Es inherente al hombre la necesidad de
definir, de acotar. Se trata de un ejercicio mediante el cual consigue crear la
falsa sensación de que todo le pertenece; de ahí que nos encante ponerle nombre
a las cosas, incluso cuando éstos son totalmente innecesarios. Pongamos, por
ejemplo, el caso de un programa de radio; ¿para qué puede necesitar un nombre? Imagino
que no se trate más que de una peculiar forma de reclamar la propiedad del
espacio y tiempo que ocupa, ignorando algunos atributos inapelables como la
finitud o los más que habituales cambios de elementos integrantes, que siempre
van parejos a este tipo de creaciones humanas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario