domingo, 5 de enero de 2014

EN TRÁNSITO
     Me llamo Umar Pascual, nací hace cuarenta y dos años en un pueblecito de la Alpujarra; durante toda mi vida he trabajado en el campo. Siempre me ha gustado leer; mis novelas preferidas son aquellas en las que se relatan las peripecias de un viajero cualquiera. Ahora, estoy en una estación de tren, esperando. Hoy el viajero soy yo.
     En estos momentos pasan cuarenta y cinco minutos de  las diez de la mañana; hace veinte que mi tren debería haber salido, lo que quiere decir que no llegaré a tiempo a mi destino.
     Hoy en día a nadie parecen importarle mucho los horarios; la impuntualidad se ha convertido en uso castizo donde los haya, cada vez son menos los que usan reloj y más los que se confían a las cifras digitales de un teléfono móvil que no tarda en quedarse sin batería y termina por apagarse, llegar un poco tarde está considerado 'tener clase' y hacerlo en exceso 'ser rebelde'. Nada de concesiones, ¡eh! Podría darse el caso de que llevase viajando días enteros abrigando la esperanza de llegar a tiempo a la meta, podría ser un hijo al que han llamado para notificarle la inminente muerte de su madre en la otra punta del globo terráqueo, llevaría en movimiento treinta y cinco horas y ahora estaría a sólo cuatro de conseguir despedirme de mi madre; pero un retraso en el último momento y... "lo sentimos señor Pascual, su madre ha fallecido hace apenas diez minutos". Podría ser, y a nadie parece importarle aquí, en esta estúpida estación llena de pasajeros -que no es lo mismo que viajeros- encolerizados más por arrogancia y costumbre que por lógica y propia decisión. Sí, soy el último viajero del mundo civilizado, el bastión que resiste los envites de la irreverencia y la desconsideración institucionalizadas, una roca empeñada en no dejarse llevar por la corriente.
     Me llamo Umar, pero podría llamarme como cualquier otra persona, también como tu padre o tu hermano o tú mismo; podría incluso darse el caso de que yo fuese tú, con tu mismo pelo, tus ojos, tus labios, tu mentón, tus manos y hasta los mismos pelos de tus pies. Lo cierto es que no soy muy distinto de ti, de cualquiera; un tipo en tránsito, esperando en una estación de tren.

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