Así debe ser, debería estar escrito que
así sea. Compartir y nada más. La mayor muestra de amor concebible es, sin duda
que tenga lugar, la entrega incondicional, el volcado personal sin respuesta predeterminada
que esperar. De eso se trata, de dar dándose; tal y como definió el amor cierto
filósofo cuyo nombre no consigo recordar.
Eso es, eso debe ser, una velada
literaria, musical, cinéfila, incluso multidisciplinar; varias mentes explorándose
a través de la exteriorización de los diferentes procesos introspectivos a los
que algunas manifestaciones culturales les han llevado.
Emoción en estado puro. Dos tipos
debaten acaloradamente a la luz de una vela acerca de las ideas de un tal
Epicuro; a su lado un joven baila, emocionado, sobre una gran mesa llena de
manuscritos, al ritmo de una pieza de Kris Kristofferson que ha hecho que un cuarto
aprendiz de escritor, oculto en las sombras de un viejo corredor donde ninguna
ventana conserva sus cristales intactos, rompa a llorar recordando algo que en
pocos minutos volverá a olvidar.
Tres, cuatro, diez horas más tarde, todos
se fundirán en un abrazo y los cuatro, los quince o los dos, seguirán siendo
dos, quince o dos, pero más grandes, más completos, …un poquito más cerca de
aquellos hombres que les gustaría ser.
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