QUIEN A LO SUYO SE PARECE...
Supe pronto que eras mi hija; me refiero,
obviamente, a que mi predisposición genética -al menos en lo relativo al
carácter- había ganado a la de tu madre. Estaba claro, habías salido a mí. Esto
se ponía de manifiesto cada vez que alguien se acercaba y te soltaba alguno de
esos estúpidos galimatías sin sentido con fingida voz de imbécil y sonrisa
inverosímil; tú gritabas, chillabas como si le dijeses "pero qué te has
creído, que soy tan ceporra como tú; vete a pintar monas". Se alejaban,
habías conseguido echarles de casa.
Lo dicho, estaba claro que habías salido a
mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario