CIGARRILOS
ELÉCTRICOS
-Cigarrillos eléctricos -dice una escuálida
y pálida azafata a través de los altavoces, reclamando mi atención-.
¿No serán 'electrónicos'?, pienso yo; pero
ella continúa en sus trece.
-Cigarrillos eléctricos -repite ella con
acento británico-; ideales para fumar sin molestar a sus vecinos. Ya puede
disponer de los auténticos cigarrillos eléctricos que le permiten fumar en
cualquier edificio público, en trenes y autobuses, o en este mismo avión. Al
fin puede tener la cantidad exacta de nicotina que su cuerpo necesita para
estar bien sin molestar con su humo a los demás.
¡Coño!, me digo; 'la cantidad exacta que su
cuerpo necesita para estar bien'. A ver si es que me duele el pie derecho por
culpa de mi resistencia a convertirme en fumador.
-Además los cigarrillos eléctricos duran más
que dos paquetes de tabaco normal y cuestan sólo la mitad. También pueden
adquirir nuestra exclusiva lotería -sigue ella, tan locuaz y desprendida,
manteniéndonos informados por nuestro bien-; dieciséis millones de euros para
usted, para todos ustedes.
¿En serio? ¿Dieciséis kilos para cada uno
de los ciento quince pasajeros de este vuelo? Ahora entiendo por qué mañana la
compañía dejará de operar.
-Gane nuestra lotería y cómprese todo lo
que necesita -ojo, no lo que quiera, lo que necesita-; una casa más grande, un
coche deportivo o un yate, o los dos. Incluso un avión privado para no tener
que volver a viajar rodeado de gente -y así, de paso, poder fumar en él-, o
para no volver a oírme a mí decir estas tonterías.
-La primera cosa lógica que te oigo decir,
muchacha -vocifero yo-; dame todos los números, por favor.
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