miércoles, 31 de diciembre de 2014

     El tiempo se agota, me dices, se nos escapan los minutos entre los dedos mientras apretamos las manos en un inútil acto reflejo y primario. A mí me asaltan tres mil colecciones de diferentes 'asuntos pendientes', cada cual más urgente que sus vecinos -por supuesto-, al tiempo que constato que has dejado de llorar; se agota, repites serena y ensimismada, ya nada resulta tan importante, ahora que no hay tiempo para nada más que sentarse y esperar el final.
"Mantuvo las manos dentro de los bolsillos. Miraba fijamente la carretera. Ese era el problema de hablar. Tarde o temprano acabas así. Tarde o temprano todo acaba así".
Glen Duncan de su novela 'EL ÚLTIMO HOMBRE LOBO' (2012)

domingo, 28 de diciembre de 2014

"Las tazas de váter en los cuartos de baño modernos se elevan del suelo como flores blancas de nenúfar. El arquitecto hace todo lo posible para que el cuerpo olvide sus miserias y el hombre no sepa qué pasa con los residuos de sus entrañas cuando rumorea por encima de ellos el agua violentamente salida del depósito. Los tubos de la canalización, aunque llegan con sus tentáculos hasta nuestras casas, están cuidadosamente ocultos a nuestra vista y nosotros no sabemos nada de la invisible Venecia de mierda sobre la cual están edificados nuestros cuartos de baño, habitaciones, salas de baile y parlamentos".
Milan Kundera de su obra 'LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER' (1984)

viernes, 26 de diciembre de 2014

PALABRAS DE DESPEDIDA
     Algunas frases resultan lapidarias; es un hecho, de la misma forma en que otras incitan a la acción, mueven masas y derrotan tiranos, cambian el sentido de la historia o elevan el ánimo colectivo, existen combinaciones de palabras que te plantan, directamente, al borde del precipicio -uno, además, altísimo-, tan cerca de la caída que no puedes evitar sentir que, en el fondo, no tiene mucho sentido resistirse a ella. Entonces saltas.
     Revoloteas, planeas durante un vertiginoso descenso que, desde dentro, parece mucho menos acelerado de lo que es percibido por todos esos observadores impasibles que ayer te saludaban sonriendo. "Bienvenido a tú ocaso", dice alguno; sonríes, sin ganas, pero también sin fuerzas para evitarlo. Esto se acaba.
     Recuerdas cómo empezaste este viaje; era otro tiempo, otro lugar, otra edad, otra fuerza, otras ganas. Piensas en aquellas frases con las que comenzaste miles de escritos geniales que incitaron a la acción, que movieron masas y derrotaron tiranos, que cambiaron el sentido de la historia y elevaron el ánimo colectivo, y buscas en  vano algo que decir ahora que el final está frente a ti, mirándote a los ojos fijamente, casi como si te retase; una suerte de epitafio glorioso, al menos digno. Pero todo esfuerzo resulta inútil, nunca hay palabras adecuadas para la despedida, de la misma forma que tampoco las hay, tantas y tantas veces, para dar fin a un ciclo, a una vida... a este escrito.

lunes, 22 de diciembre de 2014

     Hacía tiempo que no tenía la oportunidad de salir a correr tranquilo, con tiempo suficiente -el necesario, al menos, para disfrutar del paseo-.
     Llovía, con violencia, como si un nuevo diluvio bíblico se hubiese desencadenado y el fin de las especies comenzase por su ciudad. Habría podido ir a la piscina, a nadar con ahínco  o, sencillamente, sumergirse bajo el agua tibia y dejar que las Leyes de Arquímedes hicieran su trabajo; pero no era lo mismo, nunca lo ha sido. Nadar es sano, relajante, estimulante, pero... Calzarse un par de zapatillas de chillones colores y salir a correr es más, mucho más que practicar un deporte, el atletismo; correr, para él, es el último ejercicio de libertad válido en estos días, le acerca a Dios y la naturaleza, le ayuda a aclararse, a re-sintonizar tras poner el contador a cero, le trae recuerdos de sus padres en otro tiempo -uno en el que todos ellos habían sido felices, los tres, a la vez-, despierta en su interior un profundo sentimiento de amor hacia ellos, sus padres, hacia su esposa y su hija, hacia todos y cada uno de los habitantes del planeta. Le hace sonreír, de verdad, sintiendo la felicidad que siempre debería experimentar quien sonríe.
     Así que salió a correr; a pesar de la copiosa lluvia, de la densa niebla que impedía ver más allá de los próximos doce o quince metros, a pesar de los profundos baches convertidos en peligrosos charcos y de los ríos que corrían por las empinadas calles, a pesar de todas las miradas que, desde el calor y la comodidad de apartamentos con calefacción, se asomaban a  las ventanas para verle y soltar una risotada. A pesar de todo ello, salió a correr, y su sudor se confundió con la humedad de la niebla y las pesadas gotas de lluvia.
     Llovía, con violencia, tanta que nadie alcanzó a ver que, bajo la visera de su vieja gorra blanca, no podía dejar de sonreír.

jueves, 18 de diciembre de 2014

TIEMPO
     Tiempo..., todo se resume a su falsa posesión, a la imposibilidad, aunque solamos creer lo contrario, de disponer de él a voluntad.
     Minutos deslizándose hacia un vacío irreversible, irrecuperable e irresistible; días cayendo en la oscuridad del tiempo pasado, que ya no es tiempo, pues una vez vivido se detiene en imágenes fijas, instantáneas con las que decorar algún rincón de la propia casa o con las que tapar alguna grieta inoportuna; años fulminados como milicianos atrapados al final de la guerra, cuando ya no hacen falta rehenes y la necesidad de sangre es tal que resulta sumamente fácil organizar un pelotón de fusilamiento en pocos segundos.
     Ayer no fue tan largo como hubiésemos querido y hoy es una incógnita; olvidamos que todos los contenedores de tiempo han sido definidos y acotados por matemáticos crueles que nos han condenado a la finitud perpetua, al uniforme colegial, al minutero de un reloj de pared en la más gris aula de un colegio sin jardines ni fuentes. Todos los días son exactamente iguales por definición: una sucesión de segundos y minutos hasta completar las fantásticas e insuficientes veinticuatro horas. Tal vez mañana, pensamos, tal vez mañana sea diferente, quizá tenga un poquito más... un poquito más de... tiempo.

viernes, 12 de diciembre de 2014

BUENOS TIEMPOS
     Todo sonaba a nuevo aquellos días: Brian Setzer sacaba sus primeros discos lejos de los Stray Cats y acompañado por una 'big band', el swing renacía de la mano de bandas como Royal Crown Revue o los Big Bad Voodoo Daddy, yo tenía un grupo de rock con el que poníamos música negra a la blanca voz de Mario Benedetti, Alan Boguslavsky grababa canciones sentado en la cama de su habitación y tú... tú hacías el amor al rítmo de un disco de Earl Hooker.

jueves, 11 de diciembre de 2014

"No entendía por qué los muertos querían tener encima estas imitaciones de palacios. Aquel cementerio era la soberbia convertida en piedra. En lugar de haberse vuelto más razonables después de muertos, los habitantes del cementerio eran aún más necios que cuando vivían. Exhibían su importancia en esos monumentos. Los que descansaban ahí no eran padres, hermanos, hijos o abuelitas, sino dignatarios y hombres públicos, portadores de títulos, distinciones y honores; hasta los empleados de correos exponían aquí a la admiración pública su posición, su importancia social, su dignidad".
Milan Kundera de su obra 'LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER' (1984)

domingo, 7 de diciembre de 2014

BUFA LA CABRA
     Este no es tu momento, que te quede claro. Deberías de haberlo tenido claro desde mucho antes del inevitable comienzo del mismo -el momento, ese que no me pertenece-.
     "Bufa la cabra", gritaba un muchacho hace dieciocho años en una academia de inglés del pueblo de mi madre; "bufa la cabra", pues mira tú qué bien. Lo hacía -gritar- con entusiasmo y frenesí, como si tuviese una misión: su mensaje debía llegar al lugar predestinado, era de vital importancia.
     En este espacio que no me pertenece, en este momento que me han regalado, de cuando en cuando, se acercan a mí personas que me ofrecen 'su apoyo'; me hablan de las dificultades a que se enfrenta la cultura hoy en día y de lo complicado que resulta ubicarla en un entorno mercantil, yo sonrío y asiento -y aprieto los dientes mientras subyugo las apremiantes ganas de estampar un vaso de cristal lleno de cerveza en la cara de alguno de mis interlocutores-. Todo está genial, todo es maravilloso, fantástico; ¿sería tan amable de lamerme este dedito con el que acabo de rascarme el culo? Gracias por su amabilidad.
     Charles Bukovsky, Ken Kessey, Dostoyevski, Jean-Paul Sartre, Unamuno, Tolstoi, Ray Loriga y... ¿yo? No, más bien aquel muchacho que gritaba como un loco "bufa la cabra".
     No es mi espacio, no es mi momento; lo tengo bastante claro, estoy aquí de prestado. Aún hoy, sigo sin tener claro por qué bufaba aquella maldita cabra.

viernes, 5 de diciembre de 2014

CANCIÓN NÚMERO 7
     Todo empieza como suele hacerlo en estos casos: primero confusión, después Faulkner -ruido y furia-, finalmente caos. Cuerdas de acero tensadas hasta acercarse al vacío del acantilado; golpeadas, manoseadas, arañadas con violenta necesidad animal. Pellejos, parches y cueros resquebrajados a punto de ceder a la presión de la inmediatez testaruda. Gargantas enrojecidas a punto de estallar en cascadas sanguinolentas de verborrea estéril, yerma, incapaz de cumplir consigo misma.
     Oscuridad...; la noche más larga, el amanecer más lejano. El eco de risas invisibles rebotando de pared en pared, sordera y ceguera urdiendo un plan maestro en contra de su protector. Hoy yacerás con otro cuerpo dentro de otro nombre, con otro calor, en otra habitación alquilada; mañana... ¿mañana?

lunes, 1 de diciembre de 2014

INSITENCIA PATOLÓGICA
-Antes o después...
-Antes o después -le interrumpió, como de costumbre, el lerdo de Jacobson, el hombre eco-, antes o después -remarcó-.
-Antes o después -volvió a empezar sin dejar de controlar de reojo a su tonto escudero- tenía que pasar.
     Estaba claro que tenía razón, pensé, pero ¿era necesario reincidir en ello una y otra vez, hacer leña del árbol caído? Tras unos segundos, que ambos aprovecharon para dejarme las cosas claras una vez más, decidí girarme sobre mí mismo e irme de allí sin decir palabra; no podía con tanto odio, con tanta autocomplacencia, con tanta estupidez.
-Antes o después -repitió el que se tenía por más listo mientras me alejaba-.
-Antes o después -gritó el otro imbécil-.

sábado, 29 de noviembre de 2014

SUEÑOS
Pobres gentes dormidas
soñando que ocupan camas ajenas,
tocándose incluso
de cuando en cuando
con el pulso tembloroso
del primer beso robado;
cuerpos que abrazan otros cuerpos
rompiendo el vacío absoluto,
la eterna distancia
de la nocturna soledad.
     Escribía reseñas de estúpidas novelas predestinadas a convertirse en super-ventas, que nunca llegaba a leer del todo, para ganarse la vida. No era un gran trabajo, le obligaba a invertir demasiado tiempo en ojear un montón de atroces obras que terminaban levantándole dolor de cabeza, desde luego no era uno de los más populares en presentaciones y demás encuentros literarios, se creaba enemistades perpetuas a costa de su sinceridad. Tampoco estaba generosamente remunerado, aunque al menos ganaba lo suficiente para sostener su austero modo de vida y, de cuando en cuando, tenía la suerte de encontrarse con alguna grata sorpresa editorial; precisamente eso fue lo que pensó -vaya fortuna la mía, al fin algo realmente bueno- cuando cayó en sus manos aquella novelucha mal maquetada, que recordaba a aquellos nostálgicos libritos destartalados de tarde de domingo lluvioso que aún pueden encontrarse en cualquier mercadillo o librería de viejo. Después de dudar durante un rato, terminó dándole una oportunidad -aunque sólo sea porque me recuerda aquellas historias policiacas que leía mi abuela-, algo que, al cabo de cuatro horas de lectura apasionada y feroz como no lo había sido ninguna otra en años, celebró.
     Redactó una gran crítica, nada le había impresionado tanto desde 'Lo peor de todo', de Ray Loriga; ensalzó el estilo ágil y tremendamente visual, el vocabulario selecto e inconformista, el ritmo veloz y el sano humor ácido. Aún así, cuando puso el punto final a su escrito, no puedo evitar sentir una ligera tristeza: este libro, pensó, este genial libro no alcanzará el Olimpo; su tiempo pasó hace uno... o dos... siglos.

