lunes, 29 de octubre de 2012


        Es inherente al hombre la necesidad de definir, de acotar. Se trata de un ejercicio mediante el cual consigue crear la falsa sensación de que todo le pertenece; de ahí que nos encante ponerle nombre a las cosas, incluso cuando éstos son totalmente innecesarios. Pongamos, por ejemplo, el caso de un programa de radio; ¿para qué puede necesitar un nombre? Imagino que no se trate más que de una peculiar forma de reclamar la propiedad del espacio y tiempo que ocupa, ignorando algunos atributos inapelables como la finitud o los más que habituales cambios de elementos integrantes, que siempre van parejos a este tipo de creaciones humanas. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario