martes, 22 de octubre de 2013

NI UN MINUTO MÁS
     Total, que ahí estoy yo, como un españolito más, echándole una ojeada al periódico sin que me importe demasiado lo que cuenta porque, seamos sinceros, ¿a quién le interesan de verdad las noticias, las miserias que suceden por el mundo, eh? A nadie, está claro, sino, ¿cómo es que no salimos todos a la calle como si fuésemos los miembros de un ejército cuyos comandantes en jefe no paran de ordenar ataques suicidas?
     No me creo que haya indignados de verdad; a excepción del tipo que ha empezado a gritarle al televisor cuando han salido un montón de 'pro-etarras' en una manifestación, tras la resolución del Tribunal Europeo invalidando la 'doctrina Parot', lo que conlleva la inminente excarcelación de medio centenar de terroristas y delincuentes sexuales. Los manifestantes en cuestión, escudados tras un enorme rótulo con el lema 'NI UN MINUTO MÁS', exhortan a las autoridades a proceder de inmediato a la liberación de sus 'injustamente' encarcelados.
     -'Ni un minuto más', dicen los muy cabrones -vocifera el hombre, de mediana edad, ataviado con unos pantalones de pinzas grises, una camisa a cuadros y una chaqueta de tweed-; ahora saben hablar castellano, ¡hay que joderse! En todos estos años, los pedazo de cerdos venga a sacar pancartas en euskera, no fuera a ser que nos enterásemos de que nos estaban insultando a la puñetera cara, y ahora salen con 'NI UN MINUTO MÁS' en castellano.
     El camarero de la cafetería intenta calmarle:
     -Hombre, no se ponga así.
     -¿Qué no me ponga así? -dice el caballero girándose con violencia hacia nuestro anfitrión-. Yo sí que no puedo aguantar esto ni un minuto más; estos cabritos liquidan a quien les sale de los cojones y no tienen que cumplir sus condenas, ¡a partir del segundo muerto no cuenta!
   -Tampoco es así exactamente -intenta apostillar otro cliente del establecimiento-.
     -¿Exactamente? Mira zoquete, podré ser inculto y ordinario, y mis cuentas no serán exactas, pero la puerca esa ha matado a más de veinte personas y al final ha cumplido veintiséis años de cárcel; a año por muerto, aproximadamente. Vamos, que ve tú y escúpele en la cara al consejero de cultura, por ejemplo, y mira a ver qué pasa.
     Silencio absoluto, salvo por la tenue voz de algún futbolista a quien no reconozco saliendo del televisor. Al cabo de un rato, y mientras se encamina hacia la calle, nuestro amigo se despide en un tono lo suficientemente elevado como para que todos los presentes podamos oírle:
     -Lo dicho, que ya no aguanto tanta estupidez ni un minuto más.

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