miércoles, 27 de noviembre de 2013

"El infierno es la imposibilidad de la razón".
Oliver Stone de su película PLATOON (1986)
     El hombre se llamaba... Juan, por ejemplo. Obviamente ese no era su nombre pero, a pesar de la necesidad del anonimato, siempre ayuda a empatizar, a generar vínculos, el hecho de que el receptor de una historia disponga de un nombre, aunque sea falso, al que pueda asignarle una cara, incluso cuando ésta es la de un amigo o pariente que en nada se parece, realmente, a la del verdadero protagonista del relato. Vayamos pues, con Juan.
     Juan era un hombre de unos ochenta años, llevaba casado con Rocío, que tampoco se llama Rocío en verdad, más de cincuenta años; durante los últimos quince él se había hecho cargo de cuidar en exclusiva de ella. No habían tenido hijos y Rocío padecía Parkinson, además necesitaba acudir al ambulatorio dos veces por semana a causa de otra afección cardiaca; dependía totalmente de Juan. Pero, desde hacía unos meses, Juan no podía cumplir con todas sus obligaciones; una complicación coronaría le había llevado a perder una pierna y le había robado todas sus fuerzas hasta dejarle prácticamente postrado en la cama. Desde entonces Laura era quien se ocupaba de acompañar a Rocío y cuidar de ella. Laura era una muchacha que estudiaba enfermería y a la que pagaban un humilde 'sueldín' haciendo muchos números y más cabriolas con sus exiguas pensiones.
     Desde hacía semanas a Juan le rondaba por la cabeza cierta idea que le aterraba, a pesar de que cuanto más la contemplaba más lógica le parecía. Hace dos días, mientras Rocío se encontraba en el centro de salud, acompañada por Laura, Juan, finalmente, se decidió. Se había despedido, esa mañana, de Rocío con un largo beso que a ella le había recordado a los de cuando eran novios, hacía tanto tiempo..., y que había llevado a Laura a sentir sus ojos humedecerse. Tan pronto como ellas se fueron, se preparó una taza de café negro, como a él siempre le había gustado, que bebió muy despacio, saboreando cada trago como si fuese el último. Después, cuando hubo acabado, abrió el grifo del agua fría del fregadero de la cocina y aclaró la taza, se acercó a la ventana que daba a la calle; fuera brillaba el sol, sonrió, abrió una de las hojas, después la otra, se quitó las gafas con cuidado y las depositó sobre una mesita que había al lado, se subió con la ayuda de un taburete al alfeizar y, cerrando los ojos, saltó.

sábado, 23 de noviembre de 2013

EL CAMINO DEL ESCRITOR #2
     -¿De verdad quieres oírlo? -le pregunto al joven que, expectante, se yergue ante mi mesa-, ¿en serio te crees preparado para...?
     -Sí -me ataja-, necesito todos los consejos de aquellos que intentaron antes que yo adentrarse en los sinuosos caminos de la psique y la palabra; no hay ni uno solo que quiera desperdiciar, tampoco el tuyo -y, clavando sus ojo en los míos mientras se me acerca muy despacio, añade- dámelo. Dá-me-lo.
     Me recuesto en mi cómodo butacón, giro la cabeza hacia la izquierda para poder mirar por la ventana; llueve ahí fuera, con fuerza, sin indulgencia alguna para con los pobres trabajadores obligados a regresar a sus hogares utilizando exclusivamente sus piernas. Pienso en eso durante unos minutos, mientras tanto Jacob, el muchacho que espera mi respuesta, apenas se mueve, respeta mi silencio, mi ausencia temporal. Finalmente, sin apartar la vista del mundo exterior, le ofrezco aquello que ha venido buscando.
     -Para ser escritor -comienzo- tienes que estar dispuesto a cometer crímenes inimaginables por el común de los mortales, has de ser capaz de atrocidades de toda índole, como matar, mentir, injuriar, violar, insultar, pervertir, falsificar, robar o engañar.
     Silencio por su parte. Le doy unos cuarenta o cincuenta segundos; sigue callado, así que prosigo.
     -De vez en cuando, por ejemplo, no estaría mal que te plantases ante una sala llena de gente que ha acudido a oírte hablar de tu último libro, y delante de todos ellos, te dedicases a arrancar todas y cada una de las páginas de un ejemplar; sin mediar palabra, simplemente quedarte ahí parado, ante todo 'tu público', y destrozar tu obra.
“Comparte tus conocimientos. Es la forma de lograr la inmortalidad”.
Dalai Lama

jueves, 21 de noviembre de 2013

"Estoy en contra de cualquiera que quiera separarse, escindirse, desligarse o independizarse de esta gran maravilla de superestructura que es nuestro planeta. Jamás podré avalar la postura de aquellos que, en aras de su individualidad, pretenden la fragmentación de La Tierra en cualquiera de sus insignificantes partes".
Israel Lozano

jueves, 14 de noviembre de 2013

LAS CLAVES
Las claves, básicamente, son:
      1. SONREÍR. Con independencia de tu estado de ánimo real, da igual; si tu padre se ha muerto y acabas de enterrar su cuerpo, por ejemplo, no es algo que pueda importarle a nadie. Tú sonríe, con o sin ganas, contra viento y marea; siempre sonriente.
       2. COMER. Aunque no tengas hambre; engulle con ansia, feroz y veloz, con gula e instinto animal. De hecho, más que comer, debes zampar.
    3. SONREÍRLE A LA COMIDA -y por extensión, al resto de comensales que compartan mesa contigo-. Dedícale un alegre gesto de satisfacción a cada bocado, deléitate con todos y cada uno de los encuentros entre tu boca y el tenedor o la cuchara, muéstrate eufórico en los preludios a la degustación final y jamás bebas de tu copa con amargura o el 'morro torcido'; sonríe coño, sonríe.
   4. BEBER, FUMAR Y PROPASARSE -o, al menos, intentarlo-. Coñac, whisky, pacharán u orujo, qué más da; lo importante es tomarte un buen trago después de cada 'feliz' comida, acompañado por un señor puro, o por unos cuantos cigarrillos rubios, mientras le sacas partido a la habitual disposición chica-chico -evitando sentar parejas juntas- y le sueltas un par de burradas fuera de lugar a tu vecina aprovechando, además, la genial coartada del 'trago de más'.
continuará...

martes, 12 de noviembre de 2013

"Hay dos maneras de dejarse engañar. Una es creer lo que no es cierto; la otra negarse a creer lo que es verdad".
Soren Kierkegaard
"Hay dos formas de vivir. La primera es pensar que nada es un milagro. La segunda, que todo lo es".
Albert Einstein

lunes, 11 de noviembre de 2013

     -La madre que los parió -gritaba Pascual desde su furgoneta de reparto urgente de medicamentos-, cinco ciclos de semáforo sin movernos y ellos sin aparecer; ¡¿dónde estarán?!
     Quiso la casualidad que en ese preciso instante se encontrase paseando por la acera, a la altura donde el atasco le había confinado, un conocido suyo, Fermín, que oyó sus lamentos y se acercó hasta su ventanilla a medio bajar.
     -Pero Pascual, ¿a qué tanta queja?
     Nuestro amigo, sin sorprenderse al ver aproximarse a Fermín, posiblemente por la creciente excitación, le responde sin ni siquiera saludar:
     -Pues, ¿has visto tú qué lío tenemos montado? Más de un cuarto de hora llevo sin moverme. ¿dónde está la Policía Local a estas horas? Deberían regular el tráfico, se supone que ese es uno de sus cometidos, ¿no?
     -Se supone -contesta Fermín a su amigo Pascual-, pero es que últimamente están muy ocupados poniéndoles multas a los hosteleros que han decidido sacar un tonel a la puerta de sus establecimientos; ya sabes, es muy difícil compaginar la obligación con la devoción y, después de todo, no dejan de ser funcionarios, eso de 'al servicio del ciudadano' es un poco etéreo. Más bien están 'al servicio del excelentísimo ciudadano señor alcalde' -y, guiñándole un ojo, añade-; tú ya me entiendes.

