UN TELÉFONO
EN EL SUELO
‘Entonces nos vemos el miércoles, chao’. Tú te despides como siempre lo
has hecho desde el día en que le conociste, el primero de clase en una calurosa
jornada de mediados de septiembre; no hay nada que te haga pensar que mañana, o
el miércoles en cuestión, él vaya a faltar a vuestra cita habitual. Nada os ha
impedido veros cada semana durante los últimos dieciocho años, así que le das
un abrazo, como tantos otros le habrás dado en todo este tiempo y, sonriendo,
te giras mientras levantas el brazo izquierdo despidiéndote con tu característico
estiramiento de dedos pulgar e índice.
Pasan tres días y tu teléfono suena; mañana será miércoles y no habrá
café, ni charla agradable o sonrisas, tampoco algún que otro guiño de ojo
precedido por un comentario agudo. Mañana no habrá cita con tu compinche de
correrías inmemoriales.
La pasada noche fue la última de un conductor suicida que decidió
largarse de este mundo mientras conducía borracho a toda velocidad, por la
autopista, precisamente a la misma hora en que tu amigo de la infancia volvía a
casa después de un día de duro trabajo, cansado, tanto como para no poder
reaccionar a tiempo y esquivar el Skoda verde aguamarina que se empotró en la
puerta del conductor de su coche, a ciento cuarenta kilómetros por hora.
¿Acaso alguien suele despedirse cada vez que se separa de un ser
querido pensando que esa puede ser la última vez en que oiga su voz, en que su
mirada se clave fijamente en él, prestando atención a cada una de sus palabras?
Al otro lado del teléfono alguien espera que digas algo; ‘¡hola!, ¿estás
bien?’. Imposible responder, tu teléfono descansa sobre el mismo suelo en que
no hace mucho tiempo él estuvo sentado buscando un disco de Johnny Cash entre
tu colección de vinilos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario