DÍAS DESPUÉS DE LEER
UN PANEGÍRICO
Después de que ella se fuese, todas las cosas que me había regalado a
lo largo de los años, comenzaron a estropearse; una tras otra todas fueron
despidiéndose de mí entre pequeñas explosiones y quejumbrosos ruidos. Lo
hicieron como si su partida las obligase también a ellas a marchitarse y
fallecer.
La última en abandonarme fue la tostadora; ayer mismo la deposité en un
contenedor. Eran las siete de la mañana y, mirando al cielo limpio de un nuevo
día, me despedí definitivamente de ella.
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