domingo, 27 de julio de 2014

     No fui yo quien dijo que pretendía encontrar algo remando hasta esta orilla.

miércoles, 23 de julio de 2014

Hay hombres que pierden
sus camisas en noches insomnes
mientras buscan incógnitas,
ideas añejas y puede que obsoletas,
sueños frustrados no olvidados,
amores juveniles a los cuarenta,
unos cuartos de más
en el fondo de algún cajón,
compartiendo espacio vital
con un par de manuscritos descartados.

martes, 15 de julio de 2014

HASTA DONDE... (DEVENIR)
     Uno empieza haciendo lo que puede, luego pasa a hacer las cosas que se supone -lo suponen todos menos él, supone él- debe hacer; así, poco a poco, acaba desapareciendo, disuelto en ese ser que supuestamente debiera ser y que tanto bien ha de regalarle tanto a él mismo como a todos los que con él se encuentren.
     Después de un tiempo, un buen día, ¡adiós!
EL SILENCIO, ¿SIMPLEMENTE UNA OPCIÓN?
     ¿Para qué hablar? -pensó Jacob-; después de todo, no tiene mucho sentido hacerlo con aquellos que no comparten tu opinión, pues lo único que puedes conseguir es una buena discusión, algo de violencia incluso. Por otra parte, hacerlo con quienes piensan como tú, no es más que alimentar el propio ego y el de tu camarada, regodearse en la complacencia y hermandad con las propias convicciones. No le veo mucho sentido, la verdad, a eso de abrir la boca para expresar una opinión; quizá sea mejor... callar.
     Alejandro su nombre -así es como debiera comenzar-, Alejandro su nombre, ignoro sus apellidos, no recuerdo haberlos conocido jamás; para mí siempre fue Álex, el rocker. Supongo que para él yo era J, el rocker.
     Últimamente bebía más que de costumbre -no él, Álex, sino Jacob, el rocker- algo que, era un hecho, no le hacía sentirse orgulloso ni satisfecho; por otra parte, qué podía hacer -se decía a sí mismo- un hombre que no puede evitar sentirse culpable.
     En los últimos meses había pedido perdón -o pensado en el mismo, que es otra forma de echarse encima la culpa de aquello por lo que uno cree que debe disculparse- en demasiadas ocasiones como para no sentirse, realmente, un ser despreciable.
     Apenas diez minutos en pie, lunes a las cinco y media, enciendo el teléfono y me encuentro un par de llamadas perdidas suyas. Álex y yo nos conocimos hace muchos años, justo al comienzo de la Edad del Bronce, cuando los dos solíamos frecuentar los mismos refugios nocturnos para escuchar al Loco y a Chris Isaak; en seguida me cayó bien, congeniamos. Era un buen tipo, fiel, noble y honesto, regido por un código moral de conducta de esos que hacía tiempo habían quedado desfasados.
     Tengo que llamarle -pensé-, hace tiempo que no sé nada de él. Álex y yo no éramos 'amigos' en el sentido habitual con que suele utilizarse tal término, podían pasar -de hecho, solían pasar- meses y más meses sin que nos viésemos o hablásemos; pero una vez al año, a veces dos, nos llamábamos, charlábamos, nos poníamos al día durante horas, disfrutábamos de nuestra mutua compañía, de nuestra camaradería y, después, cada uno volvía a su cueva. "Hasta dentro de un año, amigo".
     A las doce del mediodía Álex se me adelanta: "J, qué gusto oír tu voz"; yo le digo que también para mí es un gusto oír la suya, pero no es del todo cierto. Me alegra oírle al otro lado del teléfono, pero su voz no suena como la de un hombre que esté bien, no resulta 'un gusto' oír esa voz torpe, lenta e insegura. Arrastra sus palabras: "llevo una mala temporada, estoy sin trabajo y casi sin pasta, tengo depresión, ansiedad, insomnio... y las pastillas no hacen nada. Pero me alegro tanto de hablar contigo; tenía ganas de oírte y saber que todo te va bien". Yo le digo que tenemos que vernos, que vamos a quedar para tomar algo y que él me cuente lo que quiera o necesite contarme, y para que yo le pueda enseñar una foto de mi hija. "Fantástico J, qué ganas de verte; pero mejor hacia el fin de semana, estos días tengo que hacer algunas cosas"; así quedamos en que el viernes le llamaré por teléfono para vernos esa misma tarde.
     Tienes que tener un nombre, tienes que tener un apellido; así empieza todo. Después te dicen que tienes que tener cosas, muchas, muchísimas cosas: discos de Bob Dylan, de Chopin y de los Rolling Stones, cientos, miles, libros de Vargas Llosa, de Hemingway y de Paul Auster, aunque no te gusten o no los entiendas o hablen de cosas que te importan una mierda; teléfonos móviles de última generación, ordenadores y tabletas al borde del abismo de la obsolescencia...