martes, 25 de noviembre de 2014

ESTAS MANOS
Éstas, son las manos
de un hombre que ha reído
y está llorando.
Con estas manos
he tocado,
he acariciado,
he manoseado,
he excitado,
he provocado,
he señalado,
he incitado,
he insultado,
he perdonado,
he implorado,
he distraído,
he jugado,
he buscado y hasta
he encontrado.
Estas torpes manos cansadas,
hábiles sólo de cuando en cuando,
no son ni mejores ni peores
que cualquier otro par de
manos grandes,
manos pequeñas,
manos suaves,
manos ásperas,
manos ligeras,
manos lentas o
manos inquietas, y
sin embargo,
no puedo evitar pensarlo:
prefiero estas manos;
para mí
sí son las mejores.
Estas manos capaces
de poesía y teatro,
de beso y tortazo,
de dulce y salado,
de destello y ocaso;
estas viejas manos gastadas,
capaces de hacer reír,
empeñadas en llorar.

domingo, 23 de noviembre de 2014

"Por un instante una frase intentó adquirir forma; mis labios se entreabrieron esforzándose como los de un mudo, como si en ellos hubiera más violencia que la de una ráfaga huracanada. Pero no exhalaron el menor sonido y lo que estuve a punto de decir se perdió para siempre".
F. Scott Fitzgerald de su novela 'EL GRAN GATSBY'(1925)

viernes, 21 de noviembre de 2014

"Ninguna cabra estará a salvo de un asalto criminal (ni siquiera en Sábado) cuando haya un cabrón merodeando a cuatro metros a sotavento de ella y lo único que les separe sea una valla de cinco metros".
Mark Twain de su obra 'CARTAS DESDE LA TIERRA' (1909)

jueves, 20 de noviembre de 2014

"Una novela no es una confesión del autor, sino una investigación sobre lo que es la vida humana dentro de la trampa en que se ha convertido el mundo".
Milan Kundera de su obra 'LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER' (1984)

martes, 18 de noviembre de 2014

LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER
     Para empezar, abrir el cuaderno -eso aún sé cómo hacerlo-, tomar un bolígrafo entre pulgar e índice -también- apoyándolo en el corazón -¿dedo?, sí- y comenzar, sin más, a verter todo el contenido acumulado -esto ya... no sé-. Hay fases, etapas que todo escritor atraviesa, dicen todos los escritores cuando no saben qué hacer pero sí cómo; a veces toca cruzar el desierto. Correcto, pero qué pasa cuando uno no sabe ni qué ni cómo, cuando uno no tiene ni idea de por dónde debería comenzar.
     El mundo está lleno de buenos tipos rezando por atreverse a hacer algo, al menos, una vez en la vida; por desgracia también hay unos cuantos hijos de puta que nunca dudan a la hora de poner en práctica toda su maldad. Ese es el problema: un hombre bueno callado no sirve para nada, es sólo parte de la decoración; es más, un hombre quieto, sistemáticamente inmóvil ante la injusticia, la maldad, cualquier agravio o la sinrazón, no puede ser un hombre bueno.
     ¿De qué me sirven todas estas ideas pululando por mi cabeza, incapaces de encontrar la puerta de salida al mundo exterior?
     Ayer un tipo de mi edad se suicidó al caer la noche; al parecer se sentó delante de un giradiscos en el que había puesto un single de 'The man who sold the world', de David Bowie, con una botella de Jack Daniel's y tres docenas de barbitúricos. Nadie sabía que tuviera problemas; ni su novia, con la que vivía, ni sus padres ni su hermano, al  que supuestamente estaba muy unido. Nadie, aunque todo hace pensar que habría sido aconsejable escarbar un poco más. El muchacho, sencillamente no pudo más -con lo que fuese- y decidió poner punto y final -de vez en cuando todos necesitamos poner fin a algo, desde una novela hasta la propia vida-, había tenido suficiente.
     Y yo... cómo gestionar todas estas cosas que tengo por dentro, qué hacer con mis propias posibilidades. Kundera me diría que si sigo en este plan, contemplando todas las opciones, me voy a poner insoportable. Ahora mismo todo lo que me apetece es abrir otra botella de vino y abrazarme a ella; cómo suena esto visto desde fuera. Opciones...

