viernes, 11 de noviembre de 2016

(ADIÓS LEONARD)
      Yo quería escribirle algo al viejo León hoy; unas líneas acerca de lo que supuso para mí la primera vez que le oí hablar de su famoso impermeable azul, o qué sentí cuando vi girar su primer largo al son de su añorada Suzanne; quizá unas palabras para agradecerle el gesto de ese pajarillo agarrado al alambre del que a muchos de mi generación nos habló. Yo quería darle, sencillamente, las gracias.
     Pero... ni tiempo ni paz, la cotidianidad ha hecho imposible evitar que el día se me agote sin guardar ni un miserable ápice de fortaleza para sentarme frente al teclado y aporrearlo como se merece.
     En fin, Leo, ya que no he podido darte las gracias, por tus versos, tus acordes, aquel concierto en 2010, al menos, permíteme que te pida perdón; por todo lo que hubiese querido y querré haber sido y queriendo no habré de conseguir, básicamente, porque yo nunca he estado ni estaré tan cerca de Dios como lo has estado, incluso antes de hoy, tú.

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