Charcos
de sangre en la Tierra Prometida,
el
Gran Hermano del otro lado observa
-aquí
no habrá acción ni reacción- y
se
queda quieto sentado en su sillón;
mientras,
en la Avenida de las Estrellas,
el
mismo Dios llora amargamente
al
pensar en los crímenes de sus primogénitos
y
se pregunta: ¿vosotros, mis elegidos?
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