viernes, 14 de noviembre de 2014

     José su nombre; nacido cuarenta y nueve años atrás, en un pueblecito orensano próximo a la frontera con Portugal -esto fue por sí mismo una desventaja, pues nunca habló castellano o portugués, ni si quiera una suerte de gallego de interior, sino un dialecto libre nacido del encuentro de las tres lenguas que, por desgracia, nadie fuera de aquel lugar terminaba de entender del todo-.
     Pronto empezó a demostrar gran destreza con el manejo de gubia, segueta y garlopa, revelándose como un artesano de la madera, un ebanista meticuloso, detallista y delicado. Comenzaron a llegarle encargos y, con veinte recién cumplidos, partió a Santander; allí un gran taller de carpintería le dio trabajo durante un cuarto de siglo, hasta que la debacle económica general, la mala gestión de los herederos del negocio, los muchos clientes desaparecidos y transmutados en morosos escurridizos..., cualquiera de las miles de razones posibles, hicieron que el taller quebrase.
     José se vio en la calle con casi cuarenta y seis años, después de una vida dedicada a la ebanistería a cambio de un sueldo digno pero insuficiente como generador de ahorros, lejos de su añorado pueblecito gallego y solo -ni mujer ni hijos ni novia ni amigos reales porque "el gallego habla raro, no hay quien le entienda"-. Un par de meses después de verse en el paro sufrió un 'leve' infarto cerebral que paralizó su labio inferior; a su peculiar acento y original vocabulario, se unía ahora la dificultad para vocalizar correctamente; el vacío a su alrededor se abría paso. Al cabo de un año José se hizo a la idea de que con aquella incapacidad para hacerse entender, no volvería a encontrar trabajo; comenzó a tallar pequeñas piezas, cajitas decorativas, figuras y marcos de foto que vendía en la calle. Su taller, su tienda, su hogar.
     Siempre que me lo encontraba le ofrecía algo de trabajo, más una ayuda que una tarea concreta, él aceptaba siempre sonriendo a cambio de un café caliente o unas piezas de fruta; después seguí con su labor. Recuerdo que en cierta ocasión me dijo: "de alguna forma tengo que pagar el alquiler y la calefacción".
     El invierno es duro, todo aquel que haya pasado una temporada en la calle lo sabe, muy duro. Hacía dos o tres semanas que no le veía por ninguna de sus esquinas habituales, el mismo tiempo que un gélido frente invernal llevaba instalado en nuestra ciudad. A veces las frases hechas suenan francamente mal. La noticia me cayó como un jarro de agua helada -no por ser algo predecible se hace uno mejor a la idea antes de la constatación del hecho consumado-; a José se le acabó el dinero, de tener un techo y cuatro paredes delimitando un cuartucho abuhardillado frío, pasó a verse en medio de la calle con una tormenta de nieve amenazando en la oscura distancia nocturna. Encontraron su cuerpo inerte dos barrenderos municipales un martes de madrugada -el trabajo sucio siempre es para los mismo y siempre antes de que salga el sol-, apretujado entre unas mantas desgastadas y medio rotas, en un céntrico portal. El Ayuntamiento se hizo cargo de su 'funeral', nadie acudió, a excepción del funcionario encargado de recoger sus cenizas y sellar el parte de defunción. Intenté en vano localizarle -al funcionario- y hacerme con sus volátiles restos; llevarlos a Orense y esparcirlos al viento, qué menos podía hacer por él, ahora que... ahora que ya nada tenía remedio.

martes, 11 de noviembre de 2014

     Fue tan fácil como acercarse a la ventana, subirse al viejo taburete que llevaba toda la vida allí, detrás del sofá, y saltar a la calle cerrando los ojos, mientras pensaba "tres, dos, uno... no me voy a enterar... tres, dos, uno... no me voy a enterar". Cuando al fin volvió a abrir los ojos, pudo ver su cuerpo tendido en medio de la carretera, un charco de sangre y varias personas a su alrededor; llevaba más de media hora muerto, no se había enterado de nada.

sábado, 8 de noviembre de 2014

     ¿Escribir por escribir? No, no es eso..., se trata más bien de la necesidad; hace años que es así, una simple cuestión de registro y archivo, necesario, sí, pero también maniático, compulsivo, metódico, frío.
     También había algo de eso al principio, pero con mucho más corazón; mis necesidades surgían más de mis pasiones que de mi cabeza, la tinta me brotaba entonces de las venas y no era una simple manifestación de alguna afección subcutánea mal curada.
     ¿Y hoy? Sencillamente soy un enfermo, un adicto incapaz de vivir sin un bolígrafo en la mano -o, en su defecto, a mano-, necesito... escribir a diario a fin de mantener un equilibrio mental que haga posible la convivencia a mi lado; derramar palabras sobre el papel se asemeja bastante, para mí, al simple acto de respirar: imposible vivir sin practicarlo a menudo. Al final resulta que ya ni pienso, sólo escribo.
     Y aún así, muchas -demasiadas- veces... le sacas punta al bolígrafo porque sí, esperando conseguir algún que otro logro; aunque sea uno de esos que no te llevan a ninguna parte pero te hacen sonreír, y, después de... tres horas a punto para nada, caes en la cuenta de que todo lo que tienes es una triste sensación vacía apoderándose de ti. Aún así, continúas respirando.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

     Jueves..., ayer fue martes, mañana será jueves, así que hoy... pero no, no es el tiempo lo que importa, ni el lugar; tampoco importan mucho ninguna de las coordenadas con las que los hombres solemos trabajar: por aquel entonces yo aún estaba vivo, los continentes eran uno y todos los mares y océanos lo rodeaban constantemente, como una legión extranjera asediando el castillo propio. Por aquel entonces... pero no, tampoco fue en aquellos días de luz infinita cuando comenzó esta... llamémosla maldición o, si así lo preferís, bendición; lo mismo da tomar una moneda por su cara o por su cruz, su valor sigue siendo el mismo: cero absoluto.
     En aquellos días o noches, oscuros, o puede que simplemente con los ojos cerrados, el sudor estaba siempre presente, mezclándose en bocas ajenas con salivas rancias, recorriendo torsos desnudos de cuerpos extraños, confundiéndose con lágrimas gélidas en último pase antes del comienzo de la sesión dominical. Había un lugar... pero ya he dicho que no era una cuestión de emplazamiento, ni de fecha o situación. No; lo importante, lo verdadera y exclusivamente importante, es que era real, y no un sueño dipsomaniaco, febril y traicionero. Aquel reducto de la consciencia -o de la inconsciencia misma, demente y sutil- lo era todo para aquellos chicos, cansados hasta el hastío del vano transcurrir de los días ordinarios.

