10 DE
ENERO DE 2013
Francisco tiene, en su labio inferior,
un lunar; reflejo y recuerdo del que su esposa, Mª Luisa, tenía en el mismo
lugar.
Yo me percaté de ello unos dos días
antes de que ella muriese, en el Hospital Monte Naranco, después de que él le
diese un beso, casi como si ella se lo hubiese ‘contagiado’, como si después de
tantos años juntos, besándose, ese lunar hubiese traspasado la piel de los
labios de ella, para instalarse también en los de él.
Parece mentira, pero no fue hasta ese
diciembre de 2009 cuando me fijé en tan bonito detalle.
Mi esposa, Lei, también tiene un lunar
que destaca en su cara, en la barbilla; de él, recuerdo perfectamente, me
percaté enseguida; desde el primer momento en que la vi me fijé en su lunar y,
tan rápido como me enamoré de ella, así me prendé de su lunar.
A veces recuerdo el lunar compartido de
Francisco y María mientras observo el de Lei. Entonces pienso que tal vez, si
acerco mucho mi rostro a su lunar, si no paro de acariciarlo con mi propia
cara, podría conseguir que nos pasase lo mismo a nosotros; su lunar en mi cara.
Sería como tenerla, irreversiblemente, siempre conmigo, incluso cuando no
estuviese a mi lado.
El lunar de Lei en mi propia cara…, el
contagio del amor.
Me ha encantado leerlo.
ResponderEliminarMuchas gracias Hermano