Hoy me siento optimista; no puedo
evitarlo, se palpa en el ambiente, las cosas van a mejor.
Al fin, después de sufrir una
injustificada travesía del desierto, las entidades bancarias pueden retornar a
su actividad principal: vender útiles de cocina a cambio de depósitos
dinerarios a tiempos variables.
Ya iba siendo hora, ¡coño!; ¿para qué
habían estudiado si no, un lustro de ‘Económicas’ los abnegados interventores,
para qué tres o cuatro ‘Master Business Administration’ y un par de idiomas con
diploma y todo?
Hoy he constatado que, después de un par
de años ejerciendo exclusivamente de entidad de préstamo y gestión de
dividendos, los bancos, al fin, han vuelto a moverse en el entorno que mejor
les sienta. ¡Viva la mercadería!
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