lunes, 3 de noviembre de 2014

MALENA Y JUAN -Y LUIS-
     Follaban en El Corte Inglés. No en medio de cualquier pasillo, ni en los cambiadores de la sección de moda femenina o en los aseos de la planta joven; no, lo hacían en una zona apartada del almacén, llena de cajas, cerca de los estantes donde se apilaban las últimas novedades del inagotable genio literario. En rigor, aquello no era El Corte Inglés, sino un simple almacén; pero al Corte Inglés pertenecía, así que, repito, follaban en El Corte Inglés.
     He de aclarar que lo que Malena -ese era su nombre, creo recordar- y Juan hacían era follar, y no hacer el amor; el amor lo hacían, Malena con Luis, su marido, y Juan con cualquiera de las muchas 'amigas' solteras que siempre tenía. Entre ellos no había amor, pasión sí, e incluso algo de... atracción, pero, decididamente, amor no; de hecho, parte de esa atracción radicaba en cierta clase de odio o repugnancia mutua que ambos se profesaban. Lo suyo era sucio, grotesco, animal y decadente sexo; nada de amor.
     Malena y Juan llevaban exactamente cuatro años follando en EL Corte Inglés, dos veces por semana, los martes y los viernes, cuando un supervisor les cazó por casualidad y los despidió; "la crisis, ya sabes -dijo Malena a su esposo, Luis-, reducción de plantilla", y Luis maldijo al Corte Inglés.
     Antes de un mes, la fuerza de la costumbre obligó a Malena y Juan a retomar los viejos hábitos no olvidados ni superados; cada viernes, al principio, a diario poco después, se encontraban en casa de ella para follar como bestias durante hora y media. Ya no había almacén, sino cama matrimonial y baño compartido, un reloj en la mesilla de noche y un horario al que ceñirse.
     Y pasó lo que suele suceder en estos casos; al cabo de varios meses Luis tuvo un mal día en el trabajo y decidió salir antes para correr al cálido refugio del hogar; el mismo día Malena y Juan tuvieron un calentón ligeramente mayor de lo habitual y su hora y media se acercó a las dos horas. El resto es pura lógica: Luis grita, Malena grita, Juan salta, después grita, Luis amenaza, Malena llora, implora, Juan vuelve a saltar, Luis alza un puño, Juan se arrodilla, Malena se arrastra hacia el baño, Luis grita, Juan solloza, Luis agarra un jarrón de encima del tocador, Juan implora, Luis descarga el jarrón con todas sus fuerzas, Juan se desploma con la cabeza ensangrentada, una alfombra blanca queda manchada para siempre, Malena reaparece con unas tijeras en la mano, Luis se gira, Malena ataca, Luis se desploma con unas tijeras clavadas en su ojo derecho, la alfombra aún más manchada, Malena cae de rodillas y llora desconsolada, amarga e histéricamente.

domingo, 2 de noviembre de 2014

"¿De eso se trata, entonces?, ¿de soportar lo que no puedes soportar?, ¿de aprender la lección del melodrama y poner la retórica de la pasión en el lugar que le corresponde? Yo diría que la palabra 'insoportable' es por definición una falacia. A menos que uno se pegue un tiro inmediatamente después de emplearla".
Glen Duncan de su novela 'EL ÚLTIMO HOMBRE LOBO' (2012)

miércoles, 29 de octubre de 2014

LO QUE YO NO ENTIENDO
     Yo soy un hombre vulgar, apenas sé leer y escribir, sumar, restar y hacer algunos otros cálculos más bien simples; soy lo que suele decirse 'limitadillo'. Qué le vamos a hacer; aún así alcanzo a llevar las cuentas de mi pequeño negocio de venta y reparación de maquinaria agrícola con bastante éxito; Hacienda está contenta conmigo, el banco donde tengo contratada mi hipoteca también lo está y yo como a diario, y hasta me tomo alguna cerveza de vez en cuando fuera de casa.
     Aún así, y pese a mis limitaciones, siempre he intentado tener una mente abierta y mostrar una voluntad de lo más... comprensiva. Ahora bien, no entiendo -ni ganas tengo, la verdad- que un ayuntamiento contrate a la señora conocida como 'La Pantoja' para dar un concierto y pagarle una suma de dinero -me da igual cuál- después de haber sido declarada culpable, por un tribunal estatal, de blanqueo de capitales.

domingo, 26 de octubre de 2014

CRUELDAD MATEMÁTICA
Nosotros, que no ellos,
los otros;
nosotros somos,
nosotros sabemos,
nosotros hacemos.
Dentro de nosotros, tú...
y yo, que somos
otros nosotros,
y también ellos, otros
ellos, otros 'otros';
como una broma macabra
condenada
a repetirse eternamente.

sábado, 25 de octubre de 2014

CATARSIS
(preludio)
     Catarsis puede ser, sencillamente -y mucho más allá de las extensas definiciones que los diccionarios reglados nos regalan-, afeitarse las patillas por primera vez en veinte años.

(explosión)
     Tenía que hacer algo. Es cierto que él fue quien apretó el gatillo, como también lo es que nadie puso en sus manos aquel arma que había conseguido por sus propios medios en un almacén abandonado de la periferia reconvertido, desde hacia varios meses, en supermercado de lo clandestino. Es verdad, nadie le empujó para que entrase en aquella oficina medio enloquecido, vociferando ofensas y verdades atropellándose entre sí. Pero estaba claro que tenía que hacer algo; por su esposa enferma y sus dos hijos, por él mismo, ...por su familia.

(sentencia)
     Por definición, debe ser puntual, fenoménica; aunque pueda ser prevista en su gestación, una auténtica catarsis acontece en un punto horizontal y se expande en una línea vertical. Toda buena explosión controlada -en tierra- se desmanda en los cielos.

(conciencia)
     Y a pesar de todo aquel ruido y dolor que no le daba tregua desde hacía tres meses, seguía sintiéndose único culpable; incapaz de hallar solución, atascado en un bache que sólo él no había visto en el camino, convencido de merecer cualquier castigo.

