CHOP
ESTÁ RABIOSO
Querido conciudadano:
Me dirijo a usted a través de este medio
que cierto congénere ha tenido a bien poner a mi disposición a fin de que pueda
hacerle partícipe de ciertas cuestiones que, en mi humilde opinión, no debería
de seguir obviando por más tiempo.
En primer lugar me gustaría darle a
conocer una gran revelación de la que, todo me hace pensar, usted aún no ha
tenido noticia; yo también vivo en el mundo. Sí, en el mismo mundo que usted, ¿qué
le parece? Seguro que no se había percatado aún de ello pero, ya ve, yo, al
igual que usted, tengo un despertador que suena cada mañana –muy a mi pesar y
por mucho que lo odie- y me recuerda que tengo que salir a la fría mañana
invernal para encaminarme a un trabajo que odio y me veo obligado a agradecer –quién
tiene trabajo hoy en día- como si que te estuviesen menospreciando, cuando no
despreciando directamente, acosando, e insultando –vamos, puteándote a lo
grande-, fuese algo por lo que alegrarse y sonreír cada mañana.
Así pues, no quisiera extenderme
demasiado en mi exposición, comprenderá usted que empiezo a estar hasta las
mismísimas ‘bellotas’ de que siempre que me encuentre con usted,
indefectiblemente, su merced se olvide de sonreír, abrirme la puerta si me ve –algo
que exige que previamente mire a su alrededor- cargado cuando usted pasea
alegre y despreocupadamente o me preste la más mínima atención cuando pretendo,
iluso de mí, darle los ‘buenos días’ sin esperar, menos mal, respuesta alguna.
Por el contrario, a usted le encanta pasar a mi lado sin echarme tan siquiera
un vistazo, sin saludarme, ignorando mi existencia que, por otra parte, parece
incomodarle, como si el hecho de que aún cumpliese con la máxima vital de la
respiración fuese un obstáculo en su sueño de alcanzar un mundo ‘puro’ en el
que los feos, los ‘cortitos’ y cualquiera que no tenga la suerte de encontrarse
en su círculo íntimo de confianza, no tengan, perdón, tengamos cabida.
Dicho esto entenderá usted que le
dedique estas líneas a fin de reclamar para toda la Humanidad –y obviamente para
mí, en particular- el mínimo respeto y consideración que, por el simple hecho
de haber llegado a este mundo a través de los mismos cauces que su altísima
magnanimidad, todos aquellos que ocupamos y compartimos espacio en este planeta
con su señoría, nos merecemos.
En lo sucesivo le agradeceremos que, al
menos, nos devuelva el saludo; a poder ser mirándonos a los ojos, sonriendo y
sin reflejar en su semblante el profundo desprecio que, a ver quién se atreve a
dudarlo a estas alturas, siente por cualquiera que no sea usted mismo.
Atentamente; Señor Chop.