EL
CAMINO DEL ESCRITOR #2
-¿De verdad quieres oírlo? -le pregunto al
joven que, expectante, se yergue ante mi mesa-, ¿en serio te crees preparado
para...?
-Sí -me ataja-, necesito todos los consejos
de aquellos que intentaron antes que yo adentrarse en los sinuosos caminos de
la psique y la palabra; no hay ni uno solo que quiera desperdiciar, tampoco el
tuyo -y, clavando sus ojo en los míos mientras se me acerca muy despacio,
añade- dámelo. Dá-me-lo.
Me recuesto en mi cómodo butacón, giro la
cabeza hacia la izquierda para poder mirar por la ventana; llueve ahí fuera,
con fuerza, sin indulgencia alguna para con los pobres trabajadores obligados a
regresar a sus hogares utilizando exclusivamente sus piernas. Pienso en eso
durante unos minutos, mientras tanto Jacob, el muchacho que espera mi
respuesta, apenas se mueve, respeta mi silencio, mi ausencia temporal. Finalmente,
sin apartar la vista del mundo exterior, le ofrezco aquello que ha venido
buscando.
-Para ser escritor -comienzo- tienes que
estar dispuesto a cometer crímenes inimaginables por el común de los mortales,
has de ser capaz de atrocidades de toda índole, como matar, mentir, injuriar,
violar, insultar, pervertir, falsificar, robar o engañar.
Silencio por su parte. Le doy unos cuarenta
o cincuenta segundos; sigue callado, así que prosigo.
-De vez en cuando, por ejemplo, no estaría mal
que te plantases ante una sala llena de gente que ha acudido a oírte hablar de
tu último libro, y delante de todos ellos, te dedicases a arrancar todas y cada
una de las páginas de un ejemplar; sin mediar palabra, simplemente quedarte ahí
parado, ante todo 'tu público', y destrozar tu obra.