sábado, 9 de noviembre de 2013

     Todo estaba en silencio, con esa extraña quietud tan propia de las primeras horas de la mañana que, a ratos inspira paz, a ratos te hace estremecer. Fuera, en la calle, no había nadie; puede que en algún lugar de la ciudad, otra docena de personas se encontrase trabajando, pero en aquel portal, al menos, no había noticias de ellos.
     De pronto me dio por pensar qué sucedería si, de repente, me mareaba y caía desplomado al suelo, como si fuese un pajarillo abatido por el mortal disparo de un certero cazador; cuánto tiempo pasaría antes de que alguien me encontrase, me socorrería, sería a tiempo o, por el contrario, todo lo que hallaría sería un inanimado cuerpo que horas atrás encerraba y guardaba mi espíritu. Percibí que la altura de mis pensamientos comenzaba a embargarme; mi imaginación se apoderaba de mí, escapando de cualquier posibilidad de control por mi parte.
     Al cabo de unos minutos me sentí derrotado, así que me dejé caer, parecía lo más lógico. Ahora yazco aquí, tendido en el frío suelo de un portal sin mucho tránsito; ignoro si alguien me encontrará antes del amargo final, tampoco me importa. Creo que he empezado a comprender que eso del 'final', después de todo, no es para tanto.
"La gente que trabaja en despachos cree en las carpetas. Las carpetas son importantes para ellos. Si les dices que tienes una carpeta, quieren creerlo, porque tienen mucha fe en las carpetas".
Hugh Laurie de su novela UNA NOCHE DE PERROS (1996)

miércoles, 6 de noviembre de 2013

PRIMER POEMA PARA UNA HIJA POR LLEGAR
Este es el primer poema
que alguien te va a escribir;
después vendrán otros,
poemas de chicos soñadores
prendados de tu mirada,
enamorados de tu sonrisa,
obsesionados con tus cabellos.
Vendrán poemas llenos
de eternas promesas,
de heroicas declaraciones,
de caricias y besos
escritos en verso;
llegarán las dulces palabras
que otros te dedicarán y
llorarás, dudarás, sonreirás.
Vendrán, créeme, llegarán;
serán tantos...
Pero este es el primero,
escrito desde la ignorancia
de aún no conocer tu cara:
no he visto tus ojos
ni sentido tu mirada,
aún no me has sonreído
ni he atusado tu pelo;
todo para mí es una incógnita
y aún así, hoy,
te escribo estos versos,
carentes de rima o medida, pero
desde mi corazón directos;
jamás lo dudes, son sinceros.
Este es tu primer poema,
escrito desde el desconocimiento,
aún así, puede que el más veraz;
palabras de un padre
que no puede evitar amarte
aunque hoy sólo pueda soñarte.

martes, 5 de noviembre de 2013


ENCUENTRA LAS 5.000 DIFERENCIAS
     No debe de ser tan complicado, hace años todos los niños de este país -y de otras naciones del denominado como 'primer mundo'- solíamos hacerlo en los pasatiempos de los suplementos dominicales, de algunas revistas e incluso de ciertos periódicos de tirada nacional. Normalmente había que buscar cinco o siete diferencias entre dos imágenes contiguas que, a excepción de las citadas disparidades, resultaban un perfecto calco la una de la otra; las estampitas representaban escenas o dibujos con todo lujo de detalle donde pequeños detalles se trastocaban en una de las dos, revelando así sutiles discrepancias de, cuando menos, trabajosa localización.
     En fin, fuimos unas cuantas generaciones las que crecimos siendo capaces de encontrar menos de diez diferencias entre, pongamos, dos fotografías de un par de tíos -hermanos gemelos para más señas- a la salida del trabajo, así que me cuesta comprender cómo hoy, esos mismos hombres y mujeres que fuimos aquellos niños, nos hemos quedado tan cegatos como para no dar con ninguna de las, aproximadamente, cinco mil diferencias que debe de haber entre, por ejemplo, la cara de cualquiera de nosotros el día en que nos jubilen y la de los 'jubilados VIP'.


lunes, 4 de noviembre de 2013

"Así, ahora la libertad rara vez despierta, el único latido que da es cuando se rompe algún corazón indignado, para demostrar que todavía vive".
Tomás Moro
"Sólo el pueblo salvará al pueblo".
Salvador Allende