El tiempo se agota, me dices, se nos
escapan los minutos entre los dedos mientras apretamos las manos en un inútil
acto reflejo y primario. A mí me asaltan tres mil colecciones de diferentes 'asuntos
pendientes', cada cual más urgente que sus vecinos -por supuesto-, al tiempo
que constato que has dejado de llorar; se agota, repites serena y ensimismada,
ya nada resulta tan importante, ahora que no hay tiempo para nada más que
sentarse y esperar el final.
miércoles, 31 de diciembre de 2014
domingo, 28 de diciembre de 2014
"Las
tazas de váter en los cuartos de baño modernos se elevan del suelo como flores
blancas de nenúfar. El arquitecto hace todo lo posible para que el cuerpo
olvide sus miserias y el hombre no sepa qué pasa con los residuos de sus
entrañas cuando rumorea por encima de ellos el agua violentamente salida del
depósito. Los tubos de la canalización, aunque llegan con sus tentáculos hasta
nuestras casas, están cuidadosamente ocultos a nuestra vista y nosotros no
sabemos nada de la invisible Venecia de mierda sobre la cual están edificados
nuestros cuartos de baño, habitaciones, salas de baile y parlamentos".
Milan Kundera de su obra 'LA INSOPORTABLE LEVEDAD
DEL SER' (1984)
viernes, 26 de diciembre de 2014
PALABRAS DE DESPEDIDA
Algunas frases resultan lapidarias; es un
hecho, de la misma forma en que otras incitan a la acción, mueven masas y
derrotan tiranos, cambian el sentido de la historia o elevan el ánimo
colectivo, existen combinaciones de palabras que te plantan, directamente, al
borde del precipicio -uno, además, altísimo-, tan cerca de la caída que no
puedes evitar sentir que, en el fondo, no tiene mucho sentido resistirse a
ella. Entonces saltas.
Revoloteas, planeas durante un vertiginoso
descenso que, desde dentro, parece mucho menos acelerado de lo que es percibido
por todos esos observadores impasibles que ayer te saludaban sonriendo. "Bienvenido
a tú ocaso", dice alguno; sonríes, sin ganas, pero también sin fuerzas
para evitarlo. Esto se acaba.
Recuerdas cómo empezaste este viaje; era
otro tiempo, otro lugar, otra edad, otra fuerza, otras ganas. Piensas en
aquellas frases con las que comenzaste miles de escritos geniales que incitaron
a la acción, que movieron masas y derrotaron tiranos, que cambiaron el sentido
de la historia y elevaron el ánimo colectivo, y buscas en vano algo que decir ahora que el final está
frente a ti, mirándote a los ojos fijamente, casi como si te retase; una suerte
de epitafio glorioso, al menos digno. Pero todo esfuerzo resulta inútil, nunca
hay palabras adecuadas para la despedida, de la misma forma que tampoco las
hay, tantas y tantas veces, para dar fin a un ciclo, a una vida... a este
escrito.
lunes, 22 de diciembre de 2014
Hacía tiempo que no tenía la oportunidad de
salir a correr tranquilo, con tiempo suficiente -el necesario, al menos, para
disfrutar del paseo-.
Llovía, con violencia, como si un nuevo
diluvio bíblico se hubiese desencadenado y el fin de las especies comenzase por
su ciudad. Habría podido ir a la piscina, a nadar con ahínco o, sencillamente, sumergirse bajo el agua tibia
y dejar que las Leyes de Arquímedes hicieran su trabajo; pero no era lo mismo,
nunca lo ha sido. Nadar es sano, relajante, estimulante, pero... Calzarse un
par de zapatillas de chillones colores y salir a correr es más, mucho más que
practicar un deporte, el atletismo; correr, para él, es el último ejercicio de
libertad válido en estos días, le acerca a Dios y la naturaleza, le ayuda a
aclararse, a re-sintonizar tras poner el contador a cero, le trae recuerdos de
sus padres en otro tiempo -uno en el que todos ellos habían sido felices, los
tres, a la vez-, despierta en su interior un profundo sentimiento de amor hacia
ellos, sus padres, hacia su esposa y su hija, hacia todos y cada uno de los
habitantes del planeta. Le hace sonreír, de verdad, sintiendo la felicidad que
siempre debería experimentar quien sonríe.
Así que salió a correr; a pesar de la copiosa
lluvia, de la densa niebla que impedía ver más allá de los próximos doce o
quince metros, a pesar de los profundos baches convertidos en peligrosos
charcos y de los ríos que corrían por las empinadas calles, a pesar de todas
las miradas que, desde el calor y la comodidad de apartamentos con calefacción,
se asomaban a las ventanas para verle y
soltar una risotada. A pesar de todo ello, salió a correr, y su sudor se confundió
con la humedad de la niebla y las pesadas gotas de lluvia.
Llovía, con violencia, tanta que nadie
alcanzó a ver que, bajo la visera de su vieja gorra blanca, no podía dejar de
sonreír.
jueves, 18 de diciembre de 2014
TIEMPO
Tiempo..., todo se resume a su falsa
posesión, a la imposibilidad, aunque solamos creer lo contrario, de disponer de
él a voluntad.
Minutos deslizándose hacia un vacío irreversible,
irrecuperable e irresistible; días cayendo en la oscuridad del tiempo pasado,
que ya no es tiempo, pues una vez vivido se detiene en imágenes fijas,
instantáneas con las que decorar algún rincón de la propia casa o con las que
tapar alguna grieta inoportuna; años fulminados como milicianos atrapados al
final de la guerra, cuando ya no hacen falta rehenes y la necesidad de sangre
es tal que resulta sumamente fácil organizar un pelotón de fusilamiento en
pocos segundos.
Ayer no fue tan largo como hubiésemos
querido y hoy es una incógnita; olvidamos que todos los contenedores de tiempo
han sido definidos y acotados por matemáticos crueles que nos han condenado a
la finitud perpetua, al uniforme colegial, al minutero de un reloj de pared en
la más gris aula de un colegio sin jardines ni fuentes. Todos los días son
exactamente iguales por definición: una sucesión de segundos y minutos hasta
completar las fantásticas e insuficientes veinticuatro horas. Tal vez mañana,
pensamos, tal vez mañana sea diferente, quizá tenga un poquito más... un
poquito más de... tiempo.
viernes, 12 de diciembre de 2014
BUENOS TIEMPOS
Todo sonaba a nuevo aquellos días: Brian
Setzer sacaba sus primeros discos lejos de los Stray Cats y acompañado por una
'big band', el swing renacía de la mano de bandas como Royal Crown Revue o los
Big Bad Voodoo Daddy, yo tenía un grupo de rock con el que poníamos música
negra a la blanca voz de Mario Benedetti, Alan Boguslavsky grababa canciones
sentado en la cama de su habitación y tú... tú hacías el amor al rítmo de un
disco de Earl Hooker.
jueves, 11 de diciembre de 2014
"No
entendía por qué los muertos querían tener encima estas imitaciones de palacios.
Aquel cementerio era la soberbia convertida en piedra. En lugar de haberse
vuelto más razonables después de muertos, los habitantes del cementerio eran
aún más necios que cuando vivían. Exhibían su importancia en esos monumentos.
Los que descansaban ahí no eran padres, hermanos, hijos o abuelitas, sino
dignatarios y hombres públicos, portadores de títulos, distinciones y honores;
hasta los empleados de correos exponían aquí a la admiración pública su
posición, su importancia social, su dignidad".
Milan Kundera de su obra 'LA INSOPORTABLE LEVEDAD
DEL SER' (1984)
domingo, 7 de diciembre de 2014
BUFA LA CABRA
Este no es tu momento, que te quede claro.
Deberías de haberlo tenido claro desde mucho antes del inevitable comienzo del
mismo -el momento, ese que no me pertenece-.
"Bufa la cabra", gritaba un
muchacho hace dieciocho años en una academia de inglés del pueblo de mi madre;
"bufa la cabra", pues mira tú qué bien. Lo hacía -gritar- con
entusiasmo y frenesí, como si tuviese una misión: su mensaje debía llegar al
lugar predestinado, era de vital importancia.
En este espacio que no me pertenece, en
este momento que me han regalado, de cuando en cuando, se acercan a mí personas
que me ofrecen 'su apoyo'; me hablan de las dificultades a que se enfrenta la
cultura hoy en día y de lo complicado que resulta ubicarla en un entorno
mercantil, yo sonrío y asiento -y aprieto los dientes mientras subyugo las
apremiantes ganas de estampar un vaso de cristal lleno de cerveza en la cara de
alguno de mis interlocutores-. Todo está genial, todo es maravilloso,
fantástico; ¿sería tan amable de lamerme este dedito con el que acabo de
rascarme el culo? Gracias por su amabilidad.
Charles Bukovsky, Ken Kessey, Dostoyevski, Jean-Paul
Sartre, Unamuno, Tolstoi, Ray Loriga y... ¿yo? No, más bien aquel muchacho que
gritaba como un loco "bufa la cabra".
No es mi espacio, no es mi momento; lo
tengo bastante claro, estoy aquí de prestado. Aún hoy, sigo sin tener claro por
qué bufaba aquella maldita cabra.
viernes, 5 de diciembre de 2014
CANCIÓN NÚMERO 7
Todo empieza como suele hacerlo en estos
casos: primero confusión, después Faulkner -ruido y furia-, finalmente caos.
Cuerdas de acero tensadas hasta acercarse al vacío del acantilado; golpeadas,
manoseadas, arañadas con violenta necesidad animal. Pellejos, parches y cueros
resquebrajados a punto de ceder a la presión de la inmediatez testaruda.
Gargantas enrojecidas a punto de estallar en cascadas sanguinolentas de
verborrea estéril, yerma, incapaz de cumplir consigo misma.
Oscuridad...; la noche más larga, el
amanecer más lejano. El eco de risas invisibles rebotando de pared en pared, sordera
y ceguera urdiendo un plan maestro en contra de su protector. Hoy yacerás con
otro cuerpo dentro de otro nombre, con otro calor, en otra habitación alquilada;
mañana... ¿mañana?
lunes, 1 de diciembre de 2014
INSITENCIA PATOLÓGICA
-Antes
o después...
-Antes
o después -le interrumpió, como de costumbre, el lerdo de Jacobson, el hombre
eco-, antes o después -remarcó-.
-Antes
o después -volvió a empezar sin dejar de controlar de reojo a su tonto
escudero- tenía que pasar.
Estaba claro que tenía razón, pensé, pero
¿era necesario reincidir en ello una y otra vez, hacer leña del árbol caído?
Tras unos segundos, que ambos aprovecharon para dejarme las cosas claras una vez
más, decidí girarme sobre mí mismo e irme de allí sin decir palabra; no podía
con tanto odio, con tanta autocomplacencia, con tanta estupidez.
-Antes
o después -repitió el que se tenía por más listo mientras me alejaba-.
-Antes
o después -gritó el otro imbécil-.
sábado, 29 de noviembre de 2014
Escribía reseñas de estúpidas novelas
predestinadas a convertirse en super-ventas, que nunca llegaba a leer del todo,
para ganarse la vida. No era un gran trabajo, le obligaba a invertir demasiado
tiempo en ojear un montón de atroces obras que terminaban levantándole dolor de
cabeza, desde luego no era uno de los más populares en presentaciones y demás
encuentros literarios, se creaba enemistades perpetuas a costa de su
sinceridad. Tampoco estaba generosamente remunerado, aunque al menos ganaba lo
suficiente para sostener su austero modo de vida y, de cuando en cuando, tenía
la suerte de encontrarse con alguna grata sorpresa editorial; precisamente eso
fue lo que pensó -vaya fortuna la mía, al fin algo realmente bueno- cuando cayó
en sus manos aquella novelucha mal maquetada, que recordaba a aquellos
nostálgicos libritos destartalados de tarde de domingo lluvioso que aún pueden
encontrarse en cualquier mercadillo o librería de viejo. Después de dudar
durante un rato, terminó dándole una oportunidad -aunque sólo sea porque me
recuerda aquellas historias policiacas que leía mi abuela-, algo que, al cabo
de cuatro horas de lectura apasionada y feroz como no lo había sido ninguna
otra en años, celebró.
Redactó una gran crítica, nada le había
impresionado tanto desde 'Lo peor de todo', de Ray Loriga; ensalzó el estilo
ágil y tremendamente visual, el vocabulario selecto e inconformista, el ritmo
veloz y el sano humor ácido. Aún así, cuando puso el punto final a su escrito,
no puedo evitar sentir una ligera tristeza: este libro, pensó, este genial
libro no alcanzará el Olimpo; su tiempo pasó hace uno... o dos... siglos.
martes, 25 de noviembre de 2014
ESTAS MANOS
Éstas,
son las manos
de
un hombre que ha reído
y
está llorando.
Con
estas manos
he
tocado,
he acariciado,
he acariciado,
he
manoseado,
he
excitado,
he
provocado,
he
señalado,
he
incitado,
he
insultado,
he
perdonado,
he
implorado,
he
distraído,
he
jugado,
he
buscado y hasta
he
encontrado.
Estas
torpes manos cansadas,
hábiles
sólo de cuando en cuando,
no
son ni mejores ni peores
que
cualquier otro par de
manos
grandes,
manos
pequeñas,
manos
suaves,
manos
ásperas,
manos
ligeras,
manos
lentas o
manos
inquietas, y
sin
embargo,
no
puedo evitar pensarlo:
prefiero
estas manos;
para
mí
sí
son las mejores.
Estas
manos capaces
de
poesía y teatro,
de
beso y tortazo,
de
dulce y salado,
de
destello y ocaso;
estas
viejas manos gastadas,
capaces
de hacer reír,
empeñadas
en llorar.
domingo, 23 de noviembre de 2014
"Por
un instante una frase intentó adquirir forma; mis labios se entreabrieron
esforzándose como los de un mudo, como si en ellos hubiera más violencia que la
de una ráfaga huracanada. Pero no exhalaron el menor sonido y lo que estuve a
punto de decir se perdió para siempre".
F. Scott Fitzgerald de su novela 'EL GRAN GATSBY'(1925)
viernes, 21 de noviembre de 2014
jueves, 20 de noviembre de 2014
martes, 18 de noviembre de 2014
LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER
Para empezar, abrir el cuaderno -eso aún sé
cómo hacerlo-, tomar un bolígrafo entre pulgar e índice -también- apoyándolo en
el corazón -¿dedo?, sí- y comenzar, sin más, a verter todo el contenido
acumulado -esto ya... no sé-. Hay fases, etapas que todo escritor atraviesa,
dicen todos los escritores cuando no saben qué hacer pero sí cómo; a veces toca
cruzar el desierto. Correcto, pero qué pasa cuando uno no sabe ni qué ni cómo,
cuando uno no tiene ni idea de por dónde debería comenzar.
El mundo está lleno de buenos tipos rezando
por atreverse a hacer algo, al menos, una vez en la vida; por desgracia también
hay unos cuantos hijos de puta que nunca dudan a la hora de poner en práctica
toda su maldad. Ese es el problema: un hombre bueno callado no sirve para nada,
es sólo parte de la decoración; es más, un hombre quieto, sistemáticamente
inmóvil ante la injusticia, la maldad, cualquier agravio o la sinrazón, no
puede ser un hombre bueno.
¿De qué me sirven todas estas ideas
pululando por mi cabeza, incapaces de encontrar la puerta de salida al mundo
exterior?
Ayer un tipo de mi edad se suicidó al caer
la noche; al parecer se sentó delante de un giradiscos en el que había puesto
un single de 'The man who sold the world', de David Bowie, con una botella de
Jack Daniel's y tres docenas de barbitúricos. Nadie sabía que tuviera
problemas; ni su novia, con la que vivía, ni sus padres ni su hermano, al que supuestamente estaba muy unido. Nadie,
aunque todo hace pensar que habría sido aconsejable escarbar un poco más. El
muchacho, sencillamente no pudo más -con lo que fuese- y decidió poner punto y
final -de vez en cuando todos necesitamos poner fin a algo, desde una novela
hasta la propia vida-, había tenido suficiente.
Y yo... cómo gestionar todas estas cosas
que tengo por dentro, qué hacer con mis propias posibilidades. Kundera me diría
que si sigo en este plan, contemplando todas las opciones, me voy a poner
insoportable. Ahora mismo todo lo que me apetece es abrir otra botella de vino
y abrazarme a ella; cómo suena esto visto desde fuera. Opciones...
sábado, 15 de noviembre de 2014
viernes, 14 de noviembre de 2014
José su nombre; nacido cuarenta y nueve
años atrás, en un pueblecito orensano próximo a la frontera con Portugal -esto
fue por sí mismo una desventaja, pues nunca habló castellano o portugués, ni si
quiera una suerte de gallego de interior, sino un dialecto libre nacido del
encuentro de las tres lenguas que, por desgracia, nadie fuera de aquel lugar
terminaba de entender del todo-.
Pronto empezó a demostrar gran destreza con
el manejo de gubia, segueta y garlopa, revelándose como un artesano de la
madera, un ebanista meticuloso, detallista y delicado. Comenzaron a llegarle
encargos y, con veinte recién cumplidos, partió a Santander; allí un gran
taller de carpintería le dio trabajo durante un cuarto de siglo, hasta que la
debacle económica general, la mala gestión de los herederos del negocio, los
muchos clientes desaparecidos y transmutados en morosos escurridizos...,
cualquiera de las miles de razones posibles, hicieron que el taller quebrase.
José se vio en la calle con casi cuarenta y
seis años, después de una vida dedicada a la ebanistería a cambio de un sueldo
digno pero insuficiente como generador de ahorros, lejos de su añorado pueblecito
gallego y solo -ni mujer ni hijos ni novia ni amigos reales porque "el
gallego habla raro, no hay quien le entienda"-. Un par de meses después de
verse en el paro sufrió un 'leve' infarto cerebral que paralizó su labio
inferior; a su peculiar acento y original vocabulario, se unía ahora la
dificultad para vocalizar correctamente; el vacío a su alrededor se abría paso.
Al cabo de un año José se hizo a la idea de que con aquella incapacidad para
hacerse entender, no volvería a encontrar trabajo; comenzó a tallar pequeñas
piezas, cajitas decorativas, figuras y marcos de foto que vendía en la calle. Su
taller, su tienda, su hogar.
Siempre que me lo encontraba le ofrecía
algo de trabajo, más una ayuda que una tarea concreta, él aceptaba siempre
sonriendo a cambio de un café caliente o unas piezas de fruta; después seguí
con su labor. Recuerdo que en cierta ocasión me dijo: "de alguna forma
tengo que pagar el alquiler y la calefacción".
El invierno es duro, todo aquel que haya
pasado una temporada en la calle lo sabe, muy duro. Hacía dos o tres semanas
que no le veía por ninguna de sus esquinas habituales, el mismo tiempo que un
gélido frente invernal llevaba instalado en nuestra ciudad. A veces las frases
hechas suenan francamente mal. La noticia me cayó como un jarro de agua helada
-no por ser algo predecible se hace uno mejor a la idea antes de la
constatación del hecho consumado-; a José se le acabó el dinero, de tener un
techo y cuatro paredes delimitando un cuartucho abuhardillado frío, pasó a
verse en medio de la calle con una tormenta de nieve amenazando en la oscura
distancia nocturna. Encontraron su cuerpo inerte dos barrenderos municipales un
martes de madrugada -el trabajo sucio siempre es para los mismo y siempre antes
de que salga el sol-, apretujado entre unas mantas desgastadas y medio rotas,
en un céntrico portal. El Ayuntamiento se hizo cargo de su 'funeral', nadie
acudió, a excepción del funcionario encargado de recoger sus cenizas y sellar
el parte de defunción. Intenté en vano localizarle -al funcionario- y hacerme
con sus volátiles restos; llevarlos a Orense y esparcirlos al viento, qué menos
podía hacer por él, ahora que... ahora que ya nada tenía remedio.
martes, 11 de noviembre de 2014
Fue tan fácil como acercarse a la ventana,
subirse al viejo taburete que llevaba toda la vida allí, detrás del sofá, y
saltar a la calle cerrando los ojos, mientras pensaba "tres, dos, uno...
no me voy a enterar... tres, dos, uno... no me voy a enterar". Cuando al
fin volvió a abrir los ojos, pudo ver su cuerpo tendido en medio de la
carretera, un charco de sangre y varias personas a su alrededor; llevaba más de
media hora muerto, no se había enterado de nada.
domingo, 9 de noviembre de 2014
sábado, 8 de noviembre de 2014
¿Escribir por escribir? No, no es eso...,
se trata más bien de la necesidad; hace años que es así, una simple cuestión de
registro y archivo, necesario, sí, pero también maniático, compulsivo,
metódico, frío.
También había algo de eso al principio,
pero con mucho más corazón; mis necesidades surgían más de mis pasiones que de
mi cabeza, la tinta me brotaba entonces de las venas y no era una simple
manifestación de alguna afección subcutánea mal curada.
¿Y hoy? Sencillamente soy un enfermo, un
adicto incapaz de vivir sin un bolígrafo en la mano -o, en su defecto, a mano-,
necesito... escribir a diario a fin de mantener un equilibrio mental que haga
posible la convivencia a mi lado; derramar palabras sobre el papel se asemeja
bastante, para mí, al simple acto de respirar: imposible vivir sin practicarlo
a menudo. Al final resulta que ya ni pienso, sólo escribo.
Y aún así, muchas -demasiadas- veces... le
sacas punta al bolígrafo porque sí, esperando conseguir algún que otro logro;
aunque sea uno de esos que no te llevan a ninguna parte pero te hacen sonreír,
y, después de... tres horas a punto para nada, caes en la cuenta de que todo lo
que tienes es una triste sensación vacía apoderándose de ti. Aún así, continúas
respirando.
miércoles, 5 de noviembre de 2014
Jueves..., ayer fue martes, mañana será
jueves, así que hoy... pero no, no es el tiempo lo que importa, ni el lugar;
tampoco importan mucho ninguna de las coordenadas con las que los hombres
solemos trabajar: por aquel entonces yo aún estaba vivo, los continentes eran
uno y todos los mares y océanos lo rodeaban constantemente, como una legión
extranjera asediando el castillo propio. Por aquel entonces... pero no, tampoco
fue en aquellos días de luz infinita cuando comenzó esta... llamémosla
maldición o, si así lo preferís, bendición; lo mismo da tomar una moneda por su
cara o por su cruz, su valor sigue siendo el mismo: cero absoluto.
lunes, 3 de noviembre de 2014
MALENA Y JUAN -Y LUIS-
Follaban en El Corte Inglés. No en medio de
cualquier pasillo, ni en los cambiadores de la sección de moda femenina o en
los aseos de la planta joven; no, lo hacían en una zona apartada del almacén,
llena de cajas, cerca de los estantes donde se apilaban las últimas novedades
del inagotable genio literario. En rigor, aquello no era El Corte Inglés, sino
un simple almacén; pero al Corte Inglés pertenecía, así que, repito, follaban
en El Corte Inglés.
He de aclarar que lo que Malena -ese era su
nombre, creo recordar- y Juan hacían era follar, y no hacer el amor; el amor lo
hacían, Malena con Luis, su marido, y Juan con cualquiera de las muchas
'amigas' solteras que siempre tenía. Entre ellos no había amor, pasión sí, e
incluso algo de... atracción, pero, decididamente, amor no; de hecho, parte de
esa atracción radicaba en cierta clase de odio o repugnancia mutua que ambos se
profesaban. Lo suyo era sucio, grotesco, animal y decadente sexo; nada de amor.
Malena y Juan llevaban exactamente cuatro
años follando en EL Corte Inglés, dos veces por semana, los martes y los
viernes, cuando un supervisor les cazó por casualidad y los despidió; "la
crisis, ya sabes -dijo Malena a su esposo, Luis-, reducción de plantilla",
y Luis maldijo al Corte Inglés.
Antes de un mes, la fuerza de la costumbre
obligó a Malena y Juan a retomar los viejos hábitos no olvidados ni superados;
cada viernes, al principio, a diario poco después, se encontraban en casa de
ella para follar como bestias durante hora y media. Ya no había almacén, sino
cama matrimonial y baño compartido, un reloj en la mesilla de noche y un
horario al que ceñirse.
Y pasó lo que suele suceder en estos casos;
al cabo de varios meses Luis tuvo un mal día en el trabajo y decidió salir
antes para correr al cálido refugio del hogar; el mismo día Malena y Juan
tuvieron un calentón ligeramente mayor de lo habitual y su hora y media se
acercó a las dos horas. El resto es pura lógica: Luis grita, Malena grita, Juan
salta, después grita, Luis amenaza, Malena llora, implora, Juan vuelve a
saltar, Luis alza un puño, Juan se arrodilla, Malena se arrastra hacia el baño,
Luis grita, Juan solloza, Luis agarra un jarrón de encima del tocador, Juan
implora, Luis descarga el jarrón con todas sus fuerzas, Juan se desploma con la
cabeza ensangrentada, una alfombra blanca queda manchada para siempre, Malena
reaparece con unas tijeras en la mano, Luis se gira, Malena ataca, Luis se
desploma con unas tijeras clavadas en su ojo derecho, la alfombra aún más
manchada, Malena cae de rodillas y llora desconsolada, amarga e histéricamente.
domingo, 2 de noviembre de 2014
"¿De
eso se trata, entonces?, ¿de soportar lo que no puedes soportar?, ¿de aprender
la lección del melodrama y poner la retórica de la pasión en el lugar que le
corresponde? Yo diría que la palabra 'insoportable' es por definición una
falacia. A menos que uno se pegue un tiro inmediatamente después de emplearla".
Glen Duncan de su novela 'EL ÚLTIMO HOMBRE LOBO'
(2012)
viernes, 31 de octubre de 2014
miércoles, 29 de octubre de 2014
LO QUE YO NO ENTIENDO
Yo soy un hombre vulgar, apenas sé leer y
escribir, sumar, restar y hacer algunos otros cálculos más bien simples; soy lo
que suele decirse 'limitadillo'. Qué le vamos a hacer; aún así alcanzo a llevar
las cuentas de mi pequeño negocio de venta y reparación de maquinaria agrícola
con bastante éxito; Hacienda está contenta conmigo, el banco donde tengo
contratada mi hipoteca también lo está y yo como a diario, y hasta me tomo
alguna cerveza de vez en cuando fuera de casa.
Aún así, y pese a mis limitaciones, siempre
he intentado tener una mente abierta y mostrar una voluntad de lo más...
comprensiva. Ahora bien, no entiendo -ni ganas tengo, la verdad- que un
ayuntamiento contrate a la señora conocida como 'La Pantoja' para dar un
concierto y pagarle una suma de dinero -me da igual cuál- después de haber sido
declarada culpable, por un tribunal estatal, de blanqueo de capitales.
domingo, 26 de octubre de 2014
sábado, 25 de octubre de 2014
CATARSIS
(preludio)
Catarsis puede ser, sencillamente -y mucho
más allá de las extensas definiciones que los diccionarios reglados nos
regalan-, afeitarse las patillas por primera vez en veinte años.
(explosión)
Tenía que hacer algo. Es cierto que él fue
quien apretó el gatillo, como también lo es que nadie puso en sus manos aquel
arma que había conseguido por sus propios medios en un almacén abandonado de la
periferia reconvertido, desde hacia varios meses, en supermercado de lo
clandestino. Es verdad, nadie le empujó para que entrase en aquella oficina
medio enloquecido, vociferando ofensas y verdades atropellándose entre sí. Pero
estaba claro que tenía que hacer algo; por su esposa enferma y sus dos hijos,
por él mismo, ...por su familia.
(sentencia)
Por definición, debe ser puntual,
fenoménica; aunque pueda ser prevista en su gestación, una auténtica catarsis
acontece en un punto horizontal y se expande en una línea vertical. Toda buena
explosión controlada -en tierra- se desmanda en los cielos.
(conciencia)
Y a pesar de todo aquel ruido y dolor que
no le daba tregua desde hacía tres meses, seguía sintiéndose único culpable;
incapaz de hallar solución, atascado en un bache que sólo él no había visto en
el camino, convencido de merecer cualquier castigo.
(07:00
a.m.)
Antes o después -pensó a gritos-, antes o
después..., y tomó una cuchilla en su temblorosa mano derecha.
viernes, 24 de octubre de 2014
miércoles, 22 de octubre de 2014
Y EL FINAL LLEGÓ
Olfateaban con cuidado el aire pesado y
oscuro de la última de las noches en paz; un aroma sangriento y rancio
adquiriendo lentamente un protagonismo que no tardaría en salirle demasiado
caro a los sabuesos de la memoria.
