REVISIÓN
AL ALZA DE LA ECONOMÍA NACIONAL
Termino de hacer unos números en el
cuaderno que siempre llevo conmigo a cualquier obra y me dirijo a la encargada
del establecimiento cuyo presupuesto de mantenimiento me han solicitado. Le doy
un precio.
-Serían X euros al mes –le digo- por la limpieza quincenal de las
cristaleras, el aspirado semanal y el barrido y fregado diario.
Sus ojos se abren como platos.
-¿X euros? Un poco caro, ¿no? ¡Ah, claro! –sonríe con una mezcla de
desprecio e ironía, como si acabase de descubrir que intento ‘timarla’ en
secreto-, querrás cobrar el IVA.
Atónito. No consigo articular palabra. De haberlo hecho…; “pues la
verdad, señora, es que yo no tengo el menor interés en cobrarle el IVA. Verá,
es que no me queda otra; ¿acaso cree que me hace la menor gracia cobrar una
cantidad de dinero que no me pertenece y custodiarla durante tres meses para,
después de hacer unos cálculos, remitírsela a su legítimo dueño, el Gobierno
del Estado Español, arriesgándome a haberme equivocado en alguna operación
matemática y buscarme así un serio problema con ‘el Fisco’?”.
-Encima, ahora van y suben el IVA al 21 por ciento –ella sigue a lo
suyo-.
La verdad –me digo a mi mismo- resulta curioso que el mismo ministro,
el señor Montoro, que hace unos días defendía una ley de amnistía fiscal para
quienes deseasen ‘blanquear’ los frutos de una economía sumergida durante años,
a cambio de pagar sólo un 10 por ciento de ese ‘dinero negro’, suba ahora en
tres puntos el Impuesto sobre el Valor Añadido porque “aquellos que deberían
pagar más, no pagan”, en clara referencia a los usuarios del tan clásico y
castizo ‘mejor sin factura’.
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