miércoles, 2 de abril de 2014

CRUZANDO EL LÍMITE (cosas de la lógica)
     Para empezar el cabrón aquel le había echado dos, no, tres veces en el último año de casa de su madre.
     Ahora estaba ahí, parado, en medio de su salón, pidiéndole o -más bien, a juzgar por su tono- exhortándole que le invitase a comer o a tomar el café, y a unas pastas para acompañarlo, ...o puede que fuese, sencillamente, a unas cervezas mientras charlaban animadamente, como los hermanos suelen hacer, acerca de cualquier cosa, de algún interés común, por ejemplo.
     El caso es que Martín Lázaro jamás había conseguido que su hermano se interesase lo más mínimo, por nada de lo que a él le apasionaba; es más, el joven de los Lázaro jamás había permitido a su hermano mayor, Martín, acercarse lo suficiente como para que llegase a conocer cuales eran sus aficiones, gustos o devociones. ¿Qué esperaba ahora de Martín? ¿Cómo se supone que éste debía reaccionar a las demandas de su hermano, con feliz indulgencia, agradeciéndole la nueva y magnánima oportunidad que le brindaba, organizando una fiesta o una rueda de prensa?
     Martín Lázaro no podía salir de su asombro, de ese estupor casi estúpido en el que uno se instala cuando, después de haber realizado un esfuerzo -a todos ojos- sobrehumano, le exigen 'un poquito más'; ¿será gilipollas o es que tiene las pelotas tan gordas que piensa que soy un puñetero imbécil?, se preguntaba Martín, ¡coño, puede que realmente sea un idiota y nada más!
     Y así hemos dejado escapar dos, tres horas, un par de vidas enteras en pretérito perfecto o imperfecto o incluso en presente porque, en el fondo, nada de todo esto importa. Martín , en lo más profundo de su corazón, sabe que al final lo único que contará será su última decisión, el resultado definitivo de todo lo que ha acumulado en su cuenta vital personal a lo largo, no sólo de su vida, sino de toda la historia desde el mismísimo comienzo de los tiempos.
     Martín Lázaro, en trance, casi sin voluntad, como movido por una extraña fuerza del más allá, se acerca a la cocina y elige, embelesado, uno de los cuchillos más grandes que sobre la encimera esperan; lo que pase ahora, incluso para él es una incógnita.

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