viernes, 10 de enero de 2014

LA DIPLOMACIA
     La diplomacia te lleva a callar cuando oyes a un imbécil soltar estupideces a diestro y siniestro en una fiesta a la que tú también has sido invitado; la diplomacia es la culpable de que un idiota como Artur Mas no pare de soltar gilipolleces en las que realmente no cree, mientras se gasta cantidades indecentes de dinero público en su 'teatro de variedades' -y no hablemos de cuanto le deben a la diplomacia el sosaina de 'ZP' o el frenillo de Marianín-. La diplomacia es la responsable de que un tal Urdangarín y su señora esposa sigan de paseo por el mundo en lugar de cumplir condena por 'hurto salvaje'. Qué decir de Standard and Poor's, Stanley Morgan's y toda esa pandilla de abusones de colegio que se dedican a tocarle las narices sistemáticamente a todos los compañeros de recreo del 'gran hermano'; demos gracias a la diplomacia. La diplomacia no es más que otro de los estúpidos inventos del hombre; ahí tenéis el verdadero problema, el hombre. "Homo homini lupus" escribió Tito Macio Plauto, "el hombre es un lobo para el hombre".
     No entiendo por qué decimos 'ciudadanos' cuando pretendemos referirnos al conjunto de los habitantes de una nación dado que, según la Real Academia Española de la Lengua -la máxima institución en materia de semántica castellana-, 'ciudadano' es aquel que es natural o vecino de una ciudad -singularidad-. Tal vez debiéramos retroceder unos años en el tiempo y hablar de 'paisanos', es decir, de aquellos que son del mismo país, provincia o lugar -comunidad-. Así, podríamos deleitarnos oyendo a un presidente del gobierno español diciendo: "queridos paisanos, es mi deber notificarles...". Sería maravilloso, realmente fraterno, social, colectivo, inclusivo, y no como sucede actualmente. ¿Nadie se ha percatado de que cuando un dirigente se refiere a los ciudadanos de un país como España, está omitiendo aproximadamente a un tercio de la población del mismo? Deberían, todos los hombres y mujeres del campo y la mar de este estado -que son quienes producen los alimentos que nosotros, los ciudadanos, precisamos y consumimos-, salir a los caminos y andar hasta llegar a las calles y, después, mandarnos a todos a la mierda.
     Pero claro, la diplomacia les impide a ellos llevar a cabo la revolución del 'populacho', y a mí me tienta con la idea de borrar estas palabras.

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