-¿Cómo
se tiene una historia de amor con alguien a quien no conoces y a quien nunca
conocerás?
-Si
quieres te lo cuento -me dice, sonriendo-, pero entonces ya nunca será igual.
-Creo
que estoy dispuesto a arriesgarme.
-Yo
en cambio...
-¿Qué?
-pregunto con un indescifrable gesto entre divertido y asustado-.
-No
estoy tan segura de que estés listo para arriesgarte.
-Con
tal de seguir oyéndote hablar.
-¡Vaya!
-los ojos muy abiertos, la espalda que se estira hacia atrás, las manos que se
abren y dejan abandonados a su suerte diez dedos sin nada qué hacer-.
-¿Qué?
-Eso
sí que parece un primer paso; no me lo esperaba, la verdad. Corrijo mi
veredicto anterior.
-No
sabía que fuera un veredicto.
-Tampoco
yo. Verás, ese es uno de los más graves problemas con el lenguaje: creemos que
las cosas que tienen nombre siempre lo han tenido.
Por
mi parte silencio, e imagino que cara de pánfilo perdido; así que es ella quien
continúa.
-No
me entiendes, ¿verdad?
-No
estoy seguro.
-Dime
una cosa: ¿qué te ha llevado a preguntarme acerca del amor?
-La
verdad -intento responder titubeando-, yo tampoco estoy muy seguro de eso.
-Entonces,
si mañana, o dentro de un par de años, o en otra vida, tú y yo terminamos
yéndonos a vivir al Amazonas, y allí nos pasamos los días follando y teniendo
hijos, ¿dirías que nuestro amor ha sido eterno, atemporal; que siempre fue, aún
cuando ni nos conocíamos, igual que ha sido al final?
FIN DE LA 1ª CONVERSACIÓN
No hay comentarios:
Publicar un comentario