jueves, 28 de mayo de 2015

AHORA QUE NO ESTOY (pt.05/18)
     Durante diez años de mi vida -los que transcurren entre los 15 y los 25-, fui lo que cualquier observador neutral hubiera catalogado como adicto al tabaco; fumador de pro, o tal vez de 'popa'.
     Seguramente, si preguntas por ahí, no faltará quién te cuente su particular versión -quizá visión- de cómo puse fin a esta curiosa y particular forma de suicidio. Algunos dirán que alguien me desafió -método que, según se dice, se comenta, resulta infalible para hacer que me mueva-, no faltará quién evoque a mi propia ética y recuerde que un buen día, posiblemente colocado, le prometí a mi madre que lo dejaría antes de cumplir los 26. Y probablemente habrá quien afirme, inquebrantable, que simplemente se me metió en la cabeza, como a un toro se le mete en la cabeza embestir todo lo que se mueva demasiado deprisa delante de sus pequeños ojos.
     En fin... Dejé de fumar en el mismo momento en que comprendí que, con mi vicio, yo estaba matando personas.

jueves, 21 de mayo de 2015

AHORA QUE NO ESTOY (pt.04/18)
     A veces los motivos son sólo personales.
     No hace falta buscar ideales reencontrados, ni banderas desempolvadas de la memoria ya raída, ni reacciones en cadena comenzadas en las antípodas y que acaban de llegar aquí. El movimiento, el movimiento cíclico, que de eso se trata, siempre es unitario, y por tanto individual.
     Espero no dar a entender en ningún momento que mi intención es la de negar el movimiento 'para' los demás, Dios sabe que no hay circulación más digna y loable que ésta; al contrario, aquí se trata de eliminar -por considerarlo tan inútil como deplorable- el movimiento, 'por' los demás.
     Una vez más, y como ya es costumbre en mi, espero que todas las posibles confusiones sean finiquitadas en cuanto se tengan en cuenta las consideraciones etimológicas pertinentes.
     Cada viaje comienza cuando acaba el anterior; ¿en serio? Así debiera ser, pero la verdad... Lo único cierto es que cada casilla de salida se parece más y más a la anterior, y la mayor parte de las metas resultan ser tan familiares como predecibles con el paso del tiempo. Y todo lo que hay en medio..., tíos, primos, cuñados y demás parentela.
     Así que nos pasamos la mayor parte de nuestras vidas describiendo círculos, repitiendo formas, modos, o patrones de conducta que dirían los entendidos -esos que suelen tener sus paredes plagadas de papeles en los que figura su nombre completo al ladito de la firma de alguien 'importante'-. El eterno retorno, en él invertimos... no sé, ¿el noventa por ciento de nuestro tiempo? Puede que aún más. Y el resto nos lo pasamos intentando explicárnoslo a nosotros mismos, llegando a darle vueltas -qué curioso- incluso en sueños.
     Es como si ahí dentro, en el mismísimo centro de nuestro pecho, hubiese un imán que nos lleva siempre en una misma dirección, atraído por ese otro imán que espera al final de cada camino, listo para entrar en ebullición por contacto, y encender las brasas de todo eso que espera, latente, en lo más profundo de nuestro corazón.
     Lo cierto es que, lo sea o no, así es como creo que debiera ser. A veces los motivos son sólo personales.

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     La casualidad, permitidme reír, es un animal tremendamente intuitivo e inteligente. Hoy mismo he recibido un correo comercial en que rezaba: “Más de 50 millones de personas en todo el mundo ya son clientes de Capital One. ¿A qué espera para ser uno de ellos?”.
     ¿A que se den de baja esos más de 50 millones de personas de todo el mundo?
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     En cuanto al proceso circular, el movimiento..., vidas y más vidas vividas bajo un mismo nombre, con un mismo aspecto.

jueves, 14 de mayo de 2015

AHORA QUE NO ESTOY (pt.03/18)
     Cuando yo nací el muro aún estaba en pie. El muro de Berlín... A pesar de su complejidad, a veces la historia puede ser perfectamente resumida a través de la mirada de un niño.
     Al término de la Segunda Guerra Mundial, los diferentes países aliados se encontraron con un problema de difícil solución: ¿a quién conceder la tutela temporal de Alemania ahora que Hitler había caído, por fin?
     Por una parte Rusia fue la primera en entrar en Berlín, por el este, pero casi simultáneamente, los países aliados habían hecho lo propio por el oeste de la ciudad. La discusión estaba servida, y el resultado... El domingo 13 de agosto de 1961, comienza la construcción del muro de Berlín.
     El muro de Berlín: ciento cincuenta y cinco kilómetros de hormigón y odio; no en vano las dos nuevas Alemanias personifican a la perfección el antagonismo entre el capitalismo occidental y el comunismo oriental. Familias separadas, esperanzas perdidas en un choque con múltiples heridos por colisión -en el mejor de los casos frontal-; muerte y silencio, tal vez sólo a un lado, quizá en ambos.
     Cuando nací Europa ya hablaba de unidad, de unificación, pero el muro seguía ahí. Yo crecí en un país que quería aliarse con otro país que no conocía la unidad entre hermanos. Yo nací en el extremo de una de las dos Europas que soñaban con ser una sola.
     Por supuesto, la historia no es tan simple como en este momento puede parecerlo.
     El 9 de noviembre de 1989, jueves, el que fue durante décadas conocido como 'el talón de acero', cayó. Durante 3 días las celebraciones se extendieron por todo el país, llegando incluso a las distintas naciones que pronto serían hermanas de la nueva y reunificada Alemania. Por primera vez en casi 30 años, padres e hijos pudieron abrazarse sin sentir a sus espaldas el frío de las balas precipitándose sobre ellos. Ocho meses más tarde, Roger Waters reproduciría un espectáculo ya conocido, añejo, y no por ello menos adecuado para la ocasión. La visión de 'The Wall' se había hecho realidad.
     Los años que vinieron después nos dejaron una Alemania resurgida, cual Ave Fénix, fuerte, colosal, orgullosa, grandiosa, poderosa, conciliadora. Una Alemania llamada a ser eje primordial de la Europa más grande -y más germánica, de paso- desde tiempos de Carlos V -I de España-. Pero esa, es otra historia.

jueves, 7 de mayo de 2015

AHORA QUE NO ESTOY (pt.02/18)
     El ser humano no existe. Sí, soy consciente de lo desconcertante que puede resultar tal afirmación, pero, y aquí comienza a emerger mi mitología personal, seamos etimológicamente correctos.
     En primer lugar he de aclarar que en estos días de vocabulario dudoso y seborrea despistada, trato de luchar contra mi propia ignorancia recurriendo siempre que así lo preciso, a la magnánima y nada rencorosa ayuda de mi fiel Diccionario de la RAEL (Real Academia Española de la Lengua). De la misma manera, animo encarecidamente a todo aquel que se preste a ser mi interlocutor durante, al menos dos minutos y medio, a trabar amistad con tan maravilloso instrumento creado, y aquí es donde viene la primera gran revelación de la noche, para el entendimiento de las distintas gentes que moran este planeta y que, sólo en apariencia, comparten un mismo idioma.
     La segunda gran revelación ya no es tan grande, dado que, a falta de las pertinentes explicaciones, ya ha sido descubierta varias líneas atrás. El ser humano no existe, no como tal.
     Etimológicamente, el concepto 'ser humano' implica la posesión de una serie de características que debieran ser, precisamente, inherentes a eso que habitualmente llamamos 'ser humano'. Características de las cuales hoy por hoy, y en mayor o menor medida, todos nosotros carecemos. No pienso entrar a valorar ni a enumerar estas características, baste decir que en nuestro interior, alma, espíritu, corazón -cada cual sabrá qué término le resulta más agradable, más amable-, todos nosotros podemos encontrar una ligera noción, como poco, de aquello a lo que aspiramos o podríamos aspirar.
     Aquí es donde nos encontramos con una nueva especie que, en verdad, sólo lo es -nueva- en su nomenclatura, al menos a mi entender. Una especie que intuye los conceptos propios de la humanidad, una especie que posee la voluntad de asimilación de estos conceptos, una especie llamada a cumplir con una próxima esperanza evolutiva que culminará con la llegada de, aquí sí, el 'ser humano'. Una especie a la que, desde hace ya algún tiempo, he decidido llamar 'quiero ser humano'.