AL SERVICIO DEL CIUDADANO
De un tiempo a esta parte parece que el
modelo a seguir por parte de la mayoría de las entidades bancarias de este país
es, al menos en lo referente al ahorro de personal, el de ING –o una versión
más que extrema de la filosofía de esta entidad que representa el paradigma
bancario del ‘hazlo tu mismo’, o lo que es prácticamente igual, ‘¿para qué
necesitas una oficina?’-.
Así nos encontramos día tras día con la incoherencia de una larga fila
india ante un cajero automático –creado en principio, a fin de agilizar los
trámites bancarios de los clientes de los bancos- mientras un par de cajeros de
carne y hueso esperan en sus mesas a que alguien se acerque preguntando por un
depósito o seguro con el que colocarle, de paso, una cubertería, un juego de
herramientas o un par de jarrones horteras.
“Los ingresos deben de realizarse a través del cajero”; sí, pero,
¿acaso el cajero automático acepta monedas? Evidentemente, no. La cuestión es
sencilla; si en lugar de ingresar 500 euros, ingresamos 499, o 501, o incluso
500 euros y 1 céntimo, no tendrán más remedio que ser ellos mismos, personas
reales con carrera, varios masters y un par de idiomas, quienes nos atiendan
‘en ventanilla’, y no nosotros quienes tengamos que vérnoslas con la dichosa
maquinita, a la que poco le importa si eres demasiado mayor para entenderla o
si se te han olvidado las gafas o si esa mañana te has levantado analfabeto
total, prácticamente en la puerta de la calle.
Lo dicho; al servicio del ciudadano.
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