AHORA QUE NO ESTOY (pt.09/18)
Divisiones extremas 'in extremis'; catalogación
brutal de un género -ya sabéis, para mí, nunca raza-, el humano.
Y es que, así les ha gustado siempre a las
grandes mentes pensantes comenzar sus más altas conclusiones -reducciones en mi
opinión- acerca de la humanidad; ya se sabe, existen dos clases de hombres...
Así y aquí, es cómo y dónde comienza la
prácticamente omnipresente demagogia del clasismo no basado en la descarada
distinción entre clases sociales, algo tan poco correcto políticamente, sino -¡divina
sutileza!- en la toma de decisiones partiendo de una disyuntiva inicial -da
igual cual sea- y camino de algún tipo de meta -que por supuesto jamás será
común-.
Existen pues, según estos lumbrerillas de
turno, tipos (hombres) de todo tipo (índole), para todos los gustos además,
según las distintas situaciones o encrucijadas en que se vean. Así podemos
encontrarnos con soñadores en vela y buscadores de objetivos o estrellas,
elegantes señores que se afeitan a diario o alegres jovencillos que por tercer
día consecutivo olvidan rasurarse sus ralas barbas, amantes y novios, fajadores
y fajados, hombres de acción, hombres de palabra, hombres silenciosos, hombres
callados y tipos que disparan por la espalda. Algunos, incluso venderían a su
madre por un trago más. Clichés y más clichés.
Puede que en ocasiones, según sea el caso y
dicte la necesidad, alguno de ellos encajé o sea aceptable, válido incluso,
pero al final son los sentimientos los que cuentan. Sentimientos comunes,
aplastantes en su lógica; contra eso, nadie puede luchar.
Clint lo dejó bastante claro en una de sus
películas, 'Cazador blanco, corazón negro': “aunque te den una paliza soberana,
si peleas, te sientes a gusto por hacerlo”. Esa es la comunión de la que hablo,
y en esa comunión, queridos míos, no existen dos tipos de hombres.
***
Tal vez por eso me gusta tanto escandalizar
y soy eso que los niños más o menos buenos llaman transgresor. Tal vez por eso
no soy capaz de quedarme callado tan a menudo. No sé, tal vez por eso hace
tiempo que decidí dejar de usar reloj.
No, no existen dos tipos de hombres, ni
tres, ni cuatro, ni setenta y ocho; sólo existen los hombres. Tú, yo, aquel del
fondo y el de más allá, el de la derecha. Todos hombres, cada uno con su propio
nombre, cada cual con su propia historia y un universo de posibles aún por concretar;
por muy predecibles que podamos llegar a ser, no nos privemos a nosotros mismos
de la maravilla de la incertidumbre.