sábado, 15 de diciembre de 2012


        Olvídalo muchacho, jamás escribirás una novela con la que sorprendas a media humanidad; eso ya lo hizo Salinger hace algún tiempo y, antes que él, lo hicieron –e incluso podría decirse que siguen haciéndolo hoy en día- Dostoyevski y Tolstoi, Huxley y Bradbury. Por mucho que lo intentases, no podrías volver a escribir ‘Nosotros’, no serías capaz de abrir tantas bocas como hizo Zamiatin hace casi un siglo.
        No pienses que serás capaz de componer ninguna pieza que emocione como lo hacían las obras de Tchaikovsky o Strauss –padre o hijo, me da igual-. Se necesitan más de cien años para encontrarse con un nuevo Ludovico Einaudi, y a éste, le queda cuerda para rato.
        Destierra toda esperanza de dejar una huella imborrable, como Jimmy Page, Johnny Cash, John Lee Hooker, Jimi Hendrix, Bob Dylan o Duke Ellington. No queda espacio en el que plasmar ni una sola impronta más.
        Picasso, El Bosco, Kandinsky, Goya, Rembrandt, Monet, El Greco, Basquiat, Tiziano, Velázquez, Renoir y Munch ya exploraron todo lo explorable, e incluso más, mucho más lejos de cualquier límite posible. ¿En serio crees que puedes sacarte algún truco de la manga que aún no hayamos visto?
        ¿Vas a convertirte en el nuevo Platón? Al fin y al cabo eso no sería más que ser una nueva revisión del viejo Platón. ¿Sabes? Ni siquiera Paul Auster sigue siendo el mismo Paul Auster que se dio a conocer al mundo entero a principios de los 80; él mismo asegura que es posible que lo mejor que ha escrito en toda su vida son sus primeros poemas que, por cierto, no le dieron fama alguna.
        Thoreau, Hesse, Unamuno o Hemingway estuvieron estrujándose los sesos antes, así que, dime ¿qué diablos tienes tú de especial?

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