DIARIO DE UN OFICINISTA CUALQUIERA
Vaya, parece que el limpiacristales ha
estado aquí esta mañana; o puede que viniese ayer, a última hora, aunque veo
más probable que hay madrugado algo más que yo y haya venido antes de las ocho
y media, ¡no!, antes aún pues yo he llegado a las nueve menos diez y él ya no
estaba aquí. Se me ha vuelto a escapar y, dado que calculo que para limpiar
todas las cristaleras y ventanales de esta oficina necesitará no menos de hora
y media..., claro que eso es sólo lo que yo creo, lo cierto es que ignoro por
completo cuánto tiempo puede llevarle dejar todo esto tan limpio y ordenado. Si
casi ni se nota que ha estado aquí, salvo por los cristales relucientes,
siempre lo deja todo en su sitio, al milímetro, y eso que, me imagino, tendrá
que mover bastantes cosas para poder maniobrar con comodidad. Mesas pegadas a
las ventanas, montañas de archivadores apilados junto a los separadores de
cristal y cables de ordenador por todas partes.
A veces pienso en él, o en ella, quién
sabe; jamás le he visto, no nos conocemos, no hemos coincidido aquí y, por lo
que sé, tampoco en otro lugar, Aunque, ahora que lo pienso... cómo puedo
asegurar que no es el mismo muchacho que limpia en la cafetería de aquí al
lado, tan callado, tan detallista, o podría ser cualquiera de las treinta o
cuarenta personas que pasan por esta oficina cada mañana, podría ser cliente
nuestro como nosotros lo somos de él. Lo único que tengo claro es que, aún sin
saber quién es, sí que sé algunas cosas sobre él, o ella. Sé, por lo pronto,
que es una persona aplicada en su trabajo, observador, detallista, minucioso y
ordenado, meticuloso, prudente y, me atrevería incluso a decir, listo, alguien
con vista; todo ello lo deduzco, exclusivamente de 'las hullas' de su trabajo.
Sí, a veces pienso en él, sobre todo los
días en que llego a la oficina después, poco después, de que se hay ido. Me
gustaría conocerle, agradecerle su trabajo, su... buen hacer; invitarle a un
café, charlar, quizá intimar. A menudo fantaseo con la posibilidad de encontrar
en el limpiacristales de esta oficina a un amigo, un aliado, un igual;
entonces, generalmente, me pregunto si alguna vez él pensará en mí, en quién
ocupa este escritorio que, sin duda, tiene que apartar cada vez que viene a
limpiar. Me pregunto si le dará por imaginar quién soy, cómo soy y, me
pregunto, si lo hace, qué pensará.