Ya no quedan hombres de verdad. Lo he oído
tantas veces que empiezo a creérmelo; está claro, yo no puedo ser real, tampoco
soy un hombre de verdad, sino el fantasma de un niño destetado demasiado tarde
y desterrado desde la cuna, puede que incluso antes de ocuparla. Pero eso, yo y
mi historia personal, en el fondo da igual..., lo que importa es que, a pesar
de que finalmente todos fueron capaces de percibir el hedor que vaticinaba el
inevitable desenlace de este intento fallido de Humanidad, nadie pareció
inmutarse; ninguna mirada dubitativa o humedecida, ninguna mano temblorosa,
ningún alma oprimida, ningún corazón desbocado..., sólo siete mil millones de
narices alzadas buscando la confirmación de lo que llevaba siglos escrito en el
Gran Cilindro de Jacques: mis queridos hijos, mis amadas hijas, esto se acabó,
os toca pagar la cuenta -incluso a ti, Leonard, ninguna de tus canciones ha
conseguido salvarlos... salvaros-; ya os lo había dicho hace mucho tiempo, no
siempre iba a mirar hacia otro lado, qué esperabais, no os sonriáis, no penséis
que voy de farol, de hoy... de hoy, no va a pasar.
sábado, 18 de octubre de 2014
DE CONSEJOS Y DECISIONES DESACONSEJABLES
El mejor consejo posible..., me preguntó
cuál era mi opinión, un consejo -daba igual si bueno o malo- me pidió.
Mientras yo buscaba en mi cabeza, en la
televisión de algún bar de carretera daban la noticia: Bélgica concede la
eutanasia a un preso que afirma sentirse incapaz de reinsertarse. Recuerdo que
lo primero que pensé al oírlo fue: "vaya, un buen tipo sin duda",
nada de "hay que joderse con el cabrón de... ¿asesino, ladrón, estafador,
violador, traficante?". Soy incapaz de ser mejor persona, lo único que
puedo hacer por la sociedad es desaparecer; puf, y desaparecer sin hacer
demasiado ruido. Buenas noches y hasta mañana. ¿Hasta mañana?, no, adiós. Y ya
está, un último acto de humanidad y caridad condenado por la dictadura de la
moral; a Dios, dicen, no le gusta nada tu idea. ¿Estáis seguros? Por si acaso mejor
me callo, para siempre, a poder ser.
Yo seguía pensando y buscando y estrujándome
los sesos para responder algo adecuado a sus expectativas. En algún lugar del mundo,
mientras tanto, alguien debía estar arreglándose el bigote, alguien estaría
meando o incluso cagando, alguien reiría y alguien lloraría, alguien bebería
café y otro alguien se clavaría en dos tragos una copa de whiskey 'on the
rocks'. El mundo es así; gira y gira sin pararse a ver cómo se contonea el
último cometa en atravesar la galaxia, jamás esperará a que te decidas, así que
hazlo o no, pero ya.
El mejor consejo... No leas a Diderot,
aunque sólo se trate de una de sus graciosas novelas y no de un ensayo -ligero
por otra parte-, podrías ser acusado de pretencioso filósofo en ciernes.
Tampoco está bien visto pasearse por la calle con ejemplares de Unamuno,
Dostoyevski o Palacio Valdés, no hablemos de Thoreau o Rousseau. En cambio no
está tan mal considerado que te vean coqueteando con Hemingway -palabra clave
'tan'- a pesar de que el bonachón amigo americano no parase de flirtear con la
muerte hasta que, el que la sigue la consigue, dio en la diana.
Después de tres o cuatro horas, o quince o
veinte días, o varios meses, años quizá -ya había perdido el control sobre los
conceptos espaciotemporales básicos con tanto devaneo mental-, caí en la cuenta
de que apenas recordaba qué me había llevado a tal punto. Pensé en cáncanas
negras y regordetas danzando alrededor de paellas descomunales y botellas de
vino, recordé una docena de conversaciones al borde de una piscina en la única
sierra a la que, en mi opinión, le viene bien tal nombre. Pero nada, porque...
un momento, un momento; sí, ya estaba. Yo tenía un periódico underground -algo
muy parecido a lo que ahora llaman blog, pero de papel-, el problema -y digo
'el' porque sólo había uno, pero tan grande que tiraba por tierra las
numerosísimas cosas buenas que me aportaba-, el problema era que yo disfrutaba
una barbaridad escribiendo los bocetos que más tarde conformarían los artículos
que en él -el periódico underground- aparecerían, cosa que hacía en cuadernos
de cartoné e imitaciones de moleskine, pero me resultaba un auténtico y
soberano coñazo transcribir todo aquello para hacerlo público. Así que después
de tres intentos de suicidio frustrados antes aún de terminar de ser planeados,
y tras beberme en una noche dos botellas y media de un rioja de lo más
sencillito, terminé por prenderle fuego a todo -papel, cuadernos, bolígrafos,
máquinas de escribir, impresoras, fotocopiadoras, teclados monitores y torres
de ordenador en general- y me olvidé, de una vez por todas, de volver a
escribir -hecho que, por otra parte, no pocos recibieron con júbilo y
gratitud-.
Después pasaron los años y, un buen día,
alguien me preguntó. El mejor consejo que puedo dar es que nunca, bajo ningún
concepto, des un solo consejo a nadie, por mucho que te imploren por él -da
igual, por supuesto, lo acuciante que pueda ser recibirlo-, jamás. De lo
contrario, amigo mío, te auguro rencores y odios perennes y falsamente
intermitentes.
jueves, 16 de octubre de 2014
INMÓVIL
Las oxidadas campanadas del viejo carillón
anuncian que es medianoche, aunque aquí, en medio del tiempo ausente o detenido
-o simplemente carente de sentido-, poco importa si son las doce o las tres o
las cinco, de la mañana o de la tarde.
Bertrand continúa tocando el piano; sonríe
abstraído, permanece desde hace días así, a caballo entre este pequeño salón,
sus eternos moradores ebrios, y aquello que aguarda al otro lado del puente,
ese eco mudo tan característico del tiempo inmóvil.
Mientras, fuera, avanza..., antes o después
la niebla nos cubrirá con su húmeda caricia.
A través de sus inquietos dedos, diferentes
ritmos de blues y jazz, de música de cámara austriaca y pequeñas piezas de
Satie, se alternan con graciosa velocidad; sus manos no saben quedarse quietas,
y sólo dejan de acariciar las teclas, de cuando en cuando, para bailar hasta
una copa de vino que jamás parece quedarse vacía.
La noche prosigue sin que dé muchas
muestras de pretender terminar. Qué escribes, pregunta Jorge -Jorge tiene siempre
la necesidad de averiguar cosas, de descubrir secretos, de investigar algo
nuevo-; un poema, responde Rosita -empeñada en sólo ver belleza allí donde
mira-. Palabras pretendiendo convertirse en algo hermoso..., pudiera ser. A
esto es a lo que me dedico, pienso yo, a observar y tomar nota.
lunes, 13 de octubre de 2014
CADA MAÑANA, DESPUÉS DE OTRA NOCHE
IGUAL A LAS DEMÁS
Te roban la ilusión, poco a poco consiguen
dejarte vacío; llega un momento en que lo único que puedes hacer cada mañana,
mientras desayunas sobre la encimera de la cocina con un montón de cuchillos de
todo tipo adheridos a un imán frente a ti, es preguntarte con cuál de ellos te
segarías más rápido el cuello.
domingo, 12 de octubre de 2014
viernes, 10 de octubre de 2014
LA EDUCACIÓN
-Veamos...,
a ver si soy capaz, yo creo que sí, de hacerme entender,
-Ardo
en deseos -me suelta sin borrar esas estúpida sonrisa prepotente de su arrugada
cara-.
-He
sido padre hace unos meses...
-Ajá,
sí -me interrumpe-.
-...mi
hija ha empezado a gatear -continúo sin prestar atención a sus gestos de
superioridad prepotente-.
-Claro,
claro.
Silencio. Espero. Parece que no necesita
acotar nada más.
-¿Ves
este suelo lleno de orines de perro y vomitonas de adolescentes ebrios?
-Sí...
-duda-, aunque...
-Bueno
-esta vez soy yo quien no le permite continuar-, pues en un rato los dos
llegaremos a mi casa, donde mi hija se pasa el día entero arrastrándose
textualmente por todo el suelo; su boca, su cara, su lengua, rebozadas por
alfombras y parquet que en media hora tus sucias zapatillas habrán impregnado
de toda una colección de gérmenes.
Silencio, ahora es él quien parece esperar.
-Intuyo
que has adivinado hacia donde me dirijo -permanece callado, así que prosigo-;
la educación, la estúpida y falsa, engañosa educación tan socorrida y a la que
tanto nos gusta clamar, me impide, tan pronto como lleguemos a mi casa,
pedirte amablemente que te descalces, como yo lo haré, y dejes tus zapatillas
en lugar seguro y, de paso, a los gérmenes que con ellas viajan en dique seco,
lejos de la suave y delicada piel de mi hija.
Sonrío, él permanece en silencio, los ojos
abiertos, muy abiertos y mirando a un punto indeterminado de un plano inmenso
que se extiende tras de mí. Le hago un gesto, nos vamos a casa, camino a su
lado, en silencio, llegamos y...
miércoles, 8 de octubre de 2014
EURODIPUTADO
-Y
tú, dónde dices que trabajas.
-En
la Eurocámara; soy eurodiputado -sonrisa-.
(Sí, lo sé, esto parece el comienzo de un
chiste, pero se trata de una conversación real. Prometido)
-Pues
tal y como lo veo yo, en la Eurocámara hay toda clase de fauna: estafadores,
mentirosos, timadores, proxenetas, chulos, matones, ladrones, putañeros,
traficantes, defraudadores y vividores de toda clase; y, teniendo en cuenta que
tienes cara de pluriempleado, o eres un pelín más específico o ni puta idea de
en qué saco meterte -ahora sonrío yo, aunque con algo más de... ironía-.
domingo, 5 de octubre de 2014
PARTE DE LA HISTORIA
Yo soy... soy melómano y... bibliófilo
-amén de otras muchas aberraciones que no vienen al caso-. Hechas las
presentaciones, he de decir que he visto muchos, muchísimos discos grandiosos
olvidados por culpa de un 'inadecuado' tipo de letra en el lomo de una edición
original en vinilo y demasiados libros... 'vírgenes' a causa de una tapa blanda
mal coloreada.
No pienso sucumbir al mercantilismo de este
tiempo; pero tampoco voy a dejar el futuro de mi legado a la caprichosa e
imprecisa voluntad de la casualidad, soy totalmente consciente del sentido de
cada paso que doy. Hoy soy el Señor Lozano, sencillamente; mañana seré... parte
de la historia.
INESCRUTABLE
Los primeros rayos de luz comenzaron a
filtrarse a través de las deterioradas y sucias láminas de la persiana mal
cerrada del dormitorio, impactando directamente sobre su rostro, obligándole a
abrir los ojos y despertar. Rápidamente pasó revista a los seiscientos treinta
y nueve músculos de su cuerpo maltratado; a pesar de todo el alcohol y los
cigarrillos de la noche anterior, no parecía encontrarse tan mal como cabía
esperar. Pedro se puso en pie y se encaminó al cuarto de baño donde, frente al
espejo y a pesar de su mal aspecto, constató que, efectivamente, seguía vivo.
En algún punto, su plan magistral de poner fin a todo y suicidarse a base de
cervezas y calmantes falló; "debía de estar tan borracho que olvidé
tomarme las puñeteras pastillas", pensó.
Resignación..., viviría otro día más;
"tal vez está noche... podría ser, aún me quedan varias botellas de
whiskey y unas cuarenta cervezas, y por supuesto, todos esos
tranquilizantes".
Se metió en la ducha y abrió el grifo; el
agua fría estancada en las cañerías desde hacía horas salió torpemente y cayó
sobre su cuerpo con violencia. "Así debe de haberse sentido Ryan Adams
unas tres mil veces", dijo en voz alta, comprobando así que aún era capaz,
además de respirar, de hablar. Fuera del baño se vistió con parsimonia y
desinterés, olvidándose de 'conjuntar' sus viejos pantalones grises con una camisa
de saldo que nunca antes se había probado, se bebió un café gélido que no recordaba
haber preparado y salió a la calle.
Sólo Dios sabrá el motivo por el que, por
primera vez en tres años pisaba una iglesia. La última vez había sido en el
funeral de su hermano, con quien no hablaba desde hacía eones, y se había
prometido no volver por allí hasta que llegase el día en que él fuese el
cadáver. Quizá fuese, sencillamente, porque aquel había sido el día señalado el
su calendario, aunque al final las cosas no saliesen como esperaba.
Dentro del templo de estilo
post-modernista, Pedro tomó asiento en uno de los bancos más alejados del altar
que, además, ofrecía resguardo a sus ocupantes gracias a la anónima sombra que
sobre él caía por obra y gracia de una estatua de la Virgen María. Todo comenzó
como él recordaba; el cura saludó cuando todos los asistentes se pusieron en
pie, después le cedió la palabra a un par de feligreses que no tardarían mucho
en visitar aquel altar como protagonistas estelares. El primero leyó algo
acerca de..., la verdad es que Pedro no prestó ninguna atención, pero cuando
llegó el turno del segundo, la cosa cambió. Aquel hombre, bajito y encogido,
aunque de mirada acerada y firme, recitó una carta de San Pablo en la que el
apóstol declaraba ansiar la muerte para reunirse con su Creador, pero que
aceptaba seguir vivo, pues esto indicaba que alguna importante misión le
aguardaba por aquí. Pedro escuchó atento y sorprendido, como si aquel hombre le
hablase sólo a él; al borde de la emoción le pareció que se dirigía en
exclusiva al único suicida frustrado que esa mañana de domingo se había dejado
caer por allí. "Quizá sea cierto, tal vez sea el mismísimo Dios quién le
susurra la forma de las palabras que me ha de comunicar". El resto de la
misa no tuvo nada de extraordinario, a pesar de que a Pedro le pareció un
mensaje divino el hecho de que aquel domingo concreto, uno de tantos otros
domingos oscuros en esa época del año, el sol luciese con tal ímpetu que, al
aproximarse al altar para comulgar, durante unos segundos se vio cegado por el
reflejo celestial que se proyectaba desde el cáliz que el buen pastor sostenía
entre sus manos.
A la salida, Pedro se dirigió con velocidad
a su casa, entró corriendo por la puerta sin pararse a cerrarla, buscó en la
cocina todos los frascos llenos de pastillas que encontró y los tiró por el
retrete; después hizo lo mismo con las distintas botellas que contenían
brebajes capaces de adormilar a un elefante adulto. Acto seguido se plantó
frente a un viejo crucifijo que había heredado de un tío suyo que había sido
muy beato y, sonriendo, dijo en voz alta: "gracias Padre..., mensaje
recibido; no te arrepentirás".
jueves, 2 de octubre de 2014
EL RITMO DEL GARAGE
Alguien se preguntó en voz alta "y
cómo debiera empezar". Eso me hizo pensar; por un lado me repetí la misma
cuestión, por otra parte... cómo empecé yo. Recordé a Travis Henderson
deambulando desnudo por el desierto mientras nadie hacía ningún esfuerzo por no
olvidarle y él ponía todo de su parte por recordar; terminé pensando en el
Loco.
Tenía siete años cuando mi padre llegó a
casa con una copia de 'El ritmo del garage' en casete -ni idea de dónde había
salido- y, al menos así lo recuerdo, me la dio sin ningún tipo de explicación,
sin motivo concreto -no era mi cumpleaños, ni el día de Reyes, y yo ni siquiera
sabía muy bien quién era el tal Loquillo-, me la soltó, sencillamente, como si
estuviese cumpliendo una misión.
En la portada de aquella cinta aparecía
Loquillo, el Loco, en pose chulesca, apoyado en la reluciente parrilla
delantera de un camión, con su tupé perfectamente modelado, un cigarro descansando
en los labios, camiseta blanca, vaqueros negros ajustados e impolutas camperas
brillantes.
Tan pronto como mi padre puso en mis manos aquel
casete, mi curiosidad se despertó, así que corrí al radiocasete que había en el
cuarto de estar y lo puse a funcionar. Uno, batería, dos, bajo y guitarra, tres
saxofón, ¿cuatro? Rock and Roll; el señor Sanz Beltrán, Loquillo para amigos y
enemigos, hablándome en exclusiva, dirigiendo sus palabras a mi
ultra-perturbable cerebro de siete años. Recuerdo que antes de terminar de oír
el primer tema volví la vista de nuevo hacia la portada y pensé: "eso es
lo que quiero ser de mayor".
Escuchar 'El ritmo del garage' es viajar en
el tiempo; no a un tiempo concreto, sino a todos. Todos los tiempos vividos
encerrados en un disco de poco más de media hora de duración... Escuchar 'El
ritmo del garage' es recordar a Aitor, el primero en irse, recordar nuestras
gargantas rotas intentando gruñir como el Loco, nuestras manos golpeando
nuestras pantorrillas 'al ritmo del garage'. Escuchar 'El ritmo del garage' es
rocordar a Álex, el último rocker, y a todos, absolutamente todos, mis caídos.
Escuchar 'El ritmo del garage' es volver a aquel lejano verano del 95, a mis
espaguetis 'lozanos', a mi abuela y sus cien 'durillos', a todas las chicas con
las que tonteé y a las pocas que conseguí besar. Escuchar 'El ritmo del garage'
es conducir una vez más cada uno de los doscientos y pico mil kilómetros que he
recorrido. Escuchar 'El ritmo del garage' es saborear cada trago de cerveza
como el primero, oír cada disco recién llegado como el segundo -el primero sólo
puede ser uno- y escribir cada palabra como si fuera la última. Escuchar 'El
ritmo del garage' es volver a intuir todo lo bueno que la vida te tiene
preparado. Escuchar 'El ritmo del garage', es...
domingo, 28 de septiembre de 2014
sábado, 27 de septiembre de 2014
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