jueves, 31 de diciembre de 2015

     Muertos; todos: vosotros, nosotros, yo. Aquellos muchachos de la novela de Amis. Los chicos de las noticias acerca de la guerra en el Congo. Las niñas sonrientes de las afueras de la gran ciudad.
     Hay quien piensa en... la delicadeza de las maneras sutiles, o en soberanas estupideces superfluas por el estilo; los muertos, muertos son, o están o deberían de permanecer así, muertos, aunque sólo sea por un poco de ética profesional.
     Lloren ustedes, si así lo desean; lloren y súmense a las filas de los impertérritos seres solidarios con memoria 'cortoplacista' mientras empuñan el mando a distancia de su televisor de ochenta y siete mil pulgadas, y se disponen a cambiar de canal.

lunes, 28 de diciembre de 2015

EL SABER OCUPA LUGAR
"El cerebro ocupa lugar. Tanto lugar, que aprender y memorizar es cambiar físicamente el cerebro. No se puede aprender y no se puede memorizar lo aprendido a menos que cambiemos el cableado físico y químico del cerebro. Un ejemplo: el hipocampo de los conductores de taxis de Londres, el de aquellos conductores que se saben todas las callejuelas de los miles de kilómetros de la ciudad, es mucho mayor que el nuestro. En definitiva, haciéndolo simple: el saber sí ocupa espacio y lugar."
Francisco Mora, doctor en Neurociencias por la Universidad de Oxford, catedrático de Fisiología Humana en la Universidad Complutense de Madrid y catedrático adscrito de Fisiología y Biofísica de la Universidad de Iowa, en una entrevista en 2015.

viernes, 25 de diciembre de 2015

COSAS QUE PERDIMOS EN EL FUEGO
     Había escrito unos cuatrocientos poemas; tenía trece años cuando derramé sangre negra sobre el papel por vez primera, diez más cuando redacté el último de ellos. Y después, unos pocos meses; dos, tres... quizá.
     Serían las nueve de la noche, unos cuantos amigos se habían reunido en mi salón para beber cerveza -nada poético, pero sí muy artístico porque, ya se sabe, los caminos de la inspiración son inescrutables-; charlábamos acerca de cualquiera de las muchas estupideces que por aquel entonces ocupaban tanto tiempo en nuestras mentes; entre risas y humo de cigarrillos extra-largos cargados de tranquilidad. Yo pensaba seguir escribiendo poesía, no había tomado la decisión de renunciar a la rima de forma definitiva ni nada por el estilo. Llevaba unos minutos callado, abstraído, como en 'standbye', cuando me levanté como un resorte y me dirigí a la cocina. Un minuto más tarde regresé con un caldero metálico, un trozo de algodón y un bote de alcohol. Lo que sigue es obvio: prendí fuego al algodón empapado y lo arrojé al cubo. Mis invitados comenzaron a gritar y cantar con fervor. Yo volví a ausentarme unos segundos para después reaparecer en el salón con el, hasta entonces, total de mi producción poética. Todo al fuego, sin reparo, sin perdón. Mis amigos enmudecieron; me observaban con una cruel mezcla de miedo y estupor que a mi terminó por hacerme reír; así que la fiesta continuó.

     Han pasado más de diez años de todo esto. Algunas tardes de domingo, cuando las circunstancias incontrolables aunque cuestionables de la vida, me obligan a estar solo, me da por ver películas malas de los años noventa, beber cerveza de forma desesperada y rebuscar entre todos mis papeles, una vez más; por si hay suerte, pudiera ser que algo se salvase. Quién sabe. Lo hago como ritual que merece ser perpetuado en el tiempo, incluso más allá del día en que las causas de su origen sean olvidadas. Lo hago también, para combatir la soledad y la nostalgia del final del fin de semana -otro ciclo abrasado-; y por supuesto, lo hago para mantener viva la llama de la locura que aquel fuego, hace ya tanto tiempo, encendió en mi interior.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