(07:00 a.m.)
     Antes o después -pensó a gritos-, antes o después..., y tomó una cuchilla en su temblorosa mano derecha.
"Estudiad las inclinaciones íntimas de los hombres, y veréis cómo algunos parecen haber nacido demasiado tarde: pertenecen a otro siglo".
Denis Diderot de su obra 'JACQUES EL FATALISTA' (1796)

miércoles, 22 de octubre de 2014

Y EL FINAL LLEGÓ
     Olfateaban con cuidado el aire pesado y oscuro de la última de las noches en paz; un aroma sangriento y rancio adquiriendo lentamente un protagonismo que no tardaría en salirle demasiado caro a los sabuesos de la memoria.
     Ya no quedan hombres de verdad. Lo he oído tantas veces que empiezo a creérmelo; está claro, yo no puedo ser real, tampoco soy un hombre de verdad, sino el fantasma de un niño destetado demasiado tarde y desterrado desde la cuna, puede que incluso antes de ocuparla. Pero eso, yo y mi historia personal, en el fondo da igual..., lo que importa es que, a pesar de que finalmente todos fueron capaces de percibir el hedor que vaticinaba el inevitable desenlace de este intento fallido de Humanidad, nadie pareció inmutarse; ninguna mirada dubitativa o humedecida, ninguna mano temblorosa, ningún alma oprimida, ningún corazón desbocado..., sólo siete mil millones de narices alzadas buscando la confirmación de lo que llevaba siglos escrito en el Gran Cilindro de Jacques: mis queridos hijos, mis amadas hijas, esto se acabó, os toca pagar la cuenta -incluso a ti, Leonard, ninguna de tus canciones ha conseguido salvarlos... salvaros-; ya os lo había dicho hace mucho tiempo, no siempre iba a mirar hacia otro lado, qué esperabais, no os sonriáis, no penséis que voy de farol, de hoy... de hoy, no va a pasar.

sábado, 18 de octubre de 2014

DE CONSEJOS Y DECISIONES DESACONSEJABLES
     El mejor consejo posible..., me preguntó cuál era mi opinión, un consejo -daba igual si bueno o malo- me pidió.
     Mientras yo buscaba en mi cabeza, en la televisión de algún bar de carretera daban la noticia: Bélgica concede la eutanasia a un preso que afirma sentirse incapaz de reinsertarse. Recuerdo que lo primero que pensé al oírlo fue: "vaya, un buen tipo sin duda", nada de "hay que joderse con el cabrón de... ¿asesino, ladrón, estafador, violador, traficante?". Soy incapaz de ser mejor persona, lo único que puedo hacer por la sociedad es desaparecer; puf, y desaparecer sin hacer demasiado ruido. Buenas noches y hasta mañana. ¿Hasta mañana?, no, adiós. Y ya está, un último acto de humanidad y caridad condenado por la dictadura de la moral; a Dios, dicen, no le gusta nada tu idea. ¿Estáis seguros? Por si acaso mejor me callo, para siempre, a poder ser.
     Yo seguía pensando y buscando y estrujándome los sesos para responder algo adecuado a sus expectativas. En algún lugar del mundo, mientras tanto, alguien debía estar arreglándose el bigote, alguien estaría meando o incluso cagando, alguien reiría y alguien lloraría, alguien bebería café y otro alguien se clavaría en dos tragos una copa de whiskey 'on the rocks'. El mundo es así; gira y gira sin pararse a ver cómo se contonea el último cometa en atravesar la galaxia, jamás esperará a que te decidas, así que hazlo o no, pero ya.
     El mejor consejo... No leas a Diderot, aunque sólo se trate de una de sus graciosas novelas y no de un ensayo -ligero por otra parte-, podrías ser acusado de pretencioso filósofo en ciernes. Tampoco está bien visto pasearse por la calle con ejemplares de Unamuno, Dostoyevski o Palacio Valdés, no hablemos de Thoreau o Rousseau. En cambio no está tan mal considerado que te vean coqueteando con Hemingway -palabra clave 'tan'- a pesar de que el bonachón amigo americano no parase de flirtear con la muerte hasta que, el que la sigue la consigue, dio en la diana.
     Después de tres o cuatro horas, o quince o veinte días, o varios meses, años quizá -ya había perdido el control sobre los conceptos espaciotemporales básicos con tanto devaneo mental-, caí en la cuenta de que apenas recordaba qué me había llevado a tal punto. Pensé en cáncanas negras y regordetas danzando alrededor de paellas descomunales y botellas de vino, recordé una docena de conversaciones al borde de una piscina en la única sierra a la que, en mi opinión, le viene bien tal nombre. Pero nada, porque... un momento, un momento; sí, ya estaba. Yo tenía un periódico underground -algo muy parecido a lo que ahora llaman blog, pero de papel-, el problema -y digo 'el' porque sólo había uno, pero tan grande que tiraba por tierra las numerosísimas cosas buenas que me aportaba-, el problema era que yo disfrutaba una barbaridad escribiendo los bocetos que más tarde conformarían los artículos que en él -el periódico underground- aparecerían, cosa que hacía en cuadernos de cartoné e imitaciones de moleskine, pero me resultaba un auténtico y soberano coñazo transcribir todo aquello para hacerlo público. Así que después de tres intentos de suicidio frustrados antes aún de terminar de ser planeados, y tras beberme en una noche dos botellas y media de un rioja de lo más sencillito, terminé por prenderle fuego a todo -papel, cuadernos, bolígrafos, máquinas de escribir, impresoras, fotocopiadoras, teclados monitores y torres de ordenador en general- y me olvidé, de una vez por todas, de volver a escribir -hecho que, por otra parte, no pocos recibieron con júbilo y gratitud-.
     Después pasaron los años y, un buen día, alguien me preguntó. El mejor consejo que puedo dar es que nunca, bajo ningún concepto, des un solo consejo a nadie, por mucho que te imploren por él -da igual, por supuesto, lo acuciante que pueda ser recibirlo-, jamás. De lo contrario, amigo mío, te auguro rencores y odios perennes y falsamente intermitentes.

jueves, 16 de octubre de 2014

INMÓVIL
     Las oxidadas campanadas del viejo carillón anuncian que es medianoche, aunque aquí, en medio del tiempo ausente o detenido -o simplemente carente de sentido-, poco importa si son las doce o las tres o las cinco, de la mañana o de la tarde.
     Bertrand continúa tocando el piano; sonríe abstraído, permanece desde hace días así, a caballo entre este pequeño salón, sus eternos moradores ebrios, y aquello que aguarda al otro lado del puente, ese eco mudo tan característico del tiempo inmóvil.
     Mientras, fuera, avanza..., antes o después la niebla nos cubrirá con su húmeda caricia.
     A través de sus inquietos dedos, diferentes ritmos de blues y jazz, de música de cámara austriaca y pequeñas piezas de Satie, se alternan con graciosa velocidad; sus manos no saben quedarse quietas, y sólo dejan de acariciar las teclas, de cuando en cuando, para bailar hasta una copa de vino que jamás parece quedarse vacía.
     La noche prosigue sin que dé muchas muestras de pretender terminar. Qué escribes, pregunta Jorge -Jorge tiene siempre la necesidad de averiguar cosas, de descubrir secretos, de investigar algo nuevo-; un poema, responde Rosita -empeñada en sólo ver belleza allí donde mira-. Palabras pretendiendo convertirse en algo hermoso..., pudiera ser. A esto es a lo que me dedico, pienso yo, a observar y tomar nota.

lunes, 13 de octubre de 2014

CADA MAÑANA, DESPUÉS DE OTRA NOCHE
IGUAL A LAS DEMÁS
     Te roban la ilusión, poco a poco consiguen dejarte vacío; llega un momento en que lo único que puedes hacer cada mañana, mientras desayunas sobre la encimera de la cocina con un montón de cuchillos de todo tipo adheridos a un imán frente a ti, es preguntarte con cuál de ellos te segarías más rápido el cuello.

domingo, 12 de octubre de 2014

"O lo que leí era muy malo, o el whisky tergiversaba las cosas, pues no hallé el menor sentido en toda mi lectura".
F. Scott Fitzgerald de su novela 'EL GRAN GATSBY' (1925)

viernes, 10 de octubre de 2014

LA EDUCACIÓN
-Veamos..., a ver si soy capaz, yo creo que sí, de hacerme entender,
-Ardo en deseos -me suelta sin borrar esas estúpida sonrisa prepotente de su arrugada cara-.
-He sido padre hace unos meses...
-Ajá, sí -me interrumpe-.
-...mi hija ha empezado a gatear -continúo sin prestar atención a sus gestos de superioridad prepotente-.
-Claro, claro.
     Silencio. Espero. Parece que no necesita acotar nada más.
-¿Ves este suelo lleno de orines de perro y vomitonas de adolescentes ebrios?
-Sí... -duda-, aunque...
-Bueno -esta vez soy yo quien no le permite continuar-, pues en un rato los dos llegaremos a mi casa, donde mi hija se pasa el día entero arrastrándose textualmente por todo el suelo; su boca, su cara, su lengua, rebozadas por alfombras y parquet que en media hora tus sucias zapatillas habrán impregnado de toda una colección de gérmenes.
     Silencio, ahora es él quien parece esperar.
-Intuyo que has adivinado hacia donde me dirijo -permanece callado, así que prosigo-; la educación, la estúpida y falsa, engañosa educación tan socorrida y a la que tanto nos gusta clamar, me impide, tan pronto como lleguemos a mi casa, pedirte amablemente que te descalces, como yo lo haré, y dejes tus zapatillas en lugar seguro y, de paso, a los gérmenes que con ellas viajan en dique seco, lejos de la suave y delicada piel de mi hija.
     Sonrío, él permanece en silencio, los ojos abiertos, muy abiertos y mirando a un punto indeterminado de un plano inmenso que se extiende tras de mí. Le hago un gesto, nos vamos a casa, camino a su lado, en silencio, llegamos y...

miércoles, 8 de octubre de 2014

EURODIPUTADO
-Y tú, dónde dices que trabajas.
-En la Eurocámara; soy eurodiputado -sonrisa-.
     (Sí, lo sé, esto parece el comienzo de un chiste, pero se trata de una conversación real. Prometido)
-Pues tal y como lo veo yo, en la Eurocámara hay toda clase de fauna: estafadores, mentirosos, timadores, proxenetas, chulos, matones, ladrones, putañeros, traficantes, defraudadores y vividores de toda clase; y, teniendo en cuenta que tienes cara de pluriempleado, o eres un pelín más específico o ni puta idea de en qué saco meterte -ahora sonrío yo, aunque con algo más de... ironía-.

