LA
REALIDAD... (capítulo 17)
La realidad es que tu ayuntamiento te cobra
una serie de impuestos por deambular por sus calles -que son las tuyas-, por
pisar las mismas aceras que ocupan las terrazas de los establecimientos
hosteleros que pagan, a su vez, otros impuestos por 'ocupar' esas mismas aceras
por las que a ti te resulta más bien difícil caminar. Ese mismo ayuntamiento te
cobra cada año un 'impuesto de circulación' con independencia de cuantos
kilómetros te hagas dentro de tu ciudad, y gestiona ese dinero en poner más
parquímetros con los que recaudar más dinero por un concepto que, de no existir
la anteriormente citada circulación, sería imposible: el estacionamiento
temporal. Eso sí, ni un sólo euro de ese dinero se reinvierte en asfaltar las
calles con socavones y desperfectos que, mira tú por dónde, dificultan la
correcta conducción, esto es, que imposibilitan la libre circulación de
vehículos que pueden haber llegado a pagar dos veces por el hecho de ejercer su
derecho a hacerlo. Ojo, esto no es cosa exclusiva de los ayuntamientos; qué me
decís de las autopistas de peaje en las que, dadas las condiciones de
determinados tramos del pavimento -que claramente no es mantenido como debiera
serlo-, resulta un auténtico suicidio conducir a la velocidad que en las mismas
se especifica. ¿Dónde cuernos está el Gobierno Estatal, ese formado por una
colección de super-funcionarios que cobra sueldazos por, supuestamente,
controlar cosas como 'la seguridad de los ciudadanos'?
Habría que rescatar el espíritu de Thoreau,
por imperativo moral y emocional; deberíamos negarnos, todos nosotros, a pagar
nuestros impuestos, los estatales, los autonómicos y los locales, por
incumplimiento de contrato -que digo yo que las promesas electorales debieran
ser consideradas contrato verbal-, o por la sencilla razón de no realizar
correctamente su cometido aquellos individuos que gestionan dichos tributos y cuyos
sueldos provienen de estos mismos gravámenes. A un carpintero le pagan por
fabricar una mesa -por ejemplo-; si la mesa está mal calzada, queda 'coja' y no
ofrece el servicio para el que ha sido encargada, ese carpintero no cobrará por
su chapucero trabajo. ¡Pues hagamos lo mismo con esta pandilla de politicuchos
de gama baja que nos han crecido en el jardín de esta nación nuestra! Mandémosles
a donde su actitud y sus desaires se merecen; a la mierda, como decía Fernán
Gómez. A mí, personalmente, no me importaría que me amenazasen con enviarme a
presidio por insumiso y 'objetor tributario', sobre todo si conmigo se apuntan
otros cuarenta y pico millones de 'rebeldes'; entonces, a ver dónde nos iban a
meter a todos.
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