MUNDIAL 82
Un alto en el camino. Refugio de otro
tiempo, reflejo de un pasado eterno, detenido hace más de treinta años;
entonces yo era un crío acumulando malos recuerdos. No creo que fuera culpable,
supongo que no lo merecía -quiero pensar que es así, que ningún crío puede ser
culpable a esa edad-, pero alguna vez he dudado: ¿se puede ser inocente y aún
así cumplir cruel condena?
Hacía mucho tiempo, más de diez años, que
no viajaba tan atrás; ahora soy un hombre, soy padre, y no puedo evitar
sentirme responsable de la sonrisa de mi hija. Soy yo quien tiene una
obligación perpetua con ella, soy yo quien ha contraído una deuda con ella. Yo
te pedí que vinieses, yo supliqué por ti; y tú viniste, gracias. Gracias por
traerme tu sonrisa, tu mirada..., gracias por dibujar en mi rostro un nuevo
mapa para hallar la felicidad.
A mi alrededor el eterno pasado sigue su
lento y engañoso movimiento; sin duda para unos cuantos ésta es la mejor de las
posibilidades. No para mí; con cierto esfuerzo me pongo de pie y me encamino
hacia la puerta, me despido con un susurro, "adiós...", vuelvo a
casa, vuelvo a ti.
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