domingo, 5 de octubre de 2014

PARTE DE LA HISTORIA
     Yo soy... soy melómano y... bibliófilo -amén de otras muchas aberraciones que no vienen al caso-. Hechas las presentaciones, he de decir que he visto muchos, muchísimos discos grandiosos olvidados por culpa de un 'inadecuado' tipo de letra en el lomo de una edición original en vinilo y demasiados libros... 'vírgenes' a causa de una tapa blanda mal coloreada.
     No pienso sucumbir al mercantilismo de este tiempo; pero tampoco voy a dejar el futuro de mi legado a la caprichosa e imprecisa voluntad de la casualidad, soy totalmente consciente del sentido de cada paso que doy. Hoy soy el Señor Lozano, sencillamente; mañana seré... parte de la historia.
INESCRUTABLE
     Los primeros rayos de luz comenzaron a filtrarse a través de las deterioradas y sucias láminas de la persiana mal cerrada del dormitorio, impactando directamente sobre su rostro, obligándole a abrir los ojos y despertar. Rápidamente pasó revista a los seiscientos treinta y nueve músculos de su cuerpo maltratado; a pesar de todo el alcohol y los cigarrillos de la noche anterior, no parecía encontrarse tan mal como cabía esperar. Pedro se puso en pie y se encaminó al cuarto de baño donde, frente al espejo y a pesar de su mal aspecto, constató que, efectivamente, seguía vivo. En algún punto, su plan magistral de poner fin a todo y suicidarse a base de cervezas y calmantes falló; "debía de estar tan borracho que olvidé tomarme las puñeteras pastillas", pensó.
     Resignación..., viviría otro día más; "tal vez está noche... podría ser, aún me quedan varias botellas de whiskey y unas cuarenta cervezas, y por supuesto, todos esos tranquilizantes".
     Se metió en la ducha y abrió el grifo; el agua fría estancada en las cañerías desde hacía horas salió torpemente y cayó sobre su cuerpo con violencia. "Así debe de haberse sentido Ryan Adams unas tres mil veces", dijo en voz alta, comprobando así que aún era capaz, además de respirar, de hablar. Fuera del baño se vistió con parsimonia y desinterés, olvidándose de 'conjuntar' sus viejos pantalones grises con una camisa de saldo que nunca antes se había probado, se bebió un café gélido que no recordaba haber preparado y salió a la calle.
     Sólo Dios sabrá el motivo por el que, por primera vez en tres años pisaba una iglesia. La última vez había sido en el funeral de su hermano, con quien no hablaba desde hacía eones, y se había prometido no volver por allí hasta que llegase el día en que él fuese el cadáver. Quizá fuese, sencillamente, porque aquel había sido el día señalado el su calendario, aunque al final las cosas no saliesen como esperaba.
     Dentro del templo de estilo post-modernista, Pedro tomó asiento en uno de los bancos más alejados del altar que, además, ofrecía resguardo a sus ocupantes gracias a la anónima sombra que sobre él caía por obra y gracia de una estatua de la Virgen María. Todo comenzó como él recordaba; el cura saludó cuando todos los asistentes se pusieron en pie, después le cedió la palabra a un par de feligreses que no tardarían mucho en visitar aquel altar como protagonistas estelares. El primero leyó algo acerca de..., la verdad es que Pedro no prestó ninguna atención, pero cuando llegó el turno del segundo, la cosa cambió. Aquel hombre, bajito y encogido, aunque de mirada acerada y firme, recitó una carta de San Pablo en la que el apóstol declaraba ansiar la muerte para reunirse con su Creador, pero que aceptaba seguir vivo, pues esto indicaba que alguna importante misión le aguardaba por aquí. Pedro escuchó atento y sorprendido, como si aquel hombre le hablase sólo a él; al borde de la emoción le pareció que se dirigía en exclusiva al único suicida frustrado que esa mañana de domingo se había dejado caer por allí. "Quizá sea cierto, tal vez sea el mismísimo Dios quién le susurra la forma de las palabras que me ha de comunicar". El resto de la misa no tuvo nada de extraordinario, a pesar de que a Pedro le pareció un mensaje divino el hecho de que aquel domingo concreto, uno de tantos otros domingos oscuros en esa época del año, el sol luciese con tal ímpetu que, al aproximarse al altar para comulgar, durante unos segundos se vio cegado por el reflejo celestial que se proyectaba desde el cáliz que el buen pastor sostenía entre sus manos.
     A la salida, Pedro se dirigió con velocidad a su casa, entró corriendo por la puerta sin pararse a cerrarla, buscó en la cocina todos los frascos llenos de pastillas que encontró y los tiró por el retrete; después hizo lo mismo con las distintas botellas que contenían brebajes capaces de adormilar a un elefante adulto. Acto seguido se plantó frente a un viejo crucifijo que había heredado de un tío suyo que había sido muy beato y, sonriendo, dijo en voz alta: "gracias Padre..., mensaje recibido; no  te arrepentirás".

jueves, 2 de octubre de 2014

EL RITMO DEL GARAGE
     Alguien se preguntó en voz alta "y cómo debiera empezar". Eso me hizo pensar; por un lado me repetí la misma cuestión, por otra parte... cómo empecé yo. Recordé a Travis Henderson deambulando desnudo por el desierto mientras nadie hacía ningún esfuerzo por no olvidarle y él ponía todo de su parte por recordar; terminé pensando en el Loco.
     Tenía siete años cuando mi padre llegó a casa con una copia de 'El ritmo del garage' en casete -ni idea de dónde había salido- y, al menos así lo recuerdo, me la dio sin ningún tipo de explicación, sin motivo concreto -no era mi cumpleaños, ni el día de Reyes, y yo ni siquiera sabía muy bien quién era el tal Loquillo-, me la soltó, sencillamente, como si estuviese cumpliendo una misión.
     En la portada de aquella cinta aparecía Loquillo, el Loco, en pose chulesca, apoyado en la reluciente parrilla delantera de un camión, con su tupé perfectamente modelado, un cigarro descansando en los labios, camiseta blanca, vaqueros negros ajustados e impolutas camperas brillantes.
     Tan pronto como mi padre puso en mis manos aquel casete, mi curiosidad se despertó, así que corrí al radiocasete que había en el cuarto de estar y lo puse a funcionar. Uno, batería, dos, bajo y guitarra, tres saxofón, ¿cuatro? Rock and Roll; el señor Sanz Beltrán, Loquillo para amigos y enemigos, hablándome en exclusiva, dirigiendo sus palabras a mi ultra-perturbable cerebro de siete años. Recuerdo que antes de terminar de oír el primer tema volví la vista de nuevo hacia la portada y pensé: "eso es lo que quiero ser de mayor".
     Escuchar 'El ritmo del garage' es viajar en el tiempo; no a un tiempo concreto, sino a todos. Todos los tiempos vividos encerrados en un disco de poco más de media hora de duración... Escuchar 'El ritmo del garage' es recordar a Aitor, el primero en irse, recordar nuestras gargantas rotas intentando gruñir como el Loco, nuestras manos golpeando nuestras pantorrillas 'al ritmo del garage'. Escuchar 'El ritmo del garage' es rocordar a Álex, el último rocker, y a todos, absolutamente todos, mis caídos. Escuchar 'El ritmo del garage' es volver a aquel lejano verano del 95, a mis espaguetis 'lozanos', a mi abuela y sus cien 'durillos', a todas las chicas con las que tonteé y a las pocas que conseguí besar. Escuchar 'El ritmo del garage' es conducir una vez más cada uno de los doscientos y pico mil kilómetros que he recorrido. Escuchar 'El ritmo del garage' es saborear cada trago de cerveza como el primero, oír cada disco recién llegado como el segundo -el primero sólo puede ser uno- y escribir cada palabra como si fuera la última. Escuchar 'El ritmo del garage' es volver a intuir todo lo bueno que la vida te tiene preparado. Escuchar 'El ritmo del garage', es...