(ADIÓS LEONARD)
Yo quería escribirle algo al viejo León
hoy; unas líneas acerca de lo que supuso para mí la primera vez que le oí hablar
de su famoso impermeable azul, o qué sentí cuando vi girar su primer largo al
son de su añorada Suzanne; quizá unas palabras para agradecerle el gesto de ese
pajarillo agarrado al alambre del que a muchos de mi generación nos habló. Yo
quería darle, sencillamente, las gracias.
Pero... ni tiempo ni paz, la cotidianidad ha
hecho imposible evitar que el día se me agote sin guardar ni un miserable ápice
de fortaleza para sentarme frente al teclado y aporrearlo como se merece.
En fin, Leo, ya que no he podido darte las
gracias, por tus versos, tus acordes, aquel concierto en 2010, al menos,
permíteme que te pida perdón; por todo lo que hubiese querido y querré haber
sido y queriendo no habré de conseguir, básicamente, porque yo nunca he estado
ni estaré tan cerca de Dios como lo has estado, incluso antes de hoy, tú.
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