A TRAVÉS DE LAS PAREDES
Esto fue así: algún cable se cruzó en la
cabeza de él o en la de ella, o puede que en ambas, y varios meses después de
que la niña naciera, él se largó de casa. O puede que ella le echase.
Ella se cortó el pelo, se compró una chaqueta
de cuero y salió a tomarse algo; él cambió de coche y adoptó la costumbre de
sentarse justo bajo la viga que su padre había usado para ahorcarse.
Todo esto lo cuento como cronista; ni
narrador ni protagonista; todo esto lo sé, sencillamente, porque soy el vecino
cotilla.
La niña empezó a llorar: de día, de noche,
a todas horas. Desconsolada, inagotable, sólo cortaba el flujo de lágrimas y
gemidos para clamar, de cuando en cuando, "papá". Así durante tres
meses. Y un buen día él volvió, o puede que ella le pidiese que volviera; el
caso es que ellos, ambos, volvieron a dormir juntos, bajo el mismo techo, en la
misma cama, y esa noche, por primera vez en tres meses, la niña no lloró.
No hay comentarios:
Publicar un comentario