Y LA VIDA SIGUIÓ
Conducía con decisión, con ese tipo de
calma desbordada que muestran quienes transitan parajes ya conocidos y que
tanto asusta a quienes, desde el asiento del copiloto, descubren por vez
primera en camino.
A pesar de ello, de los rápidos movimientos
de manos al volante, de las curvas cerradas tomadas a toda velocidad, de los
vertiginosos cambios de carril in extremis, de los guijarros proyectados fuera
del camino y de los baches imposibles de evadir que hacían saltar al
destartalado Peugeot 504 gris, a pesar de todo ello, Jacob no tenía ni la menor
idea de hacia dónde se dirigía; no hace falta decir que yo aún menos.
Conducía, como suelen hacerlo los hombres
atribulados y decididos al cambio definitivo de rumbo vital, con violencia y
agresividad, maldiciendo de cuando en cuando, elevando su voz ronca por encima
de las altísimas notas de guitarra que salían de los altavoces del coche; a su
lado yo permanecía callado, sin saber qué decir, o sabiéndolo, pero incapaz de
encontrar el valor para hacerlo.
-Jacob... -me arranqué un par de veces-.
-Ahora no -me frenó en seco-, ahora no.
Yo pensaba en el Lago Roca, intentaba
teletransportarme a él o, al menos, lograr que mi consciencia se esfumase hasta
allí durante unos pocos minutos de paz. Ignoro en qué pensaba Jacob; de hecho,
es posible que ni siquiera pensase en algo concreto. De vez en cuando le miraba
de soslayo, en su mirada ardía el fuego de la decisión tomada, firme; yo me
preguntaba cuál sería esa decisión.
De repente, después de una cerradísima
curva, nos encontramos con el final de aquella carretera mal asfaltada;
estábamos a pocos metros de la cumbre de la montaña, ante nosotros un camino de
grava y piedrecillas medio embarrado por las lluvias de noviembre. Apenas
necesitó medio segundo para desvelarme sus intenciones: sin apartar la vista
del horizonte frunció el ceño y sonrió al tiempo que metía la primera y pisaba
el acelerador a fondo, en pocos segundos llegaría el suspiro definitivo, el
último. Entonces la fusión se abría completado, ya nunca más habría cara y
cruz, nunca más dos voces, dos miradas, dos ideas.
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