     Álex adoraba a Chris Isaak, le encantaba poner sus discos en su casa con las persianas bajadas, dejando entrar luz del exterior sólo a través de sus rendijas, mientras se tomaba una cerveza bien fría y observaba a Mili y Misi, sus gatas, jugando sin descanso. Álex amaba a sus gatas, Mili y Misi eran sus niñas.
     ...un ático con terraza en el centro de la ciudad, una cabaña en la sierra, un deportivo y un todo-terreno o, mejor, un todo-terreno deportivo, alfombras persas, mesitas de té, televisores capaces de mostrarte las espinillas de los presentadores de informativos que ni siquiera en persona alcanzarías a ver. Acabas teniéndolo todo, porque de no conseguirlo no podrías ser feliz -crees, te hacen creer, te convencen y, finalmente, te convences-; pero algo falta, siempre, algo debe faltar pues, a pesar de tener todas esas cosas, no terminas de ser feliz.
     Jacob -el rocker - empezó a beber como un ruso decidido a batir algún record intergaláctico de ingesta de alcohol. Bebía cada vez que pensaba que su esposa se había ido a vivir a quinientos kilómetros de su familia, sus amigas y su carrera por él; bebía siempre que su padre le recordaba que la única forma de entregarse por completo implicaba olvidarse de todas sus obsesiones hasta el punto de comenzar a borrarse a sí mismo -sólo un poco, sólo lo preciso-, o cuando su suegra le hacía ver -como si no fuese consciente de ello o no se lo hubiese mostrado ninguna otra persona antes- lo complicado que era convivir con alguien con sus manías y rarezas.
     El miércoles, a las siete y ocho minutos de la mañana, Álex me envía el siguiente mensaje al teléfono móvil: "J, seguro eres la persona más honesta que conocí. Un abrazo". Algo salta o se activa en mi interior, una duda o una certeza, no lo sé, quizá un temor: espero que éste no sea un mensaje de despedida. Le llamo; todo bien, le apetecía que supiese lo que pensaba de mí. Intento quedar con él esa misma tarde. Una escusa que no termina de sonarme bien, pero que me creo -o me obligo a creer- porque quiero la paz que trae consigo y no la duda o culpabilidad que su negación me dejaría. "Nos vemos el viernes" y cuelga, esta vez sin romper a llorar.
***
     Si yo fuera escritor, un buen escritor, uno de verdad, haría algo grande con estas ideas mías, no simples líneas estrictamente necesarias, sino algo digno de la memoria de sus protagonistas.
***
     El viernes ha llegado, llamo a Álex una y otra vez, los tonos siempre terminan agotándose antes de obtener respuesta. Temo ser explícito en mis temores, dejo pasar el viernes tratando no pensar demasiado.
     Suena el teléfono, es sábado y al otro lado la hermana de Álex -cuyo nombre, igual que apellidos, desconozco- me lo confirma: el miércoles lo hizo. Cuando hablamos ya había tomado la decisión, puede que incluso ya hubiese dado los primeros pasos, no lo sé, no me atrevo a preguntar, nada; no sé cómo se ha suicidado, no sé a qué hora lo ha hecho, poner fin a su vida. También sigo sin saber sus apellidos, no me atreví a preguntarle a su hermana cuando me informó de que, al parecer, fui una de las últimas personas con las que habló. Sólo sé que está muerto, y que a pesar de ser culpable en cierta medida -aunque sólo sea por no conocer sus apellidos para haber buscado, el miércoles por la mañana, cuando pensé que estaba a punto de suicidarse, el número de algún familiar y pedirle que se acercase a su casa-, no me siento como tal. Sé que pude haber hecho algo, no el miércoles, sino mucho tiempo antes; algo que no hice y me convierte en culpable, aunque no me siento como si lo fuese. Eso me lleva a pensar, una vez más, que no soy más que un egoísta que, más allá de todos los discursos en los que me gusta regodearme, es incapaz de sentir algo real, genuino y desinteresado por otra persona. Siete muertos hasta hoy en mi cuenta personal, ni una lágrima.
     A Jacob no le queda más remedio que darle la razón a aquellos que de vez en cuando le insinúan que su incapacidad para dar su brazo a torcer un poquito más, esconde un problema mucho mayor en el fondo; "es cierto, después de todo sólo soy otro de esos pobres desgraciados a los que yo mismo suelo crucificar. Egoísta y des-pre-cia-ble".
     Dejo pasar unos días, puede que unas semanas, desde el alumbramiento de estas palabras; repaso lo escrito y coincido, irremediablemente, con aquel que fui, que era, la tarde de domingo en que las traje a este mundo. Ahora estoy demasiado cansado para seguir, ignoro si el punto será 'seguido', 'a parte' o 'final'; de momento, esto es todo, esto ha sido todo, mañana no habrá nada nuevo bajo el sol.

viernes, 11 de julio de 2014


"La vida, hermanos, es pura literatura, novelizar vuestra existencia. Tú no estás loca, ni yo estoy loco, es posible que seamos las personas más cuerdas que pisan el planeta".
Raúl Bernal 'Jean Paul', músico.
Videoclip: Sister Lighten

jueves, 10 de julio de 2014

MANIFESTACIÓN POPULAR (1º PARTE: LA GESTACIÓN)
     Comienzan a llegar porteadores de banderas rojas sindicales; dos, quince... cuarenta, con sobrepeso la mayoría, todos fumando, Winston, Marlboro y demás, visten pantalones vaqueros de Levi's y Tommy Hilfiger y polos de Ralph Lauren. Dicen representar a "los humildes trabajadores de este pobre y buen país".

miércoles, 9 de julio de 2014

QUIEN A LO SUYO SE PARECE...
     Supe pronto que eras mi hija; me refiero, obviamente, a que mi predisposición genética -al menos en lo relativo al carácter- había ganado a la de tu madre. Estaba claro, habías salido a mí. Esto se ponía de manifiesto cada vez que alguien se acercaba y te soltaba alguno de esos estúpidos galimatías sin sentido con fingida voz de imbécil y sonrisa inverosímil; tú gritabas, chillabas como si le dijeses "pero qué te has creído, que soy tan ceporra como tú; vete a pintar monas". Se alejaban, habías conseguido echarles de casa.
     Lo dicho, estaba claro que habías salido a mí.

sábado, 5 de julio de 2014

     Virginia no había besado nunca antes a nadie, él fue el primero; también para Luis ella había sido la primera.
     Aquella noche él, Luis, se quedaba a dormir en casa de sus abuelos, que eran vecinos de los padres de ella, Virginia, así que cuando salieron de clase de inglés, a las ocho de la tarde, en una oscurísima tarde de enero, los dos se encaminaron juntos hacia su común destino. El paseo, normalmente, era rápido, no duraba ni cinco minutos, aunque aquel día el tiempo parecía transcurrir con otro ritmo; llevaban un cuarto de hora andando cuando llegaron al portal compartido. Habían estado hablando de las clases, del próximo examen de 'Trinity', de los entrenamientos de baloncesto de él y de las clases de piano de ella. Llamaron el ascensor y cuando éste llegó entraron en él.
     Estaban en silencio, los dos, mirándose  a los ojos, azules los de ella, verdes los de él y, de repente, sucedió: un beso. Ninguno de los dos supo nunca quien había sido el primero en aproximar su cabeza y abrir sus labios, el caso es que esa mágica unión había tenido lugar, eso era lo único realmente importante.
     Por aquel entonces Virginia y Luis tenían doce años. Jamás volvieron a besarse o a hablar de ello, ni entre ellos ni con otros amigos o novios o novias que fueron yendo y viniendo; sin embargo, de vez en cuando, siempre después de oír alguna canción inglesa de los primeros noventa mientras pasean a solas por alguna calle oscura de regreso a casa en una fría tarde de invierno -algo que sucede una vez al año, o cada dos años, como mucho-, a ambos les da por recordar aquella noche, aquel paseo, aquel ascensor, aquel primer beso.

jueves, 3 de julio de 2014

MATEMÁTICAS APLICADAS
     Sin miedo o tapujo alguno, me declaro culpable; culpable de no necesitar ningún tipo de preludio, prólogo, introducción o preámbulo y, en consecuencia, desterrarlos todos.
     La clase dominante -históricamente dominante- ha conseguido, al fin, su medieval objetivo, la pérdida de relación entre el significante y su significado; de hecho, más que perderla, su relación se ha adulterado, manipulado y confundido en favor del conformismo y la 'idiotización'. Demos gracias por ello a los insistentes y continuos esfuerzos de los distintos gobiernos a través de sus diversos planes educativos, los cuales han logrado que el pueblo desconozca la diferencia existente entre España y los españoles.
     España va bien, dicen nuestros gestores supremos, y no mienten. España, como país, como unidad económica, como empresa si se prefiere, ha mejorado su estatus en el mundo de las finanzas, su prestigio ha subido, recuperándose tras la aciaga y sempiterna crisis; esto se traduce en una sustancial bajada de los tipos de interés que a nuestra deuda estatal se aplican y en una serie de nuevos intentos de inversión extranjera tanto en nuestras fronteras como en las ajenas a través de contratos con empresas nuestras. Y esto, ¿qué quiere decir? Pues no que la economía de nuestros paisanos hay mejorado, desde luego; España y los españoles no son, no somos, una misma cosa. Baste el siguiente ejemplo: al recuperar España su imagen de país solvente y fiable, el mundo árabe nos echa un vistazo y decide que el llamado 'AVE del Desierto' sea construido por una empresa española. ¡Bien por España! Ahora, quién lo construirá; ojo, no me refiero a qué empresa, sino a quién. Sin duda alguna, nuestra empres española estará obligada por contrato a contar con personal oriundo de la propia región en que se han de llevar a cabo las obras del famoso AVE, lo que es lo mismo que decir que ni un solo español figurará entre los miles que serán contratados como personal no cualificado o de baja cualificación. Es más, me atrevería a aventurar que a lo sumo, una docena de paisanos nuestros -arquitectos, ingenieros y gerentes todos ellos- tendrán que ver realmente con el 'AVE del Desierto'.
     Pero claro, lo dicho, si España va bien, los españoles debemos correr a celebrarlo; debe de ser por algo relativo a la Teoría de Conjuntos, tal vez nos hayan convencido de que las propiedades intrínsecas de un conjunto pueden ser heredadas por cada una de los componentes del mismo, ya que la suma de las propiedades de cada componente define las propiedades del conjunto. A lo mejor nos hemos creído que existe la reciprocidad vertical en la sociedad española actual; otro triunfo académico.
     En fin, me despido como comencé, sin remedio ni coda, moraleja u oportuno resumen. Con un sencillo punto y final y mi más sincero deseo de veros, a cuantos más mejor y a la mayor brevedad, a este lado de... de la 'españolidad', por ejemplo.

martes, 1 de julio de 2014

CORRÍA HACIA LA CUMBRE; LO HACÍA A TODA PRISA, PUEDE QUE DEMASIADA
     Si yo fuera listo y quisiese alcanzar la fama -que no el éxito- a toda velocidad, a cualquier precio, escribiría una líneas incitando a la ciudadanía a esperar apostada a la puerta de ciertas oficinas de la Calle Génova, o en Ferraz -qué más da-, y a que la emprendieran a patadas con alguno de los muchos embusteros y traicioneros que viesen cruzar sus puertas. Declararía incluso, mi firme deseo de estrechar las manos de aquellos que más sangre ajena consiguieran derramar. Tendría miles, millones de visitas en mi blog -entre otras las de algún que otro jurista estudiando si debería mandarme a un calabozo-, sería conocido -aunque dudo que reconocido-; pero claro, para que todo esto pasase, tendría yo que ser listo y desear alcanzar la fama en tiempo récord, y una de estas dos condiciones, por desgracia, en mi persona no se da.