Este es el día más
triste del año,
el comienzo de una
época realmente cruel;
Nina Simone llora
aquí al lado
mientras un tipo con
bata blanca
trata de hurgar en
ese abismo oscuro
que son hoy las
esperanzas
de esta pequeña parte
de la humanidad.
Mientras el sol cae
en el horizonte
el frío se apodera de
los corazones y
siete billones de
almas –puede que más-
aprietan los dientes
sin saber,
aunque intuyendo con
clarividencia,
que el contrato está
a punto de expirar.
“Ámame, ámame”,
implora un anciano
cantando en la oscura
noche,
clavando su
temblorosa mirada azul
en el centro mismo de
la luna;
“no arranques mis
alas, déjame volar.
Permite que me
acerque a ti”.
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