DE PERFIL
     Tienes que añadirle una foto a tu perfil, me dijo; de 'Whatsapp', añadió al intuir que yo no tenía ni idea de a qué se refería. Tengo, qué te parece; podría haberme recomendado: deberías añadir una foto. Pero no, no debo, tengo que hacerlo.
     Y cambiar el estado, tu estado, siguió informándome; estás "disponible" por defecto -algo de lo que me alegro, francamente, prefiero ser un tipo receptivo por defecto a ser un borde intratable-. Y qué puedo hacer, me pregunté primero, qué debo hacer, le pregunté después. Échale un vistazo a los perfiles de tus contactos, me dijo mientras me quitaba de las manos el teléfono para trastear con él un rato y devolvérmelo tras unos pocos segundos; seguro que de ahí sacas alguna idea.
     Un mundo de posibilidades y secretos hasta entonces ignorados, se abrió ante mí. Resulta curioso lo que uno puede decir sin querer. Con el fin de facilitar la comunicación, los creadores-gestores de esa famosa aplicación para teléfonos móviles, 'Guasap', 'Whatsapp', 'Guasas' o como se escriba, completan un 'perfil' personal añadiéndole a tu nombre y número de teléfono, una fotografía que tú les facilitas y un 'estado' que la mayoría de la gente modifica a modo de 'lema'. Así, de los "disponible", "en el cine", "ocupado", "batería baja", "estoy durmiendo", "en una reunión" y demás fórmulas predeterminadas ofrecidas por la propia aplicación, la mayoría de la gente se desplaza -no tengo claro si a izquierda o derecha- hacia una paralela que no siempre lo es del todo. Después de un rato ojeando, me encontré con algunos 'estados' realmente memorables.
     Hay quien se limita a poner caras sonrientes, dejando patente que es una persona feliz, optimista, positiva; algún despistado añade dibujos de copas de vermú o jarras de cerveza, aclarándole a todo el mundo, jefes y compañeros de trabajo incluidos, por dónde discurren sus inclinaciones lúdicas. Esto no es nada; un muchacho afirma que "quisiera ser feliz siempre", es decir, rara vez lo es. Otro utiliza una fecha para dejar claro que aquel día era especial; tanto que, quién sabe, quizá, también sea su contraseña estándar para su correo electrónico o sus tarjetas de crédito. "Al fin encontré un pez en el mar" me llamó casi tanto la atención como  "con dos ovarios, so mamón"; tan desesperada la primera como cargada de resentimiento la segunda. Finalmente me encontré con uno que, dado lo que ya llevaba leído, no me sorprendió a pesar de lo ingenioso: "líquido tirando a gaseoso"; toda una declaración de intenciones que, no sólo deja claro que ha terminado por diluirse, sino que, además, ha comenzado, al menos eso intuye el tipo, a volatilizarse.

jueves, 17 de diciembre de 2015

Nadie sabrá, nunca, lo que un hombre solo hace en medio de la oscuridad de su soledad.

domingo, 13 de diciembre de 2015

ALGO PARA IR TIRANDO MIENTRAS LLEGA EL FRÍO
     Todo el mundo quiere algo: misiones, objetos, pasiones.
     Pasos de Semana Santa desafiando los límites del incrédulo, un bolígrafo negro luchando por terminar de escribir su propio testamento al tiempo que constata que no le queda ni una gota de tinta dentro.
     Si yo fuera poeta... Los hombres grises son tristes, aunque no tanto como los azules; los hombres negros son sucios, pero al menos siempre van de frente. Los hombres blancos esconden algo. Si yo fuera o fuese poeta, esto sería un poema y nadie dudaría de su contundencia; si yo tuviera un premio al poeta del años, un montón de universitarias con vaqueros ajustados y blusas blancas, azules y amarillas bailarían al son de mis ausentes rimas.
     Todo el mundo quiere algo: algo de ti, algo de mí.
     La coherencia, al parecer, no es algo que se pueda exigir. Televisión, demasiados canales, política-basura no corrupta, periódicos, política corrompida, zapatos baratos, zapatillas caras, política apolínea, un sueño del pasado, un recuerdo de un futuro prometido que no llegará.
     De mí quieren todo, lo quieren todo; de mí que no tengo y sólo quiero un poco de paz.
     Pastillas envasadas al vacío en 'blisters' de veinticuatro unidades que, según prescripción facultativa, usted debiera tomarse a razón de una al día. Y uno piensa en lo ilógico de envasar veinticuatro si has de consumir una diaria; mejor hubiera sido empaquetarlas de treinta en treinta y una, o en cómodos envases semanales de siete, catorce, veintiuna o veintiocho. Pero no, te dan veinticuatro y la orden de echarte a la boca una sola al día durante un par de meses. Veinticuatro, meditas, veinticuatro, te repites, veinticuatro... Y tomas una decisión: veinticuatro, una cada hora.
     Todo el mundo quiere algo: ver amanecer, ver anochecer, dejar de ver.
     Romper las relaciones con todos tus amigos; ellos no te comprenden, no te quieren comprender, están más interesados en decir que te comprenden que en hacerlo realmente. Mejor te buscas un buen psiquiatra, él no te mentirá, no te engañará ni se engañará; tiene claro lo que le interesa: que sigas yendo a verle periódicamente durante el resto de tu vida. Jamás te dirá que está muy ocupado, que tiene que posponer vuestra cita, que tiene que trabajar; tú eres su trabajo. Él sí sabrá qué hacer cuando te creas un poeta de verdad, uno maldito, y te zampes veinticuatro relajantes musculares de caballo.
     Todo el mundo quiere algo, aunque no siempre tenga claro qué.
EL ETERNO YONQUI
     Cuando yo amo, amo con locura y frenesí; como un yonki que persigue su dosis de felicidad, busco el objeto de la mía y a él -o ella- me entrego con devoción absoluta. Esto es algo que me dijo, hace ya eones, un listillo que intentaba levantarme a un guitarrista para formar con él un grupo de rock. Lo cierto es que dio en el clavo, me dejó turulato durante el tiempo suficiente para salirse con la suya, y yo empecé a ser más indulgente conmigo mismo.
     Hoy, por ejemplo, un buen y viejo amigo me ha recordado el día en que nos conocimos; al parecer ese día -noche en verdad- yo estaba dando una charla acerca de la influencia de la música tradicional negra -la de los esclavos algodoneros- en todo lo que vino después de 1952. Según mi amigo la pasión fluía por mis poros en competencia directa con mi erudición acerca del tema en cuestión. Soy un hombre informado, qué le vamos a hacer; hay a quien le encanta el sonido de su propia voz. A mí lo que de verdad me entusiasma es tener respuesta para todo, lo que me lleva a buscar siempre un poquito más que al resto y obtener así un privilegio documental casi insuperable -porque estas cosas, como cualquier otra, siempre son 'casi'-.
     Sean sinceros, señores importantes de la palabra y la letra y el fonema y la metodología correcta para una gramática acertada: en el fondo a todos ustedes les importamos una mierda el resto de los mortales; al menos hasta que consigamos entrar en su selecto club privado.
     Primero el reconocimiento, después... ¿la felicidad? Tal vez; lo que sí que será seguro es el tiempo, el tiempo que regala o compra o genera el maldito dinero. Ahí fuera hay un montón de gente excepcional -aunque el término 'montón' les suene tan vulgar, tan plebeyo, tan simple y mundano-; hagan la prueba: cierren sus cuadernos de diseño y salgan a hablar con personas reales y auténticas -que no por ser sinónimos siempre lo son exactos-, olviden por un par de horas sus personajes diseñados por y para algún fin maestro. Dejen que la realidad les sorprenda.
     El mundo está lleno de ansiosos bebedores de cerveza, de melómanos empedernidos, de maniáticos de la limpieza y autodidactas insufribles, de incorregibles conquistadores y lectores devotos. No hay nada especial en mi; tan sólo soy un yonqui más, empeñado en escribir más páginas que el más prolífico de los escritores, beber más tragos que John Bonham el día de su muerte, dar más besos que el mejor de los amantes. Yo soy, sencillamente, y al igual que mis congéneres, uno más, otro más..., el eterno yonqui.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

     Había enviado algunos de sus mejores escritos cuando, ante las repetidas negativas por parte de editoriales de todo el país, se decidió a hacer un radical último intento.
     'Su obra es extremadamente literaria, de una calidad tal que no encontraría un nutrido público capaz en nuestros días', así rezaba la última de las notas de rechazo; ¿quieren mediocridad? -pensó-, pues vaya si la tendrán.
     Jacob, una vez más y como siempre, tomó un bolígrafo de tinta negra en su mano derecha y apuñaló el papel; pero esta vez lo hizo con suavidad, sin haberse ventilado botella y media de vino antes de comenzar con su crimen. El resultado fue una insulsa novela melodramática acerca de un niño tullido y su relación con su perro hasta que, después de la muerte de éste atropellado, el perro por supuesto, el muchacho es desvirgado por una preciosa chica tres años mayor que él a la que nadie se atreve a invitar al baile de su graduación por ser extremadamente alta. Incomible, mal escrita, falta de refinamiento y con un lenguaje rayando lo chabacano, 'El último día de su vida' fue un éxito de crítica y público. No le quedó más remedio: el mismo día que un enviado de la editorial recorría las calles de la ciudad en motocicleta para llevarle un suculento cheque por sus ventas, Jacob tomó la firme decisión de acabar con su vida; se pegó un tiro en la sien. Por desgracia erró; ahora escribe secuelas de 'El último día de su vida' sentado en una silla de ruedas mientras un hilillo perpetuo de tibia saliva se le escurre entre los labios. En su cabeza resuena, día tras día, una jocosa voz que repite con sorna: "Enhorabuena Jacob; lo has conseguido".

miércoles, 2 de diciembre de 2015

INTERLUDIO CEREBRAL PARA UN HOMBRE CANSADO
     Algunos interludios resultan insoportables, extenuantes e innecesarios los mires por donde los mires. Otros, en cambio, se agradecen. Con la boca pequeña, sin tomar notas al margen ni avisar a la prensa para que no olviden hacer una reseña; pero se agradecen.
     En caso de impacto masivo de meteoritos gigantescos contra toda la superficie del planeta, existe una posible salvación eventual para aquellos que se refugien bajo tierra; en... estaciones de metro, por ejemplo. Los residentes del entorno rural están jodidos; por mucho mayor que sea su esperanza de vida en base a la calidad de su alimentación, no hay bocas de metro ni ferrocarriles soterrados en medio de la vega granadina. Reflexiones así me quitan, más a menudo de lo que quisiera, el sueño.
     A veces no hay palabras suficientes en todas las lenguas de la Tierra para expresar una simple idea. Pero de vez en cuando... a algún artesano le da por dar forma a una bombilla con la capacidad suficiente para albergar toda la luz de la que el más genial de los hombres es capaz. O lo que viene a ser lo mismo: mucho mayor que tú y yo juntos en el mejor de nuestros días.
     Algunas personas no tienen solución. Tres segundos es tiempo más que suficiente para quemar cualquier esperanza. El problema de las soluciones es que no existe cura para ninguna maldita solución.
     Después de la Creación viene -lógica aplastante- la recreación. Violencia en estado puro; demasiada información, más palabras de las necesarias, muchas noches y teclados ciegos para aprender mecanografía. No estamos solos, ojalá lo estuviésemos. Paradoja o dualidad de lo más básico y simple. Quién sabe. Tres, tres, tres... botellas de vino vacías; ¿quién se las ha bebido? No, eso no es lo importante; resulta trivial saber quién se ha clavado algo más de dos litros de tinto caldo riojano, lo verdaderamente importante es conocer los motivos, la razón: ¿por qué coño a usted le ha apetecido tomarse tal cantidad de vino, caballero?
     ¿Te duelen las manos? Pero sigues empuñando el bolígrafo. ¿Se retuercen tus muñecas con espasmos de dolor? Pero vuelves a aporrear el teclado. ¿Tiemblan tus dedos al intentar pasar una nueva hoja en blanco con delicadeza? Bienvenido a tu pasión; nadie dijo que esto fuera a ser fácil, bonito o emotivo: convertirte en el tipo que hace que todo el mundo se olvide del nombre de Ernest Hemingway no puede ser indoloro. A sudar sangre toca.
     Interludio de verano en una noche de ópera; pasen, damas y caballeros, disfrutarán de un pase privado en una sesión muy especial. Tal vez resulte deleznable presenciar a qué llega a rebajarse el ser humano en condiciones no muy extremas, pero... esto es lo que hay.
     Y yo viendo cómo todo esto toma forma a través de la comodidad de mis tres metros y ciento dieciocho mundos de distancia bidimensional. ¿Te haces una idea de lo que significa para mí tener estas viejas manos llenas de callos y pelos enquistados?