“Para Raskólnikov
empezó entonces una extraña época; parecía como si una bruma se hubiese
levantado de pronto ante él, envolviéndolo en una soledad irrespirable y densa.
Al evocar después aquel tiempo, mucho después, hubo de comprender que había
tenido como obnubilada la conciencia, y que tal estado prolongose, con leves intervalos,
hasta que sobrevino la definitiva catástrofe”.
Fiodor
M. Dostoyevski de su obra ‘CRIMEN Y CASTIGO’
(1866)
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