¿DÓNDE VAS, VICENTE?
viernes, 29 de julio de 2016
miércoles, 27 de julio de 2016
BE CAREFUL
Familias felices; al menos lo parecen,
todas ellas: los hombres vestidos con trajes de colores llamativos,
estrambóticos zapatos y corbatas imposibles; ellas con mucho, muchísimo
maquillaje, arreglos aquí y allá, "hoy he sido la primera en la
pelu", tocados ilógicos y tacones por los que cualquier fisioterapeuta
mínimamente cualificado perdería la cabeza. ¿Qué decir de los niños? Más
caramelo en las manos que en la boca, barro bajo las uñas rotas, el pelo
alborotado en un último remanso de libertad real, los pantalones perfectamente
planchados.
Lo intenté por tercera vez. No fue la
definitiva; aunque eso ya lo tenía claro mucho antes de empezar. Las gafas de
sol perfectamente desalineadas con mi rostro me protegen de las múltiples posibilidades
de mí mismo. Apenas pienso, o al menos intento pensar exclusivamente en
no-pensar, y a pesar de ello, existo y resisto; pido otra cerveza y admito o
asumo que esto no va a ir a mejor.
Por supuesto, después de esta tercera hubo
una cuarta, una quinta y muchas más, intentonas todas ellas infructuosas, todas
igual: tropezón y a rodar; a veces cuesta abajo, otras, sorprendentemente y
contra todo pronóstico, hacia arriba. El hombre medio suele necesitar un par de
horas para poder entrar en materia con alguna posibilidad de éxito; yo he
conseguido alcanzar la activación inmediata a base de escasez total de tiempo y
necesidad extrema de profundidad real. Podría, por ejemplo, estar escribiendo
estas líneas mientras las familias felices me rodean, con sus alegrías
absolutas y sus problemas sin remordimiento; podría escupir estas palabras al
tiempo que uno de ellos, cualquiera, me cuenta sus planes para hacerse con el
control total del gobierno después de lanzarle una OPA hostil a una
mega-macro-corporación, no sin antes conseguir enchufar a uno de sus hijos en
la guardería más elitista del barrio. Yo mientras tanto, claro está, sonreiría
y asentiría; no fuera a ser que alguien descubriese que no me siento parte de este feliz mundo plástico ideal.
lunes, 25 de julio de 2016
sábado, 23 de julio de 2016
A PESAR DE LA DEMOCRACIA
¿Quién tiene ganas de pensar hoy, ahora?
Vayan terminando, es tarde; haga usted el favor de callarse, policía, desalojen
la sala.
Vienen: buenos días, ¿aquí? ¿Será? Piensas
un rato, le echas un vistazo a la papeleta, a la tarjeta censal, al DNI;
terminas concluyendo que sí, aquí es, o no, mire, es ahí al fondo, en la mesa
de la derecha, no, esa no, la otra. En la mesa de la izquierda tres cuarentones
saltan en sus sillas y rugen con voces socarronas; al parecer se acerca otra
joven con cintura de abeja y larga melena ondeante. Hay momentos en los que uno
piensa que serían capaces de atacarla ahí mismo, en medio de la sala, bajo la
atenta mirada de interventores y electores, como genuinos depredadores dando
cuenta de su trofeo.
De vez en cuando se deja caer por aquí uno
de los pululantes: seres danzarines, aburridos, que, acreditación en mano, se
empeñan en dirigir el tráfico, en organizar el trabajo del voluntario impuesto.
Aparecen por la izquierda, toquetean todo lo que pueden por detrás y después,
mutis por el foro a la derecha. Un tipo desequilibrado, alguien real y
profundamente perturbado, todo un loco, no dudaría en cargar contra todos ellos
y liquidarlos. Imagino que nadie se lo reprocharía hoy; no aquí.
Votantes indecisos lanzando monedas al
aire; recuerdo haber oído en mi tierna infancia como una señorona justificaba
su voto, su democrática decisión, con el corte de pelo de cierto líder político
y lo bien que le quedaba el flequillo. Soñadores, cosa lógica a los veinte, una
envidia a los setenta; tarambanas a los treinta, cuarenta, cincuenta... Todos
los votos valen lo mismo, esa es la premisa; igual, que diría mi hija de dos
años. Aunque lo cierto es que todo terminará dependiendo de en qué ciudad esté
uno empadronado.
Al final llegan las carreras, los números,
las cuentas. Ábaco y calculadora. A mí me viene a la cabeza un cliente que
lleva tres meses sin fondos en la cuenta en que tiene domiciliados los pagos de
mis servicios. Tal vez no tenga nada qué ver con todo esto del proceso
electoral, pero es lo que hay: de momento mi cabeza, y en especial sus
mecanismos y resortes automáticos, todo ello sigue siendo autónomo. No ocurre
lo mismo con los vocales nerviosos; los interventores pasivos hasta hace media
hora se tornan sutiles prestidigitadores; los policías, aliados con los
empleados de correos, quieren irse a casa ya. Yo también, coño, y suelto el
taco bien alto; que todo el mundo me oiga, que yo también puedo ser 'tycpical
spanish'. Así que venga, decidamos; contamos por cuarta vez o apuntamos un par
de votos nulos más.
Quien esté libre de pecado... y a mí me
entran ganas de ponerme en pie, robarle una porra a un agente del orden y, cual
ángel vengador, liberar a todos mis congéneres de esta tortura, poner fin a
esta aberración que pretendemos justificar ahora, dieciséis horas más tarde de
haber comenzado, a cualquier precio, cueste lo que cueste, a pesar de la
Democracia.
lunes, 18 de julio de 2016
Tres
pasos dieron, solo tres:
uno
a la derecha,
otro
a la izquierda y
un
último movimiento,
rápido
como el salto de un enfermo,
hacia
el vacío absoluto.
Después
noche,
frío, soledad;
una
masa roja y húmeda
preparándolo
todo para el resbalón final,
como
si todos los corazones,
de
los niños, de los ancianos,
estuvieran
ahora bien sujetos,
encerrados,
en
unas manos que solo saben apretar.
viernes, 15 de julio de 2016
ELLA Y ÉL
(Ella) Sonríe; me ha visto mirándole y ha
sonreído. En sus manos una copia del 'Libro de Rachel', la misma edición que el
mío, exactamente igual al ejemplar que tengo aquí, al lado de mi taza de café.
No sé si se habrá percatado de ello; seguro que sí, me ha sonreído. Aunque no
sé... ¡sonríe otra vez!
(Él) Su cuello..., tan largo, tan blanco;
un fuerte deseo crece en mi interior. De cuando en cuando levanto la vista de
mi lectura y ahí está ella, clavándome la mirada, penetrándome. Parece increíble
que aquí, en una oscura cafetería, a estas horas de la tarde, el destino me
haya sentado frente a este ser tan excepcional y que, además, algo la haya
llevado a fijarse en mí. ¿Sería, tal vez, una locura...?
(Ella) Vuelve a mirarme, diría incluso que
me desnuda con la mirada; o tal vez... me esté haciendo una propuesta. Una
invitación. Quiere que le siga, que me levante de mi silla y me acerque a su
mesa. ¿Qué pasaría si así lo hiciese?
(Él) Primero, me acercaría a ella, con paso
firme, sin apartar los ojos de los suyos. Me sentaría a su lado, sin decir
palabra tomaría entre mis manos su copia del 'Libro de Rachel', la misma
edición que la mía; su mirada descendería, su pelo caería tapándole la cara;
entonces, con mucha delicadeza, se lo apartaría lentamente con mi mano derecha
al tiempo que con la izquierda buscaría su cintura.
(Ella) Sus ojos y mis ojos: el encuentro. Y
después, un eterno primer beso. Su lengua dentro de mi boca, como un explorador
intrépido cumpliendo con su misión de reconocimiento; sus manos, mis manos,
nuestros labios sedientos; los ojos entreabiertos, tomando nota, creando
recuerdos.
(Él) Pediríamos la cuenta y nos iríamos a
toda prisa. Quizá ella viva cerca, más que yo. Su cama.
(Ella) Sus sábanas, blancas, perfumadas.
(Él) Sus manos inquietas buscando mi torso.
(Ella) Y una vez más su boca; y mientras,
sus laboriosos dedos desnudándome, tomándome.
(Él) Se tendería en la cama, completamente
desnuda, toda mí: sus firmes pechos blancos, sus largas piernas, su cuello, sus
bocas sagradas.
(Ella) Y me haría suya.
(Él) Completamente entregados.
(Ella) Y él sería... mío.
(Él) La noche más larga.
(Ella) La eternidad en una cama.
(Él) El comienzo, la creación... Big Bang.
(Ella) La eternidad al fin.
martes, 12 de julio de 2016
domingo, 10 de julio de 2016
jueves, 7 de julio de 2016
domingo, 3 de julio de 2016
ESCRITOS DE UN VIEJO PREMATURO
(capítulo 27: PTERODÁCTILO AL FINAL)
-Pero,
eso que me dices es...
Su voz se quedó suspendida, flotando el eco
de sus palabras incompletas en el aire de una tarde de verano cualquiera,
abriéndose paso entre la densidad del ambiente. Por aquel entonces yo dormía en
un motel, al lado de una de las carreteras más transitadas de la región; cuando
años más tarde me trasladé a la montaña, me resultó harto complicado
acostumbrarme a la ausencia de aquel rugido constante del tráfico bamboleante.
-Me
cuesta creerlo, pero claro -volvieron sus palabras, sacándome del trance en el
que su silencio me había sumido-, claro... resulta tan...
-Contundente
-atajé-; pesado y definitivo, difícil de digerir e irreprochable, inaplazable.
Contundente como una mierda de pterodáctilo: imposible de evitar,
incontestable.
Dedujo, imagino, de mis palabras, que ya no
había ni habría vuelta de hoja: Las últimas páginas del cuaderno de mi vida se
estaban escribiendo en esos momentos; ya poco, o nada, había que hacer. En
pocos días el cáncer habría hecho (habrá hecho) su trabajo, y este viejo
pterodáctilo habrá expulsado, al final su última e inapelable gran cagada de
despedida. Adiós.
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