domingo, 2 de diciembre de 2012


        Así debe ser, debería estar escrito que así sea. Compartir y nada más. La mayor muestra de amor concebible es, sin duda que tenga lugar, la entrega incondicional, el volcado personal sin respuesta predeterminada que esperar. De eso se trata, de dar dándose; tal y como definió el amor cierto filósofo cuyo nombre no consigo recordar.
        Eso es, eso debe ser, una velada literaria, musical, cinéfila, incluso multidisciplinar; varias mentes explorándose a través de la exteriorización de los diferentes procesos introspectivos a los que algunas manifestaciones culturales les han llevado.
        Emoción en estado puro. Dos tipos debaten acaloradamente a la luz de una vela acerca de las ideas de un tal Epicuro; a su lado un joven baila, emocionado, sobre una gran mesa llena de manuscritos, al ritmo de una pieza de Kris Kristofferson que ha hecho que un cuarto aprendiz de escritor, oculto en las sombras de un viejo corredor donde ninguna ventana conserva sus cristales intactos, rompa a llorar recordando algo que en pocos minutos volverá a olvidar.
        Tres, cuatro, diez horas más tarde, todos se fundirán en un abrazo y los cuatro, los quince o los dos, seguirán siendo dos, quince o dos, pero más grandes, más completos, …un poquito más cerca de aquellos hombres que les gustaría ser.

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