jueves, 12 de junio de 2014

DE LAS SEGUNDAS OPORTUNIDADES (Y ALGO MÁS)
     Todo empezó con unos cuantos que se fueron a 'hacer las Américas'; eran otros tiempos, los de nuestros abuelos y bisabuelos. Nosotros, los españolitos, mandamos sobre todo a gallegos y asturianos que, después de hacer dinero a lo largo del extensísimo continente que en su momento extasiaría a Nino Bravo, volvieron como orgullosos 'indianos'; en aquellos tiempos ir a buscar mayor fortuna lejos de nuestras fronteras, no era motivo de vergüenza, en especial cuando se volvía con un buen saco lleno de oro y una palmera que plantar en la entrada de casa, anunciando a los visitantes la clase de arrojados triunfadores con los que estaban a punto de encontrarse.
     Con el tiempo, y gracias a una de las mejores campañas de marketing de la Historia, terminamos por olvidar que América, en toda su extensión, comprende más de veinte países, y empezamos a hablar de América, genéricamente, cuando queríamos referirnos a Estados Unidos en particular. Así surgió el lema: "América, la tierra de las segundas oportunidades". Entonces los europeos exportamos mafiosos italianos, matones del este y un sinfín de mangantes, mentirosos y tramposos de nuestro viejo e inteligente continente.
     Antes de continuar quiero dejar claro que esto no pretende ser una clase de Historia, nada más lejos de la intención de quien escupe estas palabras.
     Hoy España se ha convertido en la alternativa europea a la América estadounidense, somos el 'otro país de las segundas oportunidades'. Por eso se empeñan en visitarnos gentes de todas partes, desde subsaharianos desnutridos hasta sicarios rusos y rumanos, pasando, por supuesto, por jubilados germanos pendientes de algún que otro 'arreglillo'. Pero, no es éste el punto sobre el que me gustaría reflexionar; no, más bien quisiera centrarme en nuestra capacidad regeneradora, auto-regeneradora, sin parangón, con la salvedad de la Alemania post-Segundad Gran Guerra. Baste un simple ejemplo que se repite, de forma casi patológica, en la España de nuestros días; usted monta una empresa, malversa, estafa a la Administración, roba, explota a sus trabajadores, etcétera, etcétera. Hasta aquí bien, lo normal en cualquier país capitalista en pleno siglo XXI. Termina por cerrar el chiringuito -mejor dicho, le echan el cierre-; lógico. Y aquí es donde nuestra gran y libre nación nos muestra su magnanimidad para con aquellos que, después de haber errado, lo quieren intentar de nuevo; usted abre una nueva empresa con otro nombre -dato de vital importancia-, que puede dedicarse a hacer exactamente lo mismo que su predecesora, esto es, explotar, robar, estafar, malversar... y todo esto, desde luego, completamente gratis, sin obrar cambio alguno salvo -eso sí, repito, importantísimo- el nombre o denominación comercial con el que, una vez más, volverá a operar.
     España, donde todo el mundo puede tener una segunda oportunidad -o tres, cuatro... docena y media-.

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