su plan magistral de poner fin a todo y suicidarse a base de cervezas y calmantes falló; "debía de estar tan borracho que olvidé tomarme las puñeteras pastillas", pensó.
     Resignación..., viviría otro día más; "tal vez está noche... podría ser, aún me quedan varias botellas de whiskey y unas cuarenta cervezas, y por supuesto, todos esos tranquilizantes".
     Se metió en la ducha y abrió el grifo; el agua fría estancada en las cañerías desde hacía horas salió torpemente y cayó sobre su cuerpo con violencia. "Así debe de haberse sentido Ryan Adams unas tres mil veces", dijo en voz alta, comprobando así que aún era capaz, además de respirar, de hablar. Fuera del baño se vistió con parsimonia y desinterés, olvidándose de 'conjuntar' sus viejos pantalones grises con una camisa de saldo que nunca antes se había probado, se bebió un café gélido que no recordaba haber preparado y salió a la calle.
     Sólo Dios sabrá el motivo por el que, por primera vez en tres años pisaba una iglesia. La última vez había sido en el funeral de su hermano, con quien no hablaba desde hacía eones, y se había prometido no volver por allí hasta que llegase el día en que él fuese el cadáver. Quizá fuese, sencillamente, porque aquel había sido el día señalado el su calendario, aunque al final las cosas no saliesen como esperaba.
     Dentro del templo de estilo post-modernista, Pedro tomó asiento en uno de los bancos más alejados del altar que, además, ofrecía resguardo a sus ocupantes gracias a la anónima sombra que sobre él caía por obra y gracia de una estatua de la Virgen María. Todo comenzó como él recordaba; el cura saludó cuando todos los asistentes se pusieron en pie, después le cedió la palabra a un par de feligreses que no tardarían mucho en visitar aquel altar como protagonistas estelares. El primero leyó algo acerca de..., la verdad es que Pedro no prestó ninguna atención, pero cuando llegó el turno del segundo, la cosa cambió. Aquel hombre, bajito y encogido, aunque de mirada acerada y firme, recitó una carta de San Pablo en la que el apóstol declaraba ansiar la muerte para reunirse con su Creador, pero que aceptaba seguir vivo, pues esto indicaba que alguna importante misión le aguardaba por aquí. Pedro escuchó atento y sorprendido, como si aquel hombre le hablase sólo a él; al borde de la emoción le pareció que se dirigía en exclusiva al único suicida frustrado que esa mañana de domingo se había dejado caer por allí. "Quizá sea cierto, tal vez sea el mismísimo Dios quién le susurra la forma de las palabras que me ha de comunicar". El resto de la misa no tuvo nada de extraordinario, a pesar de que a Pedro le pareció un mensaje divino el hecho de que aquel domingo concreto, uno de tantos otros domingos oscuros en esa época del año, el sol luciese con tal ímpetu que, al aproximarse al altar para comulgar, durante unos segundos se vio cegado por el reflejo celestial que se proyectaba desde el cáliz que el buen pastor sostenía entre sus manos.
     A la salida, Pedro se dirigió con velocidad a su casa, entró corriendo por la puerta sin pararse a cerrarla, buscó en la cocina todos los frascos llenos de pastillas que encontró y los tiró por el retrete; después hizo lo mismo con las distintas botellas que contenían brebajes capaces de adormilar a un elefante adulto. Acto seguido se plantó frente a un viejo crucifijo que había heredado de un tío suyo que había sido muy beato y, sonriendo, dijo en voz alta: "gracias Padre..., mensaje recibido; no  te arrepentirás".

jueves, 2 de octubre de 2014

EL RITMO DEL GARAGE
     Alguien se preguntó en voz alta "y cómo debiera empezar". Eso me hizo pensar; por un lado me repetí la misma cuestión, por otra parte... cómo empecé yo. Recordé a Travis Henderson deambulando desnudo por el desierto mientras nadie hacía ningún esfuerzo por no olvidarle y él ponía todo de su parte por recordar; terminé pensando en el Loco.
     Tenía siete años cuando mi padre llegó a casa con una copia de 'El ritmo del garage' en casete -ni idea de dónde había salido- y, al menos así lo recuerdo, me la dio sin ningún tipo de explicación, sin motivo concreto -no era mi cumpleaños, ni el día de Reyes, y yo ni siquiera sabía muy bien quién era el tal Loquillo-, me la soltó, sencillamente, como si estuviese cumpliendo una misión.
     En la portada de aquella cinta aparecía Loquillo, el Loco, en pose chulesca, apoyado en la reluciente parrilla delantera de un camión, con su tupé perfectamente modelado, un cigarro descansando en los labios, camiseta blanca, vaqueros negros ajustados e impolutas camperas brillantes.
     Tan pronto como mi padre puso en mis manos aquel casete, mi curiosidad se despertó, así que corrí al radiocasete que había en el cuarto de estar y lo puse a funcionar. Uno, batería, dos, bajo y guitarra, tres saxofón, ¿cuatro? Rock and Roll; el señor Sanz Beltrán, Loquillo para amigos y enemigos, hablándome en exclusiva, dirigiendo sus palabras a mi ultra-perturbable cerebro de siete años. Recuerdo que antes de terminar de oír el primer tema volví la vista de nuevo hacia la portada y pensé: "eso es lo que quiero ser de mayor".
     Escuchar 'El ritmo del garage' es viajar en el tiempo; no a un tiempo concreto, sino a todos. Todos los tiempos vividos encerrados en un disco de poco más de media hora de duración... Escuchar 'El ritmo del garage' es recordar a Aitor, el primero en irse, recordar nuestras gargantas rotas intentando gruñir como el Loco, nuestras manos golpeando nuestras pantorrillas 'al ritmo del garage'. Escuchar 'El ritmo del garage' es rocordar a Álex, el último rocker, y a todos, absolutamente todos, mis caídos. Escuchar 'El ritmo del garage' es volver a aquel lejano verano del 95, a mis espaguetis 'lozanos', a mi abuela y sus cien 'durillos', a todas las chicas con las que tonteé y a las pocas que conseguí besar. Escuchar 'El ritmo del garage' es conducir una vez más cada uno de los doscientos y pico mil kilómetros que he recorrido. Escuchar 'El ritmo del garage' es saborear cada trago de cerveza como el primero, oír cada disco recién llegado como el segundo -el primero sólo puede ser uno- y escribir cada palabra como si fuera la última. Escuchar 'El ritmo del garage' es volver a intuir todo lo bueno que la vida te tiene preparado. Escuchar 'El ritmo del garage', es...