lunes, 17 de diciembre de 2012


21 DE DICIEMBRE DE 2012; MAÑANA SERÁ 22
        Al principio fueron unos cuantos ejecutivos hollywoodienses abriendo mercado para un par de superproducciones multimillonarias y para alguna que otra serie inspirada en una pervertida profecía maya. Hasta aquí, aunque no bien, nada de lo que extrañarse.
        Pero claro, la adulteración de la realidad es algo que uno espera, o puede esperar, de un puñado de tipos cuyo medio de sustento consiste en hacer creíble cualquier ficción; en cambio, a un periodista, lo mínimo que se le puede pedir es, ya no que sea veraz –algo imposible en ciertas circunstancias, que no en ésta en concreto-, sino que contraste un poquito su información, se documente e investigue algo antes de lanzar al vuelo la penúltima patraña sensacionalista que se le pueda haber ocurrido al editor de turno. De esta forma, quizá podríamos habernos ahorrado leer durante los últimos días algunas estupideces acerca del ‘fin del mundo pronosticado por los mayas’, y que se están publicando alegremente en la prensa internacional.
        El caso es que, a poco que uno investigue por su cuenta se encontrará con que el calendario maya es un calendario circular, esto es, que igual que nuestro calendario actual finaliza cada año un 31 de diciembre y se reinicia indefectiblemente un 1 de enero, el suyo seguía –o sigue- un proceso equivalente, por lo que el hecho de que éste finalice un día que supone nuestro 21 de diciembre actual, sólo quiere decir que al siguiente volverá a reiniciarse. Ni más ni menos; de hecho, los mayas no vaticinaron ningún Apocalipsis. Al contrario, según ellos el Universo entero se desarrolla a través de diferentes procesos circulares –al más puro estilo aristotélico- que, en el caso concreto que nos ocupa, habrían de llevar a la mayoría de la humanidad a revisar las bases sobre las que se ha venido sustentando su sociedad durante las últimas décadas, lo que posiblemente conllevaría un paulatino abandono de las viejas tendencias materialistas e individualistas a favor de una serie de movimientos colectivos sociales de marcado carácter solidario, humanitario, ético, fraterno y global; ¿a alguien le suena esto?
        Además, si uno sigue profundizando en el tema, podrá ver que la cultura maya no fue la única que habló en estos términos y con fechas, si no idénticas, sí muy próximas; ahí tenemos a sus vecinos, los aztecas, a los hopi –que son, para entendernos, los antepasados de los actuales navajos-, a los antiguos pobladores de la actual India –que, a la sazón, resultan ser lo primeros en poseer literatura acerca de esta cuestión, en torno al 1500 a.C.-, e incluso los primeros cristianos, aquellos que ni siquiera ‘salen’ en el Antiguo Testamento.
        Resumiendo: el mundo no se acaba; a lo sumo, y con un poco de suerte, puede que consigamos empezar a cambiarlo de una puñetera vez. Eso sí, para ello, el primer paso será dejar atrás viejas malas costumbres, como soltar al aire –y a la ligera- lo primero que se nos vine a la cabeza, sin tener en cuenta la responsabilidad que tenemos aquellos que decidimos plasmar nuestras ideas u opiniones, o peor aún, nuestra imaginación fecunda y engañosa, en un medio accesible para una gran cantidad de personas, entre las que podría encontrarse, Dios no lo quiera, un demente esperando alguna ‘señal divina’ que le ordene salir de casa con un rifle en la mano y encaminarse al colegio más cercano; “total, el viernes se acaba el mundo”.

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