lunes, 1 de octubre de 2012


Dijo que volvería,
lo que quiere decir
        que se fue.

Pasaron varias noches,
y supongo
que también varios días.
Era tarde,
un lunes a las cinco y cuarenta y ocho
de una calurosa madrugada
al final del invierno, creo,
cuando se encendió,
tenue,
una luz furtiva
que atravesaba el umbral de los sueños
por un resquicio de la puerta;
finalmente volvió.

5C80001080000000008666123O19;
combinación perfecta
        frustrada.

Al parecer,
según dedujo mi enrevesada entendedora,
no todo había salido tan bien
-ni tan rápido-
como le habían asegurado, iría,
todos esos valiente a los que había preguntado.
Fue todo un año
hasta llegar al final de la nacional 634,
y por el camino
no consiguió ver ningún piano blanco,
ni negro, ni gris, la verdad,
y terminó
una tarde de septiembre,
mientras se ponía el sol,
por darse cuenta
de que unas terribles ganas de llorar
se habían instalado en lo más profundo
de su corazón.

Y lo sé, lo sé…,
lo sé;
¿lo sabes tú también?

Gélido, roto, loco, atormentado…;
son tantas las posibilidades
        de Lucifer,
y sólo una hace falta
para una mujer.
Volvió porque…,
creo que ni él ni yo lo sabemos
y creo, imagino, intuyo,
que nunca nadie lo sabrá.
Volvió y punto;
volvió
y alguien